domingo, 2 de septiembre de 2018

Alejandro Magno y Julio César

Estas reflexiones forman parte de algo que escribo sobre la democracia y sus destructores.

Alejandro Magno y Julio César
Karen Cronick

A continuación revisaré las figuras de Alejandro Magno y Julio César. El primero destruyó la democracia ateniense; en él se puede encontrar el prototipo del líder militar que es carismático, autoritario y brutal y que es capaz de crear una gran masa de seguidores leales y hasta apasionados. El segundo tuvo un papel importante en la destrucción de la República Romana y era uno de los primeros populistas de la historia.

En el año 322, el Reino de Macedona bajo el liderazgo de Filipo y y su hijo Alejandro se convirtió en el poder más grande de Grecia, y por medio de invasiones se acabó con el primer gran experimento en auto-gobierno. La democracia en formas menos radicales continuó en otras partes del mundo griego hasta terminar para siempre bajo la dominación romana (Cartledge, 2011).

Alejandro Magno quien nació en el año 356 aC podría considerarse como el arquetipo del militar obsequioso que destruye una democracia y  que logra el control de ciudades, imperios y grandes regiones de la tierra por la fuerza. De paso Alejandro iba fundando ciudades (algunas llamadas “Alejandría”) con administraciones autoritarias. Igual fue Cesar que en su afán de poder conquistó a la Galia (actual Francia y Bélgica)  y gran parte de África del norte, destruyó la República Romana. César, sin embargo fue asesinado antes de poder convertirse en dictador. Tenemos que detenernos aunque brevemente en estas figuras para luego considerar a los ejemplos más modernos.

Alejandro fue educado por Aristóteles, aunque pareciera que sólo aprendió a citar los clásicos de la literatura y tener algún respecto por la reputación (y no de las enseñanzas) de los filósofos de su tiempo). No aprendió nada sobre el pensamiento nómico que caracterizó la democracia ateniense. Creía  en los oráculos y tenía -como Bucéfalo, su caballo- miedo a las sombras. Casi murió buscando  el oráculo de Amónen en el oasis egipcio de Siwa para poder oír que era hijo de Zeus.

 A los veinte años ya había destruido cruelmente a la ciudad de Tebas y luego marchó sobre Atenas, pero allí trató a los habitantes con clemencia. Esto iba a ser una táctica que usaría numerosas veces en sus conquistas: dejar muestras de alta salvajismo y crueldad en un lugar, para que luego las ciudades y reinos circundantes fuesen a capitularse sin lucha. 

La descripción que da Plutarco del célebre encuentro entre Alejandro y Diógenes demuestra algo de la personalidad de Alejandro y el deprecio que este filósofo sentía hacia él (en “Alejandro”, Siglo I dC/1970):

Congregados los griegos en el Istmo decretaron marchar con Alejandro a la guerra contra Persia, nombrándole general; y como fuesen muchos los hombres de Estado y los filósofos que le visitaban y le daban el parabién, esperaba que habría otro tanto de Diógenes de Sinope, que residía en Corinto. Más éste ninguna cuenta hizo de Alejandro sino que pasaba tranquilamente su vida en el Craneo; y Así hubo de pasar Alejandro a verle. Hallábase casualmente tendido al sol,  y habiéndose incorporado un poco a la llegada de tantos personajes, fijo la vista en Alejandro. Saludóle éste, y preguntándole en seguida si se le ofrecía alguna cosa: -“muy poco”- le respondió, “-que te quites del sol”. Dícese que Alejandro con aquella especie de menosprecio, quedó tan admirado de semejante elevación de ánimo, que cuando retirados de allí empezaron los que le acompañaban a reírse y burlarse, él les dijo: “Pues yo, a no ser Alejandro, de buena gana fuera Diógenes”.  (p. 40)

Este encuentro tuvo lugar después de que Alejandro acabó con la democracia de Atenas.  Se aprecia como el poder atrae acólitos aun cuando éstos sean ciudadanos ya reducidos a meros sujetos de un naciente imperio. Además se puede apreciar la admiración que tuvo él con la gente de poder (en este caso intelectual) y arrogancia similar a la suya. (Luego, después de conquistar Persia y lograr la muerte de Darío, le escribió una elogia, porque era un déspota similar a sí mismo.)

Alejandro fue en realidad un mercenario que se enriqueció  y que enriqueció a Atentas y Macedonia con el saqueo de sus conquistas. Plutarco, siguiéndole en su biografía por su marcha por los reinados de  Persa, Egipto y finalmente a la India hace labores de contabilista al nombrar muchos de los objetos robados. Por ejemplo, al ocupar Susa (del reinado de Persa), encontró “130 toneladas purpura de Hermione” (Plutarco, p. 68). En Farsistán encontró tanta riqueza que requería “diez mil yuntas de mulas y cinco mil camellos” (p. 69) para llevársela. Sin embargo en una noche de borrachera él y sus hombres quemaron a la hermosa y opulenta ciudad de Percépolis. Luego, arrepentido, lamentó esta pérdida. 

