English
27 de noviembre
I left my booklet about Coba in the hotel room, so, feeling lazy, I’ll just stay here in a comfortable chair in this garden -of the hotel Zazil-Kim in Tolum. I’m near the sea, although just now it's hidden by dunes and palms. It is a beautiful place.
First I will mention briefly Valladolid where we were two days ago. It is a small town, but they were repairing the streets so we couldn’t really appreciate it. In a shop I saw this sculpture, a copy of another one in a museum. I changed the background color to be able to appreciate it. It's a weaver who holds a loop of thread with her big toe to extend the fabric the length of her legs while she continues to work on it. It is an image of domestic calm, and gives the impression of certain contentment.
One interesting thing about this town is that almost all the adult women use traditional embroidered dresses. Each tribal group has its own design.
Coba
I’ll describe Coba ruins here, at least my reflections about the place, with some added information from a written guide book I bought at the site (see reference below after the Spanish version of this posting). The different buildings are nested between trees, a series of structures crossed by “white roads”, or sacbeoobé (sacbé in the singular). It’s the first time that the guides have mentioned them, and I don’t know if they especially unique to this place, or if they’ve been better kept up here. Nevertheless, there is special reference to them in my booklet about how they were constructed: some have rather high sustaining walls at the side due to the irregularity of the land. One of these sacbeoob extends for 100 kilometers to Chichén Itzá. As the Mayans didn’t use wheels, I suppose that the people were transported in liters, the messengers ran along them, and the merchants (and/or their slaves) carried their wares from city to city.
There are rental bikes to get to the biggest pyramid and rickshaws pedaled by teenage boys. The place is quite big, and it is too far to get from one site to another on foot in the short time that we had. I chose this last kind of vehicle. The rickshaw boys speak to each other in Mayan, but when I asked what dialect they used, they didn’t know. Another thing that drew my attention is their “incuriosity” with respect to the ruins. In other places people who work in the ruins have been proud of them. The boy who took me knew how to arrive at each site, but he couldn’t tell me what each one was. I felt that he was bored by his work.
But not everyone was like that. People continue to worship at one of the Coban stelae, to leave flowers and candles there, and to pray for a good harvest. These days the practice is diminishing, though, due to the slow elimination of small farms. It is in the next photo at the bottom, left, under a small vegetable tent.
                                                                   I removed a figure in front of the entrance.
Especially interesting for me was another domed observatory. Again the book raises doubts about the real intention of this construction; but I was standing next to a guide who told a small group in French that at the top of the dome there is a hole and underneath there is a container for water to reflect the stars. In addition the round walls allowed the priests to listen to the subtleties of winds. They used this information to predict hurricanes and to be able to determine season changes. Was it just her imagination? I don’t care: it’s a good story.
In my book it says that the origins of the Mayan ball game go back for more than three thousand years, since still it is practiced in some regions of Mexico. The Coban playing field has the classic form of a narrow corridor between two inclined walls where the game was played. There is a ring placed high up on each wall where the players had to “basket” the ball.
In a relief on one of the sides of the ball court there is a figure, probably of a player. He holds something in his hands that looks like an inverted “y”. It could be an implement of his game, but my first reaction was to think that it represents a child with dangling legs. As the figure appears in my booklet I was looking for it. I asked several people where it was. This made several more people look for it, and finally we found it right there on the wall of the court. Talking to the man next to me I said, “He’s holding a little boy”, and he answered, “No, it’s a rabbit.” That was enough to switch my perceptions: from then on all I could see was a rabbit with its ears hanging downwards. It was funny, and evidently these figures are rather like Rorschach tests (the Freudian ink blots).
Here are more Coba pictures:
Referencia: María José Con (2007). Coba. México D.F.: Monclem Ediciones
Español
27 de noviembre
Dejé mi librito sobre Coba dentro del cuarto del hotel, así que me quedo en uma silla del jardín en el hotel Zazil-Kim en Tolum, al lado del mar, aunque por los momentos no lo veo porque estoy metida entre las dunas y palmeras. Es un lugar hermoso.
Primero mencionaré brevemente a Valladolid donde llegamos hace dos días. Es un pueblo pequeño, y en el momento de visitarlo estaban reparando las calles, así que no pudimos apreciarlo plenamente. En una tienda vi esta escultura, una copia de otro en un museo, y para que se la vea bien he rellenado el fondo de un color sólido. Me gusta porque es una estatuilla de una tejedora que agarra el hilo con un lazo sobre el dedo gordo del pie para extender la tela por todo el largo de sus piernas mientras trabaja aumentado el tamaño. Es una imagen doméstica, tranquila, y da la impresión de cierta plenitud.
