domingo, 30 de marzo de 2025

Poema: Pido la palabra

(A mi bisnieto, Samuel)

Pido la palabra

para reír,

para celebrar la vida,

sin que me miden

ni que me callen.

Con los pies

pido la palabra

para correr

por Londres,

Caracas, París

y Bogotá.

Concédeme

esta palabra

para recitar

los bellos versos

de Los Cantares

de Salomón,

de Manuel Machado

de la Cañadita.                                                                                                                                                                                           (KC  -bisabuela)

LA PARTICIPACIÓN COMO IDEAL Y COMO REALIDAD POLÍTICA

 Este ensayo es una traducción del español de un artículo publicado en inglés por la revista Latam. (https://latam.redilat.org/index.php/lt/article/view/3685/6812)


 

Autora: Karen Cronick

Instituto de Psicología, Universidad Central de Venezuela, jubilado

Correo electrónico: karen.cronick@gmail.com

Orcid 0000-0002-1009-6873

Caracas, Venezuela

Teléfono: 58 414 452 9801

 

ABSTRACT

In this essay I consider the role of culture in promoting participation. While it is possible to "create culture" in a community intervention, it is important to understand the beliefs and customs that occur naturally in order to help people redress injustices or correct harmful practices. It is also important to understand the term "consciousness" in the sense of people's awareness of their place in the world, their aspirations for change, and their possibilities for achieving it. This article examines culture and consciousness in terms of their potentially contradictory values.

Keywords: democracy, dictatorship, culture, consciousness, social change

RESUMEN

En este ensayo considero el papel de la cultura en el fomento de la participación. Si bien es posible "crear cultura" en una intervención comunitaria, es importante comprender las creencias y costumbres que ocurren naturalmente para ayudar a las personas a reparar las injusticias o corregir las prácticas dañinas. También es importante entender el término "consciencia" en el sentido de la consciencia que las personas tienen de su lugar en el mundo, sus aspiraciones de cambio y sus posibilidades de lograrlo. Este artículo examina la cultura y la consciencia en términos de sus posibles valores contradictorios.

Palabras clave: democracia, dictadura, cultura, consciencia, cambio social

 

 

 

 

LA PATRICIPACIÓN COMO IDEAL Y COMO REALIDAD POLÍTICA

 

INTRODUCCIÓN

La psicología comunitaria y social son disciplinas esencialmente políticas, en el sentido de que investigan -y promueven- cambios ideacionales y estructurales en los grupos comunitarios que favorecen el bienestar y la participación local. A menudo, los estudios en estas disciplinas se ocupan de los resultados de experimentos sociales, estudios de opinión u otros proyectos que los profesionales del área han llevado a cabo. Una de las principales herramientas utilizadas en las intervenciones comunitarias es aumentar la participación vecinal.

Es importante reflexionar sobre los aspectos teóricos de la participación vecinal y ciudadana. Puede suceder como resultado de una intervención profesional, pero también puede ser el resultado de procesos que ocurren "naturalmente". Incluso cuando se origina en los movimientos relativamente espontáneos de ciudadanos preocupados, es importante que los profesionales que trabajan en el trabajo comunitario comprendan la dinámica de estos eventos.

En este ensayo consideraré el papel de la cultura en el fomento de la participación. Si bien es posible "crear cultura" en una intervención comunitaria, es importante comprender las creencias y costumbres que ocurren naturalmente para ayudar a las personas a reparar las injusticias o corregir las prácticas dañinas. También es importante entender el término "consciencia" en el sentido de la consciencia que las personas tienen de su lugar en el mundo, sus aspiraciones de cambio y sus posibilidades de lograrlo.

Revisaré ciertas concepciones que describen cómo funciona la cultura de esta manera, y su relación con la consciencia y la participación, junto con la manifestación de valores contradictorios como la dominación y la competencia. La participación puede definirse como tomar parte o estar involucrado en algo. Puede ser un componente en las actividades humanas organizadas que dependen de las contribuciones voluntarias de muchas personas, como en la guerra, los sistemas de votación, los planes de pensiones y las colaboraciones en esfuerzos colectivos, como las actividades benéficas. En grupos más pequeños la participación ocurre, por ejemplo, en reuniones comunitarias, encuentros amistosos, producciones musicales y teatrales. y celebraciones familiares. La palabra también puede referirse a colaboraciones más pequeñas entre dos o más individuos.

En las siguientes páginas revisaré: a) la participación descrita por George Simmel (2016) en la que las múltiples lealtades de las personas -incluso en condiciones de dominación política- pueden ser un recurso para los esfuerzos de liberación, b) la naturaleza de los valores normativos desde Kant hasta Habermas, incluyendo la posibilidad de una jerarquía de valores, o relatividad cultural, c) la cultura y el mundo de la vida como entorno social,  y d) la relación de todos estos conceptos con la posibilidad de un gobierno participativo.

 

DESARROLLO

Participación, competencia y dominio

Para entender la participación, es importante revisar primero las influencias que dificultan su desarrollo. Acabamos de desarrollar una definición amplia del término que incluye tanto los esfuerzos de grupos grandes como las pequeñas experiencias cara a cara. Es posible que en un sistema o cultura dada se repriman las acciones participativas a gran escala, mientras que se fomentan las interacciones a pequeña escala. Además, en los entornos políticos modernos que prohíben la participación de los disidentes, se fomentan e incluso se fabrican actos públicos de apoyo político.

