Estos párrafos forman parte del capítulo 5 de un libro que terminé de escribir sobre la figura del héroe. Está en prensa en la Facultad de Humanidades y Educación de la Universidad Central de Venezuela.
Maximilien Robespierre
es un miembro fundador de un círculo de las verdaderas figuras oscuras que han
emergido en nombre de ideales; la presencia histórica de estas personas
significa algo diferente a lo que hemos visto hasta ahora, es decir la
subyugación de los sujetos al rey debido a la voluntad de los dioses y el
linaje de sus familias.
Estos nuevos rostros épicos tienen seguidores convencidos por una
causa: son dictadores que procuran el apoyo –a veces delirante- de sectores de
las poblaciones que representan una aspiración política o ideológica: a este
círculo desalmado también pertenecen Adolfo Hitler de Alemania, Francisco
Franco de España, Joseph Stalin de la Unión Soviética, Pol Pot de Cambodia,
Agusto Pinochet de Chile, Fidel Castro y muchos otros.
Tal vez Robespierre sea la primera figura que da origen al
héroe oscuro en nombre de ideales en nuestros tiempos: apelando a la libertad,
la fraternidad y la igualdad, se dedicó a la intimidación y la represión.
Robespierre se
consideraba un seguidor de su propia interpretación de Jean-Jacques Rousseau, y
desde su juventud se dedicó a la defensa de los desposeídos de la Francia
monárquica.
Pero luego de obtener poder político y siendo jacobino[i], tuvo un papel influyente en
el crecimiento del “reino de terror” de la Revolución francesa; tuvo
responsabilidad directa en la persecución y ejecución de miles de compatriotas
que consideraba traidores, sediciosos y
conspiradores -entre otros epítetos ofensivos-. Oponiéndose al despotismo de
los monarcas, su propia arbitrariedad cruel se fundaba irónicamente sobre
sólidos fundamentos teóricos e ideológicos del Estado republicano; sin embargo
consideraba al asesinato como un acto de salvaguardia a la virtud y algo que se
hace en defensa del bien público.
Robespierre declaró que defendía “…con desmedida energía la causa de los
endebles oprimidos contra sus poderosos opresores” y por esto ha “faltado al
respeto que se debe a los tribunales del antiguo régimen tiránico”, (Robespierre,
1792, párrafo 7). Reclamó el derecho de los ciudadanos a elegir libremente a quienes
presidirán sobre los tribunales de la nación. Dijo que los nobles no podrían
darle a la gente aquello que le era en esencia suyo, incluyendo “ejercer los
derechos del soberano.” Este discurso es fascinante ya que tiene dos
significados: a) el enemigo opresor es el antiguo régimen –y en otros escritos
también incluye a los demás monarcas de Europa-, y b) el pueblo es soberano, a
pesar del avasallamiento que él mismo ejercía sobre la gente.
Muchos dictadores han dejado testimonios escritos de sus causas; desde
tiempos romanos hasta el presente se puede mencionar los siguientes ejemplos:
“La Guerra de las Galias” de Julio Cesar, “El camino al poder” de Joseph
Stalin, “La doctrina del Fascismo” de Benito Mussolini, “Mi lucha” de Adolfo
Hitler, “Reflexiones” (y muchas publicaciones más) de Fidel Castro, “Citas del
Presidente Mao” de Mao Zedong y “Piedras y leyes” de Fulgencio Batista. Lo
sugestivo de estos personajes es la necesidad que tuvieron para explicarse. La excepción es Julio Cesar -que
tuve que leer en mis clases de latín en el liceo-: puede ser contrastado con
los demás porque su testimonio trata básicamente de la historia de sus
conquistas; quiso meramente dejar sentado su poder y su brillante reputación
guerrera. Los demás precisaban transmitir un mensaje y dejar en claro cuáles
eran sus razones para actuar.
No hay espacio en estas reflexiones para considerar a cada uno por
separado, pero vale la pena fijarnos en lo que tienen de atractivo para sus
partidarios y por qué son héroes oscuros para mucha gente.
En general se puede decir que apelan a varias estrategias, algunas de
las cuales cualquier tirano conoce (la diferencia entre estos portadores de
causas, y los reyes de la antigüedad está en la última táctica): a) lealtad: recompensan la sumisión y el
acatamiento, y castigan muy duramente la disidencia, b) dependencia: el acceso a todos los recursos pasan por sus manos, c)
homenaje: en la más pura tradición
del mafioso, convierten el miedo que les tienen sus seguidores en algo que
llaman “respeto” y d) un modelo de una vida
mejor: emplean los ideales de justicia, igualdad, orden, ley o prosperidad
para inducir a sus adeptos a excluir y a castigar a quienes no comparten o que
dudan de estas aspiraciones.
Dicha combinación de castigos y razones es una poderosa mezcla. Sabemos
que las personas que no pasan tiempo estudiando las ideologías, es decir,
quienes las adoptan como lemas en las manifiestaciones en las calles, las
“aplanan” cognitivamente ([ii]).
Es decir, la mayoría de nosotros aprende algunas expresiones políticas y no
entramos en un análisis de los dogmas. Si los antiguos héroes oscuros sabían
emplear el terror, los nuevos ofrecen razones ideológicas para inducir el
auto-sometimiento -además del miedo-. Igualmente, la ilusión de pertenencia la
banda en poder siempre ha sido atractiva, y el susto a ser excluido puede ser
paralizante.