Alex Alex
González en “Códigos
y modos de relación en la prisión
venezolana Caso: “Yare II” nos hace
accesible el vocabulario que designa las normas y las interrelaciones de los
presos en una cárcel venezolana. Se trata de un libro significativo y de
importancia para la Venezuela actual, no sólo debido al tema restringida de una
institución correccional, sino también porque describe algo de la resiliencia
del ser humano aun en las condiciones más inhóspitas.
No es un caso
donde surge lo mejor de la humanidad: las soluciones para la sobrevivencia son
brutales y se basan en la ley del más fuerte. En su introducción Alex advierte
que nos está invitando a examinar códigos “que expresan inclusión,
exclusión, poder y dominación, institucionalizando formas de monopolizar y
legitimar la violencia interna.” Es
decir, el Estado, habiendo permitido a través de los años el desarrollo de una
sub-mundo aislado de la vida “normal”, ha obligado a los reos a refinar las
condiciones de brutalidad y fuerza que trajeron originalmente de la “calle”. Es
interesante que lo consigan por medio de la creación de un sistema de normas
rígidas y de castigos implacables al servicio de los más poderosos de su
entorno institucional.
Esto implica que
no existe en estos lugares ninguna posibilidad de rehabilitación, en el sentido
de la provisión de nuevas habilidades útiles para cuando eventualmente salen de
la cárcel, distintas modelos de interacción como la capacidad de evitar la violencia
o niveles de instrucción académica para crear ciudadanos más preparados.
Alex dice que, sin embargo en
aquel reinado de violencia:Es probable que la violencia que por larga data colma la vida dentro de la los establecimientos penales en Venezuela, así como el relativo y ocasional descenso que ésta pueda presentar, tenga una la lógica en el marco de las significaciones que dan cuenta de lo qué es vivir en prisión (p. 3).
Es que estamos en presencia de una lógica siniestra de sobrevivencia que no nos conviene. En vez de crear islotes de recuperación y salud social, reproducimos y aún intensificamos el mal que nos incumbe eliminar. ¿Por qué lo hemos permitido?
La violencia en el país
No se puede
hablar del sistema carcelario en el país sin mencionar el ambiente de violencia
en las calles, casas e instituciones.
Briceño, Ávila y
Camardiel (2012, pp. 59, 61) ofrecen tablas descriptivas de asesinatos por año
desde 1994 hasta 2011 en donde se evidencia que desde 1994 hasta 1998 un
desafortunado pero estable tasa de mortandad violenta que varía entre 4.225
casos anuales como cifra baja, a 4.961 casos como cifra alta para dicho lapso.
Luego en 1999 la cifra sube a 5.968 y sigue aumentando para alcanzar 19.459
incidentes en el 2011.
Los delitos
menores no se quedan atrás, basados en datos para el 2008/2009 del Cuerpo de
Investigaciones Científicas, Penales y Criminalísticas (Anónimo/a, 23/08/10):
El
número de robos y hurtos en Venezuela alcanzó los 1.480.349 casos en el periodo
comprendido entre julio de 2008 y el mismo mes de 2009, según revela la última
encuesta sobre Victimización y Percepción del Instituto Nacional de Estadística
(INE).
Y mucho de estos
crímenes quedan impunes: Briceño et al (2012, p 155) aseguran que:
“…en los últimos cuatro años por cada 100
homicidios se ha realizado 9 detenciones. Esto quiere decir que en el 91% de
los asesinatos realizado no hay siquiera una detención. Y la detención de un
sospechoso no significa que exista acusación, ni juicio, ni mucho menos
condena. Es decir, en un delito tan grave y de tantas consecuencias sociales
como el homicidio, nos encontramos con una impunidad casi absoluta.”
No quiero seguir
repitiendo cifras nefastas. El hecho es
que la población general -tanto dentro como fuera de los penitenciarios- sufre
de inseguridad, miedo y muchas veces luto causado por la pérdida de personas
cercanas. La respuesta de parte de muchos de nosotros es pedir venganza, lo
cual puede entenderse cuando se trata de una víctima o un pariente dolido por
la pérdida de un ser querido. Pero como opción de Estado este tipo de reacción
no es aceptable.
