K. Cronick
De las sillas de mi sala,
forradas con cuero
suave y rojizo,
surgen una sensación,
casi una aparición,
de un amable y
desdichada animal,
una esencia viva.
Sus ojos negros me siguen,
pero aun en su tristeza
me abraza con su piel
de cálida ternura
Cuando me acuesto
a dormir una siesta
en mi silla de cuero,
le pido perdón.
Palpo en sus espacios
la esencia de verde pasto
y gozosos riachuelos,
de ternura casi maternal.