Karen Cronick
Resumen
Empleamos
el método del ensayo académico para reflexionar sobre la personalidad del
tirano. Nos enmarcamos en la noción del “mundo de vida” de Schutz (2021) para
referir a un conjunto de valores compartidos socialmente, aunque haya disidencias
y desacuerdos. Nuestro objetivo es razonar sobre la relación que existe entre
la empatía y ciertos rasgos que se agrupan en la psicología como
psicopatologías del poder, y revisar el perfil social e histórico del afán de
poder en cuatro personalidades reconocidas como tiranos. Incluimos
dos personajes de la historia antigua, a) Agamenón, el
rey griego que dirigió el asedio de Troya en el segundo milenio a.C., y b) Cayo
Julio César, el general romano que quería ser emperador. También incluimos a
dos dictadores del siglo XX que representan tanto a la izquierda política como
a la derecha; ellos son: a) Iósif Stalin y b) Augusto Pinochet. Encontramos bastante similitud en las
biografías de los cuatro en términos de los atributos de: a) antecedentes
familiares de tendencias autoritarias, b) prepotencia exagerada y una gran
necesidad de admiración, c) falta de empatía y episodios sádicos y d)
maquiavelismo. Proponemos que estos rasgos constan como orientaciones
existenciales, y que existen en oposición a la empatía en un continuo que
refiere al afán de poder. Consideramos que estas posturas son claves para
entender las relaciones humanas y sus manifestaciones sociopolíticas. Es
nuestra opinión que estas posturas sean importantes para entender las relaciones
humanas y sus manifestaciones socio-políticas.
INTRODUCCIÓN:
LA FIGURA DEL TIRANO
En
estas páginas reflejaremos sobre la personalidad del
tirano. Nuestro objetivo en este trabajo es razonar sobre la relación que
existe entre la empatía y ciertos rasgos llamados las psicopatologías del
poder, y revisar el perfil social e histórico del afán de poder en cuatro
personalidades reconocidos como tiranos.
Normalmente
usamos la palabra “tiranía” para describir a un gobierno que se rige por el
poder absoluto, concentrado en una, o pocas personas, pero es un término que
puede aplicarse a cualquier sistema en que un individuo domine irrevocablemente
a los demás. Esto puede pasar en todas las organizaciones y estructuras humanas,
desde una empresa hasta una familia.
Según
Aristóteles en su libro Política, escrito en el siglo IV a.C. (2017), la tiranía es el peor régimen
político, pues se trata de una mezcla de las características más desagradables
de una oligarquía. Es un sistema de autoridad cuyo manejo está concentrado en una
sola persona, o un grupo pequeño de personas, cuyo proyecto no rebasa el
propio interés personal de quienes manejan el poder, aunque comparten algunos
de los beneficios con sus secuaces para mantener su lealtad. Se caracteriza por
ser: a) un gobierno estructurado para el beneficio casi exclusivo del tirano y
las personas leales a él, b) una concentración del poder de decisión en las
manos del tirano, c) la existencia de un culto a la personalidad del mismo
tirano, d) el control de las noticias y la información política (en la
modernidad se trata de la radio, televisión e Internet), e) el control sobre el
aparato legal y la justicia (en la modernidad la violación sistemática de los
derechos humanos) y f) la restricción sobre el control de las fuerzas de orden.
Comenzaremos
con una revisión de las dos propuestas teóricas que nos interesan en este
trabajo: la psicología de la empatía y las patologías asociadas al poder. Es
necesario dejar en claro la contradicción que existe entre la empatía, como un
rasgo de personalidad y dichas patologías. Luego revisaremos cuatro figuras
históricas que han encarnado las tendencias de dominación. La historia nos da
muchísimos ejemplos de reyes, conquistadores y dictadores que no eran simples
soberanos: eran déspotas. Empleaban su poder con saña y con poca (o ninguna)
consideración por la justicia o el bienestar de los pobladores de sus reinos y
países.
Luego
de cada resumen biográfico haremos un breve análisis de la personalidad del
líder, y finalizaremos con una
reflexión más completo sobre cuatro personalidades que han abusado del poder,
cada uno en su época histórica. Se trata de: a) Agamenón, el rey griego que
dirigió el asedio de Troya en el segundo milenio a.C., y b) Cayo Julio César,
el general romano que quería ser emperador. También incluimos a dos dictadores
del siglo XX que representan tanto a la izquierda política como a la derecha;
ellos son: a) Iósif Stalin y b) Augusto Pinochet. Consideramos importante
combinar personajes antiguos y actuales, y de distintas tendencias ideológicas,
para poder reflexionar sobre la continuidad de sus características a través de
la historia.
1. MÉTODO
Nuestro
objetivo en este trabajo tiene dos vertientes: primero es emplear la
metodología del ensayo académico para reflexionar sobre las incongruencias
entre la empatía y ciertos rasgos llamados psicopatologías del poder, y segundo,
revisar el perfil social e histórico del afán de poder en cuatro personalidades
reconocidas históricamente como tiranos.
Se
trata de una metodología abierta y abarcadora, ya que no pretendemos ni
confirmar una hipótesis ni comprobar una orientación teórica. Deseamos explorar
un tema y ofrecer explicaciones socialmente plausibles para los fenómenos que
revisamos.
Empleamos
la figura del ensayo, tal como fue desarrollado por Luz Marina Rivas (2005). Se
trata de "un texto reflexivo y personal en el que no se pretende agotar un
tema..." (p. 207). Rivas apunta a la necesidad que tiene el ensayista para
apoyarse en un cuerpo teórico, que en nuestro caso sería la noción de Schutz
(2021) de “mundo de vida”.
El
ensayista puede incluir sus propias apreciaciones estéticas y críticas. En este
caso hacemos una combinación de textos históricos con reflexiones teóricas
publicadas en la psicología social y clínica sobre la naturaleza de la
personalidad autoritaria y narcisista. El objetivo de esta parte del ensayo es
explorar algunas aportaciones teóricas sobre la personalidad del tirano, como
un individuo que busca y mantiene el poder absoluto.
El
ensayo, como método de reflexión académica, tiene cierta libertad en su
estructura ya que permite explorar temas de manera extensa y sirve como una
conexión o una recapitulación de ideas, para orientar nuevas áreas de
investigación. Puede hacer uso de ejemplos concretos y referencias
bibliográficas que sirven como conexiones de ideas que normalmente no se
emplean en artículos científicos. Su finalidad es abrir nuevos caminos
investigativos, dar ejemplos de orientaciones teóricas y afirmar nuevas
direcciones de exploración científica. Dice Mendoza-Martines (2006) que el
ensayo es un texto investigativo que recurre a todos los elementos
metodológicos de construcción de la ciencia para su elaboración. Explica que:
Si bien es cierto que sus conclusiones no se
exponen de manera definitiva, en su contenido y forma deberá comprender todos
los elementos de la investigación […..] Los antecedentes dentro de la
modernidad de las reflexiones en torno a la teoría y la práctica del ensayo la
podemos también localizar con el filósofo inglés Francis Bacon, quién con su
libro “Ensayo sobre el entendimiento Humano”, fincara las bases del concepto
moderno de lo que hoy significa la elaboración de un ensayo, sobre todo su
especial énfasis para su uso en el campo de la filosofía y las investigaciones
de carácter empírico” (p 66-67).
Reflexiona
Mendoza-Martínez que el ensayo científico representa un acercamiento a un
problema de investigación. Permite el uso de la expresión personal en el
sentido de la responsabilidad en la exposición juiciosa sobre el entorno que el
autor tiene. Se trata de una interpretación de un tema que requiere
clarificación y ampliación de acuerdo a cómo el autor analiza las temáticas.
También, “el ensayista puede mostrar de manera histórica cómo se dio la evolución
de determinado tema o cuáles son las características evolutivas de la obra que
giran en torno al tema de estudio de su interés” (p. 69).
2. REFLEXIONES
TEÓRICAS
Mundo
de vida
Nuestro
entendimiento del ensayo también está inserto dentro de la idea de Schutz (2021) de “mundo de vida”. Dice Marco Estrada
Saavedra (2000):
Dicho mundo no es un mundo privado, al
contrario, es un mundo público que compartimos esencialmente con otros
semejantes a nosotros; esto es, es un mundo intersubjetivo que, de manera
fundamental, sostiene una realidad intuitivamente compartida y entendida como
válida por todos como “marco común de interpretación”, producto de
estratificaciones culturales y sociales de nuestros predecesores y que a
nosotros nos corresponde continuar. Por tanto, es posible entablar todo tipo de
relaciones con los semejantes y esperar que ellos las experimenten y entiendan
de manera semejante entre sí. Por ello, el mundo de vida es el escenario de
nuestras acciones, así como el receptor de nuestras intervenciones en él (p.
6).
En
esta cita se encuentran varios elementos que nos interesan. Primero dice el
autor que el mundo de vida es una entidad inmaterial, compartida dentro de una
cultura dada. En nuestro caso, abarcamos casi toda la cultura occidental que
haya descendido de los griegos y los romanos, en que la idea del líder incluye
como una posibilidad la idea del déspota. Es, sin embargo, sólo desde la
Ilustración europea en el siglo XVII, que se ha comenzado a cuestionar su
legitimidad.
Segundo,
Estrada señala el papel de la interpretación en el mundo de vida. No es una categoría
fija. Dentro de cada cultura todos los miembros contribuyen con sus propias inferencias,
y por esta razón, aún dentro de un acuerdo ancho y totalizador, existen
diferentes maneras de entender cada concepto. Por ejemplo, en el caso del
tirano, en 1606 William Shakespeare interpretó una perspectiva del déspota de
manera muy distinta a la de Thomas Hobbes unos 40 años más tarde. Luego en el
siglo XVII el tema de estilos de liderazgo y el papel de los monarcas fueron
objetos de cuestionamiento y deliberación.
Shakespeare
vio el tirano como una amenaza, incluso como una obra maléfica de la brujería
en el caso de su obra Macbeth. En cambio, Hobbes, en su libro El Leviatán
(1651/2022), imagina un mundo donde los habitantes de un reino renuncian
voluntariamente al ejercicio del poder ciudadano a favor de una compleja
maquinaria de Estado, regido por un rey o un líder. En Hobbes dicha renuncia
terminaría siendo un acto moral en que los pobladores se someten a la
disposición de un agente poderoso, y lo hacen con la generosa motivación de
eliminar la violencia que ocurriría entre ellos si tuviesen que vivir sin la
mano guía de una recia autoridad “pacificadora”. Hobbes defiende la idea de un
“contrato” en que todos los ciudadanos cederían su derecho a decidir sobre sus
propias vidas, aceptando la potestad de un soberano todo-poderoso frente al
cual después no tienen la posibilidad de reclamos. Lo hacen para obtener
seguridad individual y colectiva.
Estas
dos visiones nacieron del mismo mundo de vida, en un diálogo que todos los
miembros de la cultura entenderían si tuvieron acceso a estos argumentos.
Estrada
termina con una referencia a las “acciones” en el mundo de vida. En el contexto
de este ensayo, esto tiene que ver con lo que hace el tirano y sus seguidores,
cuando las personas adoptan irreflexivamente el pensamiento y los motivos del
otro –un poderoso- como si fuesen suyos. Ha ocurrido en todas las tendencias
ideológicas, religiosas y aún en muchas escuelas filosóficas, en todas las
culturas, en el norte y el sur, tanto en los países ricos como los pobres.
Desde tiempos prehistóricos ha habido reyes, líderes políticos y cabecillas de
sectas que han sabido aprovechar del descuido y susceptibilidad de sus
seguidores.
