viernes, 25 de abril de 2025

Can they see us? (poem)

 K. Cronick


Can they see us?

Do they breathe

some kind of air?

Is it a question of

their souls up there

or do they roam

down here below?

Are they everywhere,

or here nearby?

Are they made of light?


Are they the energy of love?

Are they now free?

In the end,

and then at last,

we have to ask,

can they see

our little children grow?

Do they see us

kissing them in bed

to sleep at night?


Are they the bright

reflections that we see

in a darkened glass?

Or are they shining duplications

of our own deep penury?


Most certainly they care,

they send us rainbows,

and comfort for our griefs.

And they know we’re here.


When in the end,

when I am one of them,

will we embrace

our light-filled forms,

and will I have the nerve

to whisper through the mist

to say the words,

that those still-living

need to hear,

as they have done with me?

Carlos Marx y la fuerza laboral

 


K. Cronick

Carlos Marx promovió ideas de justicia social y el cambio socioeconómico para las masas desposeídos en el siglo XIX. Pero el empleo de sus preceptos no ha producido los cambios que Marx hubiera deseado. Sus aplicaciones históricas en países como Rusia, China[1], Cuba y otros lugares no han conducido a economías más justas ya que estos intentos han resultado en dictaduras brutales.

En la práctica, y apoyándose en la supuesta necesidad de una dictadura del proletariado[2], los líderes de grupos revolucionarios asumen el control de sus países con poco interés verdadero en mejorar la vida de los trabajadores. Emplean el apoyo ideológico de sus seguidores sólo para llegar al poder y mantenerlo.

Muy pronto, desde la instalación de estas dictaduras, sus líderes concentran la riqueza en sus propias manos y en las de los altos funcionarios de sus regímenes. Prohíben a organizaciones como sindicatos y otros organismos independientes. También se alejan de cualquier forma de autogestión o respeto para los derechos humanos. Es más, quienes promuevan cualquier disidencia en sus territorios terminan acusados de terrorismo o son declarados enemigos del Estado.

Es decir, el marxismo ha quedado como una ideología abstracta, pero inoperante para aplicaciones prácticas. No se trata de un fenómeno únicamente marxista. Es necesario añadir que este tipo de resolución histórica ocurre en todos los regímenes totalitarios y populistas, tanto de la derecha como de la izquierda. Sus ideologías aparentes tienen poco que ver con sus políticas reales. 

De hecho, gobiernos absolutistas emplean sus dogmas sólo como excusas para atraer y mantener seguidores. La oferta pública y propagandística de todos los populismos -de todas las idolologías- es mayor bienestar. En la práctica las ideologías quedan sólo como mecanismos para conseguir el apoyo popular y mantener el poder. Mientras tanto, canalizan los beneficios económicos hacia ellos mismos. Mientras los propagandistas de la Unión Soviético proclamaban “¡Proletarios del mundo, uníos!”, y los de Reichsarbeitsdienst (El Servicio de Trabajo del Tercer Reich) gritaban "El Trabajo Ennoblece”, los líderes seguían una agenda de gobierno totalmente distinto. También, en ambos lugares se enseñaba a la gente a ver a los ejércitos militares como un escape a sus problemas económicas. 

Pero hay otros aspectos del marxismo que tienen que analizarse hoy en día.

Aunque sea cierto que los factores económicos tienen mucha influencia sobre la consciencia política del “pueblo”, los obreros ya tienen cada vez menos que ver con las fuerzas de producción. Desde el comienzo del siglo XXI el obrero ha tenido siempre menos importancia en la manufactura de bienes, porque los dueños de muchas compañías ven a la robótica como una solución a sus problemas laborales. En algunos puestos de trabajo robots y sistemas automatizados hacen lo que antes hacían obreros humanos. Este cambio no sólo produce desempleo humano, sino que crea una fuerza laboral cibernética que no requiere los mensajes ideológicos.

Por esta razón el mensaje de los populistas va a ir cambiando, y a corto plazo. “Proletarios uníos” no tiene la misma fuerza. Los obreros ni pueden apoyar a los populistas, ni pueden exigir nada a los dueños de las fábricas. Los patrones los están reemplazando con equipos no-humanos que pueden ser controlados sin dificultad. Los robots no irían a la huelga, y los obreros de antes van quedando con poca voz.

La situación de los asalariados ya desempleados no preocupa en nada a los dictadores de ahora. Sólo tienen que ir modificando su mensaje. De hecho, en algunos países, aun en las agencias de los gobiernos, hay despedidos masivos de empleados.

Pero todavía están vivos los obreros de antes. Pueden salir a protestar como ciudadanos. Entonces el mensaje que los populistas les envía ahora no tiene que ver con la necesidad de “unirse” sino de dividirse. Están llamados a protestar contra la presencia de grupos minoritarios, inmigrantes y ciertos grupos religiosos.

La política anti- inmigrante que existe ahora en varios países, sobre todo los Estados Unidos, no tiene que ver con una propuesta para mejorar las condiciones de vida de los actuales ciudadanos. Ahora tiene dos propósitos distintos: el primero es desviar la atención de la población de los cambios económicos que realmente están ocurriendo. Y el segundo propósito es crear una base de ciudadanos leales, unidos en su xenofobia. La idea es que asuman las divisiones como parte de su propia identidad cultural. Este mensaje se va reforzando mientras peores sean sus penurias económicas, porque las atribuyen al “extranjero” que viene a “robar” lo que consideran sus derechos y su patrimonio.



[1] De hecho, en el sentido económico, la República China ya no emplea estrategias ni comunistas ni socialistas. Usan una forma de capitalismo del Estado, aunque todavía emplean los símbolos de su pasado comunista.

[2] Marx mencionó esta dictadura pocas veces. La idea era que los trabajadores, como clase socioeconómico, iban a disfrutar del control, como antes hacía la “burguesía”. No contemplaba una tiranía en que los obreros iban a quedarse como objetos indefensos de un líder único.

martes, 15 de abril de 2025

LA MENTIRA INDIVIDUAL Y COLECTIVA: UN ENSAYO

 

LA MENTIRA INDIVIDUAL Y COLECTIVA: UN ENSAYO

Eduardo Rios y Karen Cronick

Ríos, Eduardo y Cronick, Karen (en revisión). La mentira individual y colectiva: un ensayo. En revisión en la Revista Akademos. 

RESUMEN

La palabra “mentira” se define como una expresión lingüística que sería contraria a lo que el locutor sabe, piensa o siente. Al nivel individual hay cinco tipos de mentira: a) hay equivocaciones, b) “mentiras inocentes” que tienen el propósito de facilitar una situación social, c) mentiras por omisión, d) autoengaños, y e) mentiras útiles que se emplean de manera consciente para lograr algún objetivo. Las mentiras colectivas o culturales son extensiones de estas categorías. En este ensayo revisaremos los matices de esta palabra, mentir, abarcando sus sentidos individuales y colectivos. Ellos engloban varios subtemas como la capacidad que la persona tiene para reconocer la diferencia entra la verdad y la mentira, los motivos de la mentira, el papel de la cultura y las estructuras políticas para crear una consciencia colectiva engañosa y finalmente, la mentira reiterada en el populismo.

