sábado, 29 de junio de 2024

El fenómeno del líder y la libertad

 


Karen Cronick

Todas las personas están rodeadas de otros individuos a los cuales han atribuido significados sociales. Estos individuos pueden existir en la memoria sólo como huellas y vestigios. Inclusive, sus atributos pueden ser fantasías inventadas por quien los reconstruye. Desde la infancia estamos circundados de madres, padres, hermanos y otros miembros de familia, cada uno con su designación de parentesco o significado social. Tenemos amigos. Tenemos maestros y profesores. Y luego están los dueños de los abastos, el fiscal en la esquina, el médico que nos cura, la persona que atiende en los bancos y agencias y el que repara el hueco en la calle. Quedan por nombrar, además, todos los personajes de los libros, cine, la televisión y el Internet. Cada quien lleva una etiqueta que señala el tipo de relación que tenemos con él o ella, y qué tipo de conducta es apropiada a cada caso.

En estas cortas reflexiones pienso en la etiqueta del “líder”. Hay líderes con quienes nos identificamos y otros que rechazamos. Hay, además, los líderes a quienes nos oponemos porque representan un grupo que adversamos.  Este proceso de identificación y rechazo es algo que surge de cómo nos definimos a nosotros mismos.

Cuando el líder sea una figura de identificación, se trata de una omnipresente representación que aparece repetidamente en papeles sociales como en el patriarca, el general y el dictador, en el presidente del país y el jefe de “nuestro” partido, el jefe en el trabajo, el héroe de las leyendas, en el conductor de la orquesta, y en el abanderado de las causas sociales que aprobamos. Su modelo básico es el del buen “padre” o la “madre” (real y simbólico).

Se trata de una figura imprescindible en la representación y administración de entidades sociales. Es una parte básica de las fuerzas de orden. Las jerarquías dan forma a la base para la construcción de la acción social. Pero, además de las razones prácticas por su existencia, el líder es una especie de alter ego que nos representa. Es el gran Otro que no es ajeno, porque lo vemos con nuestro semblante, y lo dejamos actuar en nuestro nombre.  Esperamos afecto de él y aceptamos que nos guíe. Confiamos en él, y queremos que nos ubique en papeles apropiados y coordinados con los demás en nuestra sociedad. Asumimos con responsabilidad y aprecio el papel que nos asigne. 

Todas las personas se identifican con algo. Excepto en casos de trastornos como el espectro autista en que ocurre un rechazo a la existencia del otro, las personas desarrollan sus personalidades en base a la presencia de individuos significativos en su ambiente afectivo. Hegel propuso la noción de un estado psíquico, el “en-sí” en que un ser puede existir aislado del mundo. Creo que el ser en-sí de Hegel no existe excepto como un señalamiento a lo hipotético. Incluso, las personas con síntomas autistas aprenden a hablar y pueden contestar a los demás, aunque les sea incómodo hacerlo.

Todo ser tiene conciencia de por lo menos un otro. Incluso las amebas tienen que eludir sus predadores, y cualquier animal cuya especie sobrevive por reproducción sexual tiene que saber cómo discriminar parejas y atraerlas. Ahora se sabe que aun ciertos árboles se comunican con otros de su especie por medio de colonias de hongos debajo de la tierra. Y en los ojos de los recién-nacidos se ve su asombro al ver por primera vez a las personas contemplándolo. Somos seres sociales por determinación biológica, psicológica y cultural.

 

Historia del enlace entre el líder y la libertad

¿Qué es lo que descubrieron los filósofos atenienses y luego los de la Ilustración? Entre otras cosas descubrieron la “Libertad”. El en-sí hegeliano no puede concebir a la libertad, excepto en el sentido de la soledad sin restricciones. No puede tener siquiera la idea de “restricción” porque su ego abarcador no incluye más que sí mismo. Para que haya una noción de libertad, el ego requiere entender no sólo el en-sí, sino el para-sí, es decir, tiene que conocer el mundo en que vive. Y tiene que entender no solamente que comparte el mundo con otros, sino que todos viven en ciertas condiciones de interacción.

