El poder desenfrenado
es siempre un vampiro que chupa la salvia de las relaciones humanas, aún las
más íntimas: el absolutismo se circunda de membrecías exclusivas que disfrutan
de sus alianzas con el dominio. Hannah
Arendt llama a estos miembros “dientes de rueda” (cog).
Se los ven en los
lugares donde la fuerza de mando se concentra en muy pocos manos, pero dado que
los mandatarios máximos no pueden existir sin el respaldo de seguidores de
confianza, amarran a sus adictos con –no el bozal de arepa- porque esto sería
demasiado fácil-, sino la fe-amorosa de arepa. Los miembros del club disfrutan
de beneficios tangibles y afectivos, y devuelvan su gratitud en forma de adhesión
apasionada.
Se puede
apreciar esto, tal vez en su expresión máxima en el país de Corea del Norte
donde la mayoría de los ciudadanos ama de veras a Kim Jong-Un, como hizo también a su padre y su abuelo, y acepta sin
quejas a todos sus antojos, inclusive que ejecute a su tío por traición tras un
juicio sumario. Hay mucha especulación sobre las razones que tuvo el mandatario para
sacrificar a su pariente: una de ellas es que los militares del país temían que
las tendencias reformistas del acusado podrían peligrar sus privilegios.
En este relato de tenebrosas intrigas palaciegas tenemos tres aspectos de mucho interés: a) el amor incondicional al
líder, b) la dependencia de facto que tiene en los adeptos -y por ende los privilegiados que le apoyan y c) el interés que tienen dichos adeptos en
mantener sus prerrogativas a todo costo. Siempre verán a cualquier “reformista” con miedo y lo
percibirán como un enemigo.
Pongo el
caso de Norcorea como un ejemplo extremo, pero hay y ha habido muchos modelos
mas. Quise en esta entrega al blog desplegar un mecanismo del poder, más que los pasos hacia el totalitarismo, aunque hablara del Norcorea como un caso extremo. Todos somos vulnerables a convertirnos en "dientes de rueda", y esta vulnerabilidad queda tan oculta que la mayoría de la gente no quiere ver el sentido verdadero que Arendt dio a la "banalidad del mal": no quiso llamar "banal" al mal, sino a los actos mínimos de adhesión incondicional al poder. Eichmann era banal, porque facilitó actos horrendos sin participar directamente en ellos.
Escribo esto en el espíritu de alertar sobre uno de los matices del poder desbocado.
Escribo esto en el espíritu de alertar sobre uno de los matices del poder desbocado.
Referencia: Enlace de la foto de la escultura de los militares norcoreanos: http://es.wikipedia.org/wiki/Corea_del_Norte#Gobierno_y_pol.C3.ADtica