Muchos
autores han analizado este fenómeno. Por ejemplo, en el Siglo
XVI Étienne de la Boétie (2016) escribió el “Discurso sobre la servidumbre
voluntaria” en que avanzó varias razones para la sumisión doctrinaria de los
pueblos. La primera es la costumbre, es decir, los hábitos aprendidos en la
niñez, de obedecer a los padres, y luego al soberano. La segunda es la necesidad: los tiranos
ofrecen “circo” (es decir diversiones no relacionadas con sus necesidades), y
una “taza de sopa” (p. 41) a los hambrientos, y estos, olvidándose que la
riqueza del déspota viene justamente de lo que ha despojado a los súbditos,
gritan “¡Viva el rey!” (Ibid.) en vez de rebelarse contra la injusticia.
Otra
razón mencionada por Boétie es que los reyes han sabido asociarse con los
dioses, y sus vasallos, igualando la jurisdicción de la deidad con la del
soberano, obedecen a ambos, porque no ven las diferencias.
La
cuarta razón de Boétie es la cadena de mando en que:
“Cinco
o seis son a lo más los que conservan al tirano en su poder y al país en
esclavitud; adulan al primero y le allanan el camino de las crueldades; le
acompañan en sus placeres, le facilitan los medios de saciar sus licenciosos
apetitos y participan de sus rapiñas…. Como les es fácil hacerse prosélitos,
buscan a quinientos o seiscientos que imiten en ellos la misma táctica que
observan en su soberano. Estos seiscientos tienen bajo sus órdenes a más de
seis mil ahijados, que colocados en los destinos superiores de las provincias,
o en la administración de los fondos públicos se dan la mano para su codicia y
crueldad; [así forman] una cadena ininterrumpida que da fuerza al tirano….”
(Boétie, p. 46-47).
Los
eslabones más bajos de esta cadena de mando se encuentran en la calle con las
fuerzas de orden, armadas y prepotentes, que castigan a las disidencias y las
protestas. Las policías en todos los países modernos, desde Irán hasta la
China, o desde Rusia hasta los Estados Unidos se asemejan, tanto en su equipaje
como en sus tácticas. Los oficiales están a la orden del líder, y no hacen más
que emular a sus superiores, es decir, los cinco o seis acólitos que circundan
directamente al gran señor.
Se
puede plantear otra pregunta relacionada con estas observaciones de Boétie:
¿qué pasa con quienes conocieron una vez la democracia (la “libertad”, según la
terminología de este autor) pero ahora viven bajo una dictadura? ¿Es que nunca
entendieron la idea de diálogo y la consideración racional e íntima de las
alternativas? ¿Qué tuvieron que renunciar para formar parte de la participación
masiva del totalitarismo?
De
hecho, los seguidores de algunos partidos políticos se han involucrado en
agresiones que incluyen homicidio en respaldo a sus líderes. Se aprecia entre
ellos la renuncia de la deliberación y agencia de ciudadanía, ya que aceptan
secundar a un líder en vez de examinar sus agendas políticas. Dice Herrera (2024b):
En las Lecciones
sobre la Filosofía de la historia universal, Hegel, al referirse a los
designios de la astucia de la razón, afirma que en la historia los particulares
tienen sus propios intereses por encima del bien común, sus propias motivaciones
y deseos, pero que, precisamente por el hecho de que sus motivaciones son
particulares, [….] Algo -quizá mucho- de “la mano invisible” sugerida por Adam
Smith hay en este argumento de Hegel. [….] Los particulares tienen la ilusión
de ser el poder encarnado, personificado, pero, en realidad, son utilizados en
los fragores de la lucha general para terminar -no pocas veces- siendo sus
víctimas. [….] (Herrera 2024b, párrafo 1)
En
este tipo de renuncia a veces hay un motivo de base que sirve como la piedra
angular que apoya toda una estructura de creencias elaborada por los líderes de
estos partidos. Los líderes apelan a ciertos valores o miedos en la población
para ganar el apoyo de las masas. Este motivo puede basarse en el temor de
perder estatus,
el deseo de disfrutar del pillaje que el líder autorizaría para sus seguidores
o la fantasía de su superioridad étnica o racial. Tienden a ocultar estos
motivos, aunque ellos puedan reaparecer en eufemismos.
En
el prólogo del libro de Adorno et al (2006) sobre autoritarismo, Max
Horkheimer, dice que no cree que haya remedios fáciles para evitar los efectos
del odio que emplean los tiranos para obtener y quedarse en el poder. Por otro
lado, considera necesaria la continuada y esmerada investigación sobre el tema,
porque estimula la percepción y entendimiento de la tesis:
…
Los autores no creen que […] el problema de la situación de las minorías en la
sociedad moderna y, más específicamente, el problema de los odios religiosos y
raciales, pueda ser tratado con éxito mediante la propaganda a favor de la
tolerancia o la refutación apologética de errores y mentiras. Por otra parte,
la actividad teórica y la aplicación práctica no están separadas por un abismo
insalvable. Muy por el contrario, los autores están convencidos de que la
elucidación sincera y sistemática de un fenómeno de significado histórico tan
grande puede contribuir directamente a mejorar la atmósfera cultural en la que
se genera el odio. Las implicaciones y fortalezas del estudio son tanto
prácticas como teóricas.
Hay
enfoques de la psicología social que refieren a los mecanismos de este tipo de
abdicación al derecho que tienen las personas de asumir su ciudadanía como los
“autores” de Hobbes.
Adorno et al, hablan específicamente del fascismo, pero sus observaciones son
aplicables a cualquier sistema totalitario. Dicen: “la tarea de la propaganda
fascista resulta más fácil cuanto mayor sea el grado de potencial
antidemocrático todavía existente en la gran masa de la gente” (p. 178).
Pero
hay evidencia del conformismo y la tendencia de obedecer, aun en personas que
no dan muestras del síndrome autoritario. Por ejemplo, los experimentos de
Solomon Asch (1961) sobre las condiciones que conducen a la conformidad, y
luego los de Serge Mosocovic (1981) en que éste examina las condiciones que
permiten romper el círculo vicioso de acuerdos tácitos y producir algo que
llamó las “minorías activas”, es decir, individuos o grupos minoritarios que
rompan la armonía impuesta por la mayoría dominante. Normalmente esta
influencia es vista como liberadora, en el sentido de romper la conformidad y
el silencio impuestos por el poder dogmático. Sin embargo, Moscovici (1983)
igualmente advierte que el efecto de la minoría activa puede conducir a la
aceptación de creencias no tan liberadoras, como aquellas que promueven algunos
cultos y enfoques extremos. Ocurre un “sleeper effect” (efecto retardado) en
que, en el momento de su emisión, un mensaje “no influye al oyente, pero puede
actuar con un retraso temporal, por ejemplo, de dos semanas o incluso dos meses
después de la emisión” (Moscovici, 1983, p. 696). Este proceso incide en la
formación de cultos y grupos extremos donde pueden desarrollarse creencias entre
los miembros que serían consideradas totalmente improbables en otros ambientes
(como el mundo plano y las visitas de los OVNIS).
Regresando
a Hobbes, la disposición a renunciar voluntariamente y sin coerción a la
potestad ciudadana no pareciera creíble. En el Siglo XX, sin embargo, muchos
alemanes apoyaron a la naciente dictadura de Adolph Hitler, y en la segunda y
tercera décadas del Siglo XXI en los Estados Unidos, una clara mayoría de
ciudadanos votaron por un presidente cuyas declaraciones previas a su victoria
eran patentemente antidemocráticas. Antes, los tiranos emergían de sistemas ya
autoritarios y sus gobiernos pueden describirse como una aumentada decadencia o
un deterioro de situaciones ya iniciadas.
En
contraste con la solución dada por Hobbes para lograr la paz y el bienestar, ha
habido entre los humanos diversos sistemas sociales de control compartido. La
tarea de elaborar modelos de consciencia y participación cívica sigue
inacabada. No faltan paradigmas, podemos mencionar la democracia ateniense, la
Confederación Iroquesa, la consulta íntima en los grupos nómadas, los cantones
suizos y las asambleas de los vikingos. Y esta lista no incluye el nacimiento
de las democracias representativas – a veces monárquicas- después del Siglo
XVIII en los Estados Unidos, Canadá, Inglaterra, Francia y otros países
europeos y Australia. América Latina tiene dos siglos luchando por encontrar un
modelo de democracia liberal apropiado para sus sociedades. Algunos ciudadanos
de países como la India, Irán y varias naciones africanas también intentan
escapar de absolutismos y despotismos.
La
empatía y las psicopatías del poder
En
esta sección haremos unas reflexiones sobre la empatía
y su conexión contradictoria con las personalidades que exhiben las sombras del
afán de poder. Estas dos orientaciones existenciales son como antinomias que
existen como significados extremos en un continuo que refiere al poder: donde
haya empatía, difícilmente puede haber motivaciones de dominación y sadismo. Pero
estas dos posturas existenciales, vistas de manera global, son claves para
entender las relaciones humanas y sus manifestaciones sociopolíticas. Para
entender las psicopatías del poder, primero hay que entender la empatía: las
primeras pueden ser entendidas como la ausencia de la segunda.
La Empatía
Como
señalo Cronick (2024b) la empatía puede considerarse como la capacidad que
tienen las personas para verse en el “espejo” de los demás, es decir, la
condición en que las emociones de un individuo comienzan a reflejarse en las de
otra persona, y éste actúa con compasión hacia el primero.
La
empatía puede enseñarse, y se puede proponer la construcción consiente de una
cultura de empatía como un remedio para las psicopatías del poder.
Evidentemente se trata de una propuesta pocas veces vista en un patrimonio
histórico en el que las guerras, las conquistas y las tiranías han sido la
norma, y los héroes castrenses superan en fama y estima a los luchadores de la
concordia. Los aedos de antes y los narradores contemporáneos prefieren
celebrar a Aquiles o a Luke Skywalker o al Capitán América. Estas figuras quedan con más
ahínco en la memoria popular que Mahatma Gandhi o Nelson Mandela.
Todas
las personas tienen una capacidad innata que las hace sensibles a los procesos
emocionales de los demás. Algunos individuos pueden tener más sensibilidad que
otros al respecto.
La
empatía tiene, además, implicaciones genéticas y anatómicas. Dice Riess:
La
teoría de la imitación interna de las acciones de los demás en el observador ha
sido apoyada por la investigación del cerebro. La resonancia magnética
funcional ahora demuestra la existencia de un mecanismo de relevo neuronal que
permite a los individuos empáticos exhibir una imitación inconsciente de las
posturas, manierismos y expresiones faciales de los demás. Los pacientes imitan
inconscientemente las acciones y expresiones faciales de los demás a través de
mecanismos cerebrales que reflejan las acciones de los demás estimulando las
mismas áreas motoras y sensoriales en el cerebro de los observadores que la
persona que están observando. Esta capacidad de espejo se ha demostrado a nivel
de fibras musculares individuales. Si el músculo de la mano de una persona es
pinchado por una aguja fina, por ejemplo, las mismas áreas motoras y
sensoriales se activan en el cerebro de un observador (2017).
Deepra
Padmanaban (2017) nos informa que ahora se sabe que existe una región en el
cerebro relacionada con la conectividad entre dos regiones cerebrales: es
"la unión temporoparietal, que está involucrada en el pensamiento sobre los
demás, y la circunvolución frontal inferior, una región en el lóbulo frontal
que apoya el pensamiento abstracto como en el caso de creencia y realidad"
(párrafo 5, 2017). Estos recursos anteceden el Homo Sapiens en la evolución
animal; la capacidad de interpretar las intenciones y emociones de los demás, y
los aspectos más finos de la vida social del contorno, han contribuido a la
supervivencia de sistemas enteros de seres vivos desde tiempos evolutivos muy
tempranos.
En
otra ocasión (Cronick, 2024b) hemos explorado la naturaleza de la empatía;
usaremos algunas de estas reflexiones en los siguientes párrafos. Hemos
revisados variados aspectos de la empatía, y basándonos en esta fuente,
referimos a la capacidad que tienen las personas para aprender emociones y
conductas empáticas, e incorporarlas psico y culturalmente en la sociedad. La
razón de este énfasis es que los rasgos más oscuros de aspectos psicológicos
que se orientan hacia el poder pueden ser alterados o aun evitados.