Palabras clave: Verdad, Mentira, Autoengaño, Cultura, Populismo

 

INTRODUCCIÓN

La palabra “mentira” se define como una expresión lingüística que sería contraria a lo que el locutor sabe, piensa o siente. Esta definición, que es una modificación de lo que ofrece el Diccionario de la Real Academia, señala tres aspectos que merecen análisis; las mentiras son: a) afirmaciones que hace una persona conscientemente, y que son contrarias a su conocimiento de lo “real” o verdadero, b) afirmaciones que surgen del proceso cognitivo del hablante con la intención de engañar y c) afirmaciones sobre procesos emocionales que no corresponden a los estados afectivos verdaderos del hablante.

En este inicio de nuestras reflexiones haremos un repaso a las varias maneras de definir y entender el concepto al nivel de la persona individual, para poder entender cómo la falsedad se expresa en grupos y culturas. De manera breve podemos señalar varios tipos de mentira. A veces las personas se equivocan y dicen algo contrafactual sin tener la intención de mentir. Hay “mentiras inocentes” o “blancas” en que una persona podría decir, por ejemplo, “Qué lindo vestido” para elevar el ánimo de su oyente. Las mentiras por omisión ocurren cuando la persona dice sólo una parte de la verdad, dejando fuera algo que le podría perjudicar. En algunos casos una persona puede autoengañarse, y decir algo que ella sabría que es falso si fuera totalmente sincera con ella misma. Hay también mentiras útiles que se emplean de manera consciente para lograr algún objetivo.

En las próximas páginas de este ensayo revisaremos los matices de esta palabra, mentir, abarcando sus sentidos individuales y colectivos. Ellos engloban varios subtemas como la capacidad que la persona tiene para reconocer la diferencia entra la verdad y la mentira, los motivos de la mentira, la posibilidad de auto mentira, el papel de la cultura y las estructuras políticas para crear una consciencia colectiva engañosa y finalmente, la mentira reiterada en el populismo.

 

 

LA CONSCIENCIA INDIVIDUAL Y LA MENTIRA

En el inicio de este ensayo hemos definido la mentira en términos de la consciencia individual. Esta definición habla de un locutor, es decir, un individuo que habla y se comunica con otras personas. Se trata de una comunicación interpersonal y engañosa. Pero hay mentiras internas también, de pensamiento y sentimientos. Y todas las mentiras tienen algún propósito.

Siempre están ligadas a la intencionalidad. Las cogniciones están inmersas en procesos cerebrales combinados con los actos voluntarios. La intencionalidad refiere a la capacidad que tiene la mente de representar sus propias acciones en el mundo externo y producir efectos en él.  Es la capacidad que tiene un ser vivo de dirigir su atención y sus acciones hacia un objetivo específico. Aun las cogniciones que no sean más que reflejos de percepciones fácticas (Este gato es negro) tienen lazos con posibles conductas (¿Adopto este gato?). Cuando las cogniciones se asocian con afectos (¡Este gato es bello!) la relación deja de ser objetiva y puede cambiar junto con el ánimo del observador.

Normalmente las personas categorizan sus cogniciones en términos de su veracidad. Distinguen, por ejemplo, entre ideas y opiniones. Una idea se refiere a un pensamiento o concepto, que generalmente se relaciona con el contenido del pensamiento o una observación, mientras que la opinión se refiere a una creencia o juicio personal.  Las ideas pueden tener pretensiones objetivas o subjetivas, mientras que una opinión sería siempre subjetiva, y estaría ligada a los motivos de cada persona.  

Las mentiras, en cambio, son afirmaciones que son intencionalmente contrafactuales.  En este caso hay que calificar la noción de “factual” para la psicología de la persona individual. La verdad es un valor intangible, y una gran parte de la literatura filosófica está dedicada a elucidar su naturaleza. Es una realidad trascendente y abstracta, que existe más allá de la experiencia individual. En un sentido formal, determinar la verdad requeriría un método para poder declarar que una afirmación dada sea aceptable. Cristian Plantin (1998) habla de la aplicación de las reglas del silogismo para determinar la racionalidad de una afirmación, y menciona también el papel de las formas argumentativas, determinas empíricamente, y esquemas deductivos, que se desarrollan a partir de fórmulas como la analogía y el modelo. Son importantes en el pensamiento académico y científico, pero tienen escasa aplicación en el discurso informal.

Todo el mundo “sabe” qué es verdadero, y a nivel intuitivo se puede distinguir el concepto de su antónimo, la mentira. Decir que algo es “verdad” siempre requiere interpretación, basada en lo que se sabe de cada situación y del mundo en general. La realidad es el estado existente de las cosas y los hechos. Requiere un método ordenado para determinar su naturaleza. Sólo se puede tener una confianza relativa en lo que uno ve, oye y siente, porque, puede haber confusiones y percepciones dudosas. Entonces, es importante distinguir -al nivel cotidiano - entre la verdad, las equivocaciones y las mentiras. 

Hemos dicho que todas las mentiras tienen un propósito. Aun las mentiras que uno hace en sus diálogos interiores, sin que se expresen públicamente, tienen una finalidad. Normalmente las personas tratan de mantener un cierto grado de coherencia interna o autoestima. “Él me ama”,  “Lo puedo hacer”, “Soy mejor que estas otras personas” son autoafirmaciones, tal vez engañosas, que podrían servir para reducir angustias, y evitar momentos dolorosos o vergonzosos para alguien.  A veces las personas creen sus propias mentiras, por lo menos por un tiempo, pero generalmente experimentan una cierta incomodidad psíquica que surge de su fabricación, como algo problemático para la persona.

Jacques Derrida (Lilliput, s/f), en una entrevista con Antoine Spire, habla de la necesidad de separar la veracidad de la verdad. Es una distinción ética, porque existe una desaprobación moral a la mentira en todas las culturas. Sin embargo, a veces decir la verdad puede lastimar a alguien, y una persona podría mentir con la intención de protegerlo. Así, el motivo noble y benévolo de proteger, reduciría la carga contra-normativa. Derrida también da el ejemplo de mentir para proteger a alguien de ser capturado por las fuerzas despóticas de una dictadura. Se trataría de una escala de valores: en este momento la exigencia normativa de salvaguardar una vida sobrepasaría la obligación de decir la verdad.

Posiblemente la mentira existe como un recurso social. En la misma publicación Antoine Spire (Lilliput, s/f) dice:

“No obstante, pronto nos damos cuenta de que la incapacidad total de mentir se convierte en una pesadilla. En efecto, en una sociedad absolutamente transparente en donde todo el mundo dice la verdad a todo el mundo, se ve cómo la verdad se puede convertir en una tortura, una violencia, una crueldad intolerable. Se da uno cuenta de que, finalmente, no se recupera el calor de la mentira de la comedia social en la cortante frialdad de la verdad.”

 

Spire da la impresión de que, a pesar de todo, hace falta un mínimo de mentira para que haya convivencia y armonía social.

