Karen Cronick
¿Qué ocurre cuando la gente decide abandonar su capacidad
autónoma de pensar? Es algo que sucede cuando las personas adoptan irreflexivamente
el pensamiento y los motivos del otro –un poderoso- como si fuesen suyos. Ha
ocurrido en todas las tendencias ideológicas, religiosas y aún en muchas
escuelas filosóficas, en todas las culturas, en el norte y el sur, tanto en los
países ricos como los pobres. Desde tiempos prehistóricos ha habido reyes, líderes
políticos y cabecillas de sectas que han sabido aprovechar del descuido y
susceptibilidad de sus seguidores.
Muchos autores han analizado este fenómeno. Por ejemplo, en
el Siglo XVI Étienne de la Boétie (2016) escribió el “Discurso sobre la
servidumbre voluntaria” en que avanzó varias razones para la
sumisión doctrinaria de los pueblos. La primera es la costumbre, es decir, los
hábitos aprendidos en la niñez, de obedecer a los padres, y luego al
soberano. La segunda es la necesidad: los tiranos ofrecen “circo”
(es decir diversiones no relacionadas con sus necesidades), y una “taza de
sopa” (p. 41) a los hambrientos, y estos, olvidándose que la riqueza del
déspota viene justamente de lo que ha despojado a los súbditos, gritan “¡Viva
el rey!” (Ibid) en vez de rebelarse contra la injusticia.
Otra razón mencionada por Boétie es que los reyes han sabido
asociarse con los dioses, y sus vasallos, igualando la jurisdicción de la
deidad con la del soberano, obedecen a ambos, porque no ven las diferencias.[1]
La cuarta razón de Boétie es la cadena de mando en que:
“Cinco o seis son a lo más los que conservan al tirano en
su poder y al país en esclavitud; adulan al primero y le allanan el camino de
las crueldades; le acompañan en sus placeres, le facilitan los medios de saciar
sus licenciosos apetitos y participan de sus rapiñas…. Como les es fácil
hacerse prosélitos, buscan a quinientos o seiscientos que imiten en ellos la
misma táctica que observan en su soberano. Estos seiscientos tienen bajo sus
órdenes a más de seis mil ahijados, que colocados en los destinos superiores de
las provincias, o en la administración de los fondos públicos se dan la mano para
su codicia y crueldad; [así forman] una cadena ininterrumpida que da fuerza al
tirano….” (Boétie, p.
46-47).
Los eslabones más bajos de esta cadena de mando se
encuentran en la calle con las fuerzas de orden, armadas y prepotentes, que
castigan a las disidencias y las protestas. Las policías en todos los países,
desde Irán hasta la China, o desde Rusia hasta los Estados Unidos se asemejan,
tanto en su equipaje como en sus tácticas. Los oficiales están a la orden del
líder, y no hacen más que emular a sus superiores, es decir, los cinco o seis
acólitos que circundan directamente al gran señor.
Se puede plantear otra pregunta relacionada con estas
observaciones de Boétie: ¿qué pasa con quienes conocieron una vez la democracia
(la “libertad” según la terminología de este autor) pero ahora viven bajo una
dictadura? ¿Es que nunca entendieron la idea de diálogo y la consideración
racional e íntima de las alternativas? ¿Qué tuvieron que renunciar para formar
parte de la participación masiva del totalitarismo?
Pienso en el Leviatán de Hobbes (1651/18-01-22), donde los
habitantes de un reino renuncian voluntariamente al ejercicio de poder
ciudadano a favor de una compleja maquinaria de Estado, regido por un rey o un
líder. En Hobbes dicha renuncia terminaría siendo un acto moral en que los
pobladores se someten a la disposición de un agente poderoso, y lo hacen con la
generosa motivación de eliminar la violencia que ocurriría entre ellos si
tuviesen que vivir sin la mano guía de una recia autoridad “pacificadora”.
Hobbes defiende la idea de un “contrato” en que todos los ciudadanos cederían su
derecho a decidir sobre sus propias vidas, aceptando la potestad de un soberano
todo-poderoso frente al cual después no tienen la posibilidad de reclamos. Lo
hacen para obtener seguridad individual y colectiva.
El resultado evidente de un acuerdo de este tipo sería la
creación de una masa de personas que carecen de la capacidad de pensamiento o
voluntad propios. Han tenido que abandonar las posibilidades del diálogo y el
uso de la palabra como instrumentos de participación y protesta en la vida
colectiva.
¿Qué tiene que pasar para que ocurriese una renuncia de esta
suerte? Hobbes habla de acuerdos en que una multitud de “autores” (o
personas que originalmente tuvieron derechos) renuncia a sus potestades y se
las otorgan a un monarca o una asamblea. Esta abdicación puede ocurrir también
después de una conquista si los “autores” vencidos aceptan convertirse en
súbditos debido a su miedo a represalias. Siendo un “pacto” –manifiesto,
implícito u obligado- sería un medio para escapar de la violencia natural que,
según Hobbes, ocurriría en los grupos que carecen de una figura gobernante
absoluta.
