K. Cronick
Los países con pretensiones democráticas tienen que cuidarse
de tres elementos principales para que sus poblaciones no caigan en las redes
de los populistas.
El primero es la muy desigual distribución de riqueza. Cuando
haya grandes sectores excluidos comienzan a crecer en ellos resentimientos. Aun
cuando el nivel de la población en general va subiendo poco a poco, si no
percibe mejoramiento, buscan soluciones no idóneas que pueden incluir el crimen
organizado y la búsqueda de quien les pueda rescatar. Este personaje
normalmente es un populista. El mejoramiento económico tiene que acompañarse
por el acceso universal a un sistema educativo de calidad. Las personas
requieren, no sólo entender su historia. Tienen que entender también a su cultura y a la oferta
socio-política que tienen en la actualidad.
El segundo es el arrastre de su historia. El pueblo tiene
memoria y guarda resentimientos. Ellos pueden aparecer como grupos dominantes
que excluyen a minorías. O también asoma en la memoria de sus héroes, que son
percibidos como salvadores o pacificadores potenciales. El gendarme necesario. También hay
identificaciones nacionales o religiosas que movilizan sentimientos patrióticos
o de rechazo.
El tercero elemento es la presencia de sus propias fuerzas
armadas. Ningún país ha podido independizarse de sus militares. Recordamos a Dwight
Eisenhower y su advertencia contra el complejo industrial-militar
estadounidense. Tener un cuerpo armado único, con el derecho de portar armas, cuyo
único freno para no lanzarse al poder sea una ideología de obediencia a una
constitución civil, es una receta para un desastre.
Además, detrás de los militares están los productores y
vendedores de armas. El armamento letal tiene un atractivo económico único. Se
lo produce únicamente para ser destruido. Después de su destrucción es
necesario reproducir el elemento perdido. No son como los carros, los
televisores e inclusive las edificaciones y la superestructura en general, que
tendrían una vida útil de años o décadas. El productor tiene que esperar a su obsolescencia
para volver a tener más ganancias. En el momento de un de un conflicto armado,
o de una destacada represión interna, la reproducción de los pertrechos de la
guerra tiene que ser inmediata.
Los productores de los armamentos emplean todas las reglas
que usan las demás industrias. Venden sus productos al precio que el “mercado”
aguanta. Ninguno vende al costo de producción, como un sacrificio patriótico. Acumulan
enormes fortunas en este negocio.
Todos los países tienen que lidiarse con estos tres
problemas.