En general, sin embargo, las mentiras públicas, es decir mentiras que se verbalizan frente a otras personas, tienen un costo personal. Las personas, aun las habitualmente mentirosas, sienten cierta incomodad con la práctica, pero con repetición, sus resistencias disminuyen.  Dicen Garrett., Lazzaro, Ariely et al (2016 ) 

“De manera crítica, el grado de reducción de la sensibilidad de la amígdala a la deshonestidad en una decisión presente en relación con la anterior predice la magnitud de la escalada de la deshonestidad interesada en la próxima decisión. Los hallazgos descubren un mecanismo biológico que sustenta una "pendiente resbaladiza": lo que comienza como pequeños actos de deshonestidad puede convertirse en transgresiones más grandes.”

 

Es decir, con la práctica mentir se vuelve más fácil. Por otro lado, Ceruto (2025) señala que mentir requiere más esfuerzo emocional y cognitivo que decir la verdad:

“Los estudios de neuroimagen demuestran que decir mentiras moviliza diferentes áreas del cerebro en comparación con decir la verdad. La corteza prefrontal, responsable de la toma de decisiones y el comportamiento social, muestra una mayor actividad cuando los individuos fabrican información. Este mayor compromiso sugiere que mentir requiere más esfuerzo cognitivo que decir la verdad, ya que implica la manipulación de los hechos y las posibles consecuencias.”

 

Pero añade Ceruto que el hábito crónico de la mentira puede tener consecuencias cerebrales a largo plazo. Dice que:

“la liberación de hormonas del estrés, particularmente el cortisol, puede tener efectos duraderos en las personas que mienten con frecuencia. Los niveles elevados de cortisol se asocian con una variedad de problemas fisiológicos, incluida la función inmune debilitada y una mayor susceptibilidad a los trastornos de salud mental.”

 

LA MENTIRA EN LA CONSCIENCIA COLECTIVA

Como ha señalado Derrida, al nivel social y cultural la mentira puede facilitar la cooperación grupal.  El engaño existe como una herramienta de cierta facilitación social. Tanto Ceruto (2025) como Derrida (Lilliput, s/f) observan que las mentiras pueden servir para mantener la dinámica social. En ciertos grupos los miembros pueden optar por la deshonestidad para fomentar un sentido de pertenencia. La presión social para conformarse a la opinión del grupo a menudo anula las otras consideraciones, y los individuos pueden priorizar la cohesión de la colectividad sobre un esmero honrado para preservar la veracidad. Este fenómeno pone de relieve la intrincada relación entre la mentira, la socialización y el deseo humano de aceptación.

Por otro lado, la mentira colectiva puede conducir a daños importantes en la interacción grupal y comunitaria. Hay una diferencia entre alguien que miente sobre el hecho como “No te invitó a la fiesta”, y los efectos de un político que distorsiona los hechos para propósitos demagógicos. Para quienes oyen las mentiras de los políticos, hay varios posibles resultados. Por un lado, pueden rechazar el engaño basándose en evidencia que tienen de la falsedad de lo dicho.

Por otro lado, pueden aceptar los mensajes como verdaderos. Pero a menudo, para creerlos, tienen que rechazar evidencias que revelan la naturaleza de la mentira.  Este rechazo requiere un gasto psíquico que ha sido descrito por Festinger (1953, 1954 y 1957) como la disonancia cognitiva. Las personas pueden aceptar la deshonestidad para mantener su sentido de pertinencia y para no alejar a sus compañeros y familiares. La presión para conformar al grupo puede ser mayor que su necesidad de coherencia cognitiva. Pero hay un importante costo psíquico para mantener el autoengaño.

Otra manera que las personas tienen para rechazar la verdad es ignorarla, y aun crear sistemas paralelos de pensamiento. Esta estrategia también requiere un desgasto de energía psíquica; a veces las personas que la emplean desarrollan elaborados esquemas de creencia para bloquear información que les produce angustia. Dicha angustia puede surgir de la necesidad de discrepar de las opiniones de un grupo de pertinencia, cuestionar creencias viejas y aceptar la diversidad en valores e identidades en el mundo. Ejemplos de estos esquemas son la creencia en un mundo plano, el creacionismo y la numerología. Estos sistemas tienen sus orígenes en tradiciones arcaicas, y sus creyentes pueden sentirse más cómodos con credos antiguos, y no abiertos a cambio. Los hallazgos de la ciencia están siempre en discusión, pero las creencias fundamentalistas pueden parecer más confiables por ser eternas.[1]  Mirsky (2025) habla de un patrón de sistemas alternativos de pensamiento, los llama “ecosistemas” interconectados.

TEMAS CONFLICTIVOS EN LA CONSCIENCIA COLECTIVA

Hay temas en la consciencia política que son problemáticos para la idea de la verdad. Nos hace retomar lo que dijo Derrida (Lilliput, s/f) sobre la diferencia entre la veracidad de la verdad. A veces la mentira tiene que ver con temas que son temporalmente o geográficamente limitados. Un ejemplo dado por Derrida es la idea de la soberanía. Desde que la civilización tiene memoria el mundo se ha dividido en parcelas de poder, regidos por reyes, conquistadores, dictaduras, colonias y variadas formas de consulta popular. Estas parcelas han pasado por variadas identidades tribales, etnias, razas y culturas. Cuando se trata de culturas ubicadas en territorios específicos, que cambian de identidad y de regencia, puede haber conflictos de identidad ligados a estos espacios. Los antiguos dueños de una tierra dada pueden reclamar su jurisdicción anterior. Un ejemplo sería la reconquista de Granada por los Reyes Católicos. Un ejemplo moderno sería Islas Malvinas, que forman parte de un archipiélago del Atlántico Sur cuya regencia disputan Argentina y el Reino Unido.

Igualmente, los habitantes de un país conquistado pueden rechazar el dominio del conquistador, como han hecho algunos grupos indígenas en las Américas, o como pasó en el pueblo polaco bajo la dominación de Alemania en el siglo XX y luego, con la oposición de Lech Walesa a la ocupación de la Unión Soviética. Igualmente, las culturas y las expectativas sociales de los habitantes en un reinado o un país pueden cambiar en el tiempo, y con ellos, la identidad sociopolítica de las colectividades.

Otra área en que la consciencia colectiva puede cambiar es cuando algunos sectores que antes han sufrido discriminación comienzan a reclamar, no sólo sus derechos, sino su propia identidad. Ejemplos son las mujeres en casi todo el mundo después del siglo XIX, y grupos excluidos por razones de raza o religión en Europa y las Américas. Cuando ocurran estos cambios los reclamos de un grupo pueden ser entendidos por los grupos dominantes como falsedades amenazantes.