Evidentemente en las campañas políticas que vemos hoy en día
en los medios de comunicación, como aquella que promociona al estadounidense
Donald Trump, o donde a veces se presentan “candidatos” como Vladimir Putin en
Rusia, no hay un motivo “moral” para eliminar la violencia. En el mejor de los
casos habría entre los militantes un deseo implícito de formar parte de un
grupo dominante, como en las cadenas de mando descritas por Boétie. En general
la paz social no sería para ellos un estado de bienestar general, sino la
oportunidad de obligar la sujeción de otros.
De hecho, los seguidores de algunos partidos políticos se
han involucrado en agresiones que incluyen intentos de homicidio en respaldo a
sus líderes. Se aprecia entre ellos la renuncia de la deliberación y agencia de
ciudadanía, ya que aceptan secundar a un líder en vez de examinar sus agendas
políticas.
En este tipo de renuncia a veces hay un motivo de base que
sirve como la piedra angular que apoya toda una estructura de creencias
elaborada por los líderes de estos partidos. Este motivo puede basarse en el
temor de perder estatus, el deseo de disfrutar el pillaje que el líder
autorizaría para sus seguidores o la fantasía de su superioridad étnica o
racial. Tienden a ocultar estos motivos, aunque ellos puedan reaparecer en
eufemismos.
Hay enfoques de la psicología social que refieren a los
mecanismos de este tipo de abdicación al derecho que tienen las personas de
asumir su ciudadanía como los “autores” de Hobbes. Por ejemplo, los
experimentos de Solomon Asch (1961) sobre las condiciones que conducen a la
conformidad, y luego los de Serge Mosocovic (1981) en que éste examina las
condiciones que permiten romper el círculo vicioso de acuerdos tácitos y
producir algo que llamó las “minorías activas”, es decir, individuos o grupos
minoritarios que rompan la armonía impuesta por la mayoría dominante.
Normalmente esta influencia es vista como liberadora, en el sentido de romper
la conformidad y el silencio impuestos por el poder dogmático. Sin embargo,
Moscovici (1983) igualmente advierte que el efecto de la minoría activa puede
conducir a la aceptación de creencias no tan liberadoras, como aquellas que
promueven algunos cultos y enfoques extremos. Ocurre un “sleeper effect”
(efecto retardado) en que, en el momento de su emisión, un mensaje “no influye
al oyente, pero puede actuar con un retraso temporal, por ejemplo, de dos
semanas o incluso dos meses después de la emisión” (Moscovici, 1983, p. 696).
Este proceso incide en la formación de cultos y grupos extremos donde pueden
desarrollarse creencias entre los miembros que serían considerados totalmente
improbables en otros ambientes (como el mundo plano y las visitas de los
OVNIS).
Regresando a Hobbes, la disposición a renunciar voluntariamente
y sin coerción a la potestad ciudadana no pareciera creíble, por lo menos no ha
sido documentada históricamente. Es probable que Hobbes tampoco tuviera como
antecedente algún pacto auténtico, tomado por voluntad propia; es difícil
imaginar una decisión de este tipo que no fuera mediada y controlada por los tiranos
del momento.
En contraste con la solución dada por Hobbes para lograr la
paz y el bienestar, ha habido entre los humanos diversos sistemas sociales de
control compartido. La tarea de elaborar modelos de consciencia y participación
cívica sigue inacabada. No faltan paradigmas, podemos mencionar la democracia
ateniense, la Confederación Iroquesa, la consulta íntima en los grupos nómadas,
los cantones suizos y las asambleas de los vikingos. Y esta lista no incluye el
nacimiento de las democracias representativas – a veces monárquicas- después
del Siglo XVIII en los Estados Unidos, Canadá, Inglaterra, Francia y otros
países europeos y Australia. América Latina tiene dos siglos luchando por
encontrar un modelo de democracia liberal apropiado para sus sociedades. Los
ciudadanos de países como la India, Irán y varias naciones africanas también
intentan escapar de absolutismos y despotismos.
Nota final:
Referencias
Asch, S. E
(1961). "Issues in the Study of Social Influences on Judgment". en Berg,
I.A. y Bass, B.M.. Conformity and Deviation. New York, Harper
De la Boétie, Étienne (2016). Discurso sobre la servidumbre
voluntaria. Prologa de Laureano Márques, Traducción de Max Flint.
Caracas: Gráficas Lauki.
González Pérez, Marco Antonio (31/08/05). El conflicto
sociocognitivo como generador de cambio social. Iztapalapa 59, Año 26, pp
15-28.
Hobbes, Thomas (1651/18-01-22). Leviatán. Freeditorial.
Disponible en: https://freeditorial.com/es/books/filter-author/thomas-hobbes
Moscovici, Serge (1981). Psicología de las minorías
activas, Morata, Madrid, 303 pp
Moscovici, Serge (1983). “Influencia manifiesta e influencia
oculta en la comunicación”, en Revista Mexicana de Sociología, núm. 2, pp.
687-701, Citado por González (31/08/05).