No se distinguen ahora en Venezuela entre los hampónes y las fuerzas de orden. Igual, ambos se dedican a segar las vidas de los mejores de nuestra juventud, y por las mismas razones: van matando todo lo que les estorba en su afán de robar y para seguir adheridos a sus respectivos puestos de mínimo poder.
La democracia está basada en el votante racional que no elige su candidato según sus emociones pasajeras, sino de acuerdo con cómo evalúa a las propuestas explícitas de los aspirantes políticos. Al mismo tiempo, el sujeto de la ley (ciudadano que obedece la ley) la acata, dado que dicha ley es producto de un gobierno elegido democráticamente. El ciudadano es el autor de la ley, es suya propia, porque escogió la legislatura que la formuló: no tendría sentido desobedecerla.
Sin embargo la experiencia de varios países modernos nos indica que esto no siempre ocurre así. También la historia nos da ejemplos de gobiernos sin ley donde pareciera que el sujeto de la ley no existiese.
Por ejemplo Robespierre, mientras hablaba de los “droits de l'homme” (derechos humanos) y la justicia para las masas, manda a Dantón a la guillotina. A su vez, Robespierre fue ejecutado por la Convención de la Revolución francesa del mismo modo que murieron sus propias víctimas. Le colocaron en la celda donde encarcelaron a María Antonieta y lo guillotinaron sin juicio.
Varios milenios antes Agamenón sacrificó todo, incluso su hija, a su afán del poder. La justicia le llega finalmente en la forma de su asesinato a manos de su mujer, pero las venganzas siguieron con más homicidios y la locura de su hijo.
O sea, la justicia no aparece como conciencia y enmienda, sino como una retribución atroz.