LA MENTIRA EN LA VIDA POLÍTICA

Dice Hannah Arendt (1971) que la “discreción”, el engaño y la deliberada falsedad han sido “medios legítimos” para lograr fines políticos desde el comienzo de la historia registrada. Ella cuestiona el silencio de los filósofos tradicionales sobre este problema.  Sin embargo, ella añade que:

 “Somos libres de cambiar el mundo y de empezar algo nuevo en él. Sin la libertad mental de negar o afirmar la existencia, de decir "sí" o "no" —no sólo a los enunciados o proposiciones para expresar acuerdo o desacuerdo, sino a las cosas tal como se dan, más allá del acuerdo o del desacuerdo, a nuestros órganos de percepción y conocimiento— no sería posible ninguna acción; Y la acción es, por supuesto, la misma materia de la que está hecha la política” (p. 2).

 

Estas reflexiones surgen como una respuesta después de la publicación de los “Pentagon Papers” (los documentos del Pentágono)[2]. Arendt observa que el secreto que guardaba este documento, y muchos otros del mismo estilo, no obedecían a la excusa tradicional de “secretos de Estado”. No tenía por objetivo esconder estrategias de guerra de algún enemigo. Dice que el punto crucial es que la mentira se dirigía exclusivamente al consumo doméstico. Es decir, el gobierno ocultaba sus atrocidades sólo para no despertar la ira de sus propios ciudadanos con respecto a los crímenes cometidos en su nombre.

Los Estados Unidos era una democracia en ese entonces. Este tipo de mentira no fue destinada a respaldar a un populista en el poder, sino para proteger las políticas de los funcionarios que llevaban una guerra sumamente impopular. A continuación, examinaremos como los populistas emplean la mentira como parte de sus estrategias de base.

La mentira en el populismo

El populismo casi siempre emplea la estrategia de fomentar las divisiones sociales y los resentimientos entre sus seguidores basados en esquemas de identidad. La relación entre los resentimientos culturales y la identidad de estos ecosistemas culturales no está clara. Musil, (2013) en su novela, El hombre sin Cualidades, creó un país ficticio llamado Kakanien, basado en el Imperio Austro Húngaro de los inicios del siglo XX. Dijo que había un gran malestar en Kakanien, y que:

"Era sólo que el resentimiento natural de todos hacia los esfuerzos de los demás por salir adelante, un resentimiento que todos sentimos hoy en día, se había cristalizado antes en Kakanien, donde se puede decir que asumió la forma de un rito ceremonial sublimado, que podría haber tenido un gran futuro si su desarrollo no se hubiera visto interrumpido prematuramente por una catástrofe" (Musil,  1955, pág. 30).

 

Dicha catástrofe fue la Primera Guerra Mundial. Luego, frente a los acontecimientos políticos en Alemania en la década de 1930, Musil quiso utilizar su novela como una advertencia contra la "próxima catástrofe masiva". Vio paralelos entre el movimiento nazi en 1933 y el inicio de la Primera Guerra.

La separación de las poblaciones en diferentes grupos de identidad siempre ha existido. Los países son extensiones geográficas que son administradas de manera centralizada en monarquías, dictaduras, sistemas democráticos y otras administraciones. Entre sus pobladores puede haber personas que provienen de grupos culturales o raciales distintos. Pueden reconocerse entre sí como ciudadanos del mismo país, pero discreparse sobre la pertinencia de sus culturas, o sus derechos para participar plenamente en la toma de decisiones que afectarían a todos. A veces hay resentimientos que quedan ocultos por mucho tiempo, o que se expresan sólo esporádicamente. Señalar estas diferencias, y exacerbarlas es una vieja estrategia empleada por los populistas para obtener y mantener el poder.

David Brooks (2025) cita a George Orwell para referirse al afán de poder. Dice que Orwell (1980) entendió que hay personas que buscan el poder “sin tener ninguna visión del bien”. El individuo, y el partido con el cual está asociado, buscan el poder por sí mismo sin otros motivos, excepto tal vez, riqueza. Pero, aun así, no buscan riqueza como un motivo principal, básicamente quieren el poder puro.

Una manera que tienen el populista y sus seguidores para demostrar que verdaderamente tienen poder es hacer sufrir a los demás. Brooks evoca a Orwell cuando dice que la obediencia no es suficiente. El poder está en infligir dolor y humillación. Esta capacidad para causar dolor puede ser un atributo que compartan por lo menos algunos los seguidores del líder populista: ellos disfrutan del poder vicariamente por medio del sufrimiento de los grupos e individuos excluidos. Al mismo tiempo saben que pertenecen al grupo protegido, y así pueden contentarse con la tranquilidad de sentirse personalmente a salvo.

Recién ha habido múltiples denuncias sobre la deportación de personas por el gobierno estadounidense hacia una cárcel en El Salvador. No han sido identificados como “criminales”, pero aun si hubieran sido enjuiciados, la deportación es ilegal en este país. A ninguna de ellas se le había sometido a un juicio legal. Los seguidores del actual gobierno estadounidense defienden esta acción porque se trata por ahora de inmigrantes y grupos minoritarios. Este disfrute del dolor ajeno no es, en sí, una mentira, pero aceptar las acusaciones de los poderosos, sí, involucra una participación en la calumnia. Tanto quienes promueven las falsificaciones como aquellos que deciden creerlas necesitan razones que justifiquen sus actos contra normativos.

En su novela La Cabaña del Tío Tom, Harriet Beecher Stowe (2021) refiere a estas mentiras en otro escenario, en el mundo esclavista de sur de los Estados Unidos. Uno de sus personajes principales, un dueño de esclavos llamado Augustine St. Clare, describe la necesidad de ubicar sus apreciaciones morales incompatibles en “cajas distintas”:

"... Todo lo que quiero es que diferentes cosas se guarden en diferentes cajas. Todo el tejido de la sociedad, tanto en Europa como en América, está compuesto de varias cosas que no resistirán el escrutinio de ninguna norma ideal de moralidad. Generalmente se entiende que los hombres no aspiran al derecho absoluto, sino sólo a hacerlo tan bien como el resto del mundo. Ahora, cuando alguien habla... Y dice que la esclavitud es necesaria para nosotros, que no podemos vivir sin ella, que seríamos mendigos si renunciáramos a ella y, por supuesto, que tenemos la intención de aferrarnos a ella: este es un lenguaje fuerte, claro, bien definido; tiene la respetabilidad de la verdad; y, si podemos juzgar por su práctica, la mayor parte del mundo estará de acuerdo con nosotros..." (Stowe, Capítulo 16).

 

La exageración y la distorsión son consustanciales con mucha de la práctica política, y de allí que el exceso demagógico sea siempre posible.  La populista miente y ofusca, y crea la mentira como una estrategia posible de lo irracional. Puede crear mentiras no compatibles. Parte de esta estrategia es lograr que la población bajo su mando tenga que aceptar todo sin reclamar.

Personajes

Las personas a veces generan reputaciones por negarse a mentir, o por “ser mentirosas”. Arístides de Atenas fue alabado por su honestidad, Socrates por su honorabilidad. George Washington fue conocido por no mentir. La mayoría de los seres humanos tenemos historias mixtas de honestidad.

