domingo, 29 de diciembre de 2024

Los orígenes de “la escuela”

 

K. Cronick

La noción de escuela tiene sus raíces en la necesidad de educación formal, es decir, la preparación de la nueva generación para asumir el control de sus vidas. Antiguamente esto significaba también la necesidad de asumir las responsabilidades de mando en las clases pudientes. 

En la época de la democracia griega los miembros de la clase alta tenían tutores para sus hijos, pero por las calles andaban personajes como Aristóteles y Sócrates que tenían sus "escuelas" filosóficas para quienes quisieran participar. La noción restringida de ciudadanía ateniense limitaba la participación de la mayoría, y esto excluía a los no-ciudadanos y los esclavos. A veces estas escuelas eran mal vistas por los poderosos, tanto así que condenaron a Sócrates a morir por sus enseñanzas. Decían que "corrompía" a la juventud. 

En la edad media, después del imperio romano, el alcance de esta educación rebasaba a los miembros de los cortes reales y llegaba a veces a las clases urbanas pudientes que podrían pagar a los maestros. Había instituciones, como la iglesia, que, además de educar a sus miembros, abrían escuelas seculares. Dice Rojas Esparza (s/f):

En [el periodo del bajo medieval] los laicos tienen prohibido el acceso a escuelas monacales, detalle que impulso el crecimiento de escuelas seculares sobretodo en las catedrales u otros centros de culto [….] los hijos de comerciantes además del latín, también se les enseñaba otras lenguas vernáculas y contabilidad; además empiezan a surgir escuelas de derecho y de dictamen, pero la escuela más común durante este periodo es la de gramática, en cuyo seno se impartían enseñanzas de lógica y retórica.

 

La invención de la imprenta por Johannes Gutenberg en el siglo XV no sólo abrió la eventual posibilidad del alcance a la lectura a sectores siempre más grandes de la población, sino también, demostró un cierto afán cultural subyacente para mayor alcance a la cultura erudita.

Con la Ilustración se comenzó a hablar de educación popular. Si la idea de “libertad” implicaba autogobierno, también señalaba la necesidad de contar con ciudadanos preparados para asumir estas responsabilidades. El Siglo de las Luces se comenzó a desafiar las limitaciones de dogma y la autoridad, tanto de los reyes como de la iglesia. Hubo un crecientes interés en los métodos científicos y la filosofía del autogobierno.

La alfabetización de todos los ciudadanos llegó a ser un ideal, que, aunque no fuera implementado a nivel masivo por varios siglos, fue una aspiración digna. Hubo una mayor demanda de material impreso en sectores siempre más amplios.

Después de 1800, con el inicio del Romanticismo, hubo una doble intención socio político: primero la educación popular creció como un valor y un hecho, sobre todo en las nuevas democracias con la idea de la asistencia obligatoria a la escuela de todos los jóvenes. Esta intención normalmente aparecía primero entre los ideólogos de la democracia, y afectaba luego a los demás sectores. Pero además el poder absoluto comenzó a expresarse como un nacionalismo emergente.

Es de notar que la educación popular sobrevive en tres instituciones modernas: por una parte, existen las entidades gubernamentales regidos por los ministerios de educación. Por otra parte, hay escuelas privadas organizadas por intereses socio-económicos para preparar a los jóvenes para participar activamente en las actividades de las clases media altas y altas. Finalmente, hay escuelas manejadas por entidades religiosas. En los tres casos algo de los ideales de la Ilustración sobrevive. Es muy inusual que las comunidades populares organicen escuelas para solventar sus propias necesidades.

Además, es importante enfatizar que la educación popular casi nunca aparece como una meta y un ideal en los gobiernos tiránicos. Más bien, es frecuente que este tipo de régimen la suprima en cuanto pueda.

 

Referencia

Jesus Alejandro Rojas Esparza   (s/f). Educacion cristiana en la epoca medieval. Academia.  file:///C:/Users/karen/Downloads/Educacion_cristiana_en_la_epoca_medieval.pdf

martes, 26 de noviembre de 2024

LA PERSONALIDAD DEL TIRANO Y SUS EFECTOS HISTORICOS

 

Karen Cronick

Resumen

Empleamos el método del ensayo académico para reflexionar sobre la personalidad del tirano. Nos enmarcamos en la noción del “mundo de vida” de Schutz (2021) para referir a un conjunto de valores compartidos socialmente, aunque haya disidencias y desacuerdos. Nuestro objetivo es razonar sobre la relación que existe entre la empatía y ciertos rasgos que se agrupan en la psicología como psicopatologías del poder, y revisar el perfil social e histórico del afán de poder en cuatro personalidades reconocidas como tiranos. Incluimos dos personajes de la historia antigua, a) Agamenón, el rey griego que dirigió el asedio de Troya en el segundo milenio a.C., y b) Cayo Julio César, el general romano que quería ser emperador. También incluimos a dos dictadores del siglo XX que representan tanto a la izquierda política como a la derecha; ellos son: a) Iósif Stalin y b) Augusto Pinochet.  Encontramos bastante similitud en las biografías de los cuatro en términos de los atributos de: a) antecedentes familiares de tendencias autoritarias, b) prepotencia exagerada y una gran necesidad de admiración, c) falta de empatía y episodios sádicos y d) maquiavelismo. Proponemos que estos rasgos constan como orientaciones existenciales, y que existen en oposición a la empatía en un continuo que refiere al afán de poder. Consideramos que estas posturas son claves para entender las relaciones humanas y sus manifestaciones sociopolíticas. Es nuestra opinión que estas posturas sean importantes para entender las relaciones humanas y sus manifestaciones socio-políticas.

INTRODUCCIÓN: LA FIGURA DEL TIRANO

En estas páginas reflejaremos sobre la personalidad del tirano. Nuestro objetivo en este trabajo es razonar sobre la relación que existe entre la empatía y ciertos rasgos llamados las psicopatologías del poder, y revisar el perfil social e histórico del afán de poder en cuatro personalidades reconocidos como tiranos.

Normalmente usamos la palabra “tiranía” para describir a un gobierno que se rige por el poder absoluto, concentrado en una, o pocas personas, pero es un término que puede aplicarse a cualquier sistema en que un individuo domine irrevocablemente a los demás. Esto puede pasar en todas las organizaciones y estructuras humanas, desde una empresa hasta una familia.

Según Aristóteles en su libro Política, escrito en el siglo IV a.C.  (2017), la tiranía es el peor régimen político, pues se trata de una mezcla de las características más desagradables de una oligarquía. Es un sistema de autoridad cuyo manejo está concentrado en una sola persona, o un grupo pequeño de personas[1], cuyo proyecto no rebasa el propio interés personal de quienes manejan el poder, aunque comparten algunos de los beneficios con sus secuaces para mantener su lealtad. Se caracteriza por ser: a) un gobierno estructurado para el beneficio casi exclusivo del tirano y las personas leales a él, b) una concentración del poder de decisión en las manos del tirano, c) la existencia de un culto a la personalidad del mismo tirano, d) el control de las noticias y la información política (en la modernidad se trata de la radio, televisión e Internet), e) el control sobre el aparato legal y la justicia (en la modernidad la violación sistemática de los derechos humanos) y f) la restricción sobre el control de las fuerzas de orden.

Comenzaremos con una revisión de las dos propuestas teóricas que nos interesan en este trabajo: la psicología de la empatía y las patologías asociadas al poder. Es necesario dejar en claro la contradicción que existe entre la empatía, como un rasgo de personalidad y dichas patologías. Luego revisaremos cuatro figuras históricas que han encarnado las tendencias de dominación. La historia nos da muchísimos ejemplos de reyes, conquistadores y dictadores que no eran simples soberanos: eran déspotas. Empleaban su poder con saña y con poca (o ninguna) consideración por la justicia o el bienestar de los pobladores de sus reinos y países.

Luego de cada resumen biográfico haremos un breve análisis de la personalidad del líder[2], y finalizaremos con una reflexión más completo sobre cuatro personalidades que han abusado del poder, cada uno en su época histórica. Se trata de: a) Agamenón, el rey griego que dirigió el asedio de Troya en el segundo milenio a.C., y b) Cayo Julio César, el general romano que quería ser emperador. También incluimos a dos dictadores del siglo XX que representan tanto a la izquierda política como a la derecha; ellos son: a) Iósif Stalin y b) Augusto Pinochet. Consideramos importante combinar personajes antiguos y actuales, y de distintas tendencias ideológicas, para poder reflexionar sobre la continuidad de sus características a través de la historia.

 

1.     MÉTODO

Nuestro objetivo en este trabajo tiene dos vertientes: primero es emplear la metodología del ensayo académico para reflexionar sobre las incongruencias entre la empatía y ciertos rasgos llamados psicopatologías del poder, y segundo, revisar el perfil social e histórico del afán de poder en cuatro personalidades reconocidas históricamente como tiranos.

Se trata de una metodología abierta y abarcadora, ya que no pretendemos ni confirmar una hipótesis ni comprobar una orientación teórica. Deseamos explorar un tema y ofrecer explicaciones socialmente plausibles para los fenómenos que revisamos.

Empleamos la figura del ensayo, tal como fue desarrollado por Luz Marina Rivas (2005). Se trata de "un texto reflexivo y personal en el que no se pretende agotar un tema..." (p. 207). Rivas apunta a la necesidad que tiene el ensayista para apoyarse en un cuerpo teórico, que en nuestro caso sería la noción de Schutz (2021) de “mundo de vida”.

El ensayista puede incluir sus propias apreciaciones estéticas y críticas. En este caso hacemos una combinación de textos históricos con reflexiones teóricas publicadas en la psicología social y clínica sobre la naturaleza de la personalidad autoritaria y narcisista. El objetivo de esta parte del ensayo es explorar algunas aportaciones teóricas sobre la personalidad del tirano, como un individuo que busca y mantiene el poder absoluto.

El ensayo, como método de reflexión académica, tiene cierta libertad en su estructura ya que permite explorar temas de manera extensa y sirve como una conexión o una recapitulación de ideas, para orientar nuevas áreas de investigación. Puede hacer uso de ejemplos concretos y referencias bibliográficas que sirven como conexiones de ideas que normalmente no se emplean en artículos científicos. Su finalidad es abrir nuevos caminos investigativos, dar ejemplos de orientaciones teóricas y afirmar nuevas direcciones de exploración científica. Dice Mendoza-Martines (2006) que el ensayo es un texto investigativo que recurre a todos los elementos metodológicos de construcción de la ciencia para su elaboración. Explica que:

Si bien es cierto que sus conclusiones no se exponen de manera definitiva, en su contenido y forma deberá comprender todos los elementos de la investigación […..] Los antecedentes dentro de la modernidad de las reflexiones en torno a la teoría y la práctica del ensayo la podemos también localizar con el filósofo inglés Francis Bacon, quién con su libro “Ensayo sobre el entendimiento Humano”, fincara las bases del concepto moderno de lo que hoy significa la elaboración de un ensayo, sobre todo su especial énfasis para su uso en el campo de la filosofía y las investigaciones de carácter empírico” (p 66-67).

Reflexiona Mendoza-Martínez que el ensayo científico representa un acercamiento a un problema de investigación. Permite el uso de la expresión personal en el sentido de la responsabilidad en la exposición juiciosa sobre el entorno que el autor tiene. Se trata de una interpretación de un tema que requiere clarificación y ampliación de acuerdo a cómo el autor analiza las temáticas. También, “el ensayista puede mostrar de manera histórica cómo se dio la evolución de determinado tema o cuáles son las características evolutivas de la obra que giran en torno al tema de estudio de su interés” (p. 69).

 

2.     REFLEXIONES TEÓRICAS

Mundo de vida

Nuestro entendimiento del ensayo también está inserto dentro de la idea de Schutz (2021) de “mundo de vida”.[3] Dice Marco Estrada Saavedra (2000):

Dicho mundo no es un mundo privado, al contrario, es un mundo público que compartimos esencialmente con otros semejantes a nosotros; esto es, es un mundo intersubjetivo que, de manera fundamental, sostiene una realidad intuitivamente compartida y entendida como válida por todos como “marco común de interpretación”, producto de estratificaciones culturales y sociales de nuestros predecesores y que a nosotros nos corresponde continuar. Por tanto, es posible entablar todo tipo de relaciones con los semejantes y esperar que ellos las experimenten y entiendan de manera semejante entre sí. Por ello, el mundo de vida es el escenario de nuestras acciones, así como el receptor de nuestras intervenciones en él (p. 6).