Por lo demás, lo interesante del pueblo es que casi todas las mujeres adultas usan tradicionales vestidos bordados. Los vestidos son típicos de los diferentes tribus individuales.
Coba
Recordaré a Coba en estas líneas, por lo menos mis reflexiones al respecto aumentadas por información que he sacado de un guía escrito que compré en el sitio (ver referencia). Se encuentra entre árboles, es una serie de estructuras cruzadas por caminos blancos, o sacbeoobé (ssacbé en singular), la primera vez que los guías han hablado de ellos, y no sé si son particularmente notables en este lugar, o si han sido mejor preservados. Sin embargo, en mi librito se hace referencia especial al cuidado con que fueron construidos: algunos tienen muros laterales de cierta altura debido a la irregularidad del terreno. Uno de estos sacbeoob alcanza 100 kilómetros y llega hasta Chichén Itzá. Como los maya no conocían la rueda, supongo que las personas fueron transportadas en litera por ellos y los mensajeros corrían por allí mientras la mercancía que se intercambiaba entre estas ciudades se cargaba sobre las espaldas de los mercaderes y sus esclavos.
Para llegar a la pirámide mayor hay bicicletas que se pueden alquilar y rickshaws impulsados por muchachos que pedalean atrás. El lugar es bastante grande, demasiado para recorrerlo a pie en el tiempo que teníamos y yo elegí esté último modo de transporte. Los muchachos de los rickshaws hablan en maya entre sí, pero cuando pregunté qué dialecto usaban no sabían contestarme. Otra cosa que me llamó la atención es su incuriosidad con respecto a las ruinas. En otros lugares he sentido orgullo entre las personas que trabajan entre las ruinas. El muchacho que me llevó a mi sabía llegar a cada sitio, pero no podía decirme de qué trataba cada uno. Más bien sentí que estaba aburrido en su trabajo.
Pero no es la actitud de todo el mundo. La gente sigue acudiendo a una de las estelas de Coba para dejar flores y velas y piden ayuda con las cosechas a pesar de que la imagen de esta estela ya casi no se ve. Esta práctica va disminuyendo con la reducción de la población que trabaja en la agricultura de la huerta pequeña e individual. En la foto a continuación se ve abajo y a la izquierda una pequeña carpa hecha con material vegetal que la protege.
                                                                   Eliminé una figura frente a la entrada.
Entre las ruinas está algo más que me llamó la atención: el observatorio, otro con domo redondo. De nuevo el libro duda del propósito real de esta edificación, pero estuve al lado de una guía que hablaba en francés con un pequeño grupo, ella dijo que hay un hueco en la parte superior del domo y que debajo de él había un recipiente para agua que servía para ver las estrellas reflejadas. Además los muros redondos permitían a los sacerdotes escuchar las sutilezas de los vientos y en base a ellas predecir huracanes y cambios en los soplos de viento para poder determinar los cambios de las estaciones. ¿Era su imaginación? No importa, me gusta el cuento.
Dice mi libro que las orígenes del juego de pelota se remontan a más de tres mil años de antigüedad, dado que todavía es practicado en algunas regiones de México. La cancha de pelota en Coba tiene la forma clásica de un pasillo donde el juego se llevaba a cabo, entre dos muros inclinados. Arriba en cada muro está un anillo por el cual los jugadores intentaban pasar la pelota.
En un relieve puesto sobre uno de los lados de la primera cancha de pelota hubo una figura, probable-mente un jugador. Sostiene algo indefinido en sus manos que cae como una “y” a revés y torcida. Podría ser un implemento de su juego, pero mi primera reacción era pensar que sostiene un niño y que las piernas guindan de manera irregular. Como la figura aparece en mi librito, la buscaba especialmente, y pregunté a varias personas dónde se encontraba. Esto provocaba a varias personas a buscarla también, y finalmente la hallamos sobre los mismos muros de la cancha. Dije al señor de al lado: “Es un niño”, y él contestó: “No, es un conejo.” Era suficiente para que desde este momento sólo pudiera percibir un conejo con las orejas colgando hacia abajo. Era chistoso, y evidentemente estas figuras son más bien pruebas tipo Rorschach (de las pruebas fruedianas de manchas de tinta).
A final: más imágenes de Coba:
Refe-rencia: María José Con (2007). Coba. México D.F.: Monclem Ediciones