El sociólogo George Simmel (2016) ha escrito sobre la subordinación política de las personas a un líder o un grupo de individuos poderosos, y sobre sus posibles reacciones ante la dominación. En una larga introducción interpretativa de su libro Sociología, Zabludovsky y Sabido (2016) señalan que en el análisis de Simmel, la subordinación es una acción recíproca en la que la clase dominada forma parte activa. Dice que la dominación para Simmel no se limita a un simple ejercicio de poder coercitivo y obediencia pasiva, ya que la comunidad sometida conserva una esfera de libertad personal y espontaneidad.

El individuo sometido a veces busca una autoridad superior que lo proteja. Pero, por otro lado, la gente también se resiste a este poder. Así, para Simmel, «la obediencia y la oposición constituyen dos aspectos de la misma conducta» (Simmel, p. 214). Simmel consideró que esta dualidad en las relaciones de poder se extiende desde las referencias políticas a gran escala, a los entornos laborales, a las relaciones matrimoniales, e incluso a las relaciones entre los hijos y sus padres.

Simmel se refería a una "doble personalidad" sociológica. Las personas tienen múltiples lealtades, y nadie "es enteramente [sólo] un ciudadano, ni un miembro de una Iglesia, ni de una unidad económica. Siempre hay aspectos del individuo que permanecen fuera de estas esferas" (Zabludovsky y Sabido, p. 42-43). Estas lealtades múltiples son complejas, y Simmel dijo que las lealtades divididas pueden incluso ayudar a los tiranos a controlar a las masas. Por otro lado, también puede suceder que, dadas estas lealtades y valores divididos, las semillas para derrocar a los tiranos se encuentren en esta misma disparidad.

Se refirió a una "estructura espiritual diferenciada". Esta estructura es importante para entender la contradicción entre sumisión y liberación, porque hay algunos elementos que son susceptibles de dominación y otros que no lo son.

Simmel incluso se refirió a la presentación del burócrata (o del empleado) a su agencia o empresa. Cuando el sujeto individual "desaparece" en una colectividad que carece de estados mentales subjetivos, tienden a facilitar los abusos de poder, porque es difícil que la compasión y la bondad se manifiesten en situaciones de dominio (Zabludovsky y Sabido, p. 44).  Pero las personas también tienen principios o un sentido de responsabilidad.  E incluso cuando se forman "mayorías", puede haber "minorías" activas.[1] Es decir, cuando las mayorías se forman mediante procesos de votación u otros mecanismos, las minorías pueden sobrevivir. Recordemos que Simmel escribía poco antes del éxito del movimiento fascista alemán.

Las personas también pueden estar subordinadas a un principio impersonal y objetivo. Esto nos recuerda el uso de la palabra "obediencia" por parte de Émile Durkheim o Eric Fromm (1959). Estos principios pueden surgir del diálogo interno de un individuo, y uno puede "obedecer" un principio o un precepto religioso. En la obra de Simmel, esto se refiere a principios como el estado de derecho. Puede referirse a una consciencia imperativa y moral, casi en el sentido desarrollado por Emmanuel Kant (2012). Simmel dice que "una vez que las formas normativas se han afianzado [...] se liberan de sus primitivos soportes sociológicos" (p. 196). Las personas entonces las adoptan, y comienzan a representar "necesidades que llamamos 'necesidades ideales'" (p. 196).  Estas necesidades pueden ser emancipatorias.

Simmel también se refiere a las relaciones mutuas entre distintos grupos o individuos dominados, como en los convenios colectivos. Podemos pensar en las relaciones entre los empleados de una empresa, los miembros de un sindicato o incluso los países (como en la formación de la Unión Europea después de su experiencia con la dominación alemana en las décadas de 1930 y 1940).

Estas relaciones pueden ser liberadoras cuando las organizaciones expresan principios emancipadores, pero también pueden aumentar la subordinación de sus miembros cuando sus líderes tienen agendas políticas con respecto a sus propias aspiraciones potenciales.

Simmel señala que una de las estrategias más poderosas para retener el poder es que el tirano comparta enemigos con la clase dominada. Sin embargo, siempre es importante que el líder comparta ciertos motivos "positivos" con sus seguidores.

La cultura y el "mundo de la vida"

La "cultura" es el tema favorito de antropólogos y sociólogos. Como regla general, la antropología estudia comunidades pequeñas, a menudo tribales y grupos aislados. La sociología, por su parte, tiende a analizar las grandes instituciones con el objetivo de visibilizar las tendencias y estructuras sociales. En las reflexiones que siguen, me concentraré en la idea de la cultura como entorno sociopolítico.

Martínez, Bermúdez, Cediel, & Beltrán (2022), en un artículo sobre el papel de la cultura en el desarrollo económico y político de las naciones, dicen que tiene un papel fundamental en la creación de bienestar y la plena participación de los ciudadanos en los procesos de su estado. Señalan cómo las Naciones Unidas, junto con la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO), están promoviendo la cultura como uno de los ejes del desarrollo, en el marco de las libertades fundamentales. Dicen que la cultura fortalece la participación política, vigoriza la solidaridad social y la cooperación, refina la formación de valores y fortalece la comprensión de las personas sobre su patrimonio histórico. Los autores ofrecen diversas definiciones de cultura, como un todo complejo que expresa la vida de un determinado grupo humano, y también como un "tejido de significados". En su tercera definición, es un medio de transformación social que incluye a los Estados-nación, las comunidades locales y los diferentes actores sociales en la toma de decisiones.

Los autores dicen que "la cultura se expresa como creación y referencia artística, identidad, educación, pautas de conducta, modelos de vida, representación social, símbolos, valores y prácticas, así como un elemento de poder". El papel del individuo es "recrear" el sentido del mundo y de su propia existencia, siempre en el marco de su historia cultural.