La
empatía es una capacidad innata, pero, como los músculos, las redes neuronales
asociadas con ella pueden potenciarse con el ejercicio, es decir, están sujetas
a las influencias socioambientales y culturales. Inclusive, las personas que
sienten su carencia en sus propias vidas pueden cultivarla (Abramson, 2021). En
ambientes donde se nutre esta capacidad, estas experiencias tienden a ser más
frecuentes. Levett-Jones, Cant y Lapkin (2019) examinaron la efectividad de la
enseñanza de la empatía entre estudiantes de enfermería. Encontraron que fue
más efectiva en intervenciones inmersivas y experienciales basadas en
simulaciones que emplearon juegos de roles. En otras palabras, hubo mayor
aprendizaje cuando las condiciones asemejaban los contextos normales de
interacción social.
Riess
(2017) también observa que las investigaciones han demostrado que esta vital competencia
humana es mutable y se puede enseñar. Cronick (2024b) nos recuerda que hoy en
día es frecuente encontrar en el Internet videos sobre el aprendizaje de esta
destreza. Hay una serie en la televisión llamada “Convictos y Pitbulls”
(Drachkovitch y Lucas, 2009) en la cual presos en una cárcel aprenden a cuidar
y amar a perros violentos, aprendiendo ellos mismos a sentir emociones
empáticas. En Abramson (2021) se puede encontrar recomendaciones de autoayuda
para quienes quieren desarrollar esta capacidad en sí mismos.
Por
el contrario, en las situaciones en que se ignora o se suprime la empatía ella tiende
a desaparecer. Bleiker y Hutchison (2021) la examinan en escenarios donde ha
habido conflictos políticos y guerras. Exploran también su papel en los
procesos de reconciliación después de los conflictos. Es decir, los autores
revisan tanto las condiciones que disminuyen las experiencias de empatía como
las que las aumentan. Dicen Bleiker y Hutchison que las emociones
desencadenadas por el conflicto a menudo perpetúan los antagonismos existentes.
El capítulo muestra cómo el uso activo de la empatía puede promover formas
alternativas de reducir los conflictos. Los autores revisan el papel que tiene
el arte, y el teatro en particular, para la construcción de la paz en Sri
Lanka. Una apreciación activa de todo el espectro de emociones engendradas por
la guerra, incluyendo la compasión, puede facilitar formas de sanación social y
reconciliación.
El
afán de poder, adulación y la carencia de empatía
Las
personas que están motivadas a buscar el poder sobre los demás, y que desean la
adulación de las masas, pueden padecer de ciertas configuraciones o trastornos
de la personalidad.
El
problema de la clasificación de estos casos como patologías individuales es que
la disciplina de la psicología no está clara sobre sus etiologías, sus
características, sus efectos y su incidencia en la población. Se trata de una
investigación incompleta y en proceso. Es más, aun la identificación y
diagnóstico de algunas de las patologías reconocidas por la psicología desde hace
tiempo carecen de claridad como “enfermedades afectivas” o trastornos que
pueden ser diagnosticados, y etiquetas, y que pueden ser empleadas para
describir definitivamente a una persona.
Por
ejemplo, Delroy Paulhus y Kevin Williams (2002), cuyo artículo revisamos en
mayor detalle abajo, hablan de la validación estadística de tres patologías del
poder, la “Triada Oscura” del maquiavelismo, el narcisismo subclínico y la
psicopatía subclínica. Evaluaron a una pequeña muestra de 245 estudiantes, encontrando
sólo moderadas inter-correlaciones entre los constructos. Llegaron a la
conclusión de que la Tríada Oscura de personalidades, tal como se mide
actualmente, está constituida por construcciones superpuestas pero distintas.
Es decir, se trata de ideas interesantes, y posibles descriptores, pero no
pueden postularse como elementos diagnósticos. Se puede decir lo mismo sobre
otras propuestas en la literatura de “trastornos de poder”.
En
este ensayo hacemos un recorrido de la literatura al respecto, e investigamos
hasta qué punto pueden aplicarse a ciertos personajes históricos que han
abusado de sus puestos de poder. Pero al final, va a ser necesario emplear estos
descriptores psicológicos y psiquiátricos como adjetivos que caracterizarían a estos
personajes y que tendrían sólo un cierto valor predictivo. No pretendemos declarar a estas personas como
portadores de alguna condición determinada. Sin embargo, podemos hablar de
tendencias, decisiones existenciales y maneras de vivir y de tratar a los
demás. Son decisiones tomadas en la niñez y la juventud que son difíciles de
abandonar en la edad adulta. Estas decisiones, entonces, dan la base para
considerar a algunas personas como crueles “por naturaleza”.
Además,
al identificar estas tendencias en el liderazgo, es importante enfatizar que el
líder no puede actuar sólo. Siempre está acompañado por aliados, ejecutores, valentones
y seguidores que posibilitan su autoridad. Estos seguidores pueden mostrar las
mismas tendencias de personalidad que tienen sus líderes, y ellas facilitarían
su participación en actos no empáticos.
Con
las limitaciones así señaladas, a continuación, hacemos una revisión de la
literatura sobre algunas propuestas de trastornos de poder.
Como
hemos señalado, en el caso de individuos con trastornos como las llamadas psicopatologías,
el tipo de escenario en que pueden desempeñarse es importante. Ellos buscan
carreras en las instituciones y lugares donde la estructura organizacional les
permite ubicarse en posiciones de autoridad. Pilar Bardera (2022) habla de esta
atracción, donde existen estructuras socio-económicas y políticas en que las
posiciones de poder ya están incorporadas; allí pueden satisfacer su necesidad
de dominación y control sobre otras personas.
Es
importante resaltar el papel de estos escenarios porque pueden influir incluso
en personas que carecen de estos síndromes. Bardera recuerda a los experimentos
de Zimbardo en la Universidad de Stanford (Zimbardo, Haney, Banks y Jaffe,
1986) en que personas -que no habían presentado estos rasgos anteriormente-
fueron asignados roles dentro de una cárcel ficticia, inventada para estudiar
el efecto de los roles que implican autoridad. Zimbardo encontró que el poder
influye de tal manera que es posible que cualquier persona pueda volverse
emocionalmente fría y distante, “menos empática y más centrada en sí misma” (Bardera,
p.4). Y la autora observa que “Por ello,
no resulta difícil pensar en lo que les sucede a las personalidades
narcisistas, antisociales (personas que tienden a hostigar, manipular o tratar
con crueldad e indiferencia a los demás, sin culpa ni remordimiento) o
histriónicas (personas teatrales, que usan la dramatización para ser el centro
de atención), que ejercen posiciones de liderazgo” (ibid.).
Según
Bardera muchos de los líderes históricos han padecido de algún trastorno. Para
citar tres casos mencionados por ella:
[…]
Churchill sufría un trastorno bipolar (enfermedad mental que causa cambios
extremos en el estado de ánimo, que van desde la manía a la depresión, y que le
habían hecho ganarse la fama de gruñón y persona de mal carácter) y Roosevelt
un trastorno depresivo (trastorno caracterizado por una tristeza constante, que
afecta a las emociones, a los pensamientos y a la conducta), por su parte,
Stalin, padecía un trastorno paranoide (caracterizado por un patrón de
desconfianza y suspicacia, que le hacía creer, entre otras cosas, que le
querían matar) (p.8).
Algunos
trastornos son más peligrosos que otros en el sentido de su capacidad para
engendrar malestar y aun tragedias para quienes son afectados por liderazgos
“oscuros”. La propuesta ya mencionada, la “Triada Oscura” (Dark Triade) es una
teoría psicológica de la personalidad, publicada por primera vez por Delroy L.
Paulhus y Kevin M. Williams en 2002. Esta teoría describe tres tipos de
personalidad que son agraviantes, pero no patológicas: el maquiavelismo, el narcisismo
subclínico y la psicopatía subclínica. Son tipos de personalidad que no son
consideradas explícitamente patológicas, pero tampoco representan
personalidades saludables y empáticas. Son capaces de producir mucho daño
social.
La
psicopatía tiende a asociarse con la violencia, incluso con crímenes tan graves
como el homicidio en serie. Una página web,
“Psicología Ya.com” (2021) distingue entre la psicopatología
y el narcisismo:
Origen: Mientras
que el narcisismo se centra en la necesidad de admiración y validación, la psicopatía
se relaciona con la falta de empatía y la propensión a comportamientos
antisociales.
Emociones: Los
narcisistas pueden experimentar emociones como la vergüenza o la humillación,
mientras que los psicópatas muestran una notable ausencia de sentimientos de
culpa o remordimiento.
Relaciones
interpersonales: Los narcisistas buscan
la admiración y el reconocimiento de los demás, mientras que los psicópatas
pueden establecer relaciones superficiales basadas en la manipulación y el
control.
En
ambos casos pueden darse episodios sádicos y un comportamiento depredador y
tóxico. Y las personas afectadas pueden buscar posiciones profesionales y
políticas en las cuales puedan satisfacer sus necesidades de adulación y el
ejercicio de poder. Según Sandra Silva (2021) el trastorno narcisista de la
personalidad se encuentra en aproximadamente 1% de la población. Es un
trastorno que afecta más a los hombres que mujeres; estas personas muestran una
prepotencia exagerada, falta de empatía y una gran necesidad de admiración. Están
atraídas por el poder y el prestigio.
Estas
personas no eligen esta condición de manera evidente. Probablemente, en ciertos
momentos en la formación de su personalidad se vieron en la necesidad de
defenderse contra agresiones sociales, y estas experiencias contribuyeron al desarrollo
de la psicopatología y el narcisismo de manera determinante en sus
personalidades. Son características que se asocian con influencias ambientales
y culturales, y con experiencias infantiles como el vínculo entre padres e
hijos. Según Sandra Silva un niño puede sufrir un evento traumático,
negligencia y abandono, críticas excesivas de un ser querido, e inclusive,
mimos y alabanzas excesivas, y estas experiencias pueden desencadenar
reacciones defensivas. También propone que puede haber antecedentes médicos de desórdenes
de personalidad narcisista en la familia.
Silva
señala que hay diferentes tipos de narcisismo, pero por general las
manifestaciones incluyen: grandiosidad y presunción, un fuerte sentido de
derecho personal, una tendencia a explotar a los demás, y una falta de empatía.
Juan
Luis Linares (2007) también enfoca el concepto de la personalidad desde el punto
de vista relacional. Define esta dimensión en términos de “un diálogo entre
pasado y presente, y encuadrada por un substrato biológico y por un contexto
cultural”. Según Linares la personalidad sigue siendo un fenómeno individual.
Sin embargo, considera que las personas son moldeadas y definidas por la
relación que tienen con el mundo y sus semejantes en un diálogo entre el pasado
y el presente donde son un producto de una historia personal.
Linares
propone un sustrato biológico que subyace todas las particularidades
individuales en el sentido de “ciertas predisposiciones a desarrollar
determinados rasgos de personalidad”. Sin embargo, dicho sustrato se desarrollaría
dentro de los contextos culturales en que los niños se crían. Según el autor
hay, incluso, mitologías “que priorizan unos rasgos de personalidad sobre
otros, condicionando su adscripción al patrimonio psicológico de sus miembros.”
Linares
dice que el aspecto más importante en la crianza de un niño “es la vivencia
subjetiva de ser amado.” Pero el amor es siempre complejo, aunque nutritivo, y
tiene aspectos tanto cognitivos y emocionales como pragmáticos que pueden ser
conflictivos. Si al niño le falta una nutrición amorosa, o sufre de la
descalificación de su individualidad, puede tener dificultades en la
construcción de la personalidad. Estas dificultades pueden manifestarse luego
en trastornos psiquiátricos.