Hay ambientes afectivos de amor u hostilidad. Hay, además, estructuras sociales que clasifican a las personas según su edad, su sexo, su desempeño según su nivel socio-económico, su raza, su nivel en el sistema de estatus existente en la sociedad y otras características. Cada cultura tiene su propio sistema de clasificación, y cada individuo se ubica socialmente en ella. Las posibles ideas de “libertad” se construyen sobre estos sistemas cuando las limitaciones impuestas sobre ellos se vuelvan incómodas. 

El papel del líder en la libertad es un complicado concepto aún hoy en día. ¿Cómo podemos representarlo? ¿Es como la figura de la “Marianne”, de Delacroix, guiando a su pueblo a una insurrección contra la tiranía?  Marianne es una alegoría de los ideales franceses de la libertad, la igualdad y la fraternidad. Aparece como la figura de una mujer heroica que guía a sus soldados (civiles, no militares) por un campo de batalla. Se trata de un óleo pintado en 1830 en conmemoración de una revuelta contra el rey Charles X de Francia. Delacroix la representa como una heroína alegórica que conduce a su pueblo; ella es una guía ilustrada, única y atrevida. Curiosamente, en la realidad de aquel momento histórico en Francia, en este mismo levantamiento, hubo una turba que avanzaba sola y sin liderazgo.

Entonces ¿qué es la libertad y qué relación tiene con un líder? Antiguamente tal vez se la entendía como la sublevación en contra de alguna opresión, normalmente la dominación de un grupo étnico sobre otro. Era un ideal de un “nosotros”, los oprimidos, luchando contra otro pueblo dominante. Normalmente no se proponía objetivos como la auto gobernación del pueblo una vez liberado del “extranjero”.

La ópera “Aïda” de Giuseppe Verdi y Antonio Ghislanzoni (quien escribió el libreto) cuenta una fantasía italiana del Siglo XIX sobre las relaciones entre las antiguas casas reales entre Egipto y los reinados del sur, donde una princesa proveniente de Etiopía podría ser una esclava en la casa real de Menfis. Es una historia de amor, y no de libertad. Pero cuando los Nubios se rebelaron contra los egipcios en el año 2730 a.C. para terminar con el maltrato que recibían de parte de la corte de los faraones, sí, se trataba de una especie de lucha de liberación. No se sabe mucho sobre el liderazgo de este levantamiento.  

En cambio, en el Antiguo Testamento se relata cómo un líder, Moisés, organizó la liberación de los esclavos hebreos en el siglo XIII a.C. Este tipo de rebelión ocurría con frecuencia en la antigüedad. Para una lista de sublevaciones se puede ver Editores (s/f) en Wikipedia.

Históricamente la primera rebelión cuyo objetivo fuera la creación de un estado libertario tuvo que esperar al Siglo VI a.C. Este movimiento tenía líderes cuyos nombres se conocen hoy en día y ha sido un proceso estudiado con esmero. En Atenas, Solón se convirtió en uno de los tres arcontes que gobernaban Atenas, y luego obtuvo poderes dictatoriales para recuperar las leyes de la ciudad elaborados previamente por Dracón. Logró suavizar las leyes draconianas, establecer cierto equilibrio económico para los campesinos y los ciudadanos pobres y limitó el poder de la nobleza. Además, estableció mayor ecuanimidad entre los poderes establecidos que representaba a la asamblea popular, la Bulé en que participaban clases superiores y los arcontes que tenían poderes ejecutivos. Solón fue suprimido por el tirano Hipias. Luego de un tiempo de varias dictaduras (casi 40 años) se estableció la primera democracia en Atenas. Esta rebelión tuvo un liderazgo conocido, en que sucesivamente Clístenes y Pericles guiaron aquella ciudad/estado hacia una democracia incipiente.   