Este enfoque de la cultura incorpora las ideas de cambio intencional y reflexivo a favor de los valores humanistas. No abandona la idea de tradición, sino que la pone al servicio del bienestar de todos los miembros de la sociedad. Incluso en países donde los líderes han utilizado los aspectos culturales para fortalecer su propio poder, la diversidad cultural permite cuestionar algunas prácticas. En Sudáfrica, por ejemplo, el apartheid fue desafiado por miembros de la población blanca y negra, y finalmente Nelson Mandela se convirtió en el primer presidente negro de la nación.  Tanto él como el anterior presidente (blanco), Frederik de Klerk, compartieron el Premio Nobel de la Paz en 1993 por sus esfuerzos, que fueron respaldados por un inmenso esfuerzo colectivo.

 

 

Sentido común

El sentido común suele definirse en contraposición al conocimiento científico (Moscovici, 1961/1976; Lévi Strauss, 1959/1987). Por su parte, Moscovici y Hewstone (1984) distinguieron entre el pensamiento automático y el crítico.  Montero (1994) ha comparado los dos tipos de conocimiento, encontrando que entre ellos "existe una interrelación continua" (p. 14). Dice que "son dos contextos de producción de conocimiento" (p. 14) y representan intentos de dar sentido al mundo a través del lenguaje.

Perelman y Olbrechts-Tyteca (1989, p. 168) definen el sentido común como "una serie de creencias aceptadas dentro de una sociedad dada, cuyos miembros asumen que cualquier ser razonable las comparte". Esta definición apunta a la validez de estas creencias, en el sentido de que la aceptación por parte de "todos" permite que el contenido de los acuerdos culturales dados sea declarado correcto, apropiado o aceptable. Hay en esta formulación la fe en la correspondencia entre los objetos y el pensamiento: el rojo de la rosa está en la rosa y eso "todo el razonable" que tenga el uso de sus ojos estaría de acuerdo. Del mismo modo, las personas "saben" lo que deben hacer o no hacer, lo que produce placer y lo que causa tristeza. Es el sentido común el que coloca a los miembros de la comunidad como puntos de referencia en un sistema que asigna significado social a las percepciones y acciones individuales, y proporciona los criterios para juzgarlos.

Por otro lado, la existencia de estos criterios no implica la ausencia de discrepancias.  Billig et al (1988) afirman que el sentido común consiste en enunciados que ocurren en opuestos, es decir, un menú de posibles posiciones y opciones que existen dentro del conocimiento popular de manera abstracta, que pueden ser aplicadas en condiciones concretas de acuerdo a las intenciones de las personas. A veces son contradictorios. Las personas deliberan con los demás e incluso consigo mismas sobre cuestiones éticas, jurídicas y, en general, dilemáticas, y lo hacen dentro de los ejes estructurales de su cultura. Esta apreciación se hace eco de la idea de Simmel sobre la diversidad cultural.

 

La plausibilidad de los valores y las cogniciones

Las definiciones dadas por Perelman y Olbrechts-Tyteca (1989) y Billig et al, (1988) también se complementan entre sí; Billig et al (1988) proponen la existencia de alternativas razonables, a las que las personas pueden recurrir cuando las necesiten; a su vez, Perelman y Olbrechts-Tyteca (1989) se refieren al conjunto de lo aceptable, incluyendo los mecanismos para el establecimiento de acuerdos y la mediación de disputas. Para Billig et al., estas alternativas están especialmente plasmadas en adagios que aparecen en pareja: el dicho: "El pájaro madrugador se lleva el gusano". Se utiliza como vehículo para justificar las intenciones de quienes lo utilizan, o como receta para buenos consejos. Se puede decir que representa tanto una "realidad" como un valor. Por otro lado, el dicho: "Tómalo con calma, tómalo como viene" es una proposición cuyo significado se opone al primer dicho. Podemos decir que ambos son componentes del sentido común; Ambas cosas pueden ser ciertas cuando los contextos son apropiados.

Argumentos a favor de la jerarquización de valores y cogniciones

Muchas cogniciones pueden ser sometidas a criterios para juzgar su plausibilidad ("ese gato es negro, no blanco"), pero cuando las cogniciones contienen juicios de valor, están abiertas a la discusión. Existen criterios históricamente elaborados para juzgarlos. Se trata de acuerdos o construcciones sociales que estructuran juicios de valor. Uno de estos criterios tiene que ver con la benevolencia de ciertas prácticas sociales. Algunos ejemplos son: a) la tolerancia es mejor que los prejuicios raciales y étnicos; b) el respeto de los derechos humanos, dentro de un marco legal, es mejor que el uso de la tortura y otros medios de castigo humillantes; y c) es mejor proteger a los niños que dejarlos desamparados.

Tanto los valores como las cogniciones pueden ser sometidos a criterios de aceptabilidad en estos términos. Savater (1986), aplicando criterios de racionalidad a la ética, utiliza la palabra "significado" como un criterio que trasciende las cogniciones y los valores; El significado sería una categoría superior que contextualiza las acciones y la subjetividad de los grupos humanos. El significado sería un fondo colectivo de conocimiento sobre lo que es bueno, efectivo y, en general, en uso o aceptado en sus culturas. La ética sería: "... un intento racional de dar un sentido totalizador a las acciones humanas... [La ética] no consiste en preguntarse si tal o cual comportamiento en particular es 'bueno' o 'malo', ni qué debo hacer en un momento dado, sino más bien: ¿cuál es el sentido de mi deliberación y mi elección?" (Savater, 1986, p. 11). 