Por otro lado, los populistas tienen fama de invulnerabilidad porque están libres de las exigencias de la veracidad. Esta fama puede tener un propósito: la verdad no importa. Mentir se convierte en una manera de comunicarse. Hannah Arendt (1971) expresó:

"Mentir constantemente no tiene como objetivo hacer que la gente crea una mentira, sino garantizar que ya nadie crea en nada. Un pueblo que ya no puede distinguir entre la verdad y la mentira no puede distinguir entre el bien y el mal. Y un pueblo así, privado del poder de pensar y juzgar, está, sin saberlo ni quererlo, completamente sometido al imperio de la mentira. Con gente así, puedes hacer lo que quieras".

 

Culturalmente ha sido importante identificar a los personajes que emplean las mentiras como estrategias de poder. Es una zona patrimonial sombreada e incómoda. Shakespeare creó algunos personajes para ilustrar la presencia del engaño y la manipulación en el poder. Por ejemplo, Yago (en la obra de Otelo) finge ser el amigo leal de Otelo mientras facilita su destrucción como persona y como personaje público. Por su parte Ricardo III (en la obra Ricardo III) elabora un esquema de asesinatos y engaños para convertirse en el rey de Inglaterra. Finge amistad y lealtad mientras trama sus crímenes. Son personajes ficticios, y estrategias antiguas, pero socialmente incómodas, y para Shakespeare y quienes asisten todavía a sus producciones, era (y es) importante analizar este tipo de conducta.

CONCLUSIONES

Las mentiras políticas para mantener u obtener poder son de larga data. Casi desde el inicio de los tiempos históricos, importantes pensadores las han denunciado. Tal vez una de las denuncias más viejas puede encontrarse en la defensa que hizo Sócrates en el año 399 a.C. frente a sus acusadores en Atenas por haber supuestamente “corrompido” a la juventud de la ciudad y haberles dado motivos para dudar de la existencia de los dioses.

Podemos reflexionar sobre aquellos tiempos. Atenas acaba de salir de un tiempo desastroso en que un grupo de sus ciudadanos intentaba formar una dictadura nefasta, el gobierno de los Treinta Tiranos. Durante los meses que los tiranos estaban en el poder, se produjo la matanza de muchos opositores y la confiscación de sus bienes. Al restaurar en algo los viejos derechos después de acabar con este breve despotismo en el comienzo del siglo IV a.C., los atenienses estaban apenas explorando la posibilidad de reelaborar su vieja democracia. Probablemente, en el tribunal que acusó a Sócrates en el año 399 a.C., había viejos colaboradores y simpatizantes con la dictadura, y personajes incómodos con el cuestionamiento libre de este gran filósofo. Sócrates dijo en su defensa que sus acusadores eran anónimos y que tenía que defenderse contra mentiras creadas por razones de prejuicio y poder. Platón relata cómo se dirigió al público en el momento de su juicio:

“Todos los que por envidia y malicia te han persuadido, algunos de ellos habiéndose convencido primero a sí mismos, toda esta clase de hombres son muy difíciles de tratar; porque no puedo tenerlos aquí arriba e interrogarlos, y por lo tanto simplemente tengo que luchar con las sombras en mi propia defensa, y argumentar cuando no hay nadie que responda…. (Platón, p. 20-21).

 

Bengoa (1992) señala que, a partir de Descartes, la filosofía política ha buscado una “fundamentación última […. basada en] la certeza indubitable del cogíto” (p 7-8). Es una base sumamente humana, sin más apelaciones que la razón. En el siglo XX han comenzado a examinar “las relaciones entre la concepción hermenéutica y la concepción fundacionalista de la filosofía” (p. 9), en que el discurso político se enfoca sobre sí mismo, como un proceso de elaboración, más que una búsqueda de soluciones conclusivas. Supone Bengoa que las conclusiones del diálogo libre e inclusivo conducen a la constante “reconstrucción racional del saber implícito de todo hablante y, por tanto, no pueden traspasar el valor hipotético de toda reconstrucción. Y, por tratarse de hipótesis, deben ser constantemente contrastadas con las prácticas concretas de los hablantes” (p. 15).

Entonces, estaríamos re-construyendo constantemente la historia y las reglas de interacción política. Pero no desde la nada. Tenemos cuatro milenios de historia escrita que nos recuerdan los aciertos y equivocaciones del pasado. Algo podemos concluir sobre la naturaleza de la justicia.

Arendt (1971) dice que:

“Una característica de la acción humana es que siempre comienza algo nuevo, pero esto no significa que esté permitido comenzar ab ovo[3], crear ex nihilo. Con el fin de hacer espacio para la propia acción, algo que estaba allí antes debe ser removido o destruido, y las cosas como eran antes son cambiadas. Tal cambio sería imposible si no pudiéramos alejarnos mentalmente de donde estamos físicamente ubicados e imaginar que las cosas podrían ser diferentes de lo que realmente son. En otras palabras, la capacidad de mentir, la negación deliberada de la verdad fáctica y la capacidad de cambiar los hechos, la capacidad de actuar, están interconectadas; deben su existencia a la misma fuente, la imaginación.”

 

El discurso público, por necesidad incluye “las meras opiniones”, en que nadie tiene que rendir cuentas a nadie, “Al final, la obligación política devendría del acuerdo de opiniones, porque no habría un modo —no autoritario— de discriminar entre ellas” (Maldonado, 2012). En el proceso de construir acuerdos, la verdad se asoma, por lo menos a largo plazo. Es una verdad socialmente construida, y válida para la población que la haya elaborado.

Tal como pasó con Sócrates, ha habido tantas otras víctimas de las mentiras de los poderosos. Para oponérseles a veces es suficiente revelar que las mentiras existen. Hemos mencionado la publicación de los “Pentagon Papers”. Dice Arendt sobre la capacidad que tiene la mentira para perdurar en el tiempo:

“En circunstancias normales, el mentiroso es derrotado por la realidad, para la que no hay sustituto; No importa cuán grande sea el tejido de falsedad que un mentiroso experimentado tiene para ofrecer, nunca será lo suficientemente grande, incluso si solicita la ayuda de computadoras, para cubrir la inmensidad de la realidad. El mentiroso, que puede salirse con la suya con cualquier número de falsedades individuales, encontrará imposible salirse con la suya mintiendo por principio. Esta es una de las lecciones que se podrían aprender de los experimentos totalitarios y de la aterradora confianza de los gobernantes totalitarios en el poder de la mentira — en su capacidad, por ejemplo, de reescribir la historia una y otra vez para adaptar el pasado a la "línea política" del momento presente, o para eliminar los datos que no encajaban con su ideología… (p. 3)

 

Tenemos que suscribir a la apreciación de Arendt. Para tener éxito, la destrucción de la evidencia que revelaría eventualmente a la verdad tendría que ser total. Esto no es posible porque las autoridades deben jugar en los dos campos a la vez. Tienen que mantener sus subterfugios entre los seguidores, pero a la vez tienen que conocer los hechos reales para poder elaborar sus políticas gubernamentales.