En esta cita se encuentran varios elementos que nos interesan. Primero dice el autor que el mundo de vida es una entidad inmaterial, compartida dentro de una cultura dada. En nuestro caso, abarcamos casi toda la cultura occidental que haya descendido de los griegos y los romanos, en que la idea del líder incluye como una posibilidad la idea del déspota. Es, sin embargo, sólo desde la Ilustración europea en el siglo XVII, que se ha comenzado a cuestionar su legitimidad.

Segundo, Estrada señala el papel de la interpretación en el mundo de vida. No es una categoría fija. Dentro de cada cultura todos los miembros contribuyen con sus propias inferencias, y por esta razón, aún dentro de un acuerdo ancho y totalizador, existen diferentes maneras de entender cada concepto. Por ejemplo, en el caso del tirano, en 1606 William Shakespeare interpretó una perspectiva del déspota de manera muy distinta a la de Thomas Hobbes unos 40 años más tarde. Luego en el siglo XVII el tema de estilos de liderazgo y el papel de los monarcas fueron objetos de cuestionamiento y deliberación.

Shakespeare vio el tirano como una amenaza, incluso como una obra maléfica de la brujería en el caso de su obra Macbeth. En cambio, Hobbes, en su libro El Leviatán (1651/2022), imagina un mundo donde los habitantes de un reino renuncian voluntariamente al ejercicio del poder ciudadano a favor de una compleja maquinaria de Estado, regido por un rey o un líder. En Hobbes dicha renuncia terminaría siendo un acto moral en que los pobladores se someten a la disposición de un agente poderoso, y lo hacen con la generosa motivación de eliminar la violencia que ocurriría entre ellos si tuviesen que vivir sin la mano guía de una recia autoridad “pacificadora”. Hobbes defiende la idea de un “contrato” en que todos los ciudadanos cederían su derecho a decidir sobre sus propias vidas, aceptando la potestad de un soberano todo-poderoso frente al cual después no tienen la posibilidad de reclamos. Lo hacen para obtener seguridad individual y colectiva.

Estas dos visiones nacieron del mismo mundo de vida, en un diálogo que todos los miembros de la cultura entenderían si tuvieron acceso a estos argumentos.

Estrada termina con una referencia a las “acciones” en el mundo de vida. En el contexto de este ensayo, esto tiene que ver con lo que hace el tirano y sus seguidores, cuando las personas adoptan irreflexivamente el pensamiento y los motivos del otro –un poderoso- como si fuesen suyos. Ha ocurrido en todas las tendencias ideológicas, religiosas y aún en muchas escuelas filosóficas, en todas las culturas, en el norte y el sur, tanto en los países ricos como los pobres. Desde tiempos prehistóricos ha habido reyes, líderes políticos y cabecillas de sectas que han sabido aprovechar del descuido y susceptibilidad de sus seguidores.

Muchos autores han analizado este fenómeno.[4] Por ejemplo, en el Siglo XVI Étienne de la Boétie (2016) escribió el “Discurso sobre la servidumbre voluntaria” en que avanzó varias razones para la sumisión doctrinaria de los pueblos. La primera es la costumbre, es decir, los hábitos aprendidos en la niñez, de obedecer a los padres, y luego al soberano.  La segunda es la necesidad: los tiranos ofrecen “circo” (es decir diversiones no relacionadas con sus necesidades), y una “taza de sopa” (p. 41) a los hambrientos, y estos, olvidándose que la riqueza del déspota viene justamente de lo que ha despojado a los súbditos, gritan “¡Viva el rey!” (Ibid.) en vez de rebelarse contra la injusticia.

Otra razón mencionada por Boétie es que los reyes han sabido asociarse con los dioses, y sus vasallos, igualando la jurisdicción de la deidad con la del soberano, obedecen a ambos, porque no ven las diferencias.

La cuarta razón de Boétie es la cadena de mando en que:

“Cinco o seis son a lo más los que conservan al tirano en su poder y al país en esclavitud; adulan al primero y le allanan el camino de las crueldades; le acompañan en sus placeres, le facilitan los medios de saciar sus licenciosos apetitos y participan de sus rapiñas…. Como les es fácil hacerse prosélitos, buscan a quinientos o seiscientos que imiten en ellos la misma táctica que observan en su soberano. Estos seiscientos tienen bajo sus órdenes a más de seis mil ahijados, que colocados en los destinos superiores de las provincias, o en la administración de los fondos públicos se dan la mano para su codicia y crueldad; [así forman] una cadena ininterrumpida que da fuerza al tirano….” (Boétie, p. 46-47).                                                                                                                 

Los eslabones más bajos de esta cadena de mando se encuentran en la calle con las fuerzas de orden, armadas y prepotentes, que castigan a las disidencias y las protestas. Las policías en todos los países modernos, desde Irán hasta la China, o desde Rusia hasta los Estados Unidos se asemejan, tanto en su equipaje como en sus tácticas. Los oficiales están a la orden del líder, y no hacen más que emular a sus superiores, es decir, los cinco o seis acólitos que circundan directamente al gran señor.

Se puede plantear otra pregunta relacionada con estas observaciones de Boétie: ¿qué pasa con quienes conocieron una vez la democracia (la “libertad”, según la terminología de este autor) pero ahora viven bajo una dictadura? ¿Es que nunca entendieron la idea de diálogo y la consideración racional e íntima de las alternativas? ¿Qué tuvieron que renunciar para formar parte de la participación masiva del totalitarismo?

De hecho, los seguidores de algunos partidos políticos se han involucrado en agresiones que incluyen homicidio en respaldo a sus líderes. Se aprecia entre ellos la renuncia de la deliberación y agencia de ciudadanía, ya que aceptan secundar a un líder en vez de examinar sus agendas políticas. Dice Herrera (2024b):

En las Lecciones sobre la Filosofía de la historia universal, Hegel, al referirse a los designios de la astucia de la razón, afirma que en la historia los particulares tienen sus propios intereses por encima del bien común, sus propias motivaciones y deseos, pero que, precisamente por el hecho de que sus motivaciones son particulares, [….] Algo -quizá mucho- de “la mano invisible” sugerida por Adam Smith hay en este argumento de Hegel. [….] Los particulares tienen la ilusión de ser el poder encarnado, personificado, pero, en realidad, son utilizados en los fragores de la lucha general para terminar -no pocas veces- siendo sus víctimas. [….] (Herrera 2024b, párrafo 1)

En este tipo de renuncia a veces hay un motivo de base que sirve como la piedra angular que apoya toda una estructura de creencias elaborada por los líderes de estos partidos. Los líderes apelan a ciertos valores o miedos en la población para ganar el apoyo de las masas. Este motivo puede basarse en el temor de perder estatus[5], el deseo de disfrutar del pillaje que el líder autorizaría para sus seguidores o la fantasía de su superioridad étnica o racial. Tienden a ocultar estos motivos, aunque ellos puedan reaparecer en eufemismos.

En el prólogo del libro de Adorno et al (2006) sobre autoritarismo, Max Horkheimer, dice que no cree que haya remedios fáciles para evitar los efectos del odio que emplean los tiranos para obtener y quedarse en el poder. Por otro lado, considera necesaria la continuada y esmerada investigación sobre el tema, porque estimula la percepción y entendimiento de la tesis:

… Los autores no creen que […] el problema de la situación de las minorías en la sociedad moderna y, más específicamente, el problema de los odios religiosos y raciales, pueda ser tratado con éxito mediante la propaganda a favor de la tolerancia o la refutación apologética de errores y mentiras. Por otra parte, la actividad teórica y la aplicación práctica no están separadas por un abismo insalvable. Muy por el contrario, los autores están convencidos de que la elucidación sincera y sistemática de un fenómeno de significado histórico tan grande puede contribuir directamente a mejorar la atmósfera cultural en la que se genera el odio. Las implicaciones y fortalezas del estudio son tanto prácticas como teóricas.

Hay enfoques de la psicología social que refieren a los mecanismos de este tipo de abdicación al derecho que tienen las personas de asumir su ciudadanía como los “autores” de Hobbes[6]. Adorno et al, hablan específicamente del fascismo, pero sus observaciones son aplicables a cualquier sistema totalitario. Dicen: “la tarea de la propaganda fascista resulta más fácil cuanto mayor sea el grado de potencial antidemocrático todavía existente en la gran masa de la gente” (p. 178).

Pero hay evidencia del conformismo y la tendencia de obedecer, aun en personas que no dan muestras del síndrome autoritario. Por ejemplo, los experimentos de Solomon Asch (1961) sobre las condiciones que conducen a la conformidad, y luego los de Serge Mosocovic (1981) en que éste examina las condiciones que permiten romper el círculo vicioso de acuerdos tácitos y producir algo que llamó las “minorías activas”, es decir, individuos o grupos minoritarios que rompan la armonía impuesta por la mayoría dominante. Normalmente esta influencia es vista como liberadora, en el sentido de romper la conformidad y el silencio impuestos por el poder dogmático. Sin embargo, Moscovici (1983) igualmente advierte que el efecto de la minoría activa puede conducir a la aceptación de creencias no tan liberadoras, como aquellas que promueven algunos cultos y enfoques extremos. Ocurre un “sleeper effect” (efecto retardado) en que, en el momento de su emisión, un mensaje “no influye al oyente, pero puede actuar con un retraso temporal, por ejemplo, de dos semanas o incluso dos meses después de la emisión” (Moscovici, 1983, p. 696). Este proceso incide en la formación de cultos y grupos extremos donde pueden desarrollarse creencias entre los miembros que serían consideradas totalmente improbables en otros ambientes (como el mundo plano y las visitas de los OVNIS).

Regresando a Hobbes, la disposición a renunciar voluntariamente y sin coerción a la potestad ciudadana no pareciera creíble. En el Siglo XX, sin embargo, muchos alemanes apoyaron a la naciente dictadura de Adolph Hitler, y en la segunda y tercera décadas del Siglo XXI en los Estados Unidos, una clara mayoría de ciudadanos votaron por un presidente cuyas declaraciones previas a su victoria eran patentemente antidemocráticas. Antes, los tiranos emergían de sistemas ya autoritarios y sus gobiernos pueden describirse como una aumentada decadencia o un deterioro de situaciones ya iniciadas.

En contraste con la solución dada por Hobbes para lograr la paz y el bienestar, ha habido entre los humanos diversos sistemas sociales de control compartido. La tarea de elaborar modelos de consciencia y participación cívica sigue inacabada. No faltan paradigmas, podemos mencionar la democracia ateniense, la Confederación Iroquesa, la consulta íntima en los grupos nómadas, los cantones suizos y las asambleas de los vikingos. Y esta lista no incluye el nacimiento de las democracias representativas – a veces monárquicas- después del Siglo XVIII en los Estados Unidos, Canadá, Inglaterra, Francia y otros países europeos y Australia. América Latina tiene dos siglos luchando por encontrar un modelo de democracia liberal apropiado para sus sociedades. Algunos ciudadanos de países como la India, Irán y varias naciones africanas también intentan escapar de absolutismos y despotismos.

 

La empatía y las psicopatías del poder

En esta sección haremos unas reflexiones sobre la empatía y su conexión contradictoria con las personalidades que exhiben las sombras del afán de poder. Estas dos orientaciones existenciales son como antinomias que existen como significados extremos en un continuo que refiere al poder: donde haya empatía, difícilmente puede haber motivaciones de dominación y sadismo. Pero estas dos posturas existenciales, vistas de manera global, son claves para entender las relaciones humanas y sus manifestaciones sociopolíticas. Para entender las psicopatías del poder, primero hay que entender la empatía: las primeras pueden ser entendidas como la ausencia de la segunda.

La Empatía

Como señalo Cronick (2024b) la empatía puede considerarse como la capacidad que tienen las personas para verse en el “espejo” de los demás, es decir, la condición en que las emociones de un individuo comienzan a reflejarse en las de otra persona, y éste actúa con compasión hacia el primero. 

