martes, 17 de noviembre de 2009
Venezuela en llamas
Un enemigo verdadero está a punto de atacar a Venezuela pero no se le puede resitir con armas de fuego porque se trata precisamente de un eminente, generalizado y casi inevitable incendio nacional. Mientras el gobierno distribuya armamentos entre los vecinos y hable de invasiones de ejércitos tradicionales, y mientras nos preocupemos por el tamaño de la totuma con que nos bañaremos, la sequía avanza.
Este año la conflagración de los bosques, tierras baldías y prados será dramática.
Me llaman pájaro de mal agüero, pero en mi propio espejo me identifico con la paloma mensajera: en vez de Casandra mi modelo en este momento es el muchachito holandés que metió su dedo en el hueco del dique y así demoró la inundación de su pueblo por el agua salada del mar. Son hipérboles, claro, porque escribir un blog tiene menos de heroico de lo que tiene de vago, pero, sí, creo que lo que digo sea importante por los tiempos actuales.
He visto cuadrillas (las llamadas “batallones”) de hombres y mujeres entregadas a la tarea de pintar la barrera entre los canales de la Panamericana de un brillante amarillo, formándose en el proceso descomunales trancas en el tráfico. Además de mi frustración como conductora de mi vehículo, siento gran ansia debido a lo que percibo como una imperdonable pérdida de tiempo y recursos.
Estas personas deberían estar recogiendo leña muerta, retirando hierbas secas y abriendo corta-fuegos. Además deben dedicarse a la protección de lo que nos queda de la fauna silvestre en el país -que dentro de muy poco va a estar muriendo de sed y del fuego que arrastrará sus hábitats.
Y el material que se recoge no debe terminar en los basureros municipales en bolsas de plástico negro: debe llevarse a lugares asignados para “compost” y emplearse en la producción de abono orgánico para la recuperación de los bosques que se perderán este año.
Otra tarea para estos señores y señoras de camisa roja sería reparar las tuberías de agua que botan agua potable por todos los caminos. Sólo en el día de ayer vi tres de ellas, una bajando por El Cují en la vía hacia Las Mayas, una en un caserío cerca a San Antonio de los Altos y otra en Los Chaguaramos.
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