Karen Cronick
Shakespeare, como
mucha gente de su país y de su época, creía en la figura del “buen rey”. Si él
escribía sobre los reyes malos, y los denunciaba, era para crear un contraste,
y resaltar la posibilidad de un soberano benéfico.
Él criticaba el
poder perverso, pero, probablemente para protegerse, como dice Stephan
Greenblatt (2018), ubicaba sus reproches en tiempos y personajes históricos, y en
la ficción, para no entrar en conflicto con Elizabeth I, la reina de su época. Ella
confrontaba oposición, sobre todo de la iglesia de Roma, y a raíz de los
esfuerzos de su corte para defenderla, era peligroso criticarla. En general, hablar
o escribir de asesinar a un monarca era delicado; como dice Marotti (en Buttner
(6/11/13), era peligroso porque ‘traición’ podría interpretarse para incluir
aun las fantasías y ponderaciones sobre la muerte de un soberano. Y sin embargo
añade Marotti, William Shakespeare repetidamente se atrevía a dramatizar los atentados
contra los reyes y los complotes de sus vasallas para eliminarlos.
Shakespeare no se
oponía a la Reina Elizabeth. De hecho, al final de su obra Henry VIII, celebró con gran pompa al nacimiento de esta princesa que iba a convertirse en reina.
En general, en su
obra, los reyes que son asesinados son déspotas que vivieron hace mucho tiempo; son hechos históricos que antecedieron la producción de las obras. Además, con
algunas excepciones, como en Julio Cesar y Macbeth, estos crímenes suceden fuera
del escenario. Los muertos tienden a ser tiranos o sus víctimas: Greenblatt describe
como:
“Ricardo
III, de Shakespeare, desarrolla brillantemente los rasgos de la personalidad
del aspirante a tirano… (describe en el rey Ricardo III) su) egoísmo ilimitado, la transgresión de
cualquier ley, el placer que provoca infligir dolor y el deseo compulsivo de
dominar. Ricardo es patológicamente narcisista y arrogante en grado sumo” (Greenblatt
56, párrafo 1). Este rey, que ha sido asesino múltiple, opresor y usurpador,
muere en el lodo, sin caballo, gimiendo y pidiendo auxilio.
Mueren también
algunos reyes que no son déspotas. A pesar de los riesgos, Shakespeare aborda
el tema con bastante franqueza. En Richard II, el rey que confronta la
oposición de algunos de sus sujetos, se reúne con sus seguidores a decir, con toda
franqueza:
“Por el amor a Dios, ven a
sentarse conmigo en este suelo y contaremos historias tristes sobre la muerte
de los reyes –como algunos han sido destituidos, algunos muertos en guerra…
algunos envenenados por sus esposas, algunos ultimados mientras dormían – todos
asesinados. Dentro de la corona hueca que circunda los sienes de un rey, habita
la muerte….” (Shakespeare,
Richard II, Acto 3, Escena 2).
Referencias
Buttner,
Rachel (6/11/2013). Shakespeare, papal power, and the death of kings. Forham News. Disponible en: https://news.fordham.edu/arts-and-culture/shakespeare-papal-power-and-the-death-of-kings/
Greenblatt,
Stephen (2018). El tirano. Shakespeare y la política. Traducción de Juan
Rabasseda. Alfabeto. Disponible en: https://www.academia.edu/42116153/El_tirano_Shakespeare_nosotros_y_la_politica