La empatía puede enseñarse, y se puede proponer la construcción consiente de una cultura de empatía como un remedio para las psicopatías del poder. Evidentemente se trata de una propuesta pocas veces vista en un patrimonio histórico en el que las guerras, las conquistas y las tiranías han sido la norma, y los héroes castrenses superan en fama y estima a los luchadores de la concordia. Los aedos de antes y los narradores contemporáneos prefieren celebrar a Aquiles o a Luke Skywalker o al Capitán América.[7] Estas figuras quedan con más ahínco en la memoria popular que Mahatma Gandhi o Nelson Mandela.

Todas las personas tienen una capacidad innata que las hace sensibles a los procesos emocionales de los demás. Algunos individuos pueden tener más sensibilidad que otros al respecto.

La empatía tiene, además, implicaciones genéticas y anatómicas. Dice Riess:

La teoría de la imitación interna de las acciones de los demás en el observador ha sido apoyada por la investigación del cerebro. La resonancia magnética funcional ahora demuestra la existencia de un mecanismo de relevo neuronal que permite a los individuos empáticos exhibir una imitación inconsciente de las posturas, manierismos y expresiones faciales de los demás. Los pacientes imitan inconscientemente las acciones y expresiones faciales de los demás a través de mecanismos cerebrales que reflejan las acciones de los demás estimulando las mismas áreas motoras y sensoriales en el cerebro de los observadores que la persona que están observando. Esta capacidad de espejo se ha demostrado a nivel de fibras musculares individuales. Si el músculo de la mano de una persona es pinchado por una aguja fina, por ejemplo, las mismas áreas motoras y sensoriales se activan en el cerebro de un observador (2017).

Deepra Padmanaban (2017) nos informa que ahora se sabe que existe una región en el cerebro relacionada con la conectividad entre dos regiones cerebrales: es "la unión temporoparietal, que está involucrada en el pensamiento sobre los demás, y la circunvolución frontal inferior, una región en el lóbulo frontal que apoya el pensamiento abstracto como en el caso de creencia y realidad" (párrafo 5, 2017). Estos recursos anteceden el Homo Sapiens en la evolución animal; la capacidad de interpretar las intenciones y emociones de los demás, y los aspectos más finos de la vida social del contorno, han contribuido a la supervivencia de sistemas enteros de seres vivos desde tiempos evolutivos muy tempranos.

En otra ocasión (Cronick, 2024b) hemos explorado la naturaleza de la empatía; usaremos algunas de estas reflexiones en los siguientes párrafos. Hemos revisados variados aspectos de la empatía, y basándonos en esta fuente, referimos a la capacidad que tienen las personas para aprender emociones y conductas empáticas, e incorporarlas psico y culturalmente en la sociedad. La razón de este énfasis es que los rasgos más oscuros de aspectos psicológicos que se orientan hacia el poder pueden ser alterados o aun evitados.

La empatía es una capacidad innata, pero, como los músculos, las redes neuronales asociadas con ella pueden potenciarse con el ejercicio, es decir, están sujetas a las influencias socioambientales y culturales. Inclusive, las personas que sienten su carencia en sus propias vidas pueden cultivarla (Abramson, 2021). En ambientes donde se nutre esta capacidad, estas experiencias tienden a ser más frecuentes. Levett-Jones, Cant y Lapkin (2019) examinaron la efectividad de la enseñanza de la empatía entre estudiantes de enfermería. Encontraron que fue más efectiva en intervenciones inmersivas y experienciales basadas en simulaciones que emplearon juegos de roles. En otras palabras, hubo mayor aprendizaje cuando las condiciones asemejaban los contextos normales de interacción social. 

Riess (2017) también observa que las investigaciones han demostrado que esta vital competencia humana es mutable y se puede enseñar. Cronick (2024b) nos recuerda que hoy en día es frecuente encontrar en el Internet videos sobre el aprendizaje de esta destreza. Hay una serie en la televisión llamada “Convictos y Pitbulls” (Drachkovitch y Lucas, 2009) en la cual presos en una cárcel aprenden a cuidar y amar a perros violentos, aprendiendo ellos mismos a sentir emociones empáticas. En Abramson (2021) se puede encontrar recomendaciones de autoayuda para quienes quieren desarrollar esta capacidad en sí mismos.

Por el contrario, en las situaciones en que se ignora o se suprime la empatía ella tiende a desaparecer. Bleiker y Hutchison (2021) la examinan en escenarios donde ha habido conflictos políticos y guerras. Exploran también su papel en los procesos de reconciliación después de los conflictos. Es decir, los autores revisan tanto las condiciones que disminuyen las experiencias de empatía como las que las aumentan. Dicen Bleiker y Hutchison que las emociones desencadenadas por el conflicto a menudo perpetúan los antagonismos existentes. El capítulo muestra cómo el uso activo de la empatía puede promover formas alternativas de reducir los conflictos. Los autores revisan el papel que tiene el arte, y el teatro en particular, para la construcción de la paz en Sri Lanka. Una apreciación activa de todo el espectro de emociones engendradas por la guerra, incluyendo la compasión, puede facilitar formas de sanación social y reconciliación.

El afán de poder, adulación y la carencia de empatía

Las personas que están motivadas a buscar el poder sobre los demás, y que desean la adulación de las masas, pueden padecer de ciertas configuraciones o trastornos de la personalidad.

El problema de la clasificación de estos casos como patologías individuales es que la disciplina de la psicología no está clara sobre sus etiologías, sus características, sus efectos y su incidencia en la población. Se trata de una investigación incompleta y en proceso. Es más, aun la identificación y diagnóstico de algunas de las patologías reconocidas por la psicología desde hace tiempo carecen de claridad como “enfermedades afectivas” o trastornos que pueden ser diagnosticados, y etiquetas, y que pueden ser empleadas para describir definitivamente a una persona.

Por ejemplo, Delroy Paulhus y Kevin Williams (2002), cuyo artículo revisamos en mayor detalle abajo, hablan de la validación estadística de tres patologías del poder, la “Triada Oscura” del maquiavelismo, el narcisismo subclínico y la psicopatía subclínica. Evaluaron a una pequeña muestra de 245 estudiantes, encontrando sólo moderadas inter-correlaciones entre los constructos. Llegaron a la conclusión de que la Tríada Oscura de personalidades, tal como se mide actualmente, está constituida por construcciones superpuestas pero distintas. Es decir, se trata de ideas interesantes, y posibles descriptores, pero no pueden postularse como elementos diagnósticos. Se puede decir lo mismo sobre otras propuestas en la literatura de “trastornos de poder”.

En este ensayo hacemos un recorrido de la literatura al respecto, e investigamos hasta qué punto pueden aplicarse a ciertos personajes históricos que han abusado de sus puestos de poder. Pero al final, va a ser necesario emplear estos descriptores psicológicos y psiquiátricos como adjetivos que caracterizarían a estos personajes y que tendrían sólo un cierto valor predictivo.  No pretendemos declarar a estas personas como portadores de alguna condición determinada. Sin embargo, podemos hablar de tendencias, decisiones existenciales y maneras de vivir y de tratar a los demás. Son decisiones tomadas en la niñez y la juventud que son difíciles de abandonar en la edad adulta. Estas decisiones, entonces, dan la base para considerar a algunas personas como crueles “por naturaleza”.

Además, al identificar estas tendencias en el liderazgo, es importante enfatizar que el líder no puede actuar sólo. Siempre está acompañado por aliados, ejecutores, valentones y seguidores que posibilitan su autoridad. Estos seguidores pueden mostrar las mismas tendencias de personalidad que tienen sus líderes, y ellas facilitarían su participación en actos no empáticos.

Con las limitaciones así señaladas, a continuación, hacemos una revisión de la literatura sobre algunas propuestas de trastornos de poder.

Como hemos señalado, en el caso de individuos con trastornos como las llamadas psicopatologías, el tipo de escenario en que pueden desempeñarse es importante. Ellos buscan carreras en las instituciones y lugares donde la estructura organizacional les permite ubicarse en posiciones de autoridad. Pilar Bardera (2022) habla de esta atracción, donde existen estructuras socio-económicas y políticas en que las posiciones de poder ya están incorporadas; allí pueden satisfacer su necesidad de dominación y control sobre otras personas.

Es importante resaltar el papel de estos escenarios porque pueden influir incluso en personas que carecen de estos síndromes. Bardera recuerda a los experimentos de Zimbardo en la Universidad de Stanford (Zimbardo, Haney, Banks y Jaffe, 1986) en que personas -que no habían presentado estos rasgos anteriormente- fueron asignados roles dentro de una cárcel ficticia, inventada para estudiar el efecto de los roles que implican autoridad. Zimbardo encontró que el poder influye de tal manera que es posible que cualquier persona pueda volverse emocionalmente fría y distante, “menos empática y más centrada en sí misma” (Bardera, p.4).  Y la autora observa que “Por ello, no resulta difícil pensar en lo que les sucede a las personalidades narcisistas, antisociales (personas que tienden a hostigar, manipular o tratar con crueldad e indiferencia a los demás, sin culpa ni remordimiento) o histriónicas (personas teatrales, que usan la dramatización para ser el centro de atención), que ejercen posiciones de liderazgo” (ibid.).

Según Bardera muchos de los líderes históricos han padecido de algún trastorno. Para citar tres casos mencionados por ella:

[…] Churchill sufría un trastorno bipolar (enfermedad mental que causa cambios extremos en el estado de ánimo, que van desde la manía a la depresión, y que le habían hecho ganarse la fama de gruñón y persona de mal carácter) y Roosevelt un trastorno depresivo (trastorno caracterizado por una tristeza constante, que afecta a las emociones, a los pensamientos y a la conducta), por su parte, Stalin, padecía un trastorno paranoide (caracterizado por un patrón de desconfianza y suspicacia, que le hacía creer, entre otras cosas, que le querían matar) (p.8).

Algunos trastornos son más peligrosos que otros en el sentido de su capacidad para engendrar malestar y aun tragedias para quienes son afectados por liderazgos “oscuros”. La propuesta ya mencionada, la “Triada Oscura” (Dark Triade) es una teoría psicológica de la personalidad, publicada por primera vez por Delroy L. Paulhus y Kevin M. Williams en 2002. Esta teoría describe tres tipos de personalidad que son agraviantes, pero no patológicas: el maquiavelismo, el narcisismo subclínico y la psicopatía subclínica. Son tipos de personalidad que no son consideradas explícitamente patológicas, pero tampoco representan personalidades saludables y empáticas. Son capaces de producir mucho daño social.

La psicopatía tiende a asociarse con la violencia, incluso con crímenes tan graves como el homicidio en serie.[8] Una página web, “Psicología Ya.com” (2021) distingue entre la psicopatología y el narcisismo:

Origen: Mientras que el narcisismo se centra en la necesidad de admiración y validación, la psicopatía se relaciona con la falta de empatía y la propensión a comportamientos antisociales.

Emociones: Los narcisistas pueden experimentar emociones como la vergüenza o la humillación, mientras que los psicópatas muestran una notable ausencia de sentimientos de culpa o remordimiento.

Relaciones interpersonales: Los narcisistas buscan la admiración y el reconocimiento de los demás, mientras que los psicópatas pueden establecer relaciones superficiales basadas en la manipulación y el control.

En ambos casos pueden darse episodios sádicos y un comportamiento depredador y tóxico. Y las personas afectadas pueden buscar posiciones profesionales y políticas en las cuales puedan satisfacer sus necesidades de adulación y el ejercicio de poder. Según Sandra Silva (2021) el trastorno narcisista de la personalidad se encuentra en aproximadamente 1% de la población. Es un trastorno que afecta más a los hombres que mujeres; estas personas muestran una prepotencia exagerada, falta de empatía y una gran necesidad de admiración. Están atraídas por el poder y el prestigio.

Estas personas no eligen esta condición de manera evidente. Probablemente, en ciertos momentos en la formación de su personalidad se vieron en la necesidad de defenderse contra agresiones sociales, y estas experiencias contribuyeron al desarrollo de la psicopatología y el narcisismo de manera determinante en sus personalidades. Son características que se asocian con influencias ambientales y culturales, y con experiencias infantiles como el vínculo entre padres e hijos. Según Sandra Silva un niño puede sufrir un evento traumático, negligencia y abandono, críticas excesivas de un ser querido, e inclusive, mimos y alabanzas excesivas, y estas experiencias pueden desencadenar reacciones defensivas. También propone que puede haber antecedentes médicos de desórdenes de personalidad narcisista en la familia.