La
psicopatía es una condición ligada al abuso de poder. Linares cita a Emil
Kraepelin, quien en 1915 introdujo el término Personalidad Psicopática, que, en
su tiempo tuvo connotaciones biológicas. Describía a un ser amoral, cuyo
destino sería la cárcel o el manicomio. Esta representación tuvo eco en los
años 30 y 40 del siglo XX en Alemania, pero tuvo componentes ideológicos que
luego fueron modificados en los Estados Unidos para describir personajes como
la figura mafiosa de Al Capone de los años 30 del siglo XX cuando la
prohibición de la producción de bebidas alcohólicas generó grandes mafias
criminales que se dedicaban a su producción y venta ilegales.
Siguiendo
a Linares, luego el término psicópata se asoció con la idea del síndrome o
trastorno borderline, o Trastorno Límite de Personalidad, con que se
pretendía crear una categoría entre psicosis y neurosis. Esta nueva categoría
no tuvo implicaciones genéticas, pero sí, contenidos psicoanalíticos.
Finalmente,
Linares describe como los trastornos de personalidad fueron incorporados por la
American Psychiatric Association (Asociación Psiquiátrica Estadounidense), en
sus manuales como el Eje II, “propio de los trastornos de la personalidad,
distinto del Eje I, que corresponde a los trastornos clínicos”. Linares cita
así las categorías diagnósticas: El Eje II del DSM-IV-TR (American
Psychiatric Association, 2000) distingue tres grupos de Trastornos de la
Personalidad:
Grupo
A: Trastorno Paranoide, Trastorno Esquizoide y Trastorno Esquizotípico de Personalidad.
Grupo
B: Trastorno Antisocial, Trastorno Límite, Trastorno Histriónico y Trastorno
Narcisista de Personalidad.
Grupo
C: Trastorno por Evitación, Trastorno por Dependencia y Trastorno Obsesivo-Compulsivo
de la Personalidad.
Los
trastornos de la vinculación social, son los que interesan más a Linares, debido
a sus sustratos relacionales provenientes de las historias familiares de las
personas afectadas. De allí pueden relacionarse con la delincuencia y el crimen.
Hemos
recorrido los términos más empleados por la psicología y la psiquiatría para
describir las personas que buscan desmedidamente oportunidades y situaciones
para ejercer y abusar del poder. Así hemos dejado un fundamento para analizar a
ciertas personalidades particulares. Los cuatro personajes que analizaremos a
continuación son bien conocidos y han sido objetos de múltiples análisis, algunos
de los cuales citaremos en la siguiente sección de este ensayo. Hemos elegido
dos líderes de la antigüedad y dos del Siglo XX para enfatizar que se trata de
una situación que ha acompañado a la civilización humana desde hace muchísimo
tiempo.
De
nuevo, reiteramos que no pretendemos realizar diagnósticos psicológicos de
estos personajes. Nuestro propósito se limita a señalar tendencias preocupantes
en el liderazgo para abrir un diálogo al respecto. Y como señalamos arriba, es
necesario pensar, no sólo en la personalidad del líder, sino también en las
necesidades que él satisface entre sus seguidores. El líder no actúa en un
vacío social. Es importante señalar sus características “oscuras” para poder
deliberar y razonar públicamente sobre ellas, y para poder plantear remedios y
soluciones.
Nuestra
estrategia de análisis tiene tres etapas:
a)
ofrecer biografías cortas de los cuatro personajes, dentro del contexto de su
tiempo y su cultura,
b)
extraer de estas biografías aspectos específicos relacionados con cuatro rasgos
de personalidades orientadas por el poder (antecedentes familiares, prepotencia
exagerada y una gran necesidad de admiración, la falta de empatía y episodios
sádicos y maquiavelismo).
c)
examinar el significado de estos rasgos como un conjunto psicológico y social y
reflexionar sobre maneras de evitar su desarrollo.
3. ALGUNAS
PERSONALIDADES HISTÓRICAS QUE REPRESENTAN LAS PSICOPATÍAS DEL PODER
Agamemnón
de Micenas
Agamemnón
es una figura semi-histórica, pero su presencia como un modelo de un regente de
poder ha sido una influencia y una advertencia sobre el abuso de la autoridad
desde hace tres milenios. Su vida ha sido descrita en diversas obras griegas
(por Homero en “La Ilíada”, por Esquilo en la trilogía, “La Orestíada”.
Sófocles escribió “Electra”, cerca al año 418 a.C., y Eurípides
lo caracterizó con toda su brutalidad en ”Ifigenia en Tauris” (414 a.C.) y
en “Ifigenia en Áulide (409 a.C.)”. La
leyenda de Agamemnón no es el testimonio de una figura verificable
históricamente. Como dice Cronick:
La
historia de los helenos se pierde en las brumas de las leyendas, pero los
relatos, pasados oralmente de poeta en poeta por cientos de años, crea una
impresión sorprendentemente coherente. El más famoso de ellos, Homero, el bardo
ciego del siglo VIII a. C., [….] está firmemente situado como el rapsoda, o
cantor principal de la antigüedad greca; era el cantor que supo crear poemas
épicos a partir de los muchos cantos dispersos que había en este entonces sobre
el asedio de Troya [….] (2024a).
La
Ilíada, una de las obras principales de Homero, es una de las fuentes de lo que
sabemos sobre los griegos que pelearon en Troya en el segundo milenio a.C. El poeta deja entrever la esencia de esta
embestida bélica y del carácter de los hombres que participaron en ella. Fue
una tragedia para casi todos sus participantes, donde las voluntades humanas y
divinas se chocaron y terminaron produciendo un destino que nadie realmente
hubiera querido (Cronick, 2024a). A pesar de ser un posible personaje fictivo,
Agamemnón, rey de Micenas, ha sido desarrollado con mucha credibilidad
psicológica por Homero.
Los
antecedentes afectivos de la familia de Agamemnón son atroces. Agamenón pertenecía a la Casa de Atreo, la
cual se remonta hasta Tántalo, un rey mitológico de Lydia. Tántalo mató a su
propio hijo, Peplos, y lo ofreció cocido como un guiso para los dioses. El
padre de Agamenón, Atreo, repitió el mismo crimen: mató a los hijos de su
hermano Tiestes, y se los ofreció como un guiso en un banquete para vengarse de
una ofensa. Tiestes comió el guiso sin saberlo, hasta que Atreo hizo traer las
cabezas de sus sobrinos para que Tiestes se diera cuenta de que había comido a
sus propios hijos. Con estos ancestros, Agamemnón se crio y se formó.
Tenía
ascendencia divina, pero de una herencia violenta de asesinatos y macabras
historias. Tal vez por esta razón él mismo también fue violento y sin compasión
con su familia, asociados y soldados. El único afán en su vida era el logro y el
mantenimiento del poder como rey y como conquistador militar. Por ejemplo, cuando
se casó con la viuda Clitemnestra de Esparta, para apropiarse de su reino,
cuenta la leyenda que arrojó el recién nacido de ella, hijo de su previo esposo,
contra unos peñascos para que ella no tuviera más descendencia que la suya.
Agamemnón
era rey de Micenas, pero tenía ambiciones mayores y quiso conquistar nuevos
territorios. Se fijó en Troya. El pretexto de la guerra era el “rescate” de
Helena, la esposa del hermano de Agamenón, Menelao, rey de Esparta, que había
escapado a Troya con su amante París. Es probable que la razón última de la
guerra fuera el deseo de Agamemnón de apoderarse de las rutas de acceso, y a los
recursos del mar Negro y al botín que ofrecía Troya. Como señala Martínez
(2024), en la Ilíada Homero cuenta que Agamenón contribuyó a la armada griega
con cien navíos, además de donar otros tantos a sus aliados del interior,
mientras otros reyes como Néstor de Pilos o Diomedes de Argos aportaban noventa
y ochenta cada uno.
Cuando
el ejército griego, dirigido por Agamenón, estaba esperando en la costa de
Aulis para navegar hacia Troya, no hubo viento para las velas de sus barcos.
Había unos cuantos ejércitos en la playa por varias semanas sin nada que hacer,
y la situación estaba tensa. Finalmente, el sacerdote Calcas anunció que la
diosa Artemisa solo los permitiría zarpar si Agamemnón sacrificara a su hija
Ifigenia. Esta historia fue recogida en
dos obras por Eurípides: Ifigenia en Aulis, y en Ifigenia en Tarude en el Siglo
VI a.C.
En
la primera, Ifigenia en Aulis, Agamenón engaña a su hija diciéndole que va a
casarse con Aquiles, y que debe viajar a Aulis para el matrimonio. Ella,
encantada, acepta, pero al llegar allí se entera que le han mandado a buscar
sólo para sacrificarla para que las tropas puedan partir a Troya. Después
acepta el sacrificio como un deber patrimonial. Es conducida al altar donde
muere. Como resultado los vientos vuelan y los navegantes salen. Es como si los ejércitos
requiriesen derramar sangre real antes de ofrecer sus propias vidas.
En
Troya Agamemnón era un líder despótico pero débil. Al final, todos perdieron.
No quedaron ni rastros de Troya. Muchos de los héroes griegos murieron. Los
sobrevivientes regresaron a sus casas con algo del botín, pero con pocas
ganancias, pero esto sí: habían forjado un territorio griego.
Clitemnestra
nunca perdonó a Agamenón. Con su esposo lejos en Troya, ella tomó un amante,
Egisto. Egisto y Clitemnestra gobernaron a Micenas en los diez años de la
ausencia del rey. Al regresar, los dos lo mataron. En venganza, Orestes, el
hijo de Clitemnestra mata a su madre y Egisto, pero se vuelve loco como resultado.
Julio
César
Cayo
Julio César también ha sido objeto de muchas reflexiones. Es una figura
histórica y autor que ha escrito dos obras sobre su propia vida y hazañas. “Las
Guerras Gálicas”, es una crónica de actividades militares de parte de los romanos
en lo que hoy es Inglaterra, Francia y Alemania. También escribió “Comentarios Sobre
la Guerra Civil” en la que relata sus combates con Pompeyo. Ha sido sujeto de
la obra “Julio César” de William Shakespeare y abundantes libros en los tiempos
modernos.
Se
sabe poco de la infancia de Cayo Julio César. Nació en el año 44 a.C. así que
su niñez ocurrió en el tiempo de la "Guerra de los Aliados (91-88 a.C.)”,
y su familia tiene que haber sentido los efectos de ella. Miembros de su
familia extendida participaron en el conflicto, entre ellos su padre. Hubo
violencia entre las familias poderosas, y cuando su tío Cayo Mario y el hombre
más fuerte de Roma Lucio Cornelio Cinna lograron dominar la ciudad, varios
familiares lejanos de Julio César fueron ejecutados. Es decir, podemos suponer
cierta zozobra en su crianza debido a la guerra y la competencia entre su tío y
Cinna.
Julio
César era una personalidad autoritaria y a veces injusta. Es difícil categorizarlo
como “tirano” en el sentido llano del término porque nunca llegó a ser un
dictador. Dedicó su vida entera a la adquisición del poder, siempre a niveles
más altos dentro de la jerarquía romana, y aspiraba destrozar las limitaciones
impuestas sobre el ejercicio ilimitado del poder por las leyes de la República.
Sin embargo, César mejoraba la condición de vida de los romanos cuando podía
hacerlo, como cuando era pontifex en Hispania, por ejemplo. Se puede argumentar
que sus acciones a favor de la población menos privilegiada eran actos de un
populista. Es probable.
César
mantuvo una sostenida búsqueda del poder, y siempre aspiraba a ocupar niveles
más altos de autoridad. Quería ser dictador de toda Roma hasta que lo
asesinaron; sus verdugos alegaban que actuaban para preservar la República de
estas aspiraciones de poder. Bruto, su hijo adoptivo y también uno de sus
asesinos, dijo que lo hizo: “No fue porque amaba a César menos, sino porque
amaba a Roma más” (Shakespeare, 1599/ s/f). De esto hablaremos en mayor detalle
más adelante.
