Anoche terminé el libro Dulce
Compañía de Laura Restrepo: ella nunca decepciona.
No es una historia de
amor; es un viaje a la inconsciencia femenina y de la potencia del amor en el
sentido más amplio. Además es un choque entre, por un lado, la vida de una
mujer moderna y por esto algo independiente y cínica, y por otro, una mujer
mítica y profunda. Personajes como un agrio editor (de un periódico de simplezas),
Monita, Doña Ara, el niño Orlando, el Padre Benito, Sweet Baby Killer, Sor María Crucifija, y el Ángel
sin nombre –o de muchos nombres: Oriefiel Elohim, Izrafel, Ureil y Manuel- pierden
sus incongruencias.
No es, de ninguna manera, un cuento de fantasía, sino un
recorrido sagrado, donde lo divino no es religioso sino épico en el sentido de
una exploración de la intimidad de las necesidades más humanas. Sería una enorme equivocación buscar metáforas o alegorías en él.
Es lo que es.