Silva señala que hay diferentes tipos de narcisismo, pero por general las manifestaciones incluyen: grandiosidad y presunción, un fuerte sentido de derecho personal, una tendencia a explotar a los demás, y una falta de empatía.

Juan Luis Linares (2007) también enfoca el concepto de la personalidad desde el punto de vista relacional. Define esta dimensión en términos de “un diálogo entre pasado y presente, y encuadrada por un substrato biológico y por un contexto cultural”. Según Linares la personalidad sigue siendo un fenómeno individual. Sin embargo, considera que las personas son moldeadas y definidas por la relación que tienen con el mundo y sus semejantes en un diálogo entre el pasado y el presente donde son un producto de una historia personal.

Linares propone un sustrato biológico que subyace todas las particularidades individuales en el sentido de “ciertas predisposiciones a desarrollar determinados rasgos de personalidad”. Sin embargo, dicho sustrato se desarrollaría dentro de los contextos culturales en que los niños se crían. Según el autor hay, incluso, mitologías “que priorizan unos rasgos de personalidad sobre otros, condicionando su adscripción al patrimonio psicológico de sus miembros.”

Linares dice que el aspecto más importante en la crianza de un niño “es la vivencia subjetiva de ser amado.” Pero el amor es siempre complejo, aunque nutritivo, y tiene aspectos tanto cognitivos y emocionales como pragmáticos que pueden ser conflictivos. Si al niño le falta una nutrición amorosa, o sufre de la descalificación de su individualidad, puede tener dificultades en la construcción de la personalidad. Estas dificultades pueden manifestarse luego en trastornos psiquiátricos.

La psicopatía es una condición ligada al abuso de poder. Linares cita a Emil Kraepelin, quien en 1915 introdujo el término Personalidad Psicopática, que, en su tiempo tuvo connotaciones biológicas. Describía a un ser amoral, cuyo destino sería la cárcel o el manicomio. Esta representación tuvo eco en los años 30 y 40 del siglo XX en Alemania, pero tuvo componentes ideológicos que luego fueron modificados en los Estados Unidos para describir personajes como la figura mafiosa de Al Capone de los años 30 del siglo XX cuando la prohibición de la producción de bebidas alcohólicas generó grandes mafias criminales que se dedicaban a su producción y venta ilegales.

Siguiendo a Linares, luego el término psicópata se asoció con la idea del síndrome o trastorno borderline, o Trastorno Límite de Personalidad, con que se pretendía crear una categoría entre psicosis y neurosis. Esta nueva categoría no tuvo implicaciones genéticas, pero sí, contenidos psicoanalíticos.

Finalmente, Linares describe como los trastornos de personalidad fueron incorporados por la American Psychiatric Association (Asociación Psiquiátrica Estadounidense), en sus manuales como el Eje II, “propio de los trastornos de la personalidad, distinto del Eje I, que corresponde a los trastornos clínicos”. Linares cita así las categorías diagnósticas: El Eje II del DSM-IV-TR (American Psychiatric Association, 2000) distingue tres grupos de Trastornos de la Personalidad:

Grupo A: Trastorno Paranoide, Trastorno Esquizoide y Trastorno Esquizotípico de Personalidad.

Grupo B: Trastorno Antisocial, Trastorno Límite, Trastorno Histriónico y Trastorno Narcisista de Personalidad.

Grupo C: Trastorno por Evitación, Trastorno por Dependencia y Trastorno Obsesivo-Compulsivo de la Personalidad.

Los trastornos de la vinculación social, son los que interesan más a Linares, debido a sus sustratos relacionales provenientes de las historias familiares de las personas afectadas. De allí pueden relacionarse con la delincuencia y el crimen.

Hemos recorrido los términos más empleados por la psicología y la psiquiatría para describir las personas que buscan desmedidamente oportunidades y situaciones para ejercer y abusar del poder. Así hemos dejado un fundamento para analizar a ciertas personalidades particulares. Los cuatro personajes que analizaremos a continuación son bien conocidos y han sido objetos de múltiples análisis, algunos de los cuales citaremos en la siguiente sección de este ensayo. Hemos elegido dos líderes de la antigüedad y dos del Siglo XX para enfatizar que se trata de una situación que ha acompañado a la civilización humana desde hace muchísimo tiempo.  

De nuevo, reiteramos que no pretendemos realizar diagnósticos psicológicos de estos personajes. Nuestro propósito se limita a señalar tendencias preocupantes en el liderazgo para abrir un diálogo al respecto. Y como señalamos arriba, es necesario pensar, no sólo en la personalidad del líder, sino también en las necesidades que él satisface entre sus seguidores. El líder no actúa en un vacío social. Es importante señalar sus características “oscuras” para poder deliberar y razonar públicamente sobre ellas, y para poder plantear remedios y soluciones.

Nuestra estrategia de análisis tiene tres etapas:

a) ofrecer biografías cortas de los cuatro personajes, dentro del contexto de su tiempo y su cultura,

b) extraer de estas biografías aspectos específicos relacionados con cuatro rasgos de personalidades orientadas por el poder (antecedentes familiares, prepotencia exagerada y una gran necesidad de admiración, la falta de empatía y episodios sádicos y maquiavelismo). 

c) examinar el significado de estos rasgos como un conjunto psicológico y social y reflexionar sobre maneras de evitar su desarrollo.   

 

3.     ALGUNAS PERSONALIDADES HISTÓRICAS QUE REPRESENTAN LAS PSICOPATÍAS DEL PODER 

Agamemnón de Micenas

Agamemnón es una figura semi-histórica, pero su presencia como un modelo de un regente de poder ha sido una influencia y una advertencia sobre el abuso de la autoridad desde hace tres milenios. Su vida ha sido descrita en diversas obras griegas (por Homero en “La Ilíada”, por Esquilo en la trilogía, “La Orestíada”. Sófocles escribió “Electra”, cerca al año 418 a.C., y Eurípides lo caracterizó con toda su brutalidad en ”Ifigenia en Tauris” (414 a.C.) y en “Ifigenia en Áulide (409 a.C.)”.  La leyenda de Agamemnón no es el testimonio de una figura verificable históricamente. Como dice Cronick:

La historia de los helenos se pierde en las brumas de las leyendas, pero los relatos, pasados oralmente de poeta en poeta por cientos de años, crea una impresión sorprendentemente coherente. El más famoso de ellos, Homero, el bardo ciego del siglo VIII a. C., [….] está firmemente situado como el rapsoda, o cantor principal de la antigüedad greca; era el cantor que supo crear poemas épicos a partir de los muchos cantos dispersos que había en este entonces sobre el asedio de Troya [….] (2024a).

La Ilíada, una de las obras principales de Homero, es una de las fuentes de lo que sabemos sobre los griegos que pelearon en Troya en el segundo milenio a.C.  El poeta deja entrever la esencia de esta embestida bélica y del carácter de los hombres que participaron en ella. Fue una tragedia para casi todos sus participantes, donde las voluntades humanas y divinas se chocaron y terminaron produciendo un destino que nadie realmente hubiera querido (Cronick, 2024a). A pesar de ser un posible personaje fictivo, Agamemnón, rey de Micenas, ha sido desarrollado con mucha credibilidad psicológica por Homero.

Los antecedentes afectivos de la familia de Agamemnón son atroces.  Agamenón pertenecía a la Casa de Atreo, la cual se remonta hasta Tántalo, un rey mitológico de Lydia. Tántalo mató a su propio hijo, Peplos, y lo ofreció cocido como un guiso para los dioses. El padre de Agamenón, Atreo, repitió el mismo crimen: mató a los hijos de su hermano Tiestes, y se los ofreció como un guiso en un banquete para vengarse de una ofensa. Tiestes comió el guiso sin saberlo, hasta que Atreo hizo traer las cabezas de sus sobrinos para que Tiestes se diera cuenta de que había comido a sus propios hijos. Con estos ancestros, Agamemnón se crio y se formó.

Tenía ascendencia divina, pero de una herencia violenta de asesinatos y macabras historias. Tal vez por esta razón él mismo también fue violento y sin compasión con su familia, asociados y soldados. El único afán en su vida era el logro y el mantenimiento del poder como rey y como conquistador militar. Por ejemplo, cuando se casó con la viuda Clitemnestra de Esparta, para apropiarse de su reino, cuenta la leyenda que arrojó el recién nacido de ella, hijo de su previo esposo, contra unos peñascos para que ella no tuviera más descendencia que la suya.

Agamemnón era rey de Micenas, pero tenía ambiciones mayores y quiso conquistar nuevos territorios. Se fijó en Troya. El pretexto de la guerra era el “rescate” de Helena, la esposa del hermano de Agamenón, Menelao, rey de Esparta, que había escapado a Troya con su amante París. Es probable que la razón última de la guerra fuera el deseo de Agamemnón de apoderarse de las rutas de acceso, y a los recursos del mar Negro y al botín que ofrecía Troya. Como señala Martínez (2024), en la Ilíada Homero cuenta que Agamenón contribuyó a la armada griega con cien navíos, además de donar otros tantos a sus aliados del interior, mientras otros reyes como Néstor de Pilos o Diomedes de Argos aportaban noventa y ochenta cada uno.

Cuando el ejército griego, dirigido por Agamenón, estaba esperando en la costa de Aulis para navegar hacia Troya, no hubo viento para las velas de sus barcos. Había unos cuantos ejércitos en la playa por varias semanas sin nada que hacer, y la situación estaba tensa. Finalmente, el sacerdote Calcas anunció que la diosa Artemisa solo los permitiría zarpar si Agamemnón sacrificara a su hija Ifigenia.  Esta historia fue recogida en dos obras por Eurípides: Ifigenia en Aulis, y en Ifigenia en Tarude en el Siglo VI a.C.

En la primera, Ifigenia en Aulis, Agamenón engaña a su hija diciéndole que va a casarse con Aquiles, y que debe viajar a Aulis para el matrimonio. Ella, encantada, acepta, pero al llegar allí se entera que le han mandado a buscar sólo para sacrificarla para que las tropas puedan partir a Troya. Después acepta el sacrificio como un deber patrimonial. Es conducida al altar donde muere. Como resultado los vientos vuelan y los navegantes salen.[9] Es como si los ejércitos requiriesen derramar sangre real antes de ofrecer sus propias vidas.

En Troya Agamemnón era un líder despótico pero débil. Al final, todos perdieron. No quedaron ni rastros de Troya. Muchos de los héroes griegos murieron. Los sobrevivientes regresaron a sus casas con algo del botín, pero con pocas ganancias, pero esto sí: habían forjado un territorio griego.

Clitemnestra nunca perdonó a Agamenón. Con su esposo lejos en Troya, ella tomó un amante, Egisto. Egisto y Clitemnestra gobernaron a Micenas en los diez años de la ausencia del rey. Al regresar, los dos lo mataron. En venganza, Orestes, el hijo de Clitemnestra mata a su madre y Egisto, pero se vuelve loco como resultado.

Julio César

Cayo Julio César también ha sido objeto de muchas reflexiones. Es una figura histórica y autor que ha escrito dos obras sobre su propia vida y hazañas. “Las Guerras Gálicas”, es una crónica de actividades militares de parte de los romanos en lo que hoy es Inglaterra, Francia y Alemania. También escribió “Comentarios Sobre la Guerra Civil” en la que relata sus combates con Pompeyo. Ha sido sujeto de la obra “Julio César” de William Shakespeare y abundantes libros en los tiempos modernos.

Se sabe poco de la infancia de Cayo Julio César. Nació en el año 44 a.C. así que su niñez ocurrió en el tiempo de la "Guerra de los Aliados (91-88 a.C.)”, y su familia tiene que haber sentido los efectos de ella. Miembros de su familia extendida participaron en el conflicto, entre ellos su padre. Hubo violencia entre las familias poderosas, y cuando su tío Cayo Mario y el hombre más fuerte de Roma Lucio Cornelio Cinna lograron dominar la ciudad, varios familiares lejanos de Julio César fueron ejecutados. Es decir, podemos suponer cierta zozobra en su crianza debido a la guerra y la competencia entre su tío y Cinna.

