lunes, 12 de octubre de 2009
Violencia y turbas 2
Fuente
En la última entrega de este blog comencé una reflexión sobre un fenómeno colectivo que parece azaroso pero que en realidad es altamente estructurado: la turba de seres humanos que pierden el control sobre sus voluntades individuales luego de entregarlas al tropel. La turba es tan estructurada como el vuelo de una bandada de pájaros o un cardume de peces, se trata de la agudizada conciencia del movimiento colectivo y la sincronización precisa del dinamismo combinado de cada participante para lograr una meta compartida que en el caso de estos aves y peces sería comer o evitar ser comidos.
Una turba humana que se vuelve violenta es aún más compleja porque es necesario: a) identificar un enemigo, b) asignarle una responsabilidad específica por algún mal, c) asociarle un castigo apropiado (como por ejemplo: linchamiento, masacre colectiva, daño a propiedades) y actuar de manera coordinada.
En esta entrega quisiera pensar sobre maneras de debilitarlas. Creo que si todo el mundo pudiera reconocer como se forman y como actúan, los ciudadanos podrían humanizar el actuar comunitario y aminorar uno de males de nuestras sociedades.
Fuente de "Alboroto en la galería"
de Umberto Boccioni
El primer paso es reconocer que todo el mundo contiene, como parte de su herencia evolucionaria, la capacidad de unirse ciegamente a un grupo.
El segundo paso es que los miembros de la comunidad que no hayan sido envueltos en el proceso totalizante, se den cuenta de lo que ocurre y que estén en capacidad para inhibir su crecimiento. Sospecho que existan maneras de desmantelar estas turbas en momentos específicos de su desarrollo y antes de que vuelvan realmente temibles.
Siempre habrá un liderazgo, una o más personas que azuzan el fuego colectivo, y creo que una táctica para mermar su crecimiento sería identificar este individuo o individuos y efectivamente cuestionar sus motivos y tácticas. Este cabecilla casi siempre quisiera esconderse en la multitud, y señalarlo desde el comienzo puede ser una medida eficaz.
Otra manera de intervenir es individualizar a los participantes.
Tuve una vez una experiencia con un proceso grupal en que los miembros de dos bandas en confrontación (en este caso verbal) parecían haber perdido su voluntad propia; tuve la oportunidad de señalar a los participantes por nombre y cuestionar su adhesión a las dos identidades colectivas: la táctica logró romper la impermeabilización de cada uno. En aquella ocasión las dos bandas eran un cuerpo policial y un grupo de jóvenes.
Otra estrategia, que es más difícil, es interrumpir la coordinación de la turba. Necesitan movilizarse y pertrecharse, y si se tiene los recursos para obstaculizar estos requisitos, la banda se desorganiza.
Creo que argumentar motivos es inútil cuando una turba o confrontación ya se haya formado.
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