Definida de esta manera, la ética consiste en sistemas de pensamiento más o menos coherentes, es decir: "... una pretensión normativa de conocimiento... Articulado racionalmente... [que] trata de hacer racionalmente inteligible lo que el sujeto humano como tal, en última instancia, quiere". (Savater, 1986, p. 11)

Sus elementos pueden clasificarse como válidos, o inválidos, dentro del contexto del que forman parte. El último elemento, la volición (lo que el sujeto quiere), no puede ser sometido a estos juicios, pero las intenciones y actos con los que se asocian pueden ser juzgados en términos del cuerpo normativo del conocimiento cultural.

Habermas (1987/1992, p. 72), en cambio, distingue entre varios tipos de criterios de validez: a) la validez del mundo objetivo, al que se pueden aplicar criterios de verdad y falsedad, o la verdad proposicional, b) la rectitud normativa, que, aunque definida por los criterios culturales "actuales", puede ser criticada racionalmente, y c) la veracidad expresiva, que puede resumirse como sinceridad subjetiva.

Habermas dice que la racionalidad tiene menos que ver con el conocimiento que con la forma en que los sujetos capaces de lenguaje y acción hacen uso de él (Habermas, 1992, p. 24). Para Habermas, la racionalidad debe encarnar "un conocimiento falible" (p. 26) y también debe ser "una disposición de sujetos capaces de lenguaje y acción" (p. 42).

En este sentido, podemos decir que existe una base para: a) aplicar criterios de plausibilidad a los valores y a la subjetividad, así como a las cogniciones, y b) jerarquizar los "mundos-vida" o culturas en términos de dicha validez. Esto es así a pesar de que en una cultura determinada puede haber sistemas de valores opuestos que, al mismo tiempo, pueden defender tanto la tolerancia como los estándares xenófobos y represivos.

Podemos postular que la creación de criterios de plausibilidad para juzgar cogniciones y valores puede lograrse a través de la argumentación. Es decir, los criterios de aceptabilidad se elaboran históricamente a través de la persuasión. La distinción hecha por Perelman y Olbrechts-Tyteca (1989) entre los actos de persuadir y convencer será útil para ilustrar la diferencia y similitud entre: a) valores y cogniciones locales y temporales, es decir, aquellos que se debaten activamente y que tienen partidarios y oponentes, y b) valores y cogniciones que podrían postularse en algún momento como absolutos en el sentido kantiano,  es decir, aquellas que son universalmente y a priori válidas para todas las personas. Estos autores dicen que los argumentos persuasivos "sólo están destinados a servir a un público particular" (p. 67) en la medida en que el verbo "persuadir" se refiere a una situación particular en la que es posible dar razones para que una persona o un grupo adopte una creencia, un valor o una actitud de la manera que su interlocutor desea.  Por otro lado, los argumentos convincentes pueden obtener "la adhesión de toda entidad de la razón" (Perelman, & Olbrechts-Tyteca, 1989, p. 67). 

Podemos dudar de la existencia "real" de valores universales y de argumentos convincentes. Pero para cada público particular hay bases para "problematizar" (en el sentido de Freire)[2] sobre cada categoría de valores y cogniciones. Esto supone una comunalidad subyacente a la condición humana. Perelman y Olbrechts-Tyteca (1989, p. 69) dicen que "desde el momento en que se acepta que existen medios de prueba distintos a la prueba necesaria, la argumentación que se dirige a audiencias particulares tiene un alcance que va más allá de la creencia meramente subjetiva". La argumentación que se dirige a la producción de razones que no están limitadas por la presión, el uso del poder y la coerción) es el vehículo para que audiencias particulares lleguen a acuerdos entre sí sobre las jerarquías que establecerán entre sus valores y la plausibilidad de sus cogniciones.  En el sentido comunicativo, la diferencia entre valores y cogniciones desaparece, dejando en su lugar elementos argumentativos que se apoyan en razones. Puedo convencer a la audiencia de que tengo razón sobre "hechos" como la contaminación del aire o la culpabilidad de un prisionero; del mismo modo, puedo convencerlos de que algo que los prejuicios históricos han condenado como feo es realmente bello (como hicieron para intentar acabar con el racismo en los años 60: "Lo negro es bello").

La relación entre verdad y verosimilitud

Lo verdadero y lo verosímil se establecen en términos de algún cuerpo de referencia. La "verdad" existe en sistemas más o menos cerrados, como las matemáticas axiomáticas o un cuerpo de proscripciones legales donde una persona puede ser declarada culpable o inocente. Sin embargo, la "verdad" matemática y jurídica pueden distinguirse entre sí. Aunque en matemáticas la verdad puede ser demostrada en el sentido inductivo si no hay contraejemplo, y deductivamente si hay una prueba, en el derecho hay grados de culpa, y las decisiones vinculantes pueden ser modificadas. La legislación puede incluso cambiar los criterios para establecer la "verdad", de acuerdo con los valores de las personas que conforman la sociedad donde están vigentes las leyes. En un sentido similar, la plausibilidad se construye históricamente en el sentido común, no como en el progreso o las estructuras evolutivas, sino acumulativamente en el sentido de lo que es aceptable o la mejor opción. Cuando se produce un conflicto entre dos soluciones plausibles, la resolución de las diferencias se produce a través del debate.