Como dice Arendt, podemos confiar en la imposibilidad para ocultar la verdad para siempre. Pero el daño hecho por las atrocidades de los poderosos no es reparable. Los efectos perduran a pesar de que eventualmente los crímenes puedan salir a la luz. Podemos revelar la verdad, aunque su costo humano, como el “terrible número de crímenes de guerra cometidos en el curso de la guerra de Vietnam” (p. 4) no se reduce por haberlo revelado.

Sin embargo, revelar la verdad es una obra importante. Arendt añade que aun en los casos de Hitler y Stalin, ocultar la verdad para siempre requeriría la omnipotencia. Stalin no pudo eliminar el papel de Trotsky de la historia de la Revolución Rusa, aun asesinándolo y borrando sus imágenes de las fotos oficiales.

REFERENCIAS

Libros

 

Bengoa, J. (1992). De Heidegger a Habermas. Biblioteca Barcelona, España: Herder. 195. https://archive.org/details/bengoa-j.-de-hedegger-a-habermas-ocr-1992/page/n2/mode/1up?sfnsn=waahuí,

Lilliput, Q. (s. f.). 17. Derrida, Jacques - Sobre la mentira en la política. San Fancisco, California, EE.UU.: Scribd. https://es.scribd.com/document/104599259/17-Derrida-Jacques-Sobre-la-mentira-en-la-politica

Festinger, L. (1957). A theory of cognitive dissonance. Stanford, California, EE-UU: Stanford University Press.

Musil, R. (1930/2013, 7 de diciembre). The Man without Qualities (El hombre sin atributos). Traducción: José María Sáenz, Sitio web: Lectulandia.

Orwell, G. (1948/1980). 1984. Barcelona, España: Salvat Editores. https://archive.org/details/1984-george-orwell-espanol

Plantin, C. (1998). La argumentación. Barcelona, España: Editroial Ariel.  

Platón (399 a.C. /2008, 3 de noviembre).  Apology (Apología de Sócrates). Traductor: Benjamin Jowett. Sitio web: The Project Gutenberg [EBook #1656].  https://ia800307.us.archive.org/12/items/Apology-Socrates/Apology.pdf

Stowe, H. B. (1-1-1852/ 28-10-2021). Uncle Tom´s Cabin. Sitio web: The Project Gutenberg. (Disponible en: https://www.gutenberg.org/files/203/203-h/203-h.htm

 

 

Artículos en Revistas[4]

 

Arendt, H. (1971). Lying in Politics: Reflections on The Pentagon  Papers (La mentira en política). The New York Review of Books. noviembre 18, 30-39.   Disponible en https://www.tramuntalegria.com/wp-content/uploads/2018/08/Lying-in-Politics-Reflections-on-The-Pentagon-Papers-by-Hannah-Arendt-The-New-York-Review-of-Books.pdf

Brooks, D. (2025). I Should Have Seen This Coming. The Atlantic. Abril 7. Disponible en https://www.theatlantic.com/magazine/archive/2025/05/trumpism-maga-populism-power-pursuit/682116/

Ceruto, S. (2025). Lying: The neuroscience behind deception and how it impacts the brain. (La neurociencia detrás del engaño y cómo impacta en el cerebro). MindLAB Neurosciencefebrero 6. https://mindlabneuroscience.com/lying-exploring-the-neuroscience-behind-it/

Festinger, L., Torrey, J., & Willerman, B. (1954). Self-evaluation as a function of attraction to the group. (Autoevaluación como una función de la atracción grupal), Human Relations 7, 161–174. Disponible en https://doi.org/10.1177/001872675400700204

Garrett, N., Lazzaro, S. C., Ariely, D., & Sharot, T. (2016). The brain adapts to dishonesty. Nature Neuroscience, 19 (12), 1727-1732. Disponible en https://doi.org/10.1038/nn.4426

Gil, W. L.  (2018). Entre la mentira totalitaria y la posverdad populista. Prodavinci,   octubre. Disponible en https://prodavinci.com/entre-la-mentira-totalitaria-y-la-posverdad-populista/

Maldonado, A. S, (2012, enero-junio).  Verdad y política en Hannah Arendt.   EN-CLAVES del pensamiento, año VI, 11, 81-98. Disponible en https://www.academia.edu/36313345/Verdad_y_pol%C3%ADtica_en_Hannah_Arendt?auto=download&email_work_card=download-paper

Mirsky, S. (2025). Flat Earthers: What They Believe and Why. (Los que creen en un mundo plano: Qué creen y por qué). Scientific American’s Science Talk, 31 marzo, Disponible en https://www.scientificamerican.com/podcast/episode/flat-earthers-what-they-believe-and-why/

Retamozo, M. (May–August 2017).  La teoría del populismo de Ernesto Laclau: una introducción. Estudios Políticos, 41, 157-184. Disponible en  https://www.sciencedirect.com/science/article/pii/S0185161617300185

 

Artículos o capítulos en una publicación no periódica

 

Festinger, L. (1953). An analysis of compliant behavior (Un análisis de la conducta obediente). En M. Sherif & M. O. Wilson, Group relations at the crossroads. 232–256). New York: Harper.



[1] El creacionismo, que niega la idea de la evolución de las especies, propone que el mundo tiene 6000 años y fue creado en los tiempos bíblicos. Parte del movimiento que apoya la idea de un mundo plano también acepta el creacionismo. De hecho, los creyentes en un mundo plano tienden a rechazar la teoría de la evolución y algunos son antisemitas y creen en la superioridad de la raza blanca. Son sistemas de pensamiento que tienden a mezclarse en las mismas personas. Dice Mirsky, “Vemos estas diferentes teorías de conspiración agrupándose” (Mirsky, 2025).

[2] Los Pentagon Papers (los Papeles del Pentágono) era el nombre de un estudio secreto preparado por el Departamento de Defensa (the Defense Department) estadounidense, que describía la historia de la guerra que este país libró en en Vietnam entre los años 1945 y 1967. El documento fue sustraído por Daniel Ellsberg, un funcionario del Pentágono, y fue publicado por Los New York Times en 1971. Revelaba atrocidades y mentiras cometidas en esta intervención, y escondidas del conocimiento público.

[3] Ab ovo significa en latín, desde el huevo. Es decir, desde el mismo comienzo de las cosas.

[4] No siempre está posible incluir los números de los volúmenes y las páginas de los artículos originales cuando la fuente de la referencia sólo está accesible en línea. 


domingo, 13 de abril de 2025

TRES PROBLEMAS PARA CUALQUIER DEMOCRACIA

 K. Cronick

Los países con pretensiones democráticas tienen que cuidarse de tres elementos principales para que sus poblaciones no caigan en las redes de los populistas.

El primero es la muy desigual distribución de riqueza. Cuando haya grandes sectores excluidos comienzan a crecer en ellos resentimientos. Aun cuando el nivel de la población en general va subiendo poco a poco, si no percibe mejoramiento, buscan soluciones no idóneas que pueden incluir el crimen organizado y la búsqueda de quien les pueda rescatar. Este personaje normalmente es un populista. El mejoramiento económico tiene que acompañarse por el acceso universal a un sistema educativo de calidad. Las personas requieren, no sólo entender su historia. Tienen que entender también a su cultura y a la oferta socio-política que tienen en la actualidad.

