jueves, 22 de agosto de 2013

Ethics and dogs / La ética y los perros


 English (Español abajo)

I’ve probably told the first story before but I'll repeat it because it deserves another good telling. Today I’m writing about the meaning of ethics among dogs.

Years ago we had a “borrowed” dog called Perrin that we inherited along with a rented house for a few months. We arrived with our own female that had several puppies in our first days there. There were no walls between the neighborhood houses and next door there were several aggressive dalmatians, all adult females that often wandered about wherever they wanted, including our back garden that was a large expanse of grass. One day when I thought the dalmatians were locked up, I took the puppies out to play in the sun- a serious mistake because those neighboring females were loose; they saw the puppies and began to gallop (no better word) to the pups that by then had scattered all over the lawn. My reaction was a constructive panic, but Perrin, who knew the females, stood between the quickly approaching herd and the puppies, and laid down belly up in a sign of submission. The dalmatians, seeing this, retired peacefully to their own back yard.

This was a complicated behavior, and symbolic, because the sign of submission was not for Perrin himself, but "representing" the puppies. There are many stories about this noble animal but I’ll save them for another time.

In my house now, I share a garden with several neighbors; including their pets and my own animals, there are five dogs. One, Hugo, a small to medium size dog, lives up a stairway that separates his owner’s house from mine. His owner brings him down the stairs on a leash twice a day. My three animals are always loose. The other day Hugo jumped aggressively on my Candil, a big and strong dog; the result was a dramatic brawl with barking, howling, grunts, squeaks, growls and apparent biting. We humans were terrified, and Candil had Hugo belly up trying to defend himself. I grabbed Candil by his hind legs to pull him off Hugo and in the process I fell ridiculously backwards on the grass. You can imagine. Finally the neighbor pulled them apart and carried his trembling animal home.

But when they examined Hugo at home for injuries, he only had dog-spit on him. Candil had not really bitten him; he just wanted to clarify who was the top dog around here.

However, in dealing with the new puppy Charlie, Candil is almost subordinate; he allows Charlie to chew on him and even would let him eat his supper if I didn’t have strict rules about it.
Español

Probablemente he contado el primer relato abajo antes pero lo repetiré porque lo merece por buen cuento. Escribo sobre el sentido de ético entre los perros.
Hace años tuvimos un perro “prestado”, Perrín (nombrado por el matemático Nicolás Perrin, un chiste de su dueño verdadero) que heredamos junto con una casa en alquiler por unos meses. Llegamos con una perrita nuestra que en estos días parió varios cachorros. No había muros entre las casas y al lado vivían varias agresivas dálmatas, todas hembras y adultas que con frecuencia vagabundeaban por el vecindario, incluyendo nuestro jardín trasero que era una gran extensión de grama. Un día en que pensé que las dálmatas estaban encerradas, saqué los cachorros para que jugaran en el sol –grave equivocación, por que las hembras vecinas estaban sueltas, vieron los cachorros y comenzaron a galopear (no hay palabra más adecuada) hacia los crías que ya se habían alejado y corrían por la césped. Mi reacción fue un constructivo pánico, pero Perrín, que conocía las hembras, se ubicó rápidamente entre la manada que se acercaba y los cachorros, y se acostó, barriga arriba en señal de sumisión. Las perras, viendo esto, se retiraron pacíficamente a su propio jardín.
Esta era una conducta complicada, y simbólica, porque la señal de sumisión no era para él mismo, sino “en representación” a los cachorros. Hay muchos cuentos sobre este noble animal que reservaré para otra ocasión.
En mi casa de ahora, entre las mascotas de los vecinos que ocupamos el mismo terreno, y mis propios animales, hay en estos días cinco perros. Uno de ellos, Hugo, un perro de tamaño pequeño a mediano y de raza indefinida,  vive en una casa arriba de una escalera pasando por un jardín compartido; su dueño lo baja con una cadena a hacer “sus necesidades” como se dice. Mis tres animales siempre andan sueltos. El otro día Hugo se lanzo agresivamente sobre mi Candil para pelear y Candil, que es grande y fuerte, respondió dando lugar a una trifulca de estos dramáticas que hacen los animales enojados, con ladrados,  aullados,  gruñidos,  chillidos, rugidos y aparentes mordeduras,  y todos nos asustamos; Candil era el más fuerte y tenía a Hugo barriga arriba intentando defenderse. Agarré a Candil por sus patas traseras para alejarlo de Hugo y en el proceso me caí estrepitosamente al piso. Se puede imaginar. Finalmente el  vecino los separó y llevó su animal cargado y tembloroso a su casa.
Pero al examinar a Hugo con más tranquilidad no había sino saliva sobre él. Candil no lo había mordido de verdad, sólo quiso aclarar quién era el mandamás en este espacio.

En cambio, en su trato con el nuevo perrito Charlie, Candil casi se deja subordinar; permite que Charlie lo mordisquea, y consentiría inclusive que Charlie le quitara la comida si yo no tuviera reglas estrictas al respecto.
 

 

 

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