No es mi propósito revisar la historia de la democracia. Más bien quiero ver cómo y por qué los líderes atraen a sus seguidores. Por regla general en la historia de la humanidad, han sido tiranos, o por los menos autócratas. Ya sabemos mucho sobre liderazgos, y los podemos clasificar bastante bien. Primero están los generales que conquistan imperios como Alejandro Magno, Genghis Khan, Julio César y Napoleón Bonaparte. Luego vienen los reyes como "Calígula", Juan I de Inglaterra, Iván IV "el terrible" de Rusia, los reyes católicos de España (Isabel I de Castilla y Fernando II de Aragón) y el Rey Leopoldo II de Bélgica entre otros.

No todos los reyes eran sangrientos, pero de por sí, el poder absoluto conduce a la dominación. Al finalizar la época de la mayoría de los reyes, vienen las dictaduras e individuos poderosos aunque no principescos, pero igualmente omnipotentes como Robespierre (irónicamente era un líder ideológico de un movimiento libertario), Juan Vicente Gómez, Joseph Stalin, Adolfo Hitler, Francisco Franco, Mao Tse-Tung y Xi Jinping.

Pero también hay liderazgos benévolos. Con frecuencia estas figuras no detentan un poder institucional, más bien tienden a ser contestatarios, como San Justino, Mahatma Gandhi, Nelson Mandela y Martin Luther King. Pueden llegar a ser líderes institucionales como hizo Mandela, pero esto no es frecuente. Podemos añadir todos los ganadores del premio Nobel de la Paz. Es interesante que antes del Siglo XVIII, casi no aparecían figuras verídicas de este tipo de dirigente, aunque sí afloraban en leyendas idealistas como las del Rey Arturo de Inglaterra o del buen rey Wenceslao, que refiere a Wenceslao I, duque de Bohemia en el Siglo X que en el imaginario popular daba almas a los pobres.

El proceso de identificación entre el líder y sus seguidores

Michael Maccoby (Sept, 2004) describe la relación de identificación con un líder en un escenario institucional o comercial con referencia a la idea freudiana de transferencia. El concepto tiene su origen en la teoría psicoanalítica. En terapia los pacientes no se identifican directamente con la terapeuta, sino que la asemejan a una o varias personas de importancia psíquica para ellos, y luego interactúan con ella como si en realidad fuera aquel modelo. Maccoby emplea esta idea para explicar cómo funcionan las motivaciones inconscientes de un seguidor. Ellos se relacionarían con el líder como si fuera una persona importante de su infancia, generalmente un padre o una madre. Maccoby citó a Freud: "No hay amor que no reproduzca estereotipos infantiles". Entonces, en muchos casos, según este autor, la relación de un líder con sus seguidores se trata de una especie de amor.

Maccoby también observa que no todas las transferencias son positivas. Un seguidor puede ver a su líder como un adversario. E incluso aun si la transferencia funciona bien durante un tiempo, puede cambiar de repente si no se cumplen las expectativas de transferencia del seguidor. Jay Frankel (2002) también usa la idea de la "identificación con el agresor" entre colegas o participantes en instituciones, para referir a ciertos tipos de sumisión a un líder.  Al sentirse atacadas o vulnerables, las personas pueden protegerse “convirtiéndose” en lo que un agresor desea que sea, y actuar como él quiere. Inclusive esta identificación puede abarcar elementos íntimos como percepciones, emociones y pensamientos. Se trata de una reacción traumática, aun cuando las víctimas no hayan sufrido un trauma severo.

Es ilusorio atribuir todos los procesos del acato de los seguidores a procesos de transferencia. La identificación puede ocurrir porque el seguidor comparte, aun transitoriamente, las posiciones ideológicas o emocionales de una figura dominante en una organización social o política; puede tratarse de casos de respeto, deferencia o consentimiento. Pero el hecho es, no todos los miembros de una organización pueden hablar por sí mismos. Otorgan su derecho de palabra y a veces de acción.  Es decir, entregan, necesariamente, algo de su autonomía individual.

A veces un líder hace uso de los ideales o los miedos que ya existen entre sus posibles seguidores para fomentar los procesos de transferencia. Es frecuente que empleen la xenofobia o el racismo en este contexto.