Además se ha
permitido que las cárceles se vuelvan lugares donde el deseo de dinero fácil
entre los administradores, guardias y demás personal asociado con el
mantenimiento de las instituciones comienza a asumir la misma fisonomía viciada
de los presos allí recluidos. Es decir, la degradación ética toca a casi todos
que tienen que ver con la organización.
La violencia en las cárceles
Alex ha
documentado bien que son los presos que controlan las cárceles. Mucho del
vocabulario que él ha recogido es testigo de este hecho: por ejemplo, controlan
quienes pasan por los pasillos entre las celdas; el llamado “tren del sur” o
silbidos predeterminados indican la llegada de extraños y previenen a los
prisioneros sobre las actitudes que deben asumir. Además Alex cuenta como en
Yare II los nuevos presos no son ubicados por los oficiales del sistema
carcelario, sino que son entregados directamente a ciertos reos de los
denominados “Cristianos” que pertenecen a las iglesias evangélicas y que tienen
su propio lugar físico dentro de la institución. Son ellos quienes deciden,
basándose en sus propias normas, dónde se ubicará a cada recién llegado.
Recientemente la
revuelta de Rodeo II volvió a evidenciar este hecho: cuando no se pudo lograr
siquiera el traslado de unos reos de este recinto a otro, hubo un motín y a la
Guardia Nacional no se le ocurrió otra
medida que disparar al recinto con tanquetas. Hubo muchos muertos y heridos
entre los presos por todo el recinto. Como había armas de guerra entre los
presos –¿tal vez entregados anteriormente por la Guardia Nacional en actos de
corrupción?-, los presos hicieron uso de
ellos para defenderse. El resultado fue pánico en toda la zona por una semana.La cárcel tiene tres funciones básicas: a) la privación de libertad de quienes quebrantan las leyes, con el propósito de proteger a la sociedad, es decir, para incapacitarlos para la comisión de nuevos delitos, b) la prisión como castigo en el sentido de disuadir a otros potenciales criminales y c) un lugar para la rehabilitación y resocialización de los reos recluidos en él para lograr su reinserción en la sociedad como ciudadanos aptos. Al señalar estos tres cometidos, Briceño, et al (2012, pp. 150, 151) aclaran que en Venezuela ninguno se cumple:
En las cárceles
se cometen delitos y se planifican y dirigen robos, secuestros y asesinatos….
la función disuasiva y educativa no se cumple y la educación que allí se ofrece
pareciera ser exactamente la contraria d la pretendida, pues los internos se
profesionalizan en la infracción y la violencia.
Sólo hace algunos días antes de escribir esta entrega para mi blog encontré varias noticas sobre la capacidad de los reos para seguir sembrando caos fuera de sus penitenciarios en la zona de Caracas. Por ejemplo, Anónimo-b Tal Cual digital, 3/8/12) informó que:
Las esposas de dos efectivos de
la Policía de Santa Teresa del Tuy fueron asesinadas, a control remoto desde la
cárcel de Yare, por delincuentes que fueron detenidos por esos funcionarios, y
en venganza los reclusos ordenaron el sicariato….
Si la violencia que
“exportan” los reos es espeluznante, la que ocurre dentro de estas
instituciones es aún peor: en 2010 hubo 476 asesinados, en el 2011 el
Observatorio Venezolano de Prisiones informó de 560. Esto sumando a los heridos
dentro de los muros de los penitenciarios llega a 1.457 fallecidos y lesionados
para el año pasado. En doce años la suma llega a 5.066 muertos violentos
(Briceño et al, 2012, p. 154). Desde que Briceño y colaboradores publicaron su
libro, el desastre sólo aumenta:
“Unos 523 reos han muerto en las 35 prisiones de Venezuela
desde que hace un año [cuando] se creó la cartera de Servicios Penitenciarios…
[en 26 de
julio de 2011, Decreto 8.266] (Editor YU, 26/7/12).