Sin embargo, en general hay muchas soluciones "casi" establecidas. Por ejemplo, uno de los valores más altos posibles desde la Segunda Guerra Mundial es la condena de las violaciones de los derechos humanos. Además, la democracia ha sido una "invención" del sentido común (que desde entonces ha sido formalmente elaborado) que regula los enfrentamientos individuales. De esta manera, podemos decir que la democracia "es" mejor que la tiranía, pero al mismo tiempo queda la posibilidad de que también sean posibles otras formas de consulta y control.

Relatividad

Los resultados de la problematización y la conscienciación comunitaria son relativos. Rappaport (1977), por ejemplo, en su libro clásico, Psicología Comunitaria, tiene capítulos dedicados al análisis de algunos conceptos tradicionales de la psicología clínica, incluyendo la inteligencia, la salud mental, la normalidad estadística y la desviación social. En relación con estos conceptos, el autor considera ciertas implicaciones políticas y etnocéntricas relacionadas con la imposición de valores por parte de los sectores dominantes de la sociedad norteamericana. Propone que una forma de lidiar con estas implicaciones es a través de una posición relativista, donde el cambio social sería el producto de la problematización de las necesidades sentidas de un grupo social específico, las cuales están contextualizadas históricamente. Esto significa que la realidad social de un grupo no es transferible a otros grupos y no puede ser impuesta por un agente externo de cambio. La problematización, en este sentido, se produce a nivel de las comunidades individuales cuando éstas "toman consciencia" tanto de sus necesidades como de los medios de satisfacerlas.  Rappaport cuestiona el derecho de los psicólogos a establecer sus propios criterios sobre lo que es sano, normal, correcto y bueno, fuera del contexto de grupos particulares, precisamente por la influencia política que sufren estos profesionales.       

Propongo que la relatividad de los conocimientos y los valores es una solución débil al problema de la multiplicidad de valores y conocimientos. Propongo la posibilidad de sustituirla por la noción de tolerancia pragmática y limitada. Esto incluiría el reconocimiento por parte de una comunidad (o de un individuo) de las diferencias normativas dentro de límites dados. Así, la gente puede aceptar la existencia de diferentes religiones, pero rechazar la idea de la pena capital o la discriminación de género.

El mundo de la vida y el cambio social: La idea del "mundo de la vida" está estrechamente relacionada con la de la cultura. Es importante revisar las dos nociones porque incorporan la posibilidad de una consciencia crítica en grupos e individuos. El mundo de la vida es un concepto original de Husserl que fue desarrollado más tarde por Alfred Schutz y otros en el que se examina el fenómeno del sentido común insertado en una cultura dada. Ricardo Salas (2006) resume a Schutz, diciendo que las personas presuponen que sus semejantes tienen vida consciente y que la intercomunicación es posible. (Salas, p. 172). Y luego Salas describe el mundo de la vida como una acumulación de conocimiento transmitido entre personas de un grupo social determinado. De esta manera, el conocimiento sobre el mundo natural puede ser contrastado con el conocimiento del "mundo significativo", que implica una referencia implícita al "Otro". (Salas, p. 174).

En Cronick (2024b) la autora describe los fundamentos del concepto de mundo de vida. En lo que sigue utilizo algunas de estas reflexiones. El mundo de la vida no es privado. Lo compartimos con nuestros semejantes. Se trata de un mundo intersubjetivo a través del cual podemos comprender una realidad que es intuitivamente compartida y considerada válida por todos como marco interpretativo. A través de ella entendemos las estratificaciones sociales y los modos de interacción. A través de ella podemos construir relaciones con nuestros semejantes y esperar lo mismo de ellos. Es una entidad inmaterial, compartida dentro de una cultura determinada.

Tendríamos que considerar que la consciencia es un fenómeno cultural, no en el sentido de una capacidad mental, sino más bien en términos de autopercepción. La forma en que las personas se perciben a sí mismas marca la diferencia en las posibilidades que ven para los demás. Esta autopercepción tiene raíces culturales, y ha influido en cómo nos relacionamos con el mundo y con los demás, y ha tenido un profundo impacto político. 

Juan Manuel Navarro en su introducción a las Reglas para la dirección de la mente de Descartes (1996) cita a Hegel quien dijo que la autoconsciencia, tal como la describe Descartes, es un momento esencial de la verdad para el pensamiento moderno. Fue el comienzo del "principio de inmanencia", en el que la atención de la filosofía pasó del "objeto al sujeto, del mundo al yo, del exterior al interior" (p. 8). La meditación sobre los objetos se convierte en una meditación sobre la esencia de "lo que es", en este caso, una apreciación que surge de los pensamientos de un ser que está pensando.

En su quinta regla, Descartes (1996) habló de la necesidad de sustituir las reflexiones ontológicas (en el sentido escolástico) por las epistemológicas, lo cual, si bien es objetivo (científicamente hablando) implica criterios subjetivos (Navarro 1996, p. 21), o, al menos, una decisión consciente de decidir pensar de una manera particular y rechazar otras. El método subyace en la filosofía de Descartes. Dado que el método es elegido por el pensador, determina la dirección de sus pensamientos.  En Descartes, el método es un requisito para el espíritu crítico que se enfrenta a su propio legado cultural e histórico. El método no es algo meramente procedimental, sino que es una motivación íntima y una exigencia antropológica. Lo que se cuestiona es el yo mismo, y por lo tanto el método da lugar al nacimiento del "hombre secularizado" (p. 26). Esto tiene implicaciones importantes para las reflexiones políticas y éticas de hoy en día, porque deben ir acompañadas de algo más que emociones agradables. También requieren un respaldo consciente y metodológico.

