ay una carta que me ha llegado por correo electrónico
atribuida a Isa Dobles; tiene una foto de tres funcionarios policiales que
maltratan a un joven manifestante en plena calle. La autora describe largamente
los ultrajes ilustrados y pregunta, refiriéndose a los agentes: ¿cómo podemos
perdonarlos?
Mirar la foto da rabia y el deseo de vengar a los abusos que
sufre muchacho; despierta indignación y todo tipo de cólera. Y si yo estuviera
directamente involucrada, tendría probablemente insaciable sed de sangre en mi
corazón.
Pero sólo me involucro por medio de un correo, y la
distancia me permite cierta reflexión. Estos policías brutales, escondidos en
la relación de tres policías por un manifestante, en sus uniformes protectores
y sus armas, se han deshumanizado a punto de la criminalidad. Entiendo porque
la autora dude de la posibilidad de perdón para seres así.
Se trata de un fenómeno universal: aparece en soldados, en policías,
en irregulares y en todo tipo de ser que se dedica a la violencia: siempre menosprecian
a sus víctimas. Sólo hay que ver el video espantoso que salió ayer en los
noticieros de los Boco Haram en que se vanaglorian del secuestro de las niñas en
Nigeria para ver la crueldad y la absoluta despreocupación de los captores para con sus rehenes. Podemos reconocer en estas personas la total pérdida de la
capacidad de compasión porque hemos visto cosas similares a través de la
historia humana. Estos seres han participado en la Inquisición española, en la
Conquista de las Américas, en los campos de concentración en Alemania y en
muchos escenarios más.
Por esta razón digo: no se trata de perdón. Se trata más
bien de entender la dinámica que destroza a un ser humano y que lo hace capaz
de estas acciones. Y luego, provistos de este conocimiento, nuestra propia
humanidad nos obliga a cambiar estas condiciones, tanto antes de que hagan
tanto daño, como en los casos de gentes ya destruidas que requieren atención
humanizante. Esto no es perdón: es el desarrollo de la capacidad de sobrevivir
como homo sapiens, una especie que supuestamente obra en base a sus saberes.