Karen Cronick
Acabo de terminar de leer “En América” de Susan Sontag. Me
ha conmovido. La novela recorre la vida de una actriz polaca -y luego
estadounidense-, Helena Modjeska, la cual aparece en el libro como Maryna
Zalewska. Sontag habla en varias voces, entre ellas la suya propia. Comienza
describiendo una reunión social, como si ella fuera un personaje más; mira a
sus protagonistas, y así conociéndolos, los presenta, uno por uno a nosotros,
los lectores, como si fueron amistades que acaba de encontrar.
Luego, además de la voz de la autora, aparecen las de sus
personalidades; ellas hablan a veces por sí mismos, en ocasiones lo hacen por
un capítulo entero. El resultado es como la visión pixelada de una abeja, todo
enfocada sobre una sola y compleja personalidad, Maryna Zalewska. Ella es el
centro de todo, de la vida de sus familiares, amistades y aduladores del teatro.
Tiene la vanidad de una estrella que Sontag usa para crear otros personajes,
todos reflejados en el farol que emana de la actriz, y que representan muchas
otras cosas. Este ojo diverso captura tan bien al movimiento, que los lectores
vemos no sólo las vidas polacas y americanas de los personajes, vemos cómo las
culturas se mueven; son cambiantes pero resilientes en dos continentes. Todo
ocurre cuando en un momento preciso al final del Siglo XIX en la política
polaca se asomaba una remota fantasía de independencia política (que no iba a
realizarse sino después de la Primera Guerra Mundial), y simultáneamente, cuando los
estadounidenses comenzaban a construir su propia visión del mundo, luego de la
conquista del Oeste. Esas culturas conducen los destinos de los personajes.
Sontag usa abundantes citas a autores conocidos
-Shakespeare, Ibsen, Dumas, Corneille, entre otros-, haciendo que sus personajes
reciten trozos de obras teatrales en momentos claves de sus propias vidas. Los caracteres que acompañan a Maryna aparecen usualmente con sus nombres verdaderos.
El último capítulo es tal vez el mejor de todo el libro. En él hay un monólogo
en la voz de Edwin Thomas Booth, el famoso actor shakespeariano de aquel
tiempo, quien Sontag ha puesto a veces en el escenario teatral con Maryna.
Edwin Thomas fue, además, en la vida real, hermano de John
Wilkes Booth, el asesino del presidente Abraham Lincoln en 1865. En este capítulo
final de su novela Sontag ubica a Edwin Thomas en el vestidor de Maryna, donde pronuncia
un monólogo mientras se torne más y más ebrio. Edwin va mezclando los
parlamentos de sus protagonistas con sus propios duelos. Llora tanto por la
muerte de Lincoln (Edwin era abolicionista del norte), como por la de su
hermano (un sureño que apoyaba los estados confederados). Llora por el país
entero. A pesar de la separación de siglos entre los personajes teatrales que
interpreta, y la historia en que a él le ha tocado vivir, hace que ellos hablen
en nombre de aquella nueva nación: “Shylock tiene dolor y por esta razón es
muy … combustible…”
En otro momento ofrece algunas apreciaciones sobre el
carácter de Hamlet que son tan acertadas que asombran al lector:
"Hamlet me recuerda algo de
mi vida. Tal vez porque que Hamlet es actor, Sí, Marína [1], eso es todo lo que
es, está actuando. Parece ser una cosa, y debajo de esa apariencia, ¿qué hay?
Nada. Nada. Nada. La camisa negra azabache que usa en la segunda escena. Ese
duelo tenaz y vistoso por su padre. ‘El padre de todos muere’, como le
recuerda Gertrudis, y ella tiene razón. ¿Qué tiene de particular para
ti? Y Hamlet aúlla, está aullando, ¿Ud. conoce a la palabra
‘parece’, señora? ¡No, es así! Yo no conozco a 'parece'. Pero,
sí, él conoce a 'parece'. No sabe de nada más. Ese es su problema. Hamlet daría
cualquier cosa, cualquier cosa, por no ser actor, pero está condenado a ello.
¡Condenado a ser actor! Está esperando abrirse paso entre la apariencia y la
actuación, y sólo ‘ser’, pero no hay nada al otro lado de la apariencia...”
Edwin también “parece” a sus personajes. América también
“parecía”. Era el resultado de muchas culturas que querían volverse coherentes.
Acaba de salir de una guerra de sucesión y otra de conquista con México, ha
sido esclavista, ha destrozado a los habitantes originarios de su territorio, y
a la vez y de manera discordante, constituía comunes para promover la justicia
social, y hablaba de democracia.
Sontag ofrece un comentario generoso y abarcador sobre los
efectos que tienen las sociedades en las personas. Tanto en Polonia como en los
Estados Unidos se hablaba de manera idealista pero impráctica sobre la libertad.
Los personajes deciden formar una comuna en California. Estos polacos educados
y artísticos -todos habían leído a Fourier- se lanzan a California en la mitad
de la novela a crear una comuna. Como muchas otras empresas de este tipo, la de
Maryna fracasa, pero ella se vuelve al escenario, y con gran éxito lleva su
propia compañía teatral a los pueblos y ciudades estadounidenses. Desde entonces
entendemos que son las voces que Maryna entona en personajes como Desdémona [2], Ofelia [3], Lady Anne Neville [4] y Porcia [5]
que interpretan los temas vitales de la vida, como la felicidad, la libertad,
la justicia, la misericordia y aun el amor.
Notas
[1] Marina: Maryna a veces usaba formas de su nombre más concordantes con el inglés.
[2] Desdémona: Personaje femenina en la obra Otelo
[3] Ofelia: Personaje femenina en la obra Hamlet
[4]
Lady Anne Neville: Personaje femenina en la
obra Ricardo III
[5]
Porcia: Personaje femenina en la
obra El Mercader de Venecia