Las cárceles no
cumplen con su misión de proteger y reeducar y parece que no hay quienes tengan
soluciones viables. Elio Gómez Grillo dice inclusive que hay que abolir cabalmente
a estas instituciones, pero también tiene algunas recomendaciones concretas para
mejorarlas (Panorama el Vie., 15/06/12):
— Hay una
perversión carcelaria, que data de años, entonces el proceso de reacomodación
es lento. Los presos son terrícolas, seres de este planeta, que tienen las
mismas ambiciones e intenciones de todos. Hay que ofrecerles lo que quieren.
Lo primero que
hay que hacer es agruparlos, la clasificación tiene que ver, inicialmente, si
es primario o reincidente, de modo que en esto hay un barranco de diferencia.
La clasificación debe ser de acuerdo con sus antecedentes, su profesión, edad y
salud.
Después deben
alimentarnos lo suficiente, darles trabajo y, si no conocen algún oficio,
enseñárselo, luego viene el estudio. Los presos del mundo entero son jóvenes
varones, ellos, en su inmensa mayoría, tienen estudios elementales o no tienen
estudio, hay muchos que son analfabetas. Y finalmente, hay que darles
recreación. Esta es la cartilla elemental de un privado de libertad, además de
darle condiciones dignas de vida, que puedan dormir humanamente.
Alex nos ha
ofrecido una visión de una realidad triste que ignoramos a nuestro propio
riesgo. A la vez su mirada nos invita asomar a la misma ventana para que nos dé
claves para interpretar y tal vez eventualmente reacomodar la calamidad que
vemos allí dentro del penitenciario.
Dice (p. 132-133):
Es así como se
observa la aparición de prácticas que deben mostrar los internos para
manifestar su identidad con la cultura que subyace como forma violenta de
enfrentar las hostilidades de la prisión y sobrevivir a ellas.
Por otro lado
Alex sugiere que la cárcel perversa puede ser útil para ciertas manifestaciones
del poder. Dice (p. 142):
En otro orden de
ideas, adelanto que la prisión, el delincuente y la ciencia criminalística desde el punto de vista que aquí intento
sostener sólo es justificable en la medida que existan relaciones de poder y de
dominación que generen desigualdad. Por tanto la intención expresa de la
aparición de la prisión y su longevidad no es precisamente para reeducar al
delincuente, sino más bien para reproducirlo como objeto públicamente visible,
que junto al sistema penitenciario justifique la presencia de un envolvente
ciclo para legitimar la acción punitiva y formas difusas de poder que entrañan
dominación.
Esta observación
nos obliga no sólo a examinar los Códigos y modos de relación
en la prisión venezolana, sino a nosotros
mismos como copartícipes y cómplices en un sistema correccional que hemos
creado pero que no nos conviene. La tesis de Alex (pronto a ser libro) es un primer paso en esta
reflexión colectiva.
Anónimo/b
(3/8/12) Muerte por encargo. Tal Cual Digital. Accesible en la página web:
http://www.talcualdigital.com/Nota/visor.aspx?id=74172&tipo=AVA
Anónimo/a (23/08/10). El número
de robos y hurtos en Venezuela asciende a casi millón y medio, según una
encuesta. EP Latam Venezuela. Accesible en la página web: http://www.europapress.es/latam/venezuela/noticia-venezuela-numero-robos-hurtos-venezuela-asciende-casi-millon-medio-encuesta-20100823204249.htmlAnónimo/c. (3/08/10). Crecen homicidios, secuestros, robos y hurtos de vehículos. El Universal. accesible en la página web: http://www.eluniversal.com/2009/04/05/sucgc_art_crecen--homicidios,_1332107
Briceño León, Roberto, Olga Ávila y Alberto Camardiel (2012). Violencia e institucionalidad. Caracas: Melvin
Editor YU (26/7/12). 523 presos murieron tras la creación
del ministerio [de Servicios Penitenciarios] dicen ONG´s. Informe21.com.
Accesible en la página web: http://informe21.com/carceles-venezolanas/12/07/26/523-presos-murieron-tras-la-creacion-del-ministerio-dicen-ongs.
Youtube (19/06/2011).
Reo de cárcel venezolana El Rodeo II habla en exclusiva con NTN24 sobre
situación en el penal. Accesible en la página web: http://www.youtube.com/watch?v=4vcfVQL6orI