Karen Cronick
Los Estados Unidos siempre ha sido un país dividido; por un lado estaban los grandes estadistas como George Washington, Thomas Jefferson, James Madison, Benjamín
Franklin, John Adams y Alexander Hamilton. Ellos elaboraron una Constitución y el
concepto de democracia inclusiva, en los cuales las leyes serían elaboradas por el
conjunto de los ciudadanos por medio de sus representantes legales. En la Declaración de Independencia declama: "Todos los hombres fueron creados iguales".
La Constitución no niega el derecho a la nacionalidad
a ningún ser humano nacido dentro de sus fronteras, ni siquiera a los esclavos. Fueron
leyes posteriores por medio de los cuales se desarrollaron los mecanismos de
exclusión, sobre todo en los estados que reconocían la legalidad de la
esclavitud. En cambio, en los estados de Maine, Massachusetts, New Hampshire,
Rhode Island, y Vermont los afroamericanos siempre podían votar sin
restricciones.
Sin embargo, desde los inicios de la República, y de hecho, hubo exclusión
para muchas personas, sobre todo los afroamericanos y los amerindios. En 1868
finalmente fue adoptado el decimocuarto enmiendo a la Constitución que
reconoció que todos los hombres que habían nacido (o naturalizado) en el país
eran ciudadanos, incluso los afroamericanos. Pero curiosamente la declaración plena
de la ciudadanía para los amerindios no ocurrió sino en 1924 cuando el Presidente
Calvin Coolidge firmó el Acto de Ciudadanía India. La razón de esta demora no
era declaradamente racial: como las personas indígenas habían sido asignadas a “reservaciones”
en que podían (supuestamente) dictar sus propias leyes, estas tierras tenían la implicación de ser zonas
no-nacionales.
Por otro lado, en la “frontera”, es decir la vasta y
cambiante región al oeste de los trece primeros estados que componían la “Unión”,
se vivía una legalidad descuidada y laxa. La ocupación de los territorios de Luisiana, Nebraska,
Texas, Nuevo México, California y Oregón fue una historia disputada y de
conquista armada. Conjuntamente con la violencia se iba desarrollando una
cultura de sobrevivencia. La aceptación de una noción de ley fue posterior, y
el principio que una familia pudiese “poseer” una parcela de tierra como algo
propio fue primero el resultado de una lucha violenta. Estas parcelas eran los frutos
de una pelea armada contra los amerindios y luego contra las bandas de forajidos
que recorrían estos parajes libres de control. Posteriormente los habitantes comenzaban
a construir pueblos, marcar senderos, y desarrollar pequeñas industrias como la
minería, y para defenderlos, nombraban representantes del orden como los "sheriffs". Todo fue una expresión de lo que se llegó a llamar el Destino
Manifiesto (“Manifest destiny”). El individualismo y autosuficiencia eran
valorados más que la idea del acato a las leyes, y los “derechos” se defendían
a punto de revolver.
Esta herencia sigue como una ideología de la resistencia por parte del
individuo frente a la colectividad. Viene acompañada de un racismo ostensible y
palpable que nunca terminó, el cual se basa en el temor de la población
privilegiada de perder sus ventajas.
Hablando de sus manifestaciones actuales, dicen Rather y
Kirchner (11/8/22):
“...surge una imagen
clara y escalofriante. Grandes sectores del Partido Republicano no creen que la
ley deba aplicarse a sus líderes. Y no creen que pueda haber una elección justa
en la que pierda su candidato. Esto es, en esencia, un repudio del ideal de
Estados Unidos como una república democrática regida por la ley. Todos debemos
tener cuidado aquí. Esto no se aplica a todos los representantes electos
republicanos y ciertamente no a todos los votantes republicanos….. este
socavamiento de la confianza en nuestras instituciones está mucho más extendido
y es mucho más profundo de lo que podríamos haber temido al principio.”[1]
Referencia
Rather, Dan y Kirchner, Elliot (11/8-22). An Attack on the rule of law. Rallying around
Trump. Steady. párraflo 12. Accesible en la página web:
https://steady.substack.com/p/an-attack-on-the-rule-of-law
[1] “...a clear and
chilling picture emerges. Large swaths of the Republican Party do not believe
the law should apply to its leaders. And they do not believe that there can be
a fair election in which their candidate loses. This is, at its very essence, a
repudiation of the ideal of America as a democratic republic ruled by law. We
all should be careful here. This does not apply to all Republican elected
representatives and certainly not to all Republican voters. Nor does it apply
to any and everyone who questions the FBI’s actions. But as we are seeing with
the overall general reaction to the FBI’s search, this undermining of
confidence in our institutions is far more widespread and far deeper than we
might have first feared” (Rather y Kirchner, 11/8/22).