Es probable que los primeros seres humanos desarrollaran
una gran capacidad para la empatía porque la cohesión social de las tribus era
un valor para la supervivencia. Dudar de las tradiciones compartidas y mutuamente
entendidas entre todos peligraba dicha unión y se consideraba amenazador.
Dice
Martin (2012)* que la posibilidad de compartir comida, explorar el ambiente y
formar prácticas rituales eran prerrequisitos para la coordinación social y
lenguaje.
Estoy pensando que es sólo muy recién que el acto de cuestionar se ha convertido en un
nuevo valor que favorece la continuidad de los grupos sociales. Ahora la tarea histórica es crear un gran sentido de innovación y renovación psicosocial sin perder la
empatía. A lo mejor es por allí que van nuestras necesidades democráticas.
Martin, Jack. (2012). Revisiting Ernest Becker’s Psychology of
Human Striving. Journal of Humanistic
Psychology, 53(2) 131–152
*Esto forma parte de mi participación en la RAP-UCV.