Quisiera comentar sobre la muerte de Margaret Thatcher. He oído tantos elogios a su persona esta noche
en la televisión que, no aguantando tanto mentecatismo, tengo que expresarme al
respecto.
A veces las mujeres proclamamos que, si tuviéramos el poder,
el mundo sería un lugar más amable y más pacífico, pero la Thatcher es el
contra-ejemplo: hay que buscar antónimas a los adjetivos “amable” y “pacífica”
para describir a la Dama de Hiero. Hizo mucho daño en su vida, respaldada por
un público votante que se había cansado de ciertos excesos del Partido Laboral
en la Gran Bretaña.
¿Qué mal hizo? Podemos mencionar: a) por razones raciales limitó
el número de personas de origen asiático que podrían lograr entrada a la Gran
Bretaña, b) redujo los gastos del Estado con respecto a la salud y la
educación, c) desreguló el sector financiera, d) se opuso a los sindicatos, e) privatizó las compañías que estaban en
manos del Estado y f) aumentó el maltrato a los presos irlandeses en las
cárceles en Inglaterra. El resultado fue una recesión y alto desempleo. Aunque
no apoyó el Apartheid como sistema, llamó el Congreso Nacional Africano de
África del Sur y Mandela “terroristas”. Apoyó el gobierno de Pol Pot en
Cambodia. Y cuando los españoles arrestaron a Pinochet por violaciones a los
derechos humanos, abogó por su liberación alegando la “cortesía” que había extendido
a los británicos durante la guerra de las Malvinas.
Estaba a punto de perder el apoyo del electorado hasta el
comienzo de la guerra en Las Malvinas, y como a los pueblos les encantan ganar
una guerra –aunque sea un ataque masivo a una isla pequeña en el sur del Atlántico-
fue reelegida en 1983.
Alguien –no recuerdo quien- describió el tono de su voz como
el sonido que haría un gato que desliza lentamente hacia abajo sobre la
superficie de un pizarrón.
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