En John Locke encontramos reflexiones, no sólo sobre cómo el pensamiento consciente conduce a una verdadera apreciación de la realidad tal como la concibe una mente consciente, sino también sobre la mecánica del pensamiento y la autoconsciencia. Gideon Yaffe (2011) ha analizado el enfoque de Locke sobre la consciencia. La consciencia y la consciencia pueden distinguirse de la percepción sensorial. La percepción es una apreciación de lo que sucede en el mundo de acuerdo con la apreciación visual y auditiva de uno. La consciencia, sin embargo, se dirige hacia adentro. Como dice Locke, "la consciencia es la percepción de lo que pasa en la mente de un hombre [...]"  (Yaffe, p. 2). Locke describió cómo uno es consciente tanto de eventos individuales o pensamientos en el tiempo, como de un flujo continuo de consciencia. La persona pensante es entonces capaz de abstracción en la que se crean ideas generales a partir de otras particulares que se derivan de la experiencia. El siguiente paso analítico ocurre cuando la persona combina ideas para crear complejos que pueden o no encontrarse en la experiencia. Y, finalmente, el pensamiento permite la comparación, en la que uno crea ideas de relaciones a partir de estas ideas.

La Enciclopedia de Filosofía de Stanford (2024) hace referencia a cómo Kant amplió estas reflexiones. Los autores nos dicen que la idea de Kant de la consciencia fenoménica no es una mera sucesión de ideas asociadas, sino más bien una reflexión sobre la experiencia de un yo consciente, situado en un mundo objetivo, y estructurado con respecto al espacio, el tiempo y la causalidad. Esta observación es crucial para la creciente consciencia entre los filósofos de la ilustración sobre el papel de la capacidad de respuesta en el desarrollo del papel del hombre en la determinación de la consciencia política.

Verdad y ética

Es interesante cómo, en el lenguaje popular, la ética se vincula a la idea de "lo verdadero". Daniel Figuera (2025) se refiere a la idea de verdad en Alain Badiou. Para Badiou, la verdad no es un hecho estático o una revelación universal. Es un reconocimiento cultural de una nueva forma de definir lo que es verdadero. Un nuevo proceso o "evento" introduce una nueva lógica dentro de un sistema dado. Hay "verdades" plurales que necesariamente tienen que ser parciales y vinculadas a contextos específicos. Pone como ejemplos las ideas actuales sobre el cambio climático o las desigualdades económicas. Sería entonces algo que se construiría a través de la participación.

Sin embargo, una de las características de la verdad, durante mucho tiempo, ha sido que tiene que ser un pronunciamiento que se base en reglas que determinen su aceptabilidad. Una de estas reglas básicas, como he venido diciendo, es que cualquier enunciado debe ir acompañado del método utilizado para establecerlo.

Para establecer la verdad en escenarios como los relatos históricos o los testimonios legales también existen reglas. Debe haber escritos o historias previas que despierten cierta confianza para ser etiquetadas como verdades. En este sentido, no es lo mismo un relato, como el de Homero sobre la guerra de Troya, elaborado antes del período histórico de los registros escritos, que las historias registradas por autores identificables. E incluso en este último caso, las historias deben estar sujetas a análisis y verificación. Podemos preguntarnos, por ejemplo, sobre la veracidad total de los cuentos de Plutarco en Vidas paralelas. De la misma manera podemos analizar críticamente las narrativas modernas. Así, la gente puede aprender a exigir "pruebas" para las afirmaciones sobre los supuestos riesgos que plantean las vacunas, o acusaciones xenófobas.

 

 

Libertad o señorío

Desde que hay evidencia histórica, los reyes han ejercido un poder exclusivo en sus reinos y han intentado conquistar reinos cercanos, ampliando sus propios territorios o creando colonias bajo su control. Hay evidencias de que los seres humanos no siempre fueron así. De hecho, en su libro "The Dawn of Everything", Graeber y Wenfrow (2021) afirman que en los primeros milenios de la historia de la humanidad, los grupos humanos exhibían comportamientos cooperativos y deliberativos. Esta toma de decisiones colectiva no se limitó a la vida tribal; Según estos dos autores, algunos asentamientos muy grandes se regían por estos principios.

Sólo en los últimos cuatro o cinco milenios reyes, conquistadores y dictadores, con sus estrategias de guerra, han dominado la experiencia humana. Este período abarca casi toda la historia documentada. Desde que tenemos referencias históricas, ha habido colonialistas y monarcas que han impuesto su autoridad por la fuerza.

Una vez en el poder, la adquisición de nuevos territorios no solo era atractiva entre los reyes, sino también un requisito para su supervivencia. Cuando Agamenón fue a conquistar Troya, y cuando Alejandro Magno acabó con la democracia ateniense, obedecieron los mismos mandatos culturales que siguieron los conquistadores europeos en África y América. Fue un mandato similar cuando los alemanes comenzaron a aumentar su "lebensraum" y Rusia y Estados Unidos invadieron Afganistán a su vez. Todavía hoy, los poderosos intentan reclamar territorios enteros -y a sus habitantes- como propios.

