Al albor, entre una bromelia
y una orquídea en flor,
-en colores en arco iris -rusientes -,
brillaba, amaneciente, iluminando, relumbrante
el tejido de una araña cazadora.
Por sus sedas corría el sol, desde el este,
casi al arder.
Imota, irreflexiva, geométrica
la araña duraba,
inocente de su estética,
centrada, grave y oscura.
Pobre araña -sólo quería
encubir su labor-. Pululaba
de cerca la polilla blanca, más no
entró. La araña ignoraba
que las sombras son sinuosas,
asoman falsas, misteriosas,
y que el sol devela los secretos
de las cosas más ocultas.
-Karen Cronick