La obediencia

Toda sociedad tiene un sistema de normas que los miembros conocen y acatan. Este acatamiento puede considerarse como respeto y consideración como también dependencia y sumisión, tanto a las figuras de autoridad, como a las expectativas abstractas sobre la conducta aceptable. Por esta razón a veces las personas se resisten cuando se trata de resistir o disentir a los requerimientos del líder, o simplemente a la mayoría. Este tema ha sido estudiado extensivamente por la psicología social, con frecuencia en relación a la idea de la obediencia. En lo que sigue haré referencias extensivas a algo que escribí en mi blog, Reflexiones4-Karen el 8 de febrero, 2021.

La obediencia ha sido un tema de estudio en la psicología social y el conductismo. Tienen sus propios métodos, vocabularios y posiciones teóricas particulares sobre la tendencia que tienen las personas a acatar sin reflexionar a los intereses de la autoridad o a las expectativas de la mayoría. Reviso aquí los estudios de Milgram (1963 y 2005), Zimbardo (2009), Asch (1955) y Moscovici (1996).

Los experimentos de Milgram

Milgram (2005) demostró que la gente tiende a obedecer a ciertas figuras reconocidas como autoridades legítimas. En un trabajo ampliamente conocido, empleó una situación experimental en que se ordenaba a los sujetos a realizar actos contra normativos, los cuales parecían cada vez más dañinos para una tercera persona, aunque en realidad se trataba de una situación fingida en la que nadie fue realmente lastimado. Las órdenes fueron dadas por un “experimentador” vestido con una chaqueta gris de laboratorio, y el escenario fue una replicación de un laboratorio de experimentos psicológicos. Los sujetos creían que participaban en un estudio científico sobre el aprendizaje, y no conocían la razón verdadera de su contribución. 

Los experimentos de Zimbardo

Un estudio llevado por Zimbardo (2009) en la Universidad de Stanford, también es bien conocido. Zimbardo simuló una situación de cárcel y asignó los sujetos a dos grupos: los “presos” y los “custodios”. En los resultados los sujetos presos recrearon la situación de obediencia a los carceleros, y los custodios, por su propia iniciativa, tomaban el papel de represores, a veces de manera brutal, tal como si se tratara de una cárcel de verdad, aunque podrían haber terminado su participación en cualquier momento. Todos los participantes asumieron roles conocidos por ellos, sin reflexionar en por qué lo hacían.

Dijo Zimbardo en su libro “El efecto Lucifer”:

Una de las principales conclusiones del experimento de la prisión de Stanford es que el poder sutil pero penetrante de una multitud de variables situacionales puede imponerse a la voluntad de resistirse a esta influencia. …. [Hubo] una gama muy amplia de participantes en estos estudios —como estudiantes universitarios o ciudadanos corrientes— acabaron accediendo, obedeciendo o dejándose tentar para hacer cosas que no podían imaginar antes de entrar en el campo de esas fuerzas situacionales. [Hemos examinado] una serie de procesos psicológicos dinámicos que pueden inducir a una persona buena a obrar mal, entre ellos la des-individuación, la obediencia a la autoridad, la pasividad frente a las amenazas, la auto justificación y la racionalización. Otro proceso psicológico fundamental para transformar a personas normales y corrientes en autoras indiferentes o incluso complacientes de actos malvados es la deshumanización. La deshumanización es como una catarata en el cerebro que nubla el pensamiento y niega a otras personas su condición de seres humanos. Hace que esas otras personas lleguen a verse como enemigos merecedores de tormento, tortura y exterminio”…. (Zimbardo, 2007, Prólogo, p. 6).

¿Cuál es la diferencia principal entre la obediencia descrita por Milgram y Zimbardo? En el caso del primero, los participantes obedecen a una figura de autoridad, aun contra sus propios sistemas normativos. En el segundo caso, asumieron sin cuestionar, a un sistema de roles sociales ampliamente conocido en su cultura.  Este segundo tipo de obediencia no es inducida por una figura de autoridad, por lo menos no directamente. Es situacional, en donde aspectos culturales, el aprendizaje de expectativas sociales, la presión social y la auto-justificación interactúan para moldear el comportamiento de los individuos. Estas situaciones aparecen naturalmente en instituciones totales como prisiones, en el mundo castrense, y aun en escuelas donde las expectativas sociales de grupos cerrados conducen a fenómenos como “bullying” (maltrato).