Estos esfuerzos militares requerían la participación de personas de las clases menos favorecidas. Los soldados a menudo podían merecer ciertos privilegios, e incluso beneficiarse del saqueo de la guerra. Más tarde, como en el caso de los ejércitos de Napoleón, los generales podían recurrir a las lealtades nacionalistas para motivar a sus soldados.[3]

Las "Bandas de Hermanos" en la vida militar

En términos de vínculos militares, las "ideologías guerreras"[4] aparecen en la literatura, desde los hoplitas -hombro con hombro- de la antigua falange griega, hasta la "banda de hermanos" de Shakespeare[5] y la descripción de Cotton (2017) de la relación entre los soldados de Estados Unidos en Afganistán. Cotton habla de una "ideología guerrera" masculina[6] en la que "en el combate, tus motivos no importan realmente. […] Por mal que suene, no luchas por lo que crees. Luchas por la persona que está a tu lado" (Eiden, s.f., citado por Cotton, p. 23).

Por lo tanto, la guerra contiene su propio tipo de participación. Es importante comprender estos vínculos para formular formas alternativas de relacionarse. También es importante entender el atractivo que la guerra puede tener para ciertas culturas y sus miembros.

Cooperación tribal

En las comunidades tribales tradicionales, las relaciones personales se basan en el parentesco y las jerarquías de edad. A menudo, las decisiones se toman colectivamente, con especial respeto a los "jefes" y a los ancianos. Tareas como la caza, la recolección de alimentos y la construcción de casas a menudo son realizadas por grupos específicos, como mujeres, hombres o niños casi adultos, y estas son actividades tradicionales. También hay colaboraciones intertribales que Justo (2024) describe como: "... alianzas, forjaron lazos de amistad y participaron en esfuerzos de colaboración que han dado forma al tejido mismo de la civilización humana. Desde las antiguas confederaciones de tribus nativas americanas en América del Norte hasta las empresas cooperativas entre los reinos africanos [...]".

Gobierno participativo

La monarquía, la oligarquía y las dictaduras han sido los tipos predominantes de sistemas de gobierno en los tiempos históricos. En general, concentran el poder de decisión y acción en unos pocos individuos, y suelen tener fuertes componentes militares. No vamos a concentrar nuestra atención en estos sistemas, porque en este artículo nos interesan dos ideas con respecto al gobierno: a) ¿de dónde surge la iniciativa para aumentar la participación ciudadana? Y b) ¿cómo funciona la participación política masiva?

Los promotores del cambio suelen surgir de las ideas de artistas, dramaturgos, escritores, filósofos e intelectuales en general, que en determinados momentos críticos de la historia han hecho propuestas de transformación social. Del mismo modo, filósofos y poetas allanaron el camino para la democracia europea y estadounidense en el siglo XVIII. El origen de estos movimientos tuvo una larga preparación, que comenzó con el Renacimiento (siglos XV y XVI), y continuó con la Ilustración en los siglos XVII y XVIII. En estos tiempos escritores, artistas, científicos y filósofos (que no estaban en el poder) como William Shakespeare, Leonardo da Vinci, Nicolás Copérnico, Sir Francis Bacon, René Descartes, Immanuel Kant, John Locke, Voltaire, Rousseau, Georg Wilhelm Friedrich Hegel, Thomas Hobbes, Denis Diderot y Adam Smith debatían entre sí en las publicaciones, teatros y casas de reunión de su época. Cada uno proclamó su perspectiva particular. Estas personas no necesitaban estar de acuerdo, lo importante era su discusión compartida. 

Podemos citar también fuentes poéticas y teatrales de hace mucho tiempo, por ejemplo, el estadista/poeta Solón en la antigua Grecia. La tradición continúa, por ejemplo, Victor Hugo, Mark Twain, Henrik Ibsen, Bertolt Brecht, George Orwell, John Steinbeck, Aleksandr Solzhenitsyn, Harper Lee, Gabriel García Márquez, Salman Rushdie y Langston Hughes entre muchos, muchos otros.  

Dentro de las estructuras de poder de los sistemas centralizados, sería muy raro que los dictadores propusieran un sistema participativo, excepto como subterfugio para concentrar aún más poder en menos manos. Podrían proponer elecciones, pero por lo general tendrían control sobre los resultados. Normalmente, los cambios iniciados desde un nivel cultural profundo tienen que ver con la necesidad de aumentar el bienestar de las grandes mayorías. Los disidentes intelectuales (como las minorías activas -Moscovici 1996), grupos como las organizaciones no gubernamentales, los comités ad hoc y otras organizaciones similares, recogen el llamado al cambio.

En otras palabras, el debate libre, lejos de causar estragos y caos, produce un pensamiento crítico que empodera a personas de todos los rangos. Sería mejor que toda la población supiera leer y escribir, pero en muchos momentos críticos de la historia, pocos sabían leer. Bastaba con que la información llegara de boca en boca de aquellos que podían entender la palabra escrita.

Contamos con organizaciones nacionales e internacionales, congresos y parlamentos, partidos políticos, empresas y otras organizaciones para resolver nuestros problemas sociales. Sin embargo, cada vez es más evidente que las únicas organizaciones que nos van a "salvar" son aquellas que promueven reflexiones generalizadas sobre quiénes somos y qué queremos llegar a ser. Un ejemplo serían los sistemas educativos renovados y críticos y otro serían algunas organizaciones no gubernamentales como "Cuidado para la Paz", "Save the Children", "Médicos sin Fronteras" y otras que ofrecen ayuda y reflexión en situaciones de emergencia. Tenemos que evaluar nuestras verdaderas necesidades, y reconsiderar cuáles son nuestros valores más trascendentales. Y tenemos que hacerlo como colectividades interconectadas. Tiene que ser un proceso explícito e intencionado, si queremos dejar de ser xenófobos, violentos, vengativos y temerosos.