Julio César era una personalidad autoritaria y a veces injusta. Es difícil categorizarlo como “tirano” en el sentido llano del término porque nunca llegó a ser un dictador. Dedicó su vida entera a la adquisición del poder, siempre a niveles más altos dentro de la jerarquía romana, y aspiraba destrozar las limitaciones impuestas sobre el ejercicio ilimitado del poder por las leyes de la República. Sin embargo, César mejoraba la condición de vida de los romanos cuando podía hacerlo, como cuando era pontifex en Hispania, por ejemplo. Se puede argumentar que sus acciones a favor de la población menos privilegiada eran actos de un populista. Es probable. 

César mantuvo una sostenida búsqueda del poder, y siempre aspiraba a ocupar niveles más altos de autoridad. Quería ser dictador de toda Roma hasta que lo asesinaron; sus verdugos alegaban que actuaban para preservar la República de estas aspiraciones de poder. Bruto, su hijo adoptivo y también uno de sus asesinos, dijo que lo hizo: “No fue porque amaba a César menos, sino porque amaba a Roma más” (Shakespeare, 1599/ s/f). De esto hablaremos en mayor detalle más adelante.

Existen diferentes tipos de tiranías: hay tiranías personales (donde el poder se concentra en una sola persona), las tiranías de partido (donde el poder está en manos de un partido único) y las tiranías militares (donde el poder es ejercido por el ejército). Desde varias fuentes se puede encontrar la mano de César en todos ellos.

En la obra Vidas Paralelas de Plutarco tenemos un buen retrato de Cayo Julio César. Los autores Fernández y Tamaro siguen este relato muy de cerca en una contribución a “Biografías y Vidas”. A continuación, revisaremos la biografía de César que nos ofrece este último artículo, y ocasionalmente refiramos al mismo Plutarco. 

Temprano en su vida, siendo todavía adolescente, el padre de César murió. El joven decidió, no sólo hacerse cargo de su vida de manera independiente, sino dirigirla hacia la conquista de influencia y poder. Tenía entonces quince años en el año 85 a.C. A pesar de su juventud, uno de sus primeros actos fue casarse con Cornelia, hija de Cinna, uno de los dirigentes más poderos de Roma (junto con Cayo Mario, su tío) del partido popular. Cinna, en ese entonces, era el hombre todopoderoso en Roma. Este matrimonio fue claramente un paso hacia el poder, porque entre la pareja no había lazos de afecto.

Tres años antes, el cónsul y general romano Sila había regresado victorioso a Roma después de conquistas militares en el interior del Imperio, y haciendo valer su popularidad y nuevo poder, trató a sus posibles adversarios con gran saña, ejecutando y desterrándolos, e incautando sus bienes. La República, como institución regida por leyes y algo de participación popular, casi había terminado. Sila exigió a César que repudiara su matrimonio con Cornelia debido a los lazos políticos de su familia, pero él “respondió al mensajero de Sila con una famosa frase ("dile a tu amo que en César sólo manda César") y optó por el exilio en Asia” (Fernández y Tamaro). Es impresionante que un joven, todavía adolescente, pudiera responder al hombre más poderoso del Estado, con tanta imperiosidad. César se alejó de Roma por un tiempo, pero, después de la muerte de Sila regresó, para volver a irse al darse cuenta de un ambiente político no favorable para sus ambiciones.

Se fue para Rodas. En el viaje para llegar allí fue raptado por los piratas que vivían del rescate que exigían por sus víctimas. Vamos a citar directamente a Plutarco (1821) para describir su experiencia como "cautivo”, ya que demuestra una vez más, no sólo la personalidad altanera de César, sino también, su capacidad de dominar a los demás aun en las situaciones más improbables.

“Lo primero que en este incidente hubo de notable fue que, pidiéndole los piratas veinte talentos por su rescate, se echó a reír, como que no sabían quién era el cautivo, y voluntariamente se obligó a recibir cincuenta. Después, habiendo enviado a todos los demás de su comitiva, unos a una parte y otros a otra, para recoger el dinero, llegó a quedarse entre unos pérfidos piratas de Cilicia con un solo amigo y dos criados, y, sin embargo, [César] les trataba con tal desdén, que cuando se iba a recoger les mandaba a decir que no hicieran ruido. Treinta y ocho días fueron los que estuvo más bien guardado que preso por ellos, en los cuales se entretuvo y ejercitó con la mayor serenidad, y, dedicado a componer algunos discursos, teníalos por oyentes, tratándolos de ignorantes y bárbaros cuando no aplaudían, y muchas veces les amenazó, entre burlas y veras, con que los había de colgar, de lo que se reían, teniendo a sencillez y muchachada aquella franqueza. Luego que de Mileto le trajeron el rescate y por su entrega fue puesto en libertad, equipó al punto algunas embarcaciones en el puerto de los Milesios, se dirigió contra los piratas, los sorprendió anclados todavía en la isla y se apoderó de la mayor parte de ellos. El dinero que les aprehendió lo declaró legítima presa, y, poniendo las personas en prisión en Pérgamo…. (Plutarco, Vidas Paralelas, Julio César, sección 3).

César regresó a Roma. Fue nombrado pontifex maximus y luego fue enviado como propretor a Hispania donde se enriqueció personalmente y favoreció los intereses romanos en la provincia. Regresó de nuevo a Roma en el año 60 a.C.. Seguía ascendiendo en el poder y pasó a formar parte de un triunvirato, junto con Craso y Pompeyo. Para este entonces César era uno de los hombres más importantes de Roma.

César sabía atraer el apoyo de la población.  Favoreció una legislación progresista que tenía una base agraria. Repartió tierras a los veteranos y dio asentamiento a colonos en tierras conquistadas, y por unos cinco años comandó tres legiones en las provincias de las Galias. Regresó triunfante a Roma lleno de esclavos y oro.

Su libro, Las Guerras Gálicas, es más que todo una descripción de sus hazañas militares. El propósito era aumentar su propia reputación como general, no analizar la situación en los territorios conquistados, ni lo adecuado de sus maniobras castrenses.

Napoleón III hizo algunas anotaciones a sus escritos. En un caso, en el Libro 3, reflexionó sobre la ética de las tropas romanas:

NOTAS DE NAPOLEÓN AL LIBRO III 1. No puede menos de abominarse la conducta observada por César con el Senado de Vannes. Estos pueblos no se habían sublevado; habían entregado rehenes; habían hecho promesa de mantenerse al margen de toda contienda; pero estaban en posesión de su libertad y de todos sus derechos. Habían dado, ciertamente, motivos a César para hacerles la guerra, pero no para violar el derecho de gentes ni para abusar de la victoria de manera tan atroz. Esta conducta no era justa y menos aún política, porque tales medios nunca conducen a nada práctico y sólo se consigue con ellos exasperar y sublevar a los pueblos. El castigo de algunos jefes es todo lo que autorizan la política y la justicia; el buen trato a los prisioneros es una de las reglas importantes que se deben observar. Cap. XVI.

En otra anotación Napoleón arrojó dudas sobre la gloria de las conquistas en La Bretaña y Galia. Dijo:

La Bretaña, esta provincia tan grande y tan difícil, se sometió sin oponer una resistencia proporcionada a su poder. Lo mismo sucedió con la Aquitania y la baja Normandía [….] Nada hay más opuesto al espíritu nacional, a las ideas generales de libertad, que el espíritu particular de familia o de caserío. De estas divisiones resultaba además que los galos no poseían ningún ejército regular permanente experimentado, y, por consiguiente, ningún arte ni ciencia militar. Por esto, si la gloria de César estuviese sólo cimentada sobre la conquista de las Galias, podría dudarse de su legitimidad. [….] Cap. XXVII.

A pesar de las críticas, César regresó a Roma triunfante. Luego de un tiempo en la ciudad, fue a Egipto para controlar un enfrentamiento entre los faraones reinantes, los esposos Ptolomeo XIII y Cleopatra VII. César se alió con Cleopatra y ellos mantuvieron una intensa y famosa relación amorosa que ha sido celebrada en varias obras literarias, incluyendo a la obra teatral de William Shakespeare. César entregó el trono exclusivamente a Cleopatra, pero la presencia de las tropas romanas en el palacio y la rivalidad de Ptolomeo XIII, motivó resistencia en el pueblo. César resistió por unos meses, y finalmente, ayudado por Mitridates de Pérgamo, pudo vencer a las tropas egipcias. Cleopatra se trasladó después a Roma, donde vivió como la concubina de César hasta la muerte de él.

Después de su regreso a Roma fue el hombre más poderoso del mundo mediterráneo. “Se había cumplido el sueño de su juventud: la totalidad del poder, dentro del marco legal de la república (Fernández y Tamaro, 2004). No buscó venganza y siguió con políticas populistas de asentamientos agrarios y apoyo a los colonos. Dicen Fernández y Tamaro que:

 “…aumentó el número de fiestas populares, aunque cuidándose de no incurrir en gastos ruinosos para el Estado; dispuso normativas económicas y financieras que protegían a los menos fuertes, trató de morigerar el lujo de los poderosos y limitó los gastos en banquetes; diseñó profundas transformaciones políticas, dictó leyes que ampliaban la ciudadanía romana a capas más vastas de la población, y comenzó a pensar en un mundo distinto al hasta entonces conocido dentro de los límites de la ciudad romana.”

Hubo, sin embargo, resistencias. Muchas familias patriarcas temían la terminación no sólo de la República, sino también de su influencia propia. Casio, Bruto y Casca comenzaron a pensar en asesinarlo. La ironía era que dos de sus verdugos eran allegados suyos: Bruto era un joven querido por César y lo había adoptado como hijo. También Casio había luchado junto a César. Casca, sin embargo, era un tradicional enemigo de Julio César.

César asistió al Senado el día 15 de marzo del año 44 a.C. (los idus de marzo). Alguien retuvo a Marco Antonio, su aliado y con seguridad su defensor, en la antesala del Senado. Relatan Fernández y Tamaro:

Una vez adentro, lo rodearon y lo atacaron con sus puñales y dagas. Según la tradición, ante la puñalada de Bruto, César exclamó ‘kai su teknon’, frase en griego que posteriormente se latinizó en la famosa ¡tu quoque, fili mi! (¡tú también, hijo mío!). César emitió un quejido a la primera puñalada, luego se mantuvo en silencio.

Vale añadir a este relato referencias al discurso fúnebre de Bruto tal como fueron elaborados por William Shakespeare. Es famoso porque describe no sólo los motivos de los asesinos sino la personalidad de César. Bruto, hablando con las personas fuera del Senado después del asesinato dijo:

Tened calma hasta escucharme. Romanos, paisanos y amigos míos. Oídme defender mi causa, y, para mejor oírme, callad. Creed en mi honradez y respetad mi honra, a fin de que me creáis. Censúreme vuestro buen juicio y avivad vuestros sentidos para juzgar de mí con mayor acierto. Si hubiere alguno entre los presentes que entrañable amistad profesara a César, a él le digo que la amistad de Bruto a César no era menos entrañable que la suya. Así, pues, si este amigo preguntare por qué razón Bruto se alzó contra César, he aquí mi respuesta: No fue porque amaba a César menos, sino porque amaba a Roma más. ¿Prefirierais que César viviera y morir esclavos, a que esté muerto César y vivir libres? Porque fue mi amigo, lo lloro. Porque afortunado fue, lo celebro; porque fue valiente, lo honro; porque fue ambicioso, lo maté. Lágrimas tuve para su amistad; regocijo por sus triunfos; encomios para su valor, y muerte para su ambición. ¿Quién hay aquí tan abyecto que quiera ser esclavo? Si hay alguno, que hable, pues a él he ofendido. ¿Quién hay aquí tan necio que no quiera ser Romano? Si hay alguno, que hable, pues a él he ofendido. ¿Quién hay aquí tan vil que no ame a su patria? Si hay alguno, que hable, pues a él he ofendido. ¿Quién me responde? (Shakespeare, escena 2)

Bruto, según Shakespeare, actuó por razones patriotas, para salvar a la República de las ambiciones de César. La ironía de este momento histórico es que, a raíz del asesinato de César, Roma se lanzó a una guerra civil que finalmente se resolvió con la investidura de su sobrino nieto, Octavio, como el primer emperador de Roma, con el nombre de César Augusto.