El segundo es el arrastre de su historia. El pueblo tiene memoria y guarda resentimientos. Ellos pueden aparecer como grupos dominantes que excluyen a minorías. O también asoma en la memoria de sus héroes, que son percibidos como salvadores o pacificadores potenciales. El gendarme necesario. También hay identificaciones nacionales o religiosas que movilizan sentimientos patrióticos o de rechazo.

El tercero elemento es la presencia de sus propias fuerzas armadas. Ningún país ha podido independizarse de sus militares. Recordamos a Dwight Eisenhower y su advertencia contra el complejo industrial-militar estadounidense. Tener un cuerpo armado único, con el derecho de portar armas, cuyo único freno para no lanzarse al poder sea una ideología de obediencia a una constitución civil, es una receta para un desastre.

Además, detrás de los militares están los productores y vendedores de armas. El armamento letal tiene un atractivo económico único. Se lo produce únicamente para ser destruido. Después de su destrucción es necesario reproducir el elemento perdido. No son como los carros, los televisores e inclusive las edificaciones y la superestructura en general, que tendrían una vida útil de años o décadas. El productor tiene que esperar a su obsolescencia para volver a tener más ganancias. En el momento de un de un conflicto armado, o de una destacada represión interna, la reproducción de los pertrechos de la guerra tiene que ser inmediata.

Los productores de los armamentos emplean todas las reglas que usan las demás industrias. Venden sus productos al precio que el “mercado” aguanta. Ninguno vende al costo de producción, como un sacrificio patriótico. Acumulan enormes fortunas en este negocio.

Todos los países tienen que lidiarse con estos tres problemas.

sábado, 12 de abril de 2025

In defense of the social sciences

 

Karen Cronick

Nils Gilman (2025) refers to the universities’ “core mission” as something that must be preserved. For him this involves, “ (a) the creation of highly well-trained experts; (b) path-breaking knowledge creation; and, [….] (c) knowledge preservation and transmission". He explicitly rejects social criticism.

This means that he would eliminate a good part of philosophy, sociology, anthropology and social psychology. Although he promotes “’Wissenschaft’, i.e. the pursuit and preservation of systematic truth” he does not include a critical examination of what truth means. One might ask if he thinks that there can be “truth” in concepts like the ontology of ideas, the nature of mental representations, the comparative study of political systems, critical world history, the nature of abstract objects (like the unicorn, for example), the nature of different scientific and the methodology of humanistic research concerns (for example: mathematical models, statistical studies, empiricism in general,  ethnography, narrative studies, phenomenological approaches, grounded theory, and case studies).

Imagine a history class in which the only exercise would be to memorize dates! Imagine studying Homer’s Iliad without considering his characters’ motives, or the nature of unjust kingship, or the meaning of heroism. Imagine reading about Socrates’ death without considering the recent history of The Thirty Tyrants that briefly ruled Athens just before his trial and execution. We would have to stop analyzing the nature of justice and the aspirations of the Illustration in the seventeenth and eighteenth centuries.

He says there is a “desperate need for the humanities to reconceive themselves not as a site for remediating bad things about the past but rather as a site for preserving and transmitting what is worthy about the past.” In the first place, we would not be able to discuss what “worthy” means. It is an historically determined value judgement.

Most literature would be banned. There is no way we could read Harriet Beecher Stowe’s novel Uncle Tom’s Cabin or Victor Hugo’s Les Misérables, and less even, Harper Lee’s To Kill a Mockingbird. We could only discuss George Washington’s honesty, and the fact that they landed on the moon in 1969. We could watch Charlie Chaplin movies, but not talk about how he was banned from reentering the U.S. in 1952 for being “anti American”. 

I believe universities should be places where everything can be discussed, criticized, placed in context, and either accepted or rejected because of valid reasons. This is science´s core belief. Nothing is banned. We no longer need to try Socrates or Giordano Bruno or John Thomas Scopes[1]. We look for better research methods, develop libraries, and ensure the well-being of the students and faculty that use them. We try to extend knowledge to those who want it. We publish results and invite criticism. That is what universities do. 

Reference

Nils Gilman (2025, 11 de April). How Universities Can Save Themselves. Persuasion. https://www.persuasion.community/p/how-universities-can-save-themselves



[1] The trial of  Thomas Scopes in 1925 was a legal proceeding carried out by the State of Tennessee. He was accused of teaching the theory of evolution in a state-funded high school. Scopes was found guilty and was fined $100, but later the verdict was overturned.

martes, 1 de abril de 2025

El discurso del Populismo

 

Karen Cronick

Dice Teresa Kiss (2025) que, “El populismo es un enfoque político que se caracteriza por apelar al “pueblo” como una unidad homogénea, movilizar a las masas y proponer medidas de justicia social”. Es un término muy general y ciertamente puede haber movimientos “populistas” dentro de la democracia. Sin embargo, como observa Rodrigo Riquelme (2017),  “La mayoría de las veces, populismo se utiliza con un sentido despectivo para calificar a aquellos políticos y gobernantes (o aspirantes a serlo) que intentan ganarse el favor popular mediante el halago, las promesas y la confrontación entre las clases menos favorecidas y la élite de una sociedad”.

Dada la imposibilidad de categorizar normativamente al populismo de manera global, es importante señalar desde el principio, que este ensayo distingue entre las dos tendencias éticas que este término abarca, y su énfasis cae sobre la acepción demagógica.

Entonces, para el populismo, así demarcado, la palabra “justicia” tiene que ir encomillada. Las medidas de “justica” pueden variar según las culturas, y el entendimiento entre el líder y los pobladores ocurre por medio de discursos complejos sobre la realidad social del pueblo particular.

El populismo, en este sentido, es un ardid de poder. Es necesario distinguirlo de otras maniobras de supremacía hegemónica, como las conquistas militares, y las revueltas en las casas principescas o en los imperios. Estos son cambios que prescinden de toda necesidad de discurso ya que se basan en el ejercicio simple y llano del poder. Como señala Eduardo Ríos (2025), inclusive a veces sucede que los conquistadores son bienvenidos, como en el caso de algunos pueblos indígenas de lo que ahora es México, que fueron conquistados primero por los aztecas, y vieron la llegada de los colonizadores españoles como una liberación. Ver al conquistador como un liberador puede tener rasgos populistas, pero no siempre es así.

Es de notar también que no todas las dictaduras son populistas, ni todas las manifestaciones populistas son necesariamente dictaduras. Un populista emplea siempre el apoyo de importantes sectores de la población para obtener y quedarse en el poder. Las dictaduras en cambio se basan sobre todo en el empleo represivo de las fuerzas de orden. Ciertamente hay dictaduras populistas como en Rusia en el tiempo de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas, y en España bajo Francisco Franco.

En este pequeño ensayo revisaré la naturaleza de la relación entre un caudillo populista y sus seguidores que siempre se origina en un discurso de artificiosos controlados.