Exigía absoluta lealtad. Pero era violento y en ocasiones mataba a amigos suyos debido a insultos nimios, y luego pasaba “toda … la noche en llantos” como cuando, ebrio, mató a su amigo Clito con un sable (Plutarco, p. 85). En otras ocasiones, sintiéndose traicionado, ejecutaba por doquier a soldados, seguidores y enemigos con una espantosa ferocidad y crueldad.

Murió antes de poder regresar de sus conquistas. En sus territorios su influencia ha perdurado. Los macedonios seguían reinando en Egipto hasta el primer siglo de nuestra era. Percépolis ahora está en ruinas, cerca de la ciudad iraní de Shiraz y en Irán, su nombre es execrado aún hoy en día y aun entre la gente común de las calles y campos (Wood, 1998).

Julio Cesar 

Cesar fue instrumental en la destrucción de la República Romana, y en esta sección revisaremos su carácter y su papel en aquel desmoronamiento. Pero antes hay que revisar muy brevemente las características del régimen de consulta y control en Roma. Es difícil llamar el sistema político una democracia, pero efectivamente dividía las responsabilidades de la administración pública en varias instancias que podrían en algún momento entrar en desacuerdos; es decir, constituía un rudimentario método de controles y equilibrios, precario pero real. Aun así  y de hecho, el gobierno de Roma seguía en manos patricias. En los dos siguientes párrafos se resumen las diferentes instancias de poder en la República. (La mayor parte de la información proviene de la página Web, Historia Universal (s/f).

La República se funda después de la expulsión de Tarquino el Soberbio en 509 a.C. y duró hasta el Siglo I aC, cuando la lucha de poder entre los grandes señores de Roma produjo casi un siglo de guerras civiles y luchas entre los patricios. En el año 29 a.C. Octavio se declaró emperador, asumiendo el nombre de Augusto. Durante este tiempo Roma se convirtió en un imperio que dominaba militarmente a Europa y toda la zona del Mediterráneo incluyendo Egipto y el norte de África. 

Durante la República la administración del país estaba en manos de: a) dos cónsules, b) el senado, c) las asambleas y d) otras magistraturas.  Los cónsules tuvieron autoridad en cuestiones militares y de la justicia y eran responsables frente al senado. Podrían convertirse en “dictadores” con poderes absolutos por periodos de hasta seis meses. El senado daba asesoramiento a los cónsules y tenían gran autoridad con respecto a la política interna y externa del imperio. Había varios tipos de asambleas: a) la Curial, la Centurial y la Tribal. En la primera los patricios votaban sobre variados asuntos en nombre de la población. En la Centurial grupos de cien hombres se reunían en el Campo Marte; sus responsabilidades incluían la elección de los cónsules y la aprobación de las leyes.  La Asamblea Tribal, presidida por el Tribuno, era la única instancia en que podría participar los hombres de la población no aristocrática: consistía en miembros de las Tribus y sus acuerdos tenían carácter de ley. Entre las otras magistraturas había los Censores que supervisaban el empadronamiento de los ciudadanos y registraba sus bienes. También vigilaban la educación y “buenas costumbres” de la población. Los Cuestores recaudaban los impuestos. Los Pretores administraban la justicia, y los Ediles se encargaban de la administración municipal. 

Es en este ambiente política que César asciende en poder e influencia. Es un patricio sin fortuna propia que maniobra con atrevimiento y también inteligencia para dominar el mundo que le rodea. Es más interesante desde un punto de vista moderno como un modelo de tirano que Alejandro. Demostró, como también lo hizo el rey de Macedonia, gran altanería y soberbia, y poca preocupación por los demás, pero era más calculador en comparación con Alejandro que era impetuoso y apasionado. 

Tenía un propósito desde muy joven para adquirir poder y en este empeño iba ocupando puestos administrativos en los cuales malversaba los fondos de su posición en grandes gestos para ganar la aprobación de la población en general, tal como haría un populista moderno.  Con el tiempo varios personajes del senado como Lutacio Cátula y Cicerón reconocieron en él deseos de acabar con la República.  Dijo el último con gran ironía (Plutarco, p. 116):
“… cuando veo… aquella cabellera tan cuidadosamente arreglada y aquel rascarse la cabeza con sólo un dedo, ya no me parece que semejante hombre pueda concebir en su ánimo tan gran maldad, esto es, la destrucción de la república romana.

Se puede apreciar su carácter a partir de un incidente cuando era joven: fue capturado por piratas que pidieron veinte talentos para su rescate: “…se echó a reír, como que no sabían quién era el cautivo, y voluntariamente se obligó a darles cincuenta” (Plutarco, p. 144). Entonces mientras la mayoría de sus acompañantes fueron a buscar el dinero para su liberación, él se quedó a bordo del barco como rehén por un poco más de un mes con sólo tres personas de su séquito. Empleó este tiempo preparando escritos. A los piratas “los trataba con tal desdén que … les mandaba a decir que no hicieran ruido” (Ibid). Practicaba frente a ellos su oratorio, obligándoles a oírlo: 

[Se dedicaba a] componer algunos poemas y discursos, teníalos por oyentes, tratándolos de ignorantes y bárbaros cuando no aplaudían y muchas veces los amenazó, entre burlas y veras con que los había de ahorcar a los que se reían, tendiendo a sencillez y mucha franqueza” (p. 114).

