“The Courthouse Ring”, escrito por Malcolm Gladwell por The New Yorker pasa juicio a una de mis novelas favoritas, “To Kill a Mockinbird” (Matar a un Ruiseñor) de Harper Lee. Leí la novela hace muchísimos años, pero se ha quedado conmigo como un bello baile de gracia y galanura.
Se trata de un incidente en la vida de un abogado sureño de los Estados Unidos, Atticus Finch, visto por los ojos de su hija Jean Louise, a quien todo el mundo le llama “Scout”. Atticus defiende a un negro, por allá en los años 50 del siglo pasado, cuando el racismo no sólo era un fenómeno cultural, sino legal. El negro, Tom Robinson, es acusado de intentar violar a una mujer blanca, Mayella Ewell; esto, por la época era uno de los peores crímenes que un hombre negro podría cometer, no tanto por el acto sino por las distintas razas del acusado y la víctima.
La defensa que hace Attikus de su defendido Robinson, surge de su gran humanismo, pero además, como nos dice el ensayista Gladwell, surge en el escenario del otro gran prejuicio del Sur, la convicción que “crianza”, en el sentido de clase, importa. Crianza aquí significa algo así como el legado de la buena (o mala) linaje; en este contexto una muchacha humilde de recursos económicos es también insensible, ruda, descarada y bruta. Mayella, la víctima en la novela, proviene de una estirpe tosca: su padre, Robert E. Lee Ewell, tiene una extendida prole en una casa sin vidrios en las ventanas, y viven al lado del basurero municipal. Ewell, padre, es “’Un gallito de un hombre’ con la cara tan roja como su cuello, tan poco acostumbrado a la buena sociedad que su baño para presentarse en el juicio lo dejó con un ‘aspecto hervido’” (Gladwell citando a Lee). Los Ewell son “de la casta blanca y pobre”. En los mores del tiempo y el lugar, este hecho los clasifica sólo un poco por arriba de cualquier negro.
No voy a contar toda la historia; únicamente quiero expresar una cierta incomodidad frente al ensayo de Gladwell: él critica la novela porque Harper Lee no formuló un juicio sobre el racismo y clasismo estructural del Sur. También pienso yo que hay que criticar –vehementemente- esta cultura prejuiciosa y dañina, pero Lee no tuvo esta intención cuando escribió su historia. No era su tarea.
Más bien quería hablar de “gente buena” que a veces queda reprimida y aun destruida por la vida, pero que también puede superarse, aun descollar sobre las desventajas y convertirse en héroes; al final de la obra otro personaje, Boo Radley, el recluso temido por todos los niños, sale de su encierro para salvar a Scout y sus amigos de la venganza del Ewell, padre, por la humillación que Attikus infligió a su familia en el juicio. Boo por un instante se convirtió un héroe antes de regresar para siempre a su oscura casa.
Tengo que admitir, el tratamiento dado por Harper Lee a los Ewell en el libro siempre me dejó algo incomoda: eran tan víctimas como el acusado Robinson de estas costumbres y creencias sureñas de intolerancia. Pero el libro me dio algo tan fundamental y real, que mientras escribía estas reflexiones después de medio siglo de haber leído la novela, pensé por un momento que seguramente Attikus se habría muerto ya, y Scout tendría más de 70 años. ¿Qué pensaría ella de todo que ha pasado desde entonces?
Referencias:
Malcolm Gladwell (10/8/2009) The Courthouse Ring. The New Yorker. Disponible en: http://www.newyorker.com/magazine/2009/08/10/the-courthouse-ring
Harper Lee (1960). To Kill a Mockingbird. Toronto, Canadá: Popular Library