Señala Ríos que, en general, “una dictadura es una forma no monárquica y antidemocrática de quedarse en el poder”. Dice que hay fórmulas totalitarias que no tienen, ni requieren, el apoyo popular, y que incluso, intentan suprimir todas las manifestaciones de la voluntad entre las bases, como en el caso de la China actual. Por otro lado, Ríos también advierte que dentro de las democracias puede haber líderes que emplean estrategias populistas sin convertirse en gobiernos absolutistas. Da como ejemplo el caso de Theodore Roosevelt en los Estados Unidos. Indica también que puede haber populistas antidemocráticos que lleguen al poder por vías democráticas, como en es el caso actual en aquel país.

Las demandas de cambio populista no surgen siempre de procesos de autogestión o la voluntad de una pluralidad de votantes. A veces se manifiestan como golpes de Estado. Pueden originarse con la llamada de un individuo circundado por un grupo de apoyo, que ofrece satisfacer lo que él define como las necesidades de su población. Casi siempre son necesidades tergiversadas o inventadas, como el llamamiento de Donald Trump para “bajar los precios” cuando su agenda verdadera contemplaba subirlos. Otro ejemplo sería su señalamiento de los inmigrantes como “enemigos” internos; los acusaba absurdamente de comer las mascotas de los ciudadanos “verdaderos”.

Es un discurso de separación y violencia social. Estos llamamientos se asemejan a otros embrollones históricos que han empleado los prejuicios de sus culturas para lograr el apoyo de sus seguidores.  Un populista articularía, no sólo interpretaciones engañosas de las necesidades de sus pretendidos súbditos, sino también estrategias agresivas para satisfacerlas.

Eduardo Ríos (2025) observa que el populismo tiene tres características: una estrategia política, un movimiento político y una forma de ejercer el poder. Estos componentes pueden ser contradictorios, pero esta incoherencia al fin carece de sentido real para sus seguidores porque los discursos populistas tienen por propósito distraer a los seguidores de los verdaderos propósitos de sus líderes.

Ernesto Laclau era un teórico que indagaba sobre el populismo. Nos cuenta Martín Retamozo (2017) que su interés fue dirigido al establecimiento de un socialismo de Estado. Dado el sesgo que existía en la propuesta comunista de aquellos tiempos, le interesaba explorar la posible naturaleza de una “dictadura del proletariado” que tendría características populistas. Para Laclau, este tipo de gobierno tendría que basarse en “el pueblo”, es decir, la clase trabajadora.

Un aspecto importante de estos movimientos es que promueven hostilidades entre distintas partes de la población. Este “pueblo”, que se identificaría según las circunstancias de cada caso, necesariamente tiene que surgir de una clase o agrupación que se define (o puede definirse) en términos de oposición. Normalmente se trata de una oposición violenta entre diferentes sectores. Como dice Gil (2025) “Aunque el populismo cultiva el lenguaje, la retórica que utiliza privilegia a la fuerza sobre la persuasión.” De hecho, esta retórica a menudo promueve la violencia entre sus seguidores, y un gobierno populista puede incurrir en actos de odio hacia sus opositores y cualquier otro grupo que le conviene señalar como enemigos. Éstos pueden tener las más diversas identidades; pueden incluir a la clase adinerada, a los creyentes que profesan “otra” religión, a los ciudadanos de “otra” nacionalidad, a los miembros de “otra” raza, a los inmigrantes extranjeros. La base fundamental en la construcción del populismo es la diferencia entre “ellos” y “nosotros”. Los populistas se establecen como un grupo superior, el cual representa todas las posibles virtudes. Dice Retamozo (2017):

 “La construcción de la diferencia es consustancial a la producción del antagonismo o de la frontera antagónica que distingue el campo del “nosotros” del de “ellos”. La teoría del antagonismo en Laclau ha sido objeto de arduos debates muy significativos para la teoría del sujeto…”

Se construye esta diferenciación lingüísticamente y por medio de símbolos. Los grupos de apoyo que se forman alrededor del líder difunden el mensaje de la discordia, y lo refuerzan con acciones, a veces crueles. Una vez que el pueblo acepta el mensaje y tolera (o participa en) actos violentos contra los grupos rechazados, se afianzan sus lazos con el líder. [1] 

Es de notarse que los mensajes que promuevan confrontaciones en la población no pasan de ser simples estrategias. Mientras la población esté enfrentando a los “enemigos” qué él mismo ha creado, el líder se ocupa en realzar su propia fortuna y poder de mando.

El populismo tiende a normalizar y mantener estos cuerpos de creencias y resistir información que los pone en duda. Intenta limitar la posibilidad del discurso libre y disonante al discurso oficial, porque la supervivencia política del líder depende del apoyo de un pueblo apaciguado y no disidente. Es una viejísima estrategia, ya descrita por Platón como una caverna donde viven unos presos cuya sola realidad consiste de sombras producidas en las paredes de la cueva donde están obligados a quedarse.

En nuestros días los pretendientes a populistas tienen el apoyo de los medios de comunicación y el Internet. Dice Gil (2018) que:

“Es necesario rastrear el desarrollo del fenómeno posterior a la verdad, el cual va desde la negación de la ciencia hasta el surgimiento de fake news, «noticias falsas», desde nuestros puntos ciegos psicológicos hasta las patologías de la comunicación, como el enclaustramiento del público en ‘silos de información’. De esta forma, descubrimos que la posverdad es una afirmación de la supremacía ideológica mediante la cual sus practicantes intentan obligar a alguien a creer algo, independientemente de la evidencia en contra.”

REEFERENCIAS

Gil, Wolfgang Lugo  (2018, 11 de octubre). Entre la mentira totalitaria y la posverdad populista. Prodavinci. https://prodavinci.com/entre-la-mentira-totalitaria-y-la-posverdad-populista/

Gil, Wolfgang Lugo (2025, 2 de abril). Comunicación personal.

Festinger, L. (1957). A theory of cognitive dissonance. Stanford University Press. Stanford, CA.

Kiss, Teresa (1 de febrero de 2025). Populismo. Enciclopedia Concepto. Recuperado el 2 de abril de 2025 de https://concepto.de/populismo/.

Martín Retamozo (May–August 2017).  La teoría del populismo de Ernesto Laclau: una introducción. Estudios Políticos. Volume 41, Pages 157-184  https://www.sciencedirect.com/science/article/pii/S0185161617300185

Riquelme, Rodrigo (2017, 4 de febrero). ¿Quiénes son los populistas? El Economista. https://www.eleconomista.com.mx/internacionales/Quienes-son-los-populistas-20170204-0012.html

Ríos Ludeña, Eduardo (2025, 2 de abril). Comunicación personal.

 

 



[1] Según la teoría de la disonancia cognitiva de Leon Festinger, las personas intentan mantener una cierta consistencia entre sus actitudes, creencias y comportamientos. Esto se llama la necesidad de consistencia cognitiva. Por esta razón rechazan los elementos inconsistentes. Una vez que la persona haya declarado públicamente una dogma, ideología u opinión, o que haya actuado en su nombre, tendría la tendencia de defenderla y aun creerla.

 
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