jueves, 18 de diciembre de 2008
Travel journal 4 / Bitácora 4
Scenes from the city of Campeche / Escenas de la ciudad de Campeche
English
Friday, 21/11/08
Campeche, a city walled up for protection from multinational pirates, and then later the English. It is much more stately than the other cities that we have seen, but the brightly painted walls are for the tourists, and have no historical value. There are many churches, and a long and beautiful levee that reminds one of Havana.
The "Sea-Door" as seen looking inward toward the city
The city has taken land from the sea, and so the portal called “Sea-door” is an anachronism and sentimental nonsense.
We ate at an elegant restaurant yesterday, but today we left Campeche and took a taxi to the Edzna ruins with a guide, a talkative old guy called Luciano. His constant chatter had some interesting moments, and here is one of them:
These ruins were discovered not long ago. What had seemed to be large earth mounds hid large buildings, and when he was young Mr. Luciano took the family cattle to pasture there. On the crest of one of these dirt and tree covered hills was the top of what was clearly a construction, and somebody had put a wood cross there - I suppose to restrain the restive pagan influences of the place. Even Luciano had filled his taxi with crosses, just in case. He told us that at night they used to hear ghosts’ screams in the ruins. Getting into what I took for a game, I jokingly suggested that perhaps he had been hearing the shrieks of the Itya’s sacrificial victims, and he quite seriously replied that the sounds were certainly their laments. I did not want to make fun of this gentleman who had been amiable with us, and left the conversation there.
These were the first ruins where we have seen a more human quality: a kitchen, and space for domestic tasks. I could imagine kids playing there.
There were rooms for the nobles, smaller than my dining room at home, but again, I could feel a possible human presence. There was an elevated side, like a great stone bed. Mr. Luciano said that probably there had been wooden coverings on the stone, and I imagined colorful fabrics, bedspreads, perhaps a small table for serving tea and cornbread. The nobleman would have been seated on his bed, receiving visits, perhaps with his children running along the corridors or receiving some kind of class.
I bought a postcard of a painting, that no longer is in Edzna, of a figure that plays calmly with a bird. In contrast the paintings of Bonampac represented how the birth of a new prince was a state event. While the queen was in labor, officials observed her, dancers and musicians accompanied the process and sacrifices were carried out. It all seems to me not very propitious for a domestic life of peace and harmony.
The stairs also are too big for a normal human to climb them comfortably. Clearly, some of them were seats for watching spectacles, but I imagine how inconvenient it must have been for these nobles to always pretend that they were colossal beings.
I had seen these tall steps in the sidewalks of modern San Cristobel. At the outset I thought they were a subtle form of discrimination against the Indians who are quite small, but now I think that maybe this kind of city planning may have a pre-Columbian influence.
In the area immediately around Campeche Spanish is spoken more than the Mayan dialects are. In fact in colonial times the conquistadores brought in Aztec prisoners as slaves, which means the local Mayans had been displaced.
All the people have been extremely friendly, but in Campeche everyone seems so relaxed. It is clear that in this city people enjoy good quality of life.
Now we are on our way to Merida. We have had to leave so many sites without visiting them. In spite of being sorry that we couldn’t get to Guatemala and other places in Mexico itself, I believe that the decision to take things calmly was the correct one. As things are, I almost have no time for this diary, only on the buses as we go from place to place.
Odd topics: The town of Palenque. We had been told to stay in a hotel outside the city because it was “horrible”. Nevertheless, in spite of a disastrous encounter between a low-lying chain across a street and my leg, and one night in an uncomfortable little hotel, we stayed right near the main plaza where musicians played marimbas and trumpets at night. In the morning a high-school band was assembling to keep up the music. It was quite nice. There was a restaurant right off the plaza where they served to a delicious soup to which I added a really good red-pepper picante. We drank gigantic “margaritas”, evidently made with cheap tequila because I got up the next morning with a mild hangover. But they were good. Draped across the ceiling of the restaurant were paper cut-outs and “All Souls” decorations with little dangling skeletons still cheering up everyone's life in November.
Español
Scenes from the city of Campeche / Escenas de la ciudad de Campeche
Viernes, 21/11/08
Campeche, ciudad amurallada contra los piratas multinacionales y luego los ingleses en particular: Es mucho más señorial que las otras ciudades que hemos visto, pero los muros pintados de muchos colores son para los turistas, no tienen valor histórico. Hay muchas iglesias, y un gran y bello malecón que hace recordar a La Habana.