Existen
diferentes tipos de tiranías: hay tiranías personales (donde el poder se
concentra en una sola persona), las tiranías de partido (donde el poder está en
manos de un partido único) y las tiranías militares (donde el poder es ejercido
por el ejército). Desde varias fuentes se puede encontrar la mano de César en
todos ellos.
En
la obra Vidas Paralelas de Plutarco tenemos un buen retrato de Cayo Julio César.
Los autores Fernández y Tamaro siguen este relato muy de cerca en una
contribución a “Biografías y Vidas”. A continuación, revisaremos la biografía
de César que nos ofrece este último artículo, y ocasionalmente refiramos al
mismo Plutarco.
Temprano
en su vida, siendo todavía adolescente, el padre de César murió. El joven
decidió, no sólo hacerse cargo de su vida de manera independiente, sino
dirigirla hacia la conquista de influencia y poder. Tenía entonces quince años
en el año 85 a.C. A pesar de su juventud, uno de sus primeros actos fue casarse
con Cornelia, hija de Cinna, uno de los dirigentes más poderos de Roma (junto
con Cayo Mario, su tío) del partido popular. Cinna, en ese entonces, era el
hombre todopoderoso en Roma. Este matrimonio fue claramente un paso hacia el
poder, porque entre la pareja no había lazos de afecto.
Tres
años antes, el cónsul y general romano Sila había regresado victorioso a Roma
después de conquistas militares en el interior del Imperio, y haciendo valer su
popularidad y nuevo poder, trató a sus posibles adversarios con gran saña,
ejecutando y desterrándolos, e incautando sus bienes. La República, como
institución regida por leyes y algo de participación popular, casi había
terminado. Sila exigió a César que repudiara su matrimonio con Cornelia debido
a los lazos políticos de su familia, pero él “respondió al mensajero de Sila
con una famosa frase ("dile a tu amo que en César sólo manda César")
y optó por el exilio en Asia” (Fernández y Tamaro). Es impresionante que un joven,
todavía adolescente, pudiera responder al hombre más poderoso del Estado, con
tanta imperiosidad. César se alejó de Roma por un tiempo, pero, después de la
muerte de Sila regresó, para volver a irse al darse cuenta de un ambiente
político no favorable para sus ambiciones.
Se
fue para Rodas. En el viaje para llegar allí fue raptado por los piratas que
vivían del rescate que exigían por sus víctimas. Vamos a citar directamente a
Plutarco (1821) para describir su experiencia como "cautivo”, ya que
demuestra una vez más, no sólo la personalidad altanera de César, sino también,
su capacidad de dominar a los demás aun en las situaciones más improbables.
“Lo
primero que en este incidente hubo de notable fue que, pidiéndole los piratas
veinte talentos por su rescate, se echó a reír, como que no sabían quién era el
cautivo, y voluntariamente se obligó a recibir cincuenta. Después, habiendo
enviado a todos los demás de su comitiva, unos a una parte y otros a otra, para
recoger el dinero, llegó a quedarse entre unos pérfidos piratas de Cilicia con
un solo amigo y dos criados, y, sin embargo, [César] les trataba con tal
desdén, que cuando se iba a recoger les mandaba a decir que no hicieran ruido.
Treinta y ocho días fueron los que estuvo más bien guardado que preso por
ellos, en los cuales se entretuvo y ejercitó con la mayor serenidad, y,
dedicado a componer algunos discursos, teníalos por oyentes, tratándolos de
ignorantes y bárbaros cuando no aplaudían, y muchas veces les amenazó, entre
burlas y veras, con que los había de colgar, de lo que se reían, teniendo a
sencillez y muchachada aquella franqueza. Luego que de Mileto le trajeron el
rescate y por su entrega fue puesto en libertad, equipó al punto algunas
embarcaciones en el puerto de los Milesios, se dirigió contra los piratas, los
sorprendió anclados todavía en la isla y se apoderó de la mayor parte de ellos.
El dinero que les aprehendió lo declaró legítima presa, y, poniendo las
personas en prisión en Pérgamo…. (Plutarco, Vidas Paralelas, Julio César,
sección 3).
César
regresó a Roma. Fue nombrado pontifex maximus y luego fue enviado como
propretor a Hispania donde se enriqueció personalmente y favoreció los
intereses romanos en la provincia. Regresó de nuevo a Roma en el año 60 a.C..
Seguía ascendiendo en el poder y pasó a formar parte de un triunvirato, junto
con Craso y Pompeyo. Para este entonces César era uno de los hombres más
importantes de Roma.
César
sabía atraer el apoyo de la población. Favoreció
una legislación progresista que tenía una base agraria. Repartió tierras a los
veteranos y dio asentamiento a colonos en tierras conquistadas, y por unos
cinco años comandó tres legiones en las provincias de las Galias. Regresó
triunfante a Roma lleno de esclavos y oro.
Su
libro, Las Guerras Gálicas, es más que todo una descripción de sus hazañas
militares. El propósito era aumentar su propia reputación como general, no
analizar la situación en los territorios conquistados, ni lo adecuado de sus maniobras
castrenses.
Napoleón
III hizo algunas anotaciones a sus escritos. En un caso, en el Libro 3,
reflexionó sobre la ética de las tropas romanas:
NOTAS
DE NAPOLEÓN AL LIBRO III 1. No puede menos de abominarse la conducta observada
por César con el Senado de Vannes. Estos pueblos no se habían sublevado; habían
entregado rehenes; habían hecho promesa de mantenerse al margen de toda
contienda; pero estaban en posesión de su libertad y de todos sus derechos.
Habían dado, ciertamente, motivos a César para hacerles la guerra, pero no para
violar el derecho de gentes ni para abusar de la victoria de manera tan atroz.
Esta conducta no era justa y menos aún política, porque tales medios nunca
conducen a nada práctico y sólo se consigue con ellos exasperar y sublevar a
los pueblos. El castigo de algunos jefes es todo lo que autorizan la política y
la justicia; el buen trato a los prisioneros es una de las reglas importantes
que se deben observar. Cap. XVI.
En
otra anotación Napoleón arrojó dudas sobre la gloria de las conquistas en La
Bretaña y Galia. Dijo:
La
Bretaña, esta provincia tan grande y tan difícil, se sometió sin oponer una
resistencia proporcionada a su poder. Lo mismo sucedió con la Aquitania y la
baja Normandía [….] Nada hay más opuesto al espíritu nacional, a las ideas
generales de libertad, que el espíritu particular de familia o de caserío. De
estas divisiones resultaba además que los galos no poseían ningún ejército
regular permanente experimentado, y, por consiguiente, ningún arte ni ciencia
militar. Por esto, si la gloria de César estuviese sólo cimentada sobre la
conquista de las Galias, podría dudarse de su legitimidad. [….] Cap. XXVII.
A
pesar de las críticas, César regresó a Roma triunfante. Luego de un tiempo en
la ciudad, fue a Egipto para controlar un enfrentamiento entre los faraones
reinantes, los esposos Ptolomeo XIII y Cleopatra VII. César se alió con
Cleopatra y ellos mantuvieron una intensa y famosa relación amorosa que ha sido
celebrada en varias obras literarias, incluyendo a la obra teatral de William
Shakespeare. César entregó el trono exclusivamente a Cleopatra, pero la
presencia de las tropas romanas en el palacio y la rivalidad de Ptolomeo XIII,
motivó resistencia en el pueblo. César resistió por unos meses, y finalmente, ayudado
por Mitridates de Pérgamo, pudo vencer a las tropas egipcias. Cleopatra se
trasladó después a Roma, donde vivió como la concubina de César hasta la muerte
de él.
Después
de su regreso a Roma fue el hombre más poderoso del mundo mediterráneo. “Se había
cumplido el sueño de su juventud: la totalidad del poder, dentro del marco
legal de la república (Fernández y Tamaro, 2004). No buscó venganza y siguió
con políticas populistas de asentamientos agrarios y apoyo a los colonos. Dicen
Fernández y Tamaro que:
“…aumentó el número de fiestas populares,
aunque cuidándose de no incurrir en gastos ruinosos para el Estado; dispuso
normativas económicas y financieras que protegían a los menos fuertes, trató de
morigerar el lujo de los poderosos y limitó los gastos en banquetes; diseñó
profundas transformaciones políticas, dictó leyes que ampliaban la ciudadanía
romana a capas más vastas de la población, y comenzó a pensar en un mundo
distinto al hasta entonces conocido dentro de los límites de la ciudad romana.”
Hubo,
sin embargo, resistencias. Muchas familias patriarcas temían la terminación no
sólo de la República, sino también de su influencia propia. Casio, Bruto y
Casca comenzaron a pensar en asesinarlo. La ironía era que dos de sus verdugos
eran allegados suyos: Bruto era un joven querido por César y lo había adoptado
como hijo. También Casio había luchado junto a César. Casca, sin embargo, era
un tradicional enemigo de Julio César.
César
asistió al Senado el día 15 de marzo del año 44 a.C. (los idus de marzo).
Alguien retuvo a Marco Antonio, su aliado y con seguridad su defensor, en la
antesala del Senado. Relatan Fernández y Tamaro:
Una
vez adentro, lo rodearon y lo atacaron con sus puñales y dagas. Según la
tradición, ante la puñalada de Bruto, César exclamó ‘kai su teknon’, frase en
griego que posteriormente se latinizó en la famosa ¡tu quoque, fili mi! (¡tú
también, hijo mío!). César emitió un quejido a la primera puñalada, luego se
mantuvo en silencio.
Vale
añadir a este relato referencias al discurso fúnebre de Bruto tal como fueron
elaborados por William Shakespeare. Es famoso porque describe no sólo los
motivos de los asesinos sino la personalidad de César. Bruto, hablando con las
personas fuera del Senado después del asesinato dijo:
Tened
calma hasta escucharme. Romanos, paisanos y amigos míos. Oídme defender mi
causa, y, para mejor oírme, callad. Creed en mi honradez y respetad mi honra, a
fin de que me creáis. Censúreme vuestro buen juicio y avivad vuestros sentidos
para juzgar de mí con mayor acierto. Si hubiere alguno entre los presentes que
entrañable amistad profesara a César, a él le digo que la amistad de Bruto a
César no era menos entrañable que la suya. Así, pues, si este amigo preguntare
por qué razón Bruto se alzó contra César, he aquí mi respuesta: No fue porque amaba
a César menos, sino porque amaba a Roma más. ¿Prefirierais que César viviera y
morir esclavos, a que esté muerto César y vivir libres? Porque fue mi amigo, lo
lloro. Porque afortunado fue, lo celebro; porque fue valiente, lo honro; porque
fue ambicioso, lo maté. Lágrimas tuve para su amistad; regocijo por sus
triunfos; encomios para su valor, y muerte para su ambición. ¿Quién hay aquí
tan abyecto que quiera ser esclavo? Si hay alguno, que hable, pues a él he
ofendido. ¿Quién hay aquí tan necio que no quiera ser Romano? Si hay alguno,
que hable, pues a él he ofendido. ¿Quién hay aquí tan vil que no ame a su
patria? Si hay alguno, que hable, pues a él he ofendido. ¿Quién me responde?
(Shakespeare, escena 2)
Bruto,
según Shakespeare, actuó por razones patriotas, para salvar a la República de
las ambiciones de César. La ironía de este momento histórico es que, a raíz del
asesinato de César, Roma se lanzó a una guerra civil que finalmente se resolvió
con la investidura de su sobrino nieto, Octavio, como el primer emperador de
Roma, con el nombre de César Augusto.