Y luego, a conseguir su libertad, mandó barcos a buscar y apresar a todos. 

Cesar llegó a ser muy popular entre la gente de la calle. Es interesante hacer una pausa aquí a reflexionar sobre lo que produce un populista exitoso. En aquel entonces hubo, evidentemente, cierta penuria en la población en general. En un incidente, en el año 63 aC, hubo un intento en el senado a condenar por conspiración a una persona poderosa, y Cesar –viendo la oportunidad de disponer a la población más pobre en contra de la mayoría de los senadores- defendió al acusado y llenó las calles con una gran muchedumbre que le apoyó. Luego, el senado, temeroso de del alboroto, decidió distribuir trigo a la población por varios meses. Este gesto “apagó notoriamente por lo pronto aquel gran temor y arrancó y disipó oportunamente el desmedido poder de César, que iba a ser pretor, y hubiera inspirado mayor miedo a causa de esta magistratura” (Plutarco, p. 120).

La amenaza del malestar económico y la democracia: Cuando las amenazas a la democracia no provienen de la conquista, como en el caso de Alejandro, (o Adolfo Hitler), tienden a surgir del hambre de la población. La necesidad de adular a un “salvador” como César resulta de la misma necesidad que tiene la gente de ser salvada (si perdonan las reiteraciones). En Venezuela, por ejemplo, Hugo Chávez apareció como una figura salvadora debido a las penurias que sufrió mucha de la población en los años 90 del Siglo XX.  El mismo Hitler llegó al poder en medio de un gran desasosiego social que tenía tres raíces históricas: la derrota de Alemania tras la Primera Guerra Mundial, la debilidad de la República de Weimar y la crisis económica que ocurrió después con hiperinflación y otras manifestaciones de estrechez mercantil. El gobierno de Weimar era democrático, pero inestable debido a continuados intentos revolucionarios y golpes de Estado. Fue un ambiente político que facilitó el ascenso de Hitler y el Partido Nacionalsocialista, no muy distinto al que favoreció el ascenso de César. 

Terminadas estas reflexiones sobre el papel del malestar económico en el surgimiento de los populistas, regresamos a la vida de Julio César. 

César pasó un tiempo como cónsul en España donde promovió medidas realmente populistas como la confiscación de propiedades a favor de los sectores de más carestía. Luego pasó algunos años en los cuales conquistó la mayor parte de Galia (los territorios que ahora son Bélgica y Francia). Las Guerras Gálicas duraron desde el 58 bC hasta el 50 bC .  Cesar representó las invasiones como actos de defensa contra posibles ataques de las tribus que habitaban la zona, pero en realidad formaron parte de un ardid para promover su propia carrera política. Fue una estrategia que le permitió volver a Roma con muchos objetos de valor y un estimado millón de esclavos.  Logró, además el apoyo y lealtad total de sus tropas.

Mientras tanto en Roma había caos político  y violencia con respecto a las elecciones, y mucha corrupción electoral. Plutarco dice: “…muchos hubo que se atrevieron a decir en público que sin el mando de uno solo no había salvación para la República, …." significando a Pompeyo (p. 140).  Pompeyo una vez fue yerno de Cesar, pero luego de la muerte de su hija, las relaciones entre ambos se habían empeorado. César ya veía a Pompeyo como un rival para el poder máximo del imperio. César y Pompeyo luego se enfrentaban con sus respectivos ejércitos, y luego Pompeyo fue asesinado por un adulador de Cesar. 

César murió también asesinado en el mismo senado frente a una estatua de Pompeyo a causa de una mezcla de envidias, odios y el temor a su poder. Luego de él, vinieron más guerras civiles, y la República nunca fue recuperada. Los que mataron a César también murieron tristemente, algunos por su propia mano.

Bibliografía

Cartledge, Paul (17/2/2011).  The Democratic Experiment. BBC, Ancient History. Disponible en: http://www.bbc.co.uk/history/ancient/greeks/greekdemocracy_01.shtml

Historia Universal, Edad Antigua (s/f). La República Romana. Disponible en: https://mihistoriauniversal.com/edad-antigua/republica-romana/


Plutarco (Siglo I dC/1970). Alejandro y Cesar en Vidas Paralelas. Barcelona, España: Salvat Editores

Wood, Michael (1998). Serie de la BBC sobre la vida de Alejandro. Un guía de los episodios es accesible en la página Web: http://www.bbc.co.uk/programmes/p00tcwfx/episodes/guide



 
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