Vienen en todos los tamaños y cantan en todos los registros sonoros.
Algunos, como Donald Trump, son meras marionetas porque su utilidad real se limita a la creación de espectáculos teatrales. Trump crea escándalos artificiales que son asumidos por los periodistas como “noticias” (cómo el reciente mapa sobre la vía pronosticada para el huracán Dorian). Mientras tanto los que manejan el "show" tras bastidores están cambiando jueces y protocolos electorales, y desviando los fondos públicos a sus propios negocios (como la construcción y mantenimiento de centros de retención para migrantes).
Sus "causas" son igualmente artificiales, aunque trágicas, como la supuesta libertad de comprar y portar armas de guerra. En este caso particular, la "causa" beneficia a la industria de armas, pero su propósito real es desviar la atención de los ciudadanos de los cambios estructurales que están haciendo los titiriteros.
Otros como Chávez. Bolsonaro y López Obredor son políticos con propósitos propios. Pretenden crear para sí y sus seguidores una instancia indiscutible de poder y riqueza personal. No les interesa tanto la estructura de la ley porque la violan con enorme impudencia. A veces valen del apoyo de estructuras ilícitas como organizaciones criminales. Su discurso sobre el ascenso social de “los pobres” y el odio a la “burguesía” o el “neocolonialismo” es igualmente una cortina de humo porque, ni amparan los sectores excluidos económicamente, ni defienden realmente sus territorios nacionales.
Continuará