"La puerta del mar" mirando hacia la ciudad desde la costa
La ciudad se ha ido empujando el mar hacia atrás, quedándose con una larga franja de tierra que hace su “puerta de mar” un anacronismo y un resto sentimental pero sinsentido.
Comimos ayer en un restaurante le lujo.
Hoy desde Campeche fuimos en taxi a las ruinas de Edzna, con un guía, un viejito hablador llamado Luciano. Su charla constante tenía momentos intereantes, y relato abajo uno de ellos.
Se descubrieron estas ruinas no hace mucho, y lo que parecían lomas de tierra donde el Sr. Luciano llevaba su ganado a pastorear en su juventud se han revelado como inmensas edificaciones. Encima de una de estas montañas de vegetación y tierra se veía el tope de una construcción, y alguien le había puesto una cruz de madera –supongo para atar las influencias paganas a las piedras. El mismo Luciano tenía su taxi decorado con cruces, por si acaso. Nos contó que de noche solían salir de las ruinas los gritos de los espantos y aparecidos. Entrado en lo que para mí era un juego, y en chiste dije que tal vez eran los gritos de las víctimas que los Itya sacrificaban, y me contestó –muy seriamente- que así era. No quise mofar de un señor que había sido amable con nosotros, y dejé aquella conversación.
Estas eran las primeras ruinas que han mostrado un lado más humano: una cocina, espacio para tareas domésticas. Pude imaginar niños jugando allí.
Había habitaciones para los nobles, más chicas que mi comedor en casa, pero de nuevo, pude sentir una posible presencia humana. Había un lado elevado, como para una gran cama de piedra. El Sr. Luciano dijo que probablemente tenía un foro en madera e imaginé tejidos con colorido, colchas, tal vez un mueble para servir el te con un pan de maíz. El noble habría sentado en su cama, recibiendo visitas, a lo mejor con sus hijos corriendo por los pasillos o recibiendo alguna lección.
Compré un postal de una pintura, que ya no está en Edzna, de una figura que juega apaciblemente con un pájaro.
En cambio, las pinturas de Bonampac demostraban como el nacimiento del hijo del rey era un asunto de Estado, y mientras la reina daba a luz, ofíciales observaban, bailarines y músicos acompañaban el proceso y se hacían sacrificios. Todo me parece poco propicio para una vida doméstica de paz y armonía.
Las escaleras también son desproporcionadas con el tamaño de un cuerpo humano. Claro, algunas servían de gradas para los espectáculos, pero imagino la incomodidad de quienes deben simular constantemente que son seres colosales.
Este tamaño exagerado de las escaleras es algo que he visto desde San Cristóbal en las aceras y otras vías públicas. Al principio pensé que se trata de una discriminación sutil contra los indios que son chiquititos, pero ahora considero que puede ser una influencia pre-colombina.
En la zona inmediatamente alrededor de Campeche se habla español y poco de los dialectos mayas. De hecho en la colonia traían prisioneros aztecas como esclavos para trabajar, lo que quiere decir que los mayas locales habían sido desplazados.
Toda la gente ha sido extremadamente amable, pero en Campeche encontramos una manera de ser tan relajada –se ve que en esta ciudad las personas disfrutan de una gran calidad de vida.
Ahora vamos a Mérida. Hemos tenido que dejar tantos sitios sin visitarlos. A pesar de lamentar no haber visto a Guatemala y otros lugares en el propio México, creo que la decisión de hacer el viaje de manera más relajada fue la correcta. Tal como son las cosas, casi no tengo tiempo para esta bitácora, sino en los “camiones” o autobuses.
Temas sueltas: El pueblo de Palenque. Nos habían dicho que quedáramos en un hotel fuera de la ciudad porque ésta era “horrible”. Sin embargo, a pesar de un encuentro desastroso entre una cadena en la calle y mi pierna, y un hotelucho donde había que subir por una escalera estrecha a la habitación cargando las maletas, estuvimos a tres pasos del zócalo donde constantemente había música mexicana tradicional de marimbas y trompetas en vivo. En la mañana encontramos los miembros de las bandas juveniles, esperando tocar ellos también. Había un restaurante pegado a la plaza donde servían una deliciosa sopa “levanta-muertos” a la cual añadí un picante maravilloso de ají rojo. Tomamos margaritas gigantescas, evidentemente hechas con tequila barata porque me levanté con “ratón” en la mañana. Pero eran sabrosas. Guindando del techo había los recortes en papel que parecen encaje y figuras y esqueletos bailadores del Día de los Muertos todavía alegrando la vida en noviembre.
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