Iósif
Vissariónovich Dzhugashvili (Stalin)
Stalin
era un revolucionario marxista-leninista del Siglo XX. También era autor de
numerosos escritos recopilados en el Internet en J.V. Stalin (s/f) como “El
Marxismo y la Cuestión Nacional”. Su vida ha sido objeto de cuantiosas
reflexiones como la de Robert Service. Fue un ejemplo clásico del tirano, y en
su lucha para conseguir y mantener el poder en la Unión Soviética hasta su
muerte en 1953, era responsable de miles de encarcelamientos, muertos y
destierros.
En
este repaso sobre la vida de Stalin seguimos de cerca la redacción del libro de
Robert Service (2008), y el artículo de los Colaboradores de Wikipedia (2024
a). No ha sido posible citar sus textos de manera explícita porque hemos
mezclado y alternado las referencias para construir un tercer texto que resume
la vida de Stalin.
Iósif
Vissariónovich Dzhugashvili, quien el mundo llegó a conocer como Joseph Stalin,
fue un político, revolucionario y dictador en la Unión de Repúblicas
Socialistas Soviéticas (URSS). Nació en 1878 en la Georgia Soviética y llegó a
ser el secretario general del Comité Central del Partido Comunista de la Unión
Soviética entre 1922 y 1952 y presidente del Consejo de ministros de la Unión
Soviética entre 1941 y 1953.
Su
padre era un zapatero, su madre, era una sirvienta georgiana. Dos allegados de
la familia, Yákov Egnatashvili (Koba), mercante local, y Christopher
Charkviani, desempeñaron papeles significativos en su infancia. El matrimonio
de sus padres fue inestable, y llegaron incluso a cuestionar la paternidad de Iósif; probablemente por esta razón su padre empezó a
beber y maltratar a su esposa e hijo. Dos de los hermanos de Iósif murieron.
Además, el niño tenía una salud frágil, nació con sindactilia (dedos unidos por
una membrana) en dos dedos del pie y a partir de los dos años padeció sarampión
y escarlatina, y luego viruela.
En
1886, sus padres pidieron que se le aceptara a Iósif en la escuela de la
iglesia de Gori en el curso que empezaba en otoño. No fue aceptado, pero pudo
estar presente en las clases de ruso que los hijos adolescentes del amigo de la
familia, Charkviani, recibían. En 1888, Iósif ingresó en la escuela parroquial
para hacer el programa educativo obligatorio en Georgia, de dos años. Su nivel
de ruso por entonces le permitió acabar el programa en un año y, en 1889,
comenzó su educación formal, aunque las vicisitudes económicas de la familia le
obligaron a cambiarse de instituciones. Iósif comenzó a hacerse llamar Koba.
Desde entonces será su pseudónimo más conocido después de Stalin. Koba era el
nombre de un montañés legendario de Georgia, protagonista de la novela El
Parricida. Luego ingresó en el Seminario Teológico de Tiflis.
La
relación de Stalin con el movimiento revolucionario comenzó en el seminario.
Stalin se unió a la organización socialdemócrata de Georgia, en la que se
inició en el marxismo. Tuvo varias responsabilidades en la administración
partidista en la región.
En
1900 entra en contacto con Lenin en Tiflis para impulsar la difusión de un
periódico, pero tuvo algunos roces con la Ojrana, la sección especial de la
policía zarista dedicada a la represión política. En este entonces es conocido
como Koba Dzhugashvili; se libró de la redada, aunque su vivienda y su lugar de
trabajo fueron registrados. Tuvo que pasar a la clandestinidad, de la que ya no
saldrá hasta la Revolución de 1917.
Stalin
se adhirió a la doctrina de Lenin de un partido centralista fuerte, de
revolucionarios profesionales. En el período posterior a la Revolución de 1905,
Stalin encabezó los «escuadrones de lucha» en robos de bancos para reunir
fondos para el partido bolchevique.
En
abril de 1917, Stalin fue por primera vez electo por la base del partido para formar
parte del Comité Central. Posteriormente fue nombrado secretario del Politburó
del Comité Central (mayo de 1917); se mantuvo en este cargo por el resto de su
vida.
El
3 de abril de 1922, Stalin fue nombrado secretario general del Partido
Comunista Panruso, un cargo que él posteriormente transformó en el más poderoso
del país. Esta posición dio a Stalin una base de poder suficientemente fuerte
como para permitirle instalar a sus aliados en los puestos claves del partido.
Después de la muerte de Lenin en enero de 1924, Stalin, con algunos aliados,
tomaron el control del partido.
Stalin
usó el control del aparato administrativo del Estado para amasar poder, junto
con sus aliados entre la policía y los comisariados del partido. Ya en la
década de 1920 habían abandonado su idealismo revolucionario.
Stalin
comenzó los planes de colectivización e industrialización que involucró la
expropiación masiva de los medianos propietarios agrícolas (kuláks), lo cual
dio lugar a una gran hambruna en Ucrania que supuso la muerte de varios
millones de ucranianos.
En
la USSR la red de campos de trabajo se amplió y Stalin aumentó su despotismo.
Hubo numerosas luchas de poder, con cientos de ejecuciones, encarcelamientos y
reclusiones en campos de concentración del Gulag. Acusaron a Trotsky de una
conspiración para tomar el poder. Adversarios de Stalin fueron enjuiciados
después de haber obtenido confesiones que eran el producto de torturas. Al
final, la mayoría de los miembros del Comité Central bolchevique habían sido
ejecutados. Trotski fue asesinado en la Ciudad de México en 1940 por Ramón
Mercader, un agente estalinista. La historia de este asesinato fue recogida por
el novelista cubano Leonardo Padura escrita en
2009..
Trató
de eliminar cualquier tipo de oposición: entre 1936 y 1938 organizó
deportaciones contra los principales mandos militares y contra toda oposición
en el seno del Partido. Fueron detenidas más de 1.300.000 personas por motivos
políticos. De ellas casi 700.000 fueron fusiladas. Los agentes de Stalin no
sólo encarcelaron y asesinaron. Aplicaron tormentos físicos y mentales a sus
víctimas, las degradaba de la manera más humillante. Aunque él mismo no golpeó
a los detenidos, en las cárceles alentó las medidas más brutales. Mantuvo incluso
a sus asociados más cercanos quietos por medio de un miedo inmovilizante para
que nadie se alzara en su contra. Es innegable que la
personalidad de Stalin estaba peligrosamente dañada y esta personalidad
contribuyó al Gran Terror.
El
inicio del libro de Robert Service (2008) nos sirve para concluir esta breve
biografía. Dice que Stalin es una de las figuras más sanguinarias de la
historia. Ordenó el asesinato sistemático de miles de personas. En sus años de
poder, desde finales de la década de 1920 hasta su muerte en 1953, personificó
el orden comunista soviético.
La
Revolución de octubre de 1917 dio lugar a una dictadura de partido único que
sirvió de modelo para la transformación de las sociedades en un tercio de la
superficie del globo después de la Segunda Guerra Mundial. Aunque Lenin había
fundado la URSS, fue Stalin quien le dio estructura.
Augusto
José Ramón Pinochet Ugarte
Augusto
José Ramón Pinochet Ugarte era un militar chileno que asumió el cargo en el
golpe de Estado contra el presidente Salvador Allende en el año 1973. Fue un
dictador siniestro que ordenó y cometió miles de crímenes de lesa humanidad en
los 17 años que tuvo el mando en el país. Su vida fue ampliamente descrita por
Mario Amarós (2019).
Mario
Amarós (2019) resume así el legajo de Augusto Pinochet:
En
el Siglo de la Revolución […] Pinochet simbolizó, como nadie, la imagen del
fascismo en América Latina. […] La destrucción de la democracia chilena
conmovió a la humanidad: para toda una generación fue «un momento formativo, de
toma de conciencia moral» [.…] La
derrota militar de la Unidad Popular y de su proyecto de socialismo democrático
y revolucionario, el bombardeo de La Moneda, la inmolación del presidente
Allende […] los asesinatos y fusilamientos, la detención de decenas de miles de
personas en campos de concentración, la clausura del Congreso Nacional y el fin
de las libertades, el exilio y la acción criminal de la DINA transformaron a
Pinochet en un paradigma universal: el arquetipo del villano, un personaje
detestado universalmente, cuyo régimen fue condenado, año tras año, por las
Naciones Unidas (p. 6).
Pero
Damien LIarroqué (2020) pregunta: “¿Quién era realmente Pinochet? A la luz de
[la biografía de Amarós] se puede ver […]
un tonto ambicioso, un general traicionero, un caudillo sanguinario y un
sátrapa corrupto, en fin, no le temamos a las palabras, un bastardo irredimible”
(Larroque, pág. 3).
Larrouqué,
en sus comentarios respecto a la bibliografía que hizo Mario
Amarós sobre Augusto Pinochet, llama a este dictador chileno “la figura más
siniestra de la historia contemporánea de Chile”. Para hacer esta extensa
revisión (casi 800 páginas) Amorós revisó múltiples fuentes incluyendo los
famosos "Archivos del Terror" descubiertos en Paraguay. Comenta que Pinochet, controlaba todas las
instituciones de su gobierno, especialmente las de la inteligencia militar. El
general se jactaba de que él sabía -personalmente- todo lo que pasaba en el
país. A continuación, seguiremos los pasos de esta investigación.
Pinochet
nació en 1915 en Valparaíso en una familia de clase media. Era el mayor de seis
hermanos; su madre era autoritaria, según Amarós. De joven le interesaba las
historias de los grandes conquistadores como Alejandro, César, Napoleón y
Rommel. Su ambición era entrar en la vida militar. Una vez asimilado a las
fuerzas armadas, ascendió con cierta rapidez. Irónicamente fue nombrado
comandante en jefe el 23 de agosto de 1973 por el mismo Salvador Allende tras
la renuncia del general y ministro de Defensa Carlos Prats. Después Pinochet
les asesinaría a ambos.
El
golpe de Estado de 1973 se dirigió contra el presidente electo Salvador
Allende. Hubo en estas conspiraciones intereses internacionales, particularmente
estadounidenses, cuyas fuerzas militares temían el socialismo de Allende. El
oficial que comandó la operación no era Pinochet, era el director de los
Carabinieri César Leonidas Mendoza Durán, pero tras el bombardeo del Palacio de
la Moneda, Pinochet se alejó del gobierno democrático y se unió a los golpistas,
guiados por sus ambiciones de poder.
En
el curso del golpe y después, Pinochet se ubicó en la cabecera del mando
militar. Libró una "guerra contra su pueblo desarmado" (Amarós, p.
259). Él y sus aliados acusaron y reprimieron a todos quienes habían apoyado a Allende
por su "subversión marxista", incluido uno de los sobrinos del propio
dictador, George Munro Pinochet, que fue encarcelado y torturado durante cuatro
meses en una prisión de Valparaíso. Purgaron al mando militar también de unos
200 oficiales, es decir, alrededor del 10% de su fuerza. Además, Pinochet mandó
asesinar a varios de los ex ministros de Allende que vivían fuera de Chile,
entre ellos José Toha en Santiago (1974), Carlos Prats en Buenos Aires (1974) y
Orlando Letelier en Washington (1976), como parte del famoso Plan Cóndor que se
fomentó en Santiago.
Larrouqué
señala que la lucha "antisubversiva" dejó varios miles de
desaparecidos. Pinochet siempre se burló de tales afirmaciones, pero sarcásticamente
aseguró, “con el nervio indecente que lo caracterizaba”, que "el grito de
dolor de nuestros seres queridos sacude nuestras conciencias y nos obliga a no
detener nunca la búsqueda de ellos" (Amarós, p. 477).
Pinochet
eliminó las políticas sociales de Allende como las pensiones del Estado, con la
excepción de la militar, e instituyó la contrarreforma agraria. Se inició una
semejanza de elecciones supuestamente controladas por el Estado.
Se
aumento el aislamiento diplomático de la junta militar. La represión no cedió,
como lo demuestra la masacre de Corpus Cristi o la atrocidad perpetrada contra
dos estudiantes, Rodrigo Rojas y Carmen Gloria, que fueron quemados vivos y
dados por muertos al margen de una manifestación opositora en 1986. Pinochet
concedió la organización de un referéndum sobre la continuidad del régimen.