Normalmente, los sistemas de gobierno participativos tienen constituciones fundacionales que hacen explícitas las leyes básicas del país. Tienen distintas instancias de gobierno, cada una con poderes únicos, cuyos miembros son elegidos por algún tipo de mandato popular, habitualmente a través de elecciones. Existen medios preestablecidos para comunicarse con estos funcionarios, y hay tribunales legales a través de los cuales se pueden impugnar sus decisiones. Las democracias jurídicas son estructuras complejas, unidas tanto por la tradición como por el derecho vigente. Las fuerzas armadas están restringidas en sus capacidades represivas internas y, por lo general, se despliegan solo en compromisos extranjeros. El orden local es mantenido por las fuerzas policiales, controladas regularmente a nivel local por funcionarios elegidos. El cambio legal es posible en las democracias constitucionales a través de complejos sistemas de debate y sufragio. Cuando las leyes se impugnan con éxito, ya no son válidas, como las infames leyes Jim-Crow en los estados del sur de los Estados Unidos.[7]

Esta complejidad jurídica es considerada como un sistema protector para garantizar la soberanía popular y evitar la toma de poder por parte de dictadores, reyes o pequeñas comisiones de gobierno. Pero solo funciona si la población entiende la necesidad de estos controles y equilibrios. Cuando la población ya no entiende la lógica de la autoridad equilibrada, entonces el sistema se vuelve frágil y puede romperse.

ACEPTA EL RETO

En general, creo que estas proposiciones obedecen, no sólo al deseo de buscar formas aceptables de convivencia. Reflejan una corriente de pensamiento que, si bien no es nueva, de repente tiene mayor relevancia entre los pensadores actuales. Está claro que los patrones de convivencia existentes pueden ser repensados.

Debemos aceptar este reto. La historia y la filosofía deben ser revisadas, y las opciones que ofrecen deben ser reexaminadas. Nuestras sociedades a menudo están determinadas por relaciones de poder desnudo, pero no tiene por qué ser así. El poder no es determinista, y las comunidades tienen una gran cantidad de experiencias que compartir en este sentido.  Debemos volver a las relaciones sociales basadas en la empatía (Cronick, 2024a), la justicia distributiva y el debate que se basa en la consciencia cultural.

 

 

¿De dónde vendrán los cambios?

Hay una serie de fuentes naturales para el cambio social, hemos aludido a algunas de ellas en estas reflexiones. Hay muchos recursos para apoyar la idea de soberanía popular que provienen de la historia, la filosofía, la psicología social y otras fuentes.[8]

He revisado varias formas de considerar la participación y la consciencia social, incluida la idea de Simmel (2016) quien dice que, por lo general, las personas no forman alianzas exclusivas con poder despótico. Pueden votar por un tirano en potencia, pero se reservan la posibilidad de disentir. Esta posibilidad puede ser liberadora, y los intereses democráticos pueden hacer uso de ella. He considerado cómo los valores normativos tienen fuentes culturales e históricas, y cómo están abiertos a la discusión, aunque algunos puedan ser absolutos en el sentido kantiano del "imperativo categórico". Todo esto se incorpora al debate permanente que existe en nuestras culturas. Y, por último, todo influye en los tipos de gobierno que la gente tolerará, dada la libertad de elegir. Estos debates están en curso. Es importante que todos los ciudadanos entiendan su papel en el gobierno y en las estructuras de poder, y que los líderes emergentes los escuchen.

 

 

 

REFERENCIAS

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[1] Esto nos recuerda a las minorías activas de Moscovici. De este tema nos ocuparemos más adelante.

[2]Freire, P. (s.f.) escribió sobre la "problematización", sobre todo en relación con la educación. Utilizó un método casi socrático de interrogar a los estudiantes sobre sus vidas y su realidad social con el fin de estimularlos a "encontrarse a sí mismos" y trabajar juntos en la elaboración de alternativas a las condiciones inaceptables.

[3] "Cuando el nacionalismo implica una distinción tajante entre los de adentro y los de afuera, los estudios a nivel micro y macro encuentran que se correlaciona con el conflicto en tasas más altas. Esta categoría incluye las visiones del mundo desconfiadas y opositoras que caracterizan a los ciudadanos y líderes agresivos. [….] (Poderes, 2024).

[4] Un término tomado de la tesis de licenciatura de Jacob William Cotton, "Hermandad" en la guerra: un enfoque retórico para comprender la unidad entre los soldados (2017).

[5] El término proviene de la obra de Shakespeare, Enrique V (s.f.). El poeta describe así a un pequeño ejército invasor:

 

“… Nosotros pocos, nosotros pocos felices, nosotros banda de hermanos;

Porque el que hoy derrama su sangre conmigo

Será mi hermano; que no sea tan vil..."

[6] Es quizás una ideología masculina, pero las mujeres han participado desde los tiempos de las guerreras amazonas de Anatolia. 

[7] Las leyes de Jim Crow fueron leyes en los Estados Unidos, promulgadas a finales del siglo XIX por las legislaturas de los estados del sur. Estas leyes propugnaban la segregación racial en todas las instalaciones públicas.

[8] Los recursos desarrollados por la investigación psicológica social incluyen: minorías activas (Moscovici, 1996), teoría de la identidad social (Tajfel, 1978), teoría del aprendizaje social (Bandura, 1986), disonancia cognitiva (Festinger, 1957), indefensión aprendida (Seligman, 1975), teoría del etiquetado de la desviación (Becker, 1963) y obediencia (Milgram, 1963), Muchas de estas referencias han sido revisadas en detalle en Cronick, 2025d). Estos conceptos también son útiles en la psicología comunitaria.

 
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