cabo de ver una versión modernizada de Hamlet, dirigida por Michael Almereyda, y reproducida por
Film&Arts. Hamlet fue actuado muy creíblemente por Ethan Hawke, y Julia
Stiles fue la inocente y trágica adolescente Ophelia. Realmente me gustó mucho
aunque no siguieron al pie de la letra a la obra de Shakespeare. Varias
reflexiones me surgen que normalmente no me ocurren.
La que
contaré ahora es el mandato del padre: el
rey muerto no es un gran hombre bueno como él mismo relata; repito su parlamento en el original y en español*:
Pero este
hombre, que en vida fue el rey de Dinamarca, ha sido asesinado, y aparece en la forma de una
fantasma a exigir venganza a mano de su hijo. Su necesidad de desquite está alimentada por
el sufrimiento de haberse muerto sin la absolución de la iglesia, y por ende la
subsecuente condenación al infierno que sufre –por un tiempo-. El problema es
que Hamlet perderá todo, y el malvado padre tiene que haberlo sabido desde el
otro mundo que ahora habita.
Al ver a
Hamlet siempre he pensado en las locuras, la del protagonista y la de Ophelia,
pero no sé si esta versión actualizada ha dado otro énfasis, o si de repente
percibo otros matices. Ahora veo el fantasma con un papel más importante: es un
malvado narciso que emana mal sobre todo el mundo en la obra. Esto, claro está, no implica que el nuevo rey -verdugo y usurpador-, tenga algo que admirar.
Los padres
muertos pueden ser implacables en sus exigencias irracionales.
*Nota: la traducción es mía.