Iósif Vissariónovich Dzhugashvili (Stalin)

Stalin era un revolucionario marxista-leninista del Siglo XX. También era autor de numerosos escritos recopilados en el Internet en J.V. Stalin (s/f) como “El Marxismo y la Cuestión Nacional”. Su vida ha sido objeto de cuantiosas reflexiones como la de Robert Service. Fue un ejemplo clásico del tirano, y en su lucha para conseguir y mantener el poder en la Unión Soviética hasta su muerte en 1953, era responsable de miles de encarcelamientos, muertos y destierros.

En este repaso sobre la vida de Stalin seguimos de cerca la redacción del libro de Robert Service (2008), y el artículo de los Colaboradores de Wikipedia (2024 a). No ha sido posible citar sus textos de manera explícita porque hemos mezclado y alternado las referencias para construir un tercer texto que resume la vida de Stalin.

Iósif Vissariónovich Dzhugashvili, quien el mundo llegó a conocer como Joseph Stalin, fue un político, revolucionario y dictador en la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS). Nació en 1878 en la Georgia Soviética y llegó a ser el secretario general del Comité Central del Partido Comunista de la Unión Soviética entre 1922 y 1952 y presidente del Consejo de ministros de la Unión Soviética entre 1941 y 1953.

Su padre era un zapatero, su madre, era una sirvienta georgiana. Dos allegados de la familia, Yákov Egnatashvili (Koba), mercante local, y Christopher Charkviani, desempeñaron papeles significativos en su infancia. El matrimonio de sus padres fue inestable, y llegaron incluso a cuestionar la paternidad de Iósif; probablemente por esta razón su padre empezó a beber y maltratar a su esposa e hijo. Dos de los hermanos de Iósif murieron. Además, el niño tenía una salud frágil, nació con sindactilia (dedos unidos por una membrana) en dos dedos del pie y a partir de los dos años padeció sarampión y escarlatina, y luego viruela.

En 1886, sus padres pidieron que se le aceptara a Iósif en la escuela de la iglesia de Gori en el curso que empezaba en otoño. No fue aceptado, pero pudo estar presente en las clases de ruso que los hijos adolescentes del amigo de la familia, Charkviani, recibían. En 1888, Iósif ingresó en la escuela parroquial para hacer el programa educativo obligatorio en Georgia, de dos años. Su nivel de ruso por entonces le permitió acabar el programa en un año y, en 1889, comenzó su educación formal, aunque las vicisitudes económicas de la familia le obligaron a cambiarse de instituciones. Iósif comenzó a hacerse llamar Koba. Desde entonces será su pseudónimo más conocido después de Stalin. Koba era el nombre de un montañés legendario de Georgia, protagonista de la novela El Parricida. Luego ingresó en el Seminario Teológico de Tiflis.

La relación de Stalin con el movimiento revolucionario comenzó en el seminario. Stalin se unió a la organización socialdemócrata de Georgia, en la que se inició en el marxismo. Tuvo varias responsabilidades en la administración partidista en la región.

En 1900 entra en contacto con Lenin en Tiflis para impulsar la difusión de un periódico, pero tuvo algunos roces con la Ojrana, la sección especial de la policía zarista dedicada a la represión política. En este entonces es conocido como Koba Dzhugashvili; se libró de la redada, aunque su vivienda y su lugar de trabajo fueron registrados. Tuvo que pasar a la clandestinidad, de la que ya no saldrá hasta la Revolución de 1917.

Stalin se adhirió a la doctrina de Lenin de un partido centralista fuerte, de revolucionarios profesionales. En el período posterior a la Revolución de 1905, Stalin encabezó los «escuadrones de lucha» en robos de bancos para reunir fondos para el partido bolchevique.

En abril de 1917, Stalin fue por primera vez electo por la base del partido para formar parte del Comité Central. Posteriormente fue nombrado secretario del Politburó del Comité Central (mayo de 1917); se mantuvo en este cargo por el resto de su vida.

El 3 de abril de 1922, Stalin fue nombrado secretario general del Partido Comunista Panruso, un cargo que él posteriormente transformó en el más poderoso del país. Esta posición dio a Stalin una base de poder suficientemente fuerte como para permitirle instalar a sus aliados en los puestos claves del partido. Después de la muerte de Lenin en enero de 1924, Stalin, con algunos aliados, tomaron el control del partido.

Stalin usó el control del aparato administrativo del Estado para amasar poder, junto con sus aliados entre la policía y los comisariados del partido. Ya en la década de 1920 habían abandonado su idealismo revolucionario.

Stalin comenzó los planes de colectivización e industrialización que involucró la expropiación masiva de los medianos propietarios agrícolas (kuláks), lo cual dio lugar a una gran hambruna en Ucrania que supuso la muerte de varios millones de ucranianos.

En la USSR la red de campos de trabajo se amplió y Stalin aumentó su despotismo. Hubo numerosas luchas de poder, con cientos de ejecuciones, encarcelamientos y reclusiones en campos de concentración del Gulag. Acusaron a Trotsky de una conspiración para tomar el poder. Adversarios de Stalin fueron enjuiciados después de haber obtenido confesiones que eran el producto de torturas. Al final, la mayoría de los miembros del Comité Central bolchevique habían sido ejecutados. Trotski fue asesinado en la Ciudad de México en 1940 por Ramón Mercader, un agente estalinista. La historia de este asesinato fue recogida por el novelista cubano Leonardo Padura escrita en 2009.[10].

Trató de eliminar cualquier tipo de oposición: entre 1936 y 1938 organizó deportaciones contra los principales mandos militares y contra toda oposición en el seno del Partido. Fueron detenidas más de 1.300.000 personas por motivos políticos. De ellas casi 700.000 fueron fusiladas. Los agentes de Stalin no sólo encarcelaron y asesinaron. Aplicaron tormentos físicos y mentales a sus víctimas, las degradaba de la manera más humillante. Aunque él mismo no golpeó a los detenidos, en las cárceles alentó las medidas más brutales. Mantuvo incluso a sus asociados más cercanos quietos por medio de un miedo inmovilizante para que nadie se alzara en su contra.[11] Es innegable que la personalidad de Stalin estaba peligrosamente dañada y esta personalidad contribuyó al Gran Terror.

El inicio del libro de Robert Service (2008) nos sirve para concluir esta breve biografía. Dice que Stalin es una de las figuras más sanguinarias de la historia. Ordenó el asesinato sistemático de miles de personas. En sus años de poder, desde finales de la década de 1920 hasta su muerte en 1953, personificó el orden comunista soviético.

La Revolución de octubre de 1917 dio lugar a una dictadura de partido único que sirvió de modelo para la transformación de las sociedades en un tercio de la superficie del globo después de la Segunda Guerra Mundial. Aunque Lenin había fundado la URSS, fue Stalin quien le dio estructura.

Augusto José Ramón Pinochet Ugarte

Augusto José Ramón Pinochet Ugarte era un militar chileno que asumió el cargo en el golpe de Estado contra el presidente Salvador Allende en el año 1973. Fue un dictador siniestro que ordenó y cometió miles de crímenes de lesa humanidad en los 17 años que tuvo el mando en el país. Su vida fue ampliamente descrita por Mario Amarós (2019).

Mario Amarós (2019) resume así el legajo de Augusto Pinochet:

En el Siglo de la Revolución […] Pinochet simbolizó, como nadie, la imagen del fascismo en América Latina. […] La destrucción de la democracia chilena conmovió a la humanidad: para toda una generación fue «un momento formativo, de toma de conciencia moral» [.…]  La derrota militar de la Unidad Popular y de su proyecto de socialismo democrático y revolucionario, el bombardeo de La Moneda, la inmolación del presidente Allende […] los asesinatos y fusilamientos, la detención de decenas de miles de personas en campos de concentración, la clausura del Congreso Nacional y el fin de las libertades, el exilio y la acción criminal de la DINA transformaron a Pinochet en un paradigma universal: el arquetipo del villano, un personaje detestado universalmente, cuyo régimen fue condenado, año tras año, por las Naciones Unidas (p. 6).

Pero Damien LIarroqué (2020) pregunta: “¿Quién era realmente Pinochet? A la luz de [la biografía de Amarós] se puede ver […]  un tonto ambicioso, un general traicionero, un caudillo sanguinario y un sátrapa corrupto, en fin, no le temamos a las palabras, un bastardo irredimible” (Larroque, pág. 3).

Larrouqué, en sus comentarios respecto a la bibliografía que hizo Mario Amarós sobre Augusto Pinochet, llama a este dictador chileno “la figura más siniestra de la historia contemporánea de Chile”. Para hacer esta extensa revisión (casi 800 páginas) Amorós revisó múltiples fuentes incluyendo los famosos "Archivos del Terror" descubiertos en Paraguay.  Comenta que Pinochet, controlaba todas las instituciones de su gobierno, especialmente las de la inteligencia militar. El general se jactaba de que él sabía -personalmente- todo lo que pasaba en el país. A continuación, seguiremos los pasos de esta investigación.

Pinochet nació en 1915 en Valparaíso en una familia de clase media. Era el mayor de seis hermanos; su madre era autoritaria, según Amarós. De joven le interesaba las historias de los grandes conquistadores como Alejandro, César, Napoleón y Rommel. Su ambición era entrar en la vida militar. Una vez asimilado a las fuerzas armadas, ascendió con cierta rapidez. Irónicamente fue nombrado comandante en jefe el 23 de agosto de 1973 por el mismo Salvador Allende tras la renuncia del general y ministro de Defensa Carlos Prats. Después Pinochet les asesinaría a ambos.  

El golpe de Estado de 1973 se dirigió contra el presidente electo Salvador Allende. Hubo en estas conspiraciones intereses internacionales, particularmente estadounidenses, cuyas fuerzas militares temían el socialismo de Allende. El oficial que comandó la operación no era Pinochet, era el director de los Carabinieri César Leonidas Mendoza Durán, pero tras el bombardeo del Palacio de la Moneda, Pinochet se alejó del gobierno democrático y se unió a los golpistas, guiados por sus ambiciones de poder. 

En el curso del golpe y después, Pinochet se ubicó en la cabecera del mando militar. Libró una "guerra contra su pueblo desarmado" (Amarós, p. 259). Él y sus aliados acusaron y reprimieron a todos quienes habían apoyado a Allende por su "subversión marxista", incluido uno de los sobrinos del propio dictador, George Munro Pinochet, que fue encarcelado y torturado durante cuatro meses en una prisión de Valparaíso. Purgaron al mando militar también de unos 200 oficiales, es decir, alrededor del 10% de su fuerza. Además, Pinochet mandó asesinar a varios de los ex ministros de Allende que vivían fuera de Chile, entre ellos José Toha en Santiago (1974), Carlos Prats en Buenos Aires (1974) y Orlando Letelier en Washington (1976), como parte del famoso Plan Cóndor que se fomentó en Santiago.

Larrouqué señala que la lucha "antisubversiva" dejó varios miles de desaparecidos. Pinochet siempre se burló de tales afirmaciones, pero sarcásticamente aseguró, “con el nervio indecente que lo caracterizaba”, que "el grito de dolor de nuestros seres queridos sacude nuestras conciencias y nos obliga a no detener nunca la búsqueda de ellos" (Amarós, p. 477).

Pinochet eliminó las políticas sociales de Allende como las pensiones del Estado, con la excepción de la militar, e instituyó la contrarreforma agraria. Se inició una semejanza de elecciones supuestamente controladas por el Estado. 

Se aumento el aislamiento diplomático de la junta militar. La represión no cedió, como lo demuestra la masacre de Corpus Cristi o la atrocidad perpetrada contra dos estudiantes, Rodrigo Rojas y Carmen Gloria, que fueron quemados vivos y dados por muertos al margen de una manifestación opositora en 1986. Pinochet concedió la organización de un referéndum sobre la continuidad del régimen.

Confiado en el apoyo de los chilenos y su propia capacidad de maniobrar jurídicamente, llamó a un plebiscito en 1988. Perdió la presidencia, pero se mantuvo como comandante en jefe del ejército hasta el 10 de marzo de 1998. Enseguida asumió como senador vitalicio por unos meses. De dictador, se convirtió en el "patriarca" de una democracia controlada (Amarós, p. 641). En este caso, no dudó en intimidar, con el apoyo de varias guarniciones, a los primeros gobiernos de la Concertación; tan pronto como expresaron su deseo de investigar, por ejemplo, sobre los actos de soborno imputados a su hijo (el caso de los pinocheques) o en la apertura de los primeros juicios de la dictadura.

