lunes, 8 de marzo de 2010
Tocar fondo
Foto del humo en sur-oeste del valle de Caracas
Anteayer en una reunión social conocí a dos personas que parecía gente normal, razonable y amable. Sin embargo expresaban que Venezuela tiene que “tocar fondo” como si el país fuera la víctima colectiva de una adicción destructiva, y anunciaron que hasta se acaben todos los servicios y recursos no existiría la posibilidad de acción política de verdad.
Dijeron que hay que prender más bombillos y dejar abiertas las tuberías para que la electricidad y el agua se acaben de una vez y que resulte patente para todos los votantes que no queda nada en el país. Piensan que de esta manera se puede elegir a otra ideología y otros candidatos en el gobierno. Este tipo de comportamiento coincide con él de una vecina que pública y militantemente lava su patio con el agua de la manguera.
Creo que esta actitud pertenece a una etapa en el desarrollo de la democracia que hay que llamar “infantilismo”. Votar debe ser un acto constructivo de debate y reflexión, y no una triste vendetta.
Creo que la destrucción que ya hemos experimentado ha sido suficiente: mientras escribo respiro más humo que un fumador fanático debido a los incendios en todas partes que no fueron prevenidos a pesar de que todos sabíamos que venía un período especialmente severo de sequía. La potencial falta de agua y electricidad en mayo angustia a todos. La compañía estatal de comunicación CANTV no provee un servicio adecuado y además se encierre tras infranqueables barreras burocráticas. No hay insumos en los hospitales: hace tres semanas un joven vecino fue devuelto del hospital Victorino Santaella en Los Teques a su casa porque no hubo un médico para atenderlo. Se murió aquella misma noche.
Pero estas tragedias no deben ser motivo para inventar astucias partidarias.
Tenemos que hablar de maner constante de qué tipo de gobierno realmente queremos, esto es, qué poderes debe tener la rama ejecutiva, cómo lograr una efectiva inclusión de todos los ciudadanos, qué debe ser la relación entre los estados y el gobierno central, qué independencia deben tener las ramas legislativas y judiciales, qué es un papel apropiado para las universidades y los cuerpos militares y cómo se debe administrar la salud.
Esto sí sería el ejercicio de una democracia madura.
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