Confiado
en el apoyo de los chilenos y su propia capacidad de maniobrar jurídicamente,
llamó a un plebiscito en 1988. Perdió la presidencia, pero se mantuvo como
comandante en jefe del ejército hasta el 10 de marzo de 1998. Enseguida asumió
como senador vitalicio por unos meses. De dictador, se convirtió en el
"patriarca" de una democracia controlada (Amarós, p. 641). En este
caso, no dudó en intimidar, con el apoyo de varias guarniciones, a los primeros
gobiernos de la Concertación; tan pronto como expresaron su deseo de
investigar, por ejemplo, sobre los actos de soborno imputados a su hijo (el
caso de los pinocheques) o en la apertura de los primeros juicios de la
dictadura.
A
pesar de las órdenes de arresto internacionales en su contra, Pinochet decidió
viajar a Londres. Era un desafío y una sobrestimación de su poder personal. Pero,
entre el 16 de octubre de 1998 y el 2 de marzo de 2000, a raíz de una orden de
detención por parte del juez español, Baltasar Garzón, el exdictador fue
detenido en Londres, por su implicación en los crímenes de lesa humanidad.
Posteriormente fue liberado por el ministro del Interior inglés Jack Straw.
Amarós
describe su viaje a Londres.
“[…]
su viaje caprichoso a Londres en septiembre de 1998 propició que fuera detenido
por agentes de Scotland Yard la noche del 16 de octubre a petición del juez
Baltasar Garzón, bajo la acusación de crímenes contra la humanidad, un proceso
sin parangón desde los juicios contra los criminales nazis en Nuremberg
(1945-1946). Empezó entonces una batalla jurídica y política apasionante, que
duraría quinientos tres días, en la que los tribunales de justicia británicos
terminaron por aprobar su extradición a España [….] Pero Londres se convirtió
en su Waterloo” (p. 7).
Pinochet
pudo escapar a España, y finalmente regresar a Chile. Murió rodeado de su
familia, a la edad de 91 años, en un hospital militar. Alrededor de 4.000 de sus allegados más
cercanos asistieron a su funeral. Su cuerpo fue cremado y sus cenizas
esparcidas en la costa del Pacífico.
Larrouqué
resume la carrera de Pinochet así:
[…]
su dictadura se originó en un golpe de Estado y continuó con un sistema de
represión al servicio de los individuos que detentaban el poder. Se caracterizó
por múltiples escándalos de corrupción en los que se han visto involucradas las
élites gobernantes. Además, su administración condujo un inusitado nivel de
represión que incluyó el encarcelamiento arbitrario, la tortura sistemática y
la violación. Empleó una estructura paralela directamente subordinada al líder;
incluso empleaba los diferentes órganos de coerción los unos contra los otros.
Había tres ejércitos y la gendarmería. Se trataría más bien de un régimen
"neosultanista", en la palabra de Larrouqué, del tipo de los
instaurados por Somoza en Nicaragua o Stroessner en Paraguay.
Más allá de la vida de Pinochet, Amorós nos
ofrece así una nueva comprensión del sistema dictatorial. Claramente, la
dictadura pinochetista no fue una simple tecnocracia. Fue ante todo un régimen
patrimonialista "miliciado", en la palabra de Amorós, que desmanteló
las instituciones públicas en beneficio de sus compinches y libró una guerra
sucia contra su propio pueblo.
4. EL
SIGNIFICADO DE LA PRESENCIA DE RAZGOS RELACIONADOS CON LOS TRASTORNOS DEL PODER
EN LAS BIOGRAFÍAS DE LOS CUATRO TIRANOS
En
esta sección revisaremos de nuevo las biografías de los cuatro líderes que
reseñamos en la sección 2, ahora, empleando las descripciones de los trastornos
de poder y aplicándolas a los personajes que hemos elegido analizar.
Revisaremos las categorías de: antecedentes familiares, prepotencia exagerada y
una gran necesidad de recibir la admiración de los demás, la falta de empatía y
episodios sádicos y maquiavelismo.
TABLA I
ANÁLISIS DE RAZGOS
|
Antecedentes
familiares
|
Agamemnón
|
El caso de Agamemnón
es en cierto modo el ejemplo más directo y carente de ambigüedades
psicológicas de los cuatro personajes, ya que se trata de una leyenda
histórica cuyas vaguedades han sido disminuidas por el efecto poético. En
este caso vemos resaltados y exagerados sus antecedes familiares. Por
ejemplo, la leyenda propone que Agamemnón, como la mayoría de los príncipes
de estos tiempos, haya descendido de un dios. Sin embargo, la historia
familiar de este rey es espantosa, llena de asesinatos y atrocidades tan
pavorosas como la antropofagia repetida en dos generaciones. Los dioses
condenaron a su bisabuelo Tántalo por la “hibris”, es decir, el deseo de
igualarse a los dioses. Su castigo fue pasar la eternidad en Tártaro (el
infierno) para sufrir la tortura de hambre y sed. En el caso de las leyendas
griegas es necesario recordar que se tratan de relatos ya destilados, o
depurados por generaciones de poetas que han condensado los elementos
motivacionales. Esto nos ayuda a nosotros a ver los elementos psicológicos
con gran nitidez.
|
Julio César
|
El caso de Julio
César es más históricamente comprobable, aunque menos explícito. Nació en una
familia patricia en tiempos de guerra, que constaba de una lucha de poder
entre las familias dominantes, incluyendo la suya. Sin embargo, durante su
niñez la familia de César era una de las menos poderosas de las élites, y el
niño tiene que haber sido testigo de algo que podría interpretarse como
humillaciones de hierarquía. Lo que está claro es que ya para los 15 años,
con su padre recién muerto, se casó con Cornelia, la hija de Cinna, y los
motivos para esta relación eran claramente políticos. César, como joven
adolescente, ya había dirigido su vida a la adquisición de poder e
influencia.
|
Iósif Stalin
|
Iósif Stalin claramente
tuvo dificultades en su niñez. Nació en una familia sin recursos económicos y
sufría del distanciamiento emocional de su padre. Sin embargo, la familia
pudo proveerle una buena educación y desde sus estudios en el seminario
comenzó a participar en un movimiento revolucionario y subir los escalones del
poder. Hay dos elementos interesantes en su juventud: a) su elección de
sobrenombres (Koba y Stalin) hacen referencia al poder y la fuerza y b) su
incorporación desde tempana edad en un movimiento revolucionario. Estos
hechos demuestran que su vida estaba siempre orientada hacia la
dominación. Los dos elementos reflejan
una dedicación a la lucha para conseguir poder y absolutismo.
|
Augusto Pinochet
|
De joven Augusto
Pinochet, según Mario Amarós, admiraba a las figuras legendarias del poder,
incluyendo el nazi alemán Erwin Rommel. Siempre se sentía atraído a la vida
militar. No sabemos de las relaciones afectivas en la niñez, pero podemos
inferir algo sobre sus inclinaciones hacia el poder desde estos gustos
tempranos.
|
Prepotencia
exagerada y una gran necesidad de admiración
|
Agamemnón
|
Muy ilustrativo de la
necesidad de reconocimiento y admiración en la vida de Agamemnón fue su
necesidad de ser el único progenitor de los príncipes de Maicenas. En otro
incidente, durante la guerra en Troya, según Homero, por celos con Aquiles,
Agamemnón le ordenó entregar su amante Briseida, y en respuesta Aquiles le
retiró su apoyo. Luego, cuando Agamemnón se veía en apuros, le rogó a Aquiles
que volviera a formar parte de su ejército, Estas son las consecuencias de la
prepotencia de Agamemnón. Sin embargo, el rey pudo mantener su posición como
comandante en jefe de los griegos hasta el final de la guerra.
|
Julio César
|
Hay muchas
incidencias en que Julio César muestra prepotencia y vanidad, tal vez uno de
los más ilustrativos fue cuando fue secuestrado por los piratas. Primero los
obligó a recibir más dinero para su rescate de lo que habían pedido, porque
decía que él valía más. A pesar de ser el preso de ellos, los mandaba a
callar cuando hacían ruido y los obligaba a aplaudir sus discursos.
|
Iósif Stalin
|
Recordamos a Iósif
Stalin, y sus aliados, parados en un balcón del Kremlin, haciendo revista a
las miles de tropas y maquinarias de guerra, todos volteando la cabeza para
saludarlo. Sin embargo, esto podría haber sido una estrategia de poder más
que un gozo narcisista. En las reseñas que hemos leído, Stalin parece más
maquiavélico que narcisista. Es
innegable que propició un culto alrededor de su propia personalidad desde
temprano en su mandato. Preparó y administró un sistema de autorreferencia
que mantuvo durante todos sus años de dictadura, y todavía hoy en día quedan
vestigios de este fanatismo.
|
Augusto Pinochet
|
De Augusto Pinochet
tenemos pocas referencias sobre sus tendencias narcisistas. Escribe Camilo
Suazo (2011) que plagió algunos libros y los presentó como suyos, lo que
demuestra inseguridad y el deseo de aprobación. Dice Suazo: “Por ejemplo, él
quiere mostrarse a sí mismo como alguien que sabe, conoce y que, por ende,
puede opinar del tema. En ese sentido es bastante autorreferente y señala que
se jactaba de haber escrito libros de varias disciplinas con la finalidad de
adoctrinar a sus estudiantes, y afirmaba que sabía de inteligencia, de
geografía militar y que tiene textos en todos esos ámbitos”.
|
Falta
de empatía y episodios sádicos
|
Agamemnón
|
No se registran en la historia de Agamemnón lazos de
amistad, amor y ternura, ni en sus relaciones más íntimas. Asesinó al primer
hijo de su esposa Clitemnestra para que no tuviera más descendencia que la
suya. Engañó a su hija Ifigenia para sacrificarla para cumplir con una orden
de la diosa Artemisa. Sus relaciones con sus tropas en Troya eran distantes y
carentes de empatía.
|
Julio César
|
En los comentarios de Napoleón III vemos que éste acusa a
Julio César de una “conducta abominable” en las provincias de España, y en el
tiempo en que estaba conquistando las Galias. Plutarco afirma que los romanos
lucharon con más de tres millones de galos, matando un millón de ellos y
esclavizando a un millón más. César comandaba el ejército romano con la meta
de aumentar su fortuna personal y su influencia en Roma.
|
Iósif Stalin
|
Iósif Stalin, al lograr dominar el poder en la Unión
Soviética, desde 1936:
“comenzó a
destruir de manera sistemática la estructura del viejo partido bolchevique
para armar la suya y asegurarse la lealtad del Partido Comunista. En un
período de tres años, Stalin y sus organismos policiales arrestaron a cinco
millones de ciudadanos. Millones de ellos fueron ejecutados. Los que quedaban
con vida eran desterrados a los gulags (los campos de trabajo creados por
Stalin), que resultaron insuficientes para contener el enorme número de
prisioneros” (Hernández, 2024).
|
Maquiavelismo
|
Agamemnón
|
Agamemnón, cuando
sacrificó a su hija Ifigenia no sólo se mostró carente de amor paterno;
también mostró que haría cualquier cosa para mantenerse al mando de su
ejército. Tampoco aceptó la responsabilidad de entregarla: dijo que toda la
culpa caía sobre su hermano Menelao porque si hubiera vigilado a su esposa
Helena como debería haber hecho, ella no hubiera escapado con París y no
sería necesario ir a Troya a buscarla. En Troya obligó a Aquiles a entregarle
a su amante Briseida, sólo para mostrar su autoridad.