A pesar de las órdenes de arresto internacionales en su contra, Pinochet decidió viajar a Londres. Era un desafío y una sobrestimación de su poder personal. Pero, entre el 16 de octubre de 1998 y el 2 de marzo de 2000, a raíz de una orden de detención por parte del juez español, Baltasar Garzón, el exdictador fue detenido en Londres, por su implicación en los crímenes de lesa humanidad. Posteriormente fue liberado por el ministro del Interior inglés Jack Straw.

Amarós describe su viaje a Londres.

“[…] su viaje caprichoso a Londres en septiembre de 1998 propició que fuera detenido por agentes de Scotland Yard la noche del 16 de octubre a petición del juez Baltasar Garzón, bajo la acusación de crímenes contra la humanidad, un proceso sin parangón desde los juicios contra los criminales nazis en Nuremberg (1945-1946). Empezó entonces una batalla jurídica y política apasionante, que duraría quinientos tres días, en la que los tribunales de justicia británicos terminaron por aprobar su extradición a España [….] Pero Londres se convirtió en su Waterloo” (p. 7).

Pinochet pudo escapar a España, y finalmente regresar a Chile. Murió rodeado de su familia, a la edad de 91 años, en un hospital militar.  Alrededor de 4.000 de sus allegados más cercanos asistieron a su funeral. Su cuerpo fue cremado y sus cenizas esparcidas en la costa del Pacífico.

Larrouqué resume la carrera de Pinochet así:

[…] su dictadura se originó en un golpe de Estado y continuó con un sistema de represión al servicio de los individuos que detentaban el poder. Se caracterizó por múltiples escándalos de corrupción en los que se han visto involucradas las élites gobernantes. Además, su administración condujo un inusitado nivel de represión que incluyó el encarcelamiento arbitrario, la tortura sistemática y la violación. Empleó una estructura paralela directamente subordinada al líder; incluso empleaba los diferentes órganos de coerción los unos contra los otros. Había tres ejércitos y la gendarmería. Se trataría más bien de un régimen "neosultanista", en la palabra de Larrouqué, del tipo de los instaurados por Somoza en Nicaragua o Stroessner en Paraguay.

 Más allá de la vida de Pinochet, Amorós nos ofrece así una nueva comprensión del sistema dictatorial. Claramente, la dictadura pinochetista no fue una simple tecnocracia. Fue ante todo un régimen patrimonialista "miliciado", en la palabra de Amorós, que desmanteló las instituciones públicas en beneficio de sus compinches y libró una guerra sucia contra su propio pueblo.

4.     EL SIGNIFICADO DE LA PRESENCIA DE RAZGOS RELACIONADOS CON LOS TRASTORNOS DEL PODER EN LAS BIOGRAFÍAS DE LOS CUATRO TIRANOS

En esta sección revisaremos de nuevo las biografías de los cuatro líderes que reseñamos en la sección 2, ahora, empleando las descripciones de los trastornos de poder y aplicándolas a los personajes que hemos elegido analizar. Revisaremos las categorías de: antecedentes familiares, prepotencia exagerada y una gran necesidad de recibir la admiración de los demás, la falta de empatía y episodios sádicos y maquiavelismo.

 

 

                                                         TABLA I

                                             ANÁLISIS DE RAZGOS

Antecedentes familiares

Agamemnón

El caso de Agamemnón es en cierto modo el ejemplo más directo y carente de ambigüedades psicológicas de los cuatro personajes, ya que se trata de una leyenda histórica cuyas vaguedades han sido disminuidas por el efecto poético. En este caso vemos resaltados y exagerados sus antecedes familiares. Por ejemplo, la leyenda propone que Agamemnón, como la mayoría de los príncipes de estos tiempos, haya descendido de un dios. Sin embargo, la historia familiar de este rey es espantosa, llena de asesinatos y atrocidades tan pavorosas como la antropofagia repetida en dos generaciones. Los dioses condenaron a su bisabuelo Tántalo por la “hibris”, es decir, el deseo de igualarse a los dioses. Su castigo fue pasar la eternidad en Tártaro (el infierno) para sufrir la tortura de hambre y sed. En el caso de las leyendas griegas es necesario recordar que se tratan de relatos ya destilados, o depurados por generaciones de poetas que han condensado los elementos motivacionales. Esto nos ayuda a nosotros a ver los elementos psicológicos con gran nitidez.

Julio César

El caso de Julio César es más históricamente comprobable, aunque menos explícito. Nació en una familia patricia en tiempos de guerra, que constaba de una lucha de poder entre las familias dominantes, incluyendo la suya. Sin embargo, durante su niñez la familia de César era una de las menos poderosas de las élites, y el niño tiene que haber sido testigo de algo que podría interpretarse como humillaciones de hierarquía. Lo que está claro es que ya para los 15 años, con su padre recién muerto, se casó con Cornelia, la hija de Cinna, y los motivos para esta relación eran claramente políticos. César, como joven adolescente, ya había dirigido su vida a la adquisición de poder e influencia.

Iósif Stalin

Iósif Stalin claramente tuvo dificultades en su niñez. Nació en una familia sin recursos económicos y sufría del distanciamiento emocional de su padre. Sin embargo, la familia pudo proveerle una buena educación y desde sus estudios en el seminario comenzó a participar en un movimiento revolucionario y subir los escalones del poder. Hay dos elementos interesantes en su juventud: a) su elección de sobrenombres (Koba y Stalin) hacen referencia al poder y la fuerza y b) su incorporación desde tempana edad en un movimiento revolucionario. Estos hechos demuestran que su vida estaba siempre orientada hacia la dominación.  Los dos elementos reflejan una dedicación a la lucha para conseguir poder y absolutismo.

Augusto Pinochet

De joven Augusto Pinochet, según Mario Amarós, admiraba a las figuras legendarias del poder, incluyendo el nazi alemán Erwin Rommel. Siempre se sentía atraído a la vida militar. No sabemos de las relaciones afectivas en la niñez, pero podemos inferir algo sobre sus inclinaciones hacia el poder desde estos gustos tempranos.

Prepotencia exagerada y una gran necesidad de admiración

Agamemnón

Muy ilustrativo de la necesidad de reconocimiento y admiración en la vida de Agamemnón fue su necesidad de ser el único progenitor de los príncipes de Maicenas. En otro incidente, durante la guerra en Troya, según Homero, por celos con Aquiles, Agamemnón le ordenó entregar su amante Briseida, y en respuesta Aquiles le retiró su apoyo. Luego, cuando Agamemnón se veía en apuros, le rogó a Aquiles que volviera a formar parte de su ejército, Estas son las consecuencias de la prepotencia de Agamemnón. Sin embargo, el rey pudo mantener su posición como comandante en jefe de los griegos hasta el final de la guerra.

Julio César

Hay muchas incidencias en que Julio César muestra prepotencia y vanidad, tal vez uno de los más ilustrativos fue cuando fue secuestrado por los piratas. Primero los obligó a recibir más dinero para su rescate de lo que habían pedido, porque decía que él valía más. A pesar de ser el preso de ellos, los mandaba a callar cuando hacían ruido y los obligaba a aplaudir sus discursos.

Iósif Stalin

Recordamos a Iósif Stalin, y sus aliados, parados en un balcón del Kremlin, haciendo revista a las miles de tropas y maquinarias de guerra, todos volteando la cabeza para saludarlo. Sin embargo, esto podría haber sido una estrategia de poder más que un gozo narcisista. En las reseñas que hemos leído, Stalin parece más maquiavélico que narcisista.  Es innegable que propició un culto alrededor de su propia personalidad desde temprano en su mandato. ​Preparó y administró un sistema de autorreferencia que mantuvo durante todos sus años de dictadura, y todavía hoy en día quedan vestigios de este fanatismo.

Augusto Pinochet

De Augusto Pinochet tenemos pocas referencias sobre sus tendencias narcisistas. Escribe Camilo Suazo (2011) que plagió algunos libros y los presentó como suyos, lo que demuestra inseguridad y el deseo de aprobación. Dice Suazo: “Por ejemplo, él quiere mostrarse a sí mismo como alguien que sabe, conoce y que, por ende, puede opinar del tema. En ese sentido es bastante autorreferente y señala que se jactaba de haber escrito libros de varias disciplinas con la finalidad de adoctrinar a sus estudiantes, y afirmaba que sabía de inteligencia, de geografía militar y que tiene textos en todos esos ámbitos”.

Falta de empatía y episodios sádicos

Agamemnón

No se registran en la historia de Agamemnón lazos de amistad, amor y ternura, ni en sus relaciones más íntimas. Asesinó al primer hijo de su esposa Clitemnestra para que no tuviera más descendencia que la suya. Engañó a su hija Ifigenia para sacrificarla para cumplir con una orden de la diosa Artemisa. Sus relaciones con sus tropas en Troya eran distantes y carentes de empatía.

Julio César

En los comentarios de Napoleón III vemos que éste acusa a Julio César de una “conducta abominable” en las provincias de España, y en el tiempo en que estaba conquistando las Galias. Plutarco afirma que los romanos lucharon con más de tres millones de galos, matando un millón de ellos y esclavizando a un millón más. César comandaba el ejército romano con la meta de aumentar su fortuna personal y su influencia en Roma.

Iósif Stalin

Iósif Stalin, al lograr dominar el poder en la Unión Soviética, desde 1936:

 “comenzó a destruir de manera sistemática la estructura del viejo partido bolchevique para armar la suya y asegurarse la lealtad del Partido Comunista. En un período de tres años, Stalin y sus organismos policiales arrestaron a cinco millones de ciudadanos. Millones de ellos fueron ejecutados. Los que quedaban con vida eran desterrados a los gulags (los campos de trabajo creados por Stalin), que resultaron insuficientes para contener el enorme número de prisioneros” (Hernández, 2024).

Maquiavelismo

Agamemnón

Agamemnón, cuando sacrificó a su hija Ifigenia no sólo se mostró carente de amor paterno; también mostró que haría cualquier cosa para mantenerse al mando de su ejército. Tampoco aceptó la responsabilidad de entregarla: dijo que toda la culpa caía sobre su hermano Menelao porque si hubiera vigilado a su esposa Helena como debería haber hecho, ella no hubiera escapado con París y no sería necesario ir a Troya a buscarla. En Troya obligó a Aquiles a entregarle a su amante Briseida, sólo para mostrar su autoridad. Mantuvo el poder de las tropas a pesar de haber sido un guerrero mediocre.

Julio César

Julio César decidió desde joven conquistar el poder. Desde sus motivos para su primer matrimonio hasta la elección de la egipcia Cleopatra como amante, sus relaciones íntimas estaban motivadas para aumentar su poder personal. También sus alianzas políticas y luego sus enfrentamientos con Pompeyo fueron motivados por su deseo de aumentar su poder personal.

Iósif Stalin

Stalin transformó el Partido Comunista en un instrumento para aumentar su propio poder, desde 1922, llenaba los puestos claves con personas de su confianza, así aumentaba su control sobre el partido. Hubo muchas incidencias despabiladas más. Designaba como secretarios sólo a personas leales a su persona, y además fomentaba la división entre ellos. Tal vez una de las más importantes muestras de su maquiavelismo fue la firma del Tratado de no Agresión entre Alemania y la Unión Soviética en Moscú el 23 de agosto de 1939, sabiendo de la inminencia del inicio de la Segunda Guerra Mundial. Los dos países se repartieron el territorio polaco, estableciendo su frontera en el río Vístula.

Augusto Pinochet

La evidencia más clara del maquiavelismo en la personalidad de Pinochet se encuentra en el momento que asumió la dictadura en Chile. El presidente electo Salvador Allende lo había confirmado como un general en el ejército chileno, lo que significó para él un ascenso en su carrera. Pero menos de un mes después, el 11 de septiembre, Pinochet asumió el liderazgo del golpe de Estado que derrocó a Allende, y en el cual éste murió en la defensa del Palacio de la Moneda. Entonces, Pinochet asumió el mando de una Junta Militar que disolvió el Congreso y encabezó una dictadura que duró 17 años, hasta 1990.

