viernes, 25 de abril de 2025

Can they see us? (poem)

 K. Cronick


Can they see us?

Do they breathe

some kind of air?

Is it a question of

their souls up there

or do they roam

down here below?

Are they everywhere,

or here nearby?

Are they made of light?


Are they the energy of love?

Are they now free?

In the end,

and then at last,

we have to ask,

can they see

our little children grow?

Do they see us

kissing them in bed

to sleep at night?


Are they the bright

reflections that we see

in a darkened glass?

Or are they shining duplications

of our own deep penury?


Most certainly they care,

they send us rainbows,

and comfort for our griefs.

And they know we’re here.


When in the end,

when I am one of them,

will we embrace

our light-filled forms,

and will I have the nerve

to whisper through the mist

to say the words,

that those still-living

need to hear,

as they have done with me?

Carlos Marx y la fuerza laboral

 


K. Cronick

Carlos Marx promovió ideas de justicia social y el cambio socioeconómico para las masas desposeídos en el siglo XIX. Pero el empleo de sus preceptos no ha producido los cambios que Marx hubiera deseado. Sus aplicaciones históricas en países como Rusia, China[1], Cuba y otros lugares no han conducido a economías más justas ya que estos intentos han resultado en dictaduras brutales.

En la práctica, y apoyándose en la supuesta necesidad de una dictadura del proletariado[2], los líderes de grupos revolucionarios asumen el control de sus países con poco interés verdadero en mejorar la vida de los trabajadores. Emplean el apoyo ideológico de sus seguidores sólo para llegar al poder y mantenerlo.

Muy pronto, desde la instalación de estas dictaduras, sus líderes concentran la riqueza en sus propias manos y en las de los altos funcionarios de sus regímenes. Prohíben a organizaciones como sindicatos y otros organismos independientes. También se alejan de cualquier forma de autogestión o respeto para los derechos humanos. Es más, quienes promuevan cualquier disidencia en sus territorios terminan acusados de terrorismo o son declarados enemigos del Estado.

Es decir, el marxismo ha quedado como una ideología abstracta, pero inoperante para aplicaciones prácticas. No se trata de un fenómeno únicamente marxista. Es necesario añadir que este tipo de resolución histórica ocurre en todos los regímenes totalitarios y populistas, tanto de la derecha como de la izquierda. Sus ideologías aparentes tienen poco que ver con sus políticas reales. 

De hecho, gobiernos absolutistas emplean sus dogmas sólo como excusas para atraer y mantener seguidores. La oferta pública y propagandística de todos los populismos -de todas las idolologías- es mayor bienestar. En la práctica las ideologías quedan sólo como mecanismos para conseguir el apoyo popular y mantener el poder. Mientras tanto, canalizan los beneficios económicos hacia ellos mismos. Mientras los propagandistas de la Unión Soviético proclamaban “¡Proletarios del mundo, uníos!”, y los de Reichsarbeitsdienst (El Servicio de Trabajo del Tercer Reich) gritaban "El Trabajo Ennoblece”, los líderes seguían una agenda de gobierno totalmente distinto. También, en ambos lugares se enseñaba a la gente a ver a los ejércitos militares como un escape a sus problemas económicas. 

Pero hay otros aspectos del marxismo que tienen que analizarse hoy en día.

Aunque sea cierto que los factores económicos tienen mucha influencia sobre la consciencia política del “pueblo”, los obreros ya tienen cada vez menos que ver con las fuerzas de producción. Desde el comienzo del siglo XXI el obrero ha tenido siempre menos importancia en la manufactura de bienes, porque los dueños de muchas compañías ven a la robótica como una solución a sus problemas laborales. En algunos puestos de trabajo robots y sistemas automatizados hacen lo que antes hacían obreros humanos. Este cambio no sólo produce desempleo humano, sino que crea una fuerza laboral cibernética que no requiere los mensajes ideológicos.

Por esta razón el mensaje de los populistas va a ir cambiando, y a corto plazo. “Proletarios uníos” no tiene la misma fuerza. Los obreros ni pueden apoyar a los populistas, ni pueden exigir nada a los dueños de las fábricas. Los patrones los están reemplazando con equipos no-humanos que pueden ser controlados sin dificultad. Los robots no irían a la huelga, y los obreros de antes van quedando con poca voz.

La situación de los asalariados ya desempleados no preocupa en nada a los dictadores de ahora. Sólo tienen que ir modificando su mensaje. De hecho, en algunos países, aun en las agencias de los gobiernos, hay despedidos masivos de empleados.

Pero todavía están vivos los obreros de antes. Pueden salir a protestar como ciudadanos. Entonces el mensaje que los populistas les envía ahora no tiene que ver con la necesidad de “unirse” sino de dividirse. Están llamados a protestar contra la presencia de grupos minoritarios, inmigrantes y ciertos grupos religiosos.

La política anti- inmigrante que existe ahora en varios países, sobre todo los Estados Unidos, no tiene que ver con una propuesta para mejorar las condiciones de vida de los actuales ciudadanos. Ahora tiene dos propósitos distintos: el primero es desviar la atención de la población de los cambios económicos que realmente están ocurriendo. Y el segundo propósito es crear una base de ciudadanos leales, unidos en su xenofobia. La idea es que asuman las divisiones como parte de su propia identidad cultural. Este mensaje se va reforzando mientras peores sean sus penurias económicas, porque las atribuyen al “extranjero” que viene a “robar” lo que consideran sus derechos y su patrimonio.



[1] De hecho, en el sentido económico, la República China ya no emplea estrategias ni comunistas ni socialistas. Usan una forma de capitalismo del Estado, aunque todavía emplean los símbolos de su pasado comunista.

[2] Marx mencionó esta dictadura pocas veces. La idea era que los trabajadores, como clase socioeconómico, iban a disfrutar del control, como antes hacía la “burguesía”. No contemplaba una tiranía en que los obreros iban a quedarse como objetos indefensos de un líder único.

 
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