Mantuvo el poder de las tropas a pesar de haber sido un guerrero mediocre.
|
Julio César
|
Julio César decidió
desde joven conquistar el poder. Desde sus motivos para su primer matrimonio
hasta la elección de la egipcia Cleopatra como amante, sus relaciones íntimas
estaban motivadas para aumentar su poder personal. También sus alianzas
políticas y luego sus enfrentamientos con Pompeyo fueron motivados por su
deseo de aumentar su poder personal.
|
Iósif Stalin
|
Stalin transformó el
Partido Comunista en un instrumento para aumentar su propio poder, desde
1922, llenaba los puestos claves con personas de su confianza, así aumentaba
su control sobre el partido. Hubo muchas incidencias despabiladas más.
Designaba como secretarios sólo a personas leales a su persona, y además
fomentaba la división entre ellos. Tal vez una de las más importantes
muestras de su maquiavelismo fue la firma del Tratado de no Agresión entre
Alemania y la Unión Soviética en Moscú el 23 de agosto de 1939, sabiendo de
la inminencia del inicio de la Segunda Guerra Mundial. Los dos países se
repartieron el territorio polaco, estableciendo su frontera en el río
Vístula.
|
Augusto Pinochet
|
La evidencia más
clara del maquiavelismo en la personalidad de Pinochet se encuentra en el
momento que asumió la dictadura en Chile. El presidente electo Salvador
Allende lo había confirmado como un general en el ejército chileno, lo que
significó para él un ascenso en su carrera. Pero menos de un mes después, el
11 de septiembre, Pinochet asumió el liderazgo del golpe de Estado que
derrocó a Allende, y en el cual éste murió en la defensa del Palacio de la
Moneda. Entonces, Pinochet asumió el mando de una Junta Militar que disolvió
el Congreso y encabezó una dictadura que duró 17 años, hasta 1990.
|
Con
estas breves alusiones a cuatro características que la psicología propone para sintetizar
a las personalidades que tienden a enmarcarse en el poder, concluimos nuestro
examen del carácter de estos cuatro tiranos. Es evidente que estos rasgos están
presentes en los cuatro caudillos.
Podemos
considerar algunas implicaciones de estos rasgos. Los cuatro tiranos tuvieron
dificultades de crecimiento. Tal vez los traumas infantiles sean una causa
necesaria pero no suficiente para el desarrollo de personas tiránicas. Cristobel
Martín (2004) habla de las “cicatrices” que dejan una infancia infeliz, incluyendo
la baja autoestima, dificultades para establecer relaciones afectivas y ansiedad.
Martín
recomienda ayuda profesional para estas víctimas. Esto a gran escala no es
factible y con frecuencia no se puede identificar a tiempo a los niños que hayan
sufrido traumas. Pero como dice Betina Speroni (Huellas de una infancia dura, 2020)
no traen consecuencias inevitables porque muchas personas hallan la habilidad
de superar sus limitaciones iniciales, dice: “La resiliencia hace que ninguna
herida sea un destino.” Por su parte, la organización “Save the Children” (Salvar a los Niños, 2019)
observa que aun en situaciones extremas:
Los
niños y las niñas son extraordinariamente resilientes y pueden recuperarse de
la angustia psicosocial. Sin embargo, a menudo, esto depende de que haya cierta
estabilidad en su vida cotidiana y de que reciban apoyo de las personas que los
cuidan, de otros adultos, de sus educadores, de sus pares y de la comunidad en
general (p. 2).
Podemos
añadir a esto que algunas víctimas de trauma infantil van a quedarse con
huellas debilitantes, o van a desarrollar características “antisociales”, pero
no todas. El problema es identificar las víctimas a tiempo y proveer los
recursos que necesitan. Sin ayuda, los traumas pueden llevarlas a expresar
prepotencia, necesidades narcisistas, carencias empáticas, maquiavelismo y
otros rasgos que expresarán luego en su vida adulta.
Es
de importancia apoyar las capacidades resilientes de las personas en sus vidas.
Hay escenarios que pueden ser útiles en este cuidado, por ejemplo, como bien
señala Save the Children, las escuelas pueden ofrecer el sustento emocional que
falta si están preparadas para ello. Hay Organizaciones no Gubernamentales que
también ofrecen ayuda. Lo importante es que haya preocupación social para el
desarrollo de adultos empáticos y capaces de llevar a cabo tareas de liderazgo
de manera llevadera.
Las
demás características que hemos revisado son descriptores de una personalidad
que puede llegar a ser tiránica. Nuestras culturas los han tolerado, y aún
admirado. Hacemos películas y novelas de las hazañas de Alejandro Magno, Claudio
(emperador romano) Lope de Aguirre (conquistador español en América del Sur),
Napoleón Bonaparte, y enseñamos a los niños los valores heroicos. Tenemos, sin
embargo, la obligación colectiva y pendiente de examinar esta tolerancia y la
necesidad de reexaminar su deseabilidad.
A
continuación, haremos algunas reflexiones sobre las implicaciones de esta
configuración de motivos, tanto para el desarrollo de la tiranía, como para
estrategias para evitarla.
REFLEXIONES
FINALES
La
tiranía ha sido un mal que ha vulnerado la vida colectiva de los seres humanos
desde el inicio de sus intentos de convivencia. Hemos venido señalando como se
trata del control despiadado que tiene una persona, o un grupo pequeño de
mandatarios, sobre el resto de la población en un reinado, territorio o país. Es
un poder basado en la capacidad de ejercer violencia, más que la concordia y el
debate pacífico. Hemos hablado de como las tiranías son entidades complejas,
compuestas por mandatarios supremos, sus subalternos, sus ejecutantes, las personas
en la población que apoyan al sistema y finalmente, el resto de los habitantes que
deben obedecer a los poderosos.
Hemos
visto que han propuesto una etiología “genética” para la creación de personas
narcisistas, maquiavélicas, prepotentes, carentes de empatía y sádicas, pero no
hay evidencia de tendencias de personalidad inmutables y fijadas por un
determinismo físico y hereditario. En cierto modo la personalidad del tirano
puede concebirse como la carencia de empatía.
Y a pesar de que la empatía tenga correlatos físicos en el cerebro, su
aparición en la personalidad de un individuo no obedece a los patrones de la
transmisión cromosómica. Evidentemente
el problema reside sobre todo en los estilos de crianza de los niños y los
sistemas educativos que valorizan la competencia más que la colaboración.
El
problema, como hemos dicho, rebasa la figura del tirano y se extiende a sus
seguidores. Un individuo con el afán de
mando no puede hacer nada sin el apoyo de quienes le obedecen. Las
características de las multitudes que están dispuestas a secundar y apoyar a un
tirano también han sido estudiadas. José Rafael Herrera (2024) nos recuerda que
Aristóteles llamaba “bárbaros” a los seguidores del déspota (a pesar de que el
Atenas de su tiempo padecía de tiranías en su pasado reciente). Dice Herrera:
Decía
Aristóteles que bárbaro es el que se encuentra gobernado por tiranías o
despotismos en sentido estricto, lo que lo convierte en un esclavo. De hecho,
según Aristóteles, el bárbaro erige a sus gobernantes con el fin de cubrir sus
necesidades básicas, a diferencia de las sociedades maduras, constituidas por
ciudadanos libres, cuya meta es la de vivir en y para la autonomía y el
consecuente desarrollo.
Eric
Fromm (2002) considera el problema desde el punto de vista de la desobediencia;
en el primer párrafo de su libro Sobre la Desobediencia y otros Ensayos, dice:
“Reyes,
sacerdotes, señores feudales, patrones de industrias y padres han insistido
durante siglos en que la obediencia es una virtud y la desobediencia es un
vicio. Para presentar otro punto de vista, enfrentemos esta posición con la
formulación siguiente: la historia humana comenzó con un acto de desobediencia,
y no es improbable que termine por un acto de obediencia” (p. 9).
Refiere
claramente a Eva y su manzana. En este pronunciamiento señala dos elementos de
gran importancia. El primero es que la obediencia es y siempre ha sido un valor
social, y es algo que en la mayoría de las culturas se enseña con esmero, sobre
todo cuando no se trate de desobedecer el poder reinante.
Es
evidente que -normalmente- los niños tengan que aceptar las enseñanzas que les
den sus padres. Tienen que pararse en seco en una situación de emergencia, y
tienen que prestar atención a sus consejos. Pero aun en el escenario de la
crianza existen espacios para el diálogo.
Dicen
David Graeber y David Wengrow (2021) que las primeras grandes agrupaciones
humanas en África, Europa, Asia y las Américas fueron pueblos pacíficos y auto
gobernados. Consideran que ha habido formas de autogestión desde la
prehistoria. En realidad, la tradición de decisiones colectivas para determinar
los proyectos y los estilos de vida de las primeras agrupaciones –y aun las
primeras ciudades- probablemente fueron la norma en la prehistoria. Es sólo luego
que comenzó la experiencia de dominación y su asociada obediencia. Estas
características sociales y psicológicas han sido incorporadas como
expectaciones legítimas en la interacción humana.
Aun
así, persisten las leyendas de desobediencia a los dioses que reclaman acato. Eva
no era la única que los desafiaba cuando desobedeció la orden de no comer la
fruta de la sabiduría; también como señala Fromm, “para el mito griego de
Prometeo, toda la civilización humana se basa en un acto de desobediencia. Prometeo, al robar el fuego a los dioses,
echó los fundamentos de la evolución del hombre” (p. 9). Es útil seguir oyendo
a Fromm. Dice:
Pero
no quiero significar que toda desobediencia sea una virtud y toda obediencia
sea un vicio. Tal punto de vista ignoraría la relación dialéctica que existe
entre obediencia y desobediencia. Cuando los principios a los que se obedece y
aquellos a los que se desobedece son inconciliables, un acto de obediencia a un
principio es necesariamente un acto de desobediencia a su contraparte, y
viceversa. Antígona constituye el ejemplo clásico de esta dicotomía. Si obedece
a las leyes inhumanas del Estado, Antígona debe desobedecer necesariamente a
las leyes de la humanidad. Si obedece a estas últimas, debe desobedecer a las
primeras. Todos los mártires de la fe religiosa, de la libertad y de la ciencia
han tenido que desobedecer a quienes deseaban amordazarlos, para obedecer a su
propia conciencia, a las leyes de la humanidad y de la razón. Si un hombre sólo
puede obedecer y no desobedecer, es un esclavo; si sólo puede desobedecer y no
obedecer, es un rebelde (no un revolucionario); actúa por cólera, despecho,
resentimiento, pero no en nombre de una convicción o de un principio. (p. 10)
Tal
vez no hace falta llamar “obediencia” al acto de seguir los dictados de la
razón como hace Fromm en esta cita. Pero es llamativo que obedecer se haya
constituido en un valor social.
Ha
habido siempre la ilusión de hallar otra manera de relacionarse, y hemos
mencionado algunos experimentos al respecto desde la Grecia antigua hasta la
promoción de la democracia moderna en el siglo XVIII. Casi todos estos intentos
han fracasado. De los cinco milenios de los cuales tenemos leyendas e
información histórica, es probable que sólo en unos seis o siete siglos haya
habido instancias de gobiernos controlados por sus ciudadanos. La democracia no
ha sido una regularidad histórica.
Nos
conviene ver qué estrategias sociales y personales contribuyen al desarrollo de
los tiranos. Y claramente una de ellas es hallar patrones de crianza que
conduzcan a individuos que no definen sus vidas y sus entornos en términos de su
propio beneficio y mando.
REFERENCES
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A. (2021, November 1). Cultivating empathy. Monitor on Psychology, 52(8).
https://www.apa.org/monitor/2021/11/feature-cultivating-empathy
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https://idoc.pub/download/la-personalidad-autoritaria-adorno-1969pdf-514397135j4j
Amorós, M. (2019).
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Biography]. Barcelona / Santiago, Ediciones B.
https://www.academia.edu/44227929/Mario_Amor%C3%B3s_Pinochet_biograf%C3%ADa_militar_y_pol%C3%ADtica_Barcelona_Santiago_Ediciones_B_2019
Aristotle
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Asch,
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Asch,
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