 

Con estas breves alusiones a cuatro características que la psicología propone para sintetizar a las personalidades que tienden a enmarcarse en el poder, concluimos nuestro examen del carácter de estos cuatro tiranos. Es evidente que estos rasgos están presentes en los cuatro caudillos.

Podemos considerar algunas implicaciones de estos rasgos. Los cuatro tiranos tuvieron dificultades de crecimiento. Tal vez los traumas infantiles sean una causa necesaria pero no suficiente para el desarrollo de personas tiránicas. Cristobel Martín (2004) habla de las “cicatrices” que dejan una infancia infeliz, incluyendo la baja autoestima, dificultades para establecer relaciones afectivas y ansiedad.

Martín recomienda ayuda profesional para estas víctimas. Esto a gran escala no es factible y con frecuencia no se puede identificar a tiempo a los niños que hayan sufrido traumas. Pero como dice Betina Speroni (Huellas de una infancia dura, 2020) no traen consecuencias inevitables porque muchas personas hallan la habilidad de superar sus limitaciones iniciales, dice: “La resiliencia hace que ninguna herida sea un destino.” Por su parte, la organización “Save the Children”[12] (Salvar a los Niños, 2019) observa que aun en situaciones extremas:

Los niños y las niñas son extraordinariamente resilientes y pueden recuperarse de la angustia psicosocial. Sin embargo, a menudo, esto depende de que haya cierta estabilidad en su vida cotidiana y de que reciban apoyo de las personas que los cuidan, de otros adultos, de sus educadores, de sus pares y de la comunidad en general (p. 2).

Podemos añadir a esto que algunas víctimas de trauma infantil van a quedarse con huellas debilitantes, o van a desarrollar características “antisociales”, pero no todas. El problema es identificar las víctimas a tiempo y proveer los recursos que necesitan. Sin ayuda, los traumas pueden llevarlas a expresar prepotencia, necesidades narcisistas, carencias empáticas, maquiavelismo y otros rasgos que expresarán luego en su vida adulta.

Es de importancia apoyar las capacidades resilientes de las personas en sus vidas. Hay escenarios que pueden ser útiles en este cuidado, por ejemplo, como bien señala Save the Children, las escuelas pueden ofrecer el sustento emocional que falta si están preparadas para ello. Hay Organizaciones no Gubernamentales que también ofrecen ayuda. Lo importante es que haya preocupación social para el desarrollo de adultos empáticos y capaces de llevar a cabo tareas de liderazgo de manera llevadera.

Las demás características que hemos revisado son descriptores de una personalidad que puede llegar a ser tiránica. Nuestras culturas los han tolerado, y aún admirado. Hacemos películas y novelas de las hazañas de Alejandro Magno, Claudio (emperador romano) Lope de Aguirre (conquistador español en América del Sur), Napoleón Bonaparte, y enseñamos a los niños los valores heroicos. Tenemos, sin embargo, la obligación colectiva y pendiente de examinar esta tolerancia y la necesidad de reexaminar su deseabilidad.

A continuación, haremos algunas reflexiones sobre las implicaciones de esta configuración de motivos, tanto para el desarrollo de la tiranía, como para estrategias para evitarla.

REFLEXIONES FINALES

La tiranía ha sido un mal que ha vulnerado la vida colectiva de los seres humanos desde el inicio de sus intentos de convivencia. Hemos venido señalando como se trata del control despiadado que tiene una persona, o un grupo pequeño de mandatarios, sobre el resto de la población en un reinado, territorio o país. Es un poder basado en la capacidad de ejercer violencia, más que la concordia y el debate pacífico. Hemos hablado de como las tiranías son entidades complejas, compuestas por mandatarios supremos, sus subalternos, sus ejecutantes, las personas en la población que apoyan al sistema y finalmente, el resto de los habitantes que deben obedecer a los poderosos.

Hemos visto que han propuesto una etiología “genética” para la creación de personas narcisistas, maquiavélicas, prepotentes, carentes de empatía y sádicas, pero no hay evidencia de tendencias de personalidad inmutables y fijadas por un determinismo físico y hereditario. En cierto modo la personalidad del tirano puede concebirse como la carencia de empatía.  Y a pesar de que la empatía tenga correlatos físicos en el cerebro, su aparición en la personalidad de un individuo no obedece a los patrones de la transmisión cromosómica.  Evidentemente el problema reside sobre todo en los estilos de crianza de los niños y los sistemas educativos que valorizan la competencia más que la colaboración.

El problema, como hemos dicho, rebasa la figura del tirano y se extiende a sus seguidores.  Un individuo con el afán de mando no puede hacer nada sin el apoyo de quienes le obedecen. Las características de las multitudes que están dispuestas a secundar y apoyar a un tirano también han sido estudiadas. José Rafael Herrera (2024) nos recuerda que Aristóteles llamaba “bárbaros” a los seguidores del déspota (a pesar de que el Atenas de su tiempo padecía de tiranías en su pasado reciente). Dice Herrera:

Decía Aristóteles que bárbaro es el que se encuentra gobernado por tiranías o despotismos en sentido estricto, lo que lo convierte en un esclavo. De hecho, según Aristóteles, el bárbaro erige a sus gobernantes con el fin de cubrir sus necesidades básicas, a diferencia de las sociedades maduras, constituidas por ciudadanos libres, cuya meta es la de vivir en y para la autonomía y el consecuente desarrollo.

Eric Fromm (2002) considera el problema desde el punto de vista de la desobediencia; en el primer párrafo de su libro Sobre la Desobediencia y otros Ensayos, dice:

“Reyes, sacerdotes, señores feudales, patrones de industrias y padres han insistido durante siglos en que la obediencia es una virtud y la desobediencia es un vicio. Para presentar otro punto de vista, enfrentemos esta posición con la formulación siguiente: la historia humana comenzó con un acto de desobediencia, y no es improbable que termine por un acto de obediencia” (p. 9).

Refiere claramente a Eva y su manzana. En este pronunciamiento señala dos elementos de gran importancia. El primero es que la obediencia es y siempre ha sido un valor social, y es algo que en la mayoría de las culturas se enseña con esmero, sobre todo cuando no se trate de desobedecer el poder reinante.

Es evidente que -normalmente- los niños tengan que aceptar las enseñanzas que les den sus padres. Tienen que pararse en seco en una situación de emergencia, y tienen que prestar atención a sus consejos. Pero aun en el escenario de la crianza existen espacios para el diálogo.

Dicen David Graeber y David Wengrow (2021) que las primeras grandes agrupaciones humanas en África, Europa, Asia y las Américas fueron pueblos pacíficos y auto gobernados. Consideran que ha habido formas de autogestión desde la prehistoria. En realidad, la tradición de decisiones colectivas para determinar los proyectos y los estilos de vida de las primeras agrupaciones –y aun las primeras ciudades- probablemente fueron la norma en la prehistoria. Es sólo luego que comenzó la experiencia de dominación y su asociada obediencia. Estas características sociales y psicológicas han sido incorporadas como expectaciones legítimas en la interacción humana.

Aun así, persisten las leyendas de desobediencia a los dioses que reclaman acato. Eva no era la única que los desafiaba cuando desobedeció la orden de no comer la fruta de la sabiduría; también como señala Fromm, “para el mito griego de Prometeo, toda la civilización humana se basa en un acto de desobediencia.  Prometeo, al robar el fuego a los dioses, echó los fundamentos de la evolución del hombre” (p. 9). Es útil seguir oyendo a Fromm. Dice:

Pero no quiero significar que toda desobediencia sea una virtud y toda obediencia sea un vicio. Tal punto de vista ignoraría la relación dialéctica que existe entre obediencia y desobediencia. Cuando los principios a los que se obedece y aquellos a los que se desobedece son inconciliables, un acto de obediencia a un principio es necesariamente un acto de desobediencia a su contraparte, y viceversa. Antígona constituye el ejemplo clásico de esta dicotomía. Si obedece a las leyes inhumanas del Estado, Antígona debe desobedecer necesariamente a las leyes de la humanidad. Si obedece a estas últimas, debe desobedecer a las primeras. Todos los mártires de la fe religiosa, de la libertad y de la ciencia han tenido que desobedecer a quienes deseaban amordazarlos, para obedecer a su propia conciencia, a las leyes de la humanidad y de la razón. Si un hombre sólo puede obedecer y no desobedecer, es un esclavo; si sólo puede desobedecer y no obedecer, es un rebelde (no un revolucionario); actúa por cólera, despecho, resentimiento, pero no en nombre de una convicción o de un principio. (p. 10)

Tal vez no hace falta llamar “obediencia” al acto de seguir los dictados de la razón como hace Fromm en esta cita. Pero es llamativo que obedecer se haya constituido en un valor social.

Ha habido siempre la ilusión de hallar otra manera de relacionarse, y hemos mencionado algunos experimentos al respecto desde la Grecia antigua hasta la promoción de la democracia moderna en el siglo XVIII. Casi todos estos intentos han fracasado. De los cinco milenios de los cuales tenemos leyendas e información histórica, es probable que sólo en unos seis o siete siglos haya habido instancias de gobiernos controlados por sus ciudadanos. La democracia no ha sido una regularidad histórica.

Nos conviene ver qué estrategias sociales y personales contribuyen al desarrollo de los tiranos. Y claramente una de ellas es hallar patrones de crianza que conduzcan a individuos que no definen sus vidas y sus entornos en términos de su propio beneficio y mando.

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[1] Pensamos en la Tiranía de la Dictadura de los Treinta Tiranos en Atenas en el año 404 a.C que antecedió al inicio de una democracia constitucional.

[2] Emplearemos cuatro descriptores de los tiranos: a) sus antecedentes familiares, b) prepotencia exagerada y una gran necesidad de recibir la admiración de los demás, c) la falta de empatía y episodios sádicos y d) el maquiavelismo.

[3] En el Siglo XIX Antoine-Louis-Claude Destutt, marqués de Tracy, inventó la palabra “ideología” para referir a una doctrina social y económica de las ideas. Se trata de un concepto útil para apreciar como el apego a ideas laicas de naturaleza política pueden influir en la conducta de las personas. Un líder político puede usar la lealtad ideológica para fortalecer su adhesión al poder, justamente como los reyes empleaban la fidelidad religiosa. Los marxistas defienden a Marx, igual como los seguidores de Hitler, o Jean-Marie le Pen (y su hija) y otros representantes de movimientos cuasi fascistas respaldan a sus ideólogos.

[4] Los siguientes párrafos se basan en unas reflexiones tomadas de Cronick 2024b.

[5] Un sector mayoritario de la población puede temer que otros sectores más pequeños aspiren a su riqueza, tierras u otros bienes. Esto ocurrió por ejemplo en Alemania en los años del fascismo en el siglo XX, y en los Estados Unidos de América después de la liberación de los esclavos. Son miedos que pueden perdurar por muchos siglos.

[6] Los “autores” en Hobbes son los actores, quienes deciden abdicar su poder de decisión y obedecer al líder.

[7] Es interesante que cuando buscamos en el Internet los nombres de héroes modernos sólo aparecían figuras imaginativas de las comiquitas o las series de televisión. Los héroes humanos ahora son anónimos. Tal vez la razón es que los personajes de los super-poderes sean menos controversiales ya que no se asocian con eventos bélicos verdaderos.

[8] Sin embargo, como señala Mariantonella Picón (2021)¸ “la mayoría de los psicópatas no son asesinos en serie. De hecho, un psicópata puede ser cualquier persona, incluso alguien exitoso en el mundo empresarial manipulando a sus colegas” (p. 88).

[9] En la otra obra de Eurípides ”Ifigenia en Tauris” (414 a.C.), ella es salvada en el último momento.

[10] El libro de Leonardo Padura fue editado ese año por Tusquets, fue publicado en Cuba en 2011 por Ediciones Unión.

[11] Stalin atemorizaba inclusive a las personas a él. Hay una película franco-británica de 2017, “La muerte de Stalin” (título original en inglés: The Death of Stalin) que recoge este miedo de manera cómica y satírica dirigida por Armando Iannucci.

[12] Save the Children International es una compañía limitada por garantía, registrada en Inglaterra y Wales con el número 3732267 y con un número de caridad 1076822. Su oficina está ubicada en St Vincent House, 30 Orange Street, London, WC2H 7HH.


 
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