Asch y Moscovici

En los dos casos revisados hasta ahora los experimentadores simulaban situaciones en que la obediencia es esperada, es decir, se trata de roles donde hay conductas normadas culturalmente (obediencia a una autoridad académica o a un sistema de roles conocidos).

En el caso de Solomon Asch (1955) la situación es diferente: la autoridad es “una mayoría”, es decir, una entidad abstracta.  Los participantes tendían a doblegarse frente a una colectividad artificial, dejando solo al participante para formular juicios distintos a los de los demás. Serge Moscovici, en “La psicología de las minorías activas” (1996) reporta sobre modificaciones que hizo en los experimentos llevados años antes por Asch. Repitió el formato original, pero añadió un cómplice más, cuya tarea era dar la respuesta correcta antes del turno del sujeto. Con este respaldo, los sujetos experimentales se atrevían a seguir sus propias inclinaciones y respondían con la respuesta que consideraban realmente apropiada.

Moscovici llamó a estas personas que abren paso a la disidencia, “desviantes de la mayoría” o “minorías activas”. El libro tiene además múltiples ejemplos de estas minorías en la vida política, entre ellos un relato sobre el disidente ruso Aleksandr Isáyevich Solzhenitsyn, premio nobel y autor ruso de varios libros, entre ellos “Un día en la vida de Iván Denísovich” en que denunció los abusos cometidos contra los condenados en un Gulag soviético. El libro actuó como la brecha en el dique político de aquel país, y provocó un debate sobre los aspectos negativos del estalinismo entre gente que antes no se atrevía a opinar. 

Como señala Moscovici (1996), el comportamiento del individuo o del grupo asegura su   membresía en el ambiente social. La realidad se considera como algo uniforme, y la desviación de la norma representa una especie de fracaso en la inserción social. La influencia conduce a la reducción de la desviación, y la conformidad es entendida como consenso y equilibrio.

Durante mucho tiempo los desviantes han sido tratados como estorbos. Moscovici, en cambio, los re-etiqueta como “minorías activas” donde pierden las connotaciones patológicas frente a la expectativa social dominante. Son individuos que poseen su propio código ético, y hoy en día los reconocemos entre las feministas, los luchadores por la equidad racial, los “gay” y ciertos opositores políticos. A partir del ejemplo de la minoría activa, otras personas, que antes eran marcados por la anomia, pueden engendrar su propio puesto en la sociedad.

Ideas finales

En este ensayo he revisado algunas ideas relacionadas con el papel del líder. Primero he intentado demostrar como él es imprescindible en la cultura humana. Está enlazado con la misma idea del Otro como una figura de base para la construcción de la personalidad humana. Segundo, lo he caracterizado según modelos históricos como conquistadores, reyes y déspotas. Tercero, lo he relacionado con la noción de la “Libertad”, como una figura que no sólo define lo que significaría libertad en el contexto del momento, sino que guía a sus seguidores a alcanzarla. Esto supone una estrecha identificación (proceso de transferencia) entre el líder y sus seguidores. Finalmente he reflexionado sobre algunos de los procesos que conducen a que las personas obedezcan, no sólo a sus paladines, sino también a las normas sociales que ellos representan.

Es interesante como existen mecanismos sociales que conducen tanto a la obediencia como al “permiso” de rebelar en nombre de un ideal libertario. Uno de ellos proviene de la idea de Moscovici de la “minoría activa”. Es la figura que se alza primero a favor de alguna causa y que motiva a otras personas a seguirlo. Moscovici dio el ejemplo del autor Aleksandr Isáyevich Solzhenitsyn, y hay otros que podemos mencionar como Aleksei Navalny, Malala Yousafzai, Rosa Parks y Berta Cáceres. Son nombres celebrados hoy en día, y a pesar de haber sido castigados severamente por sus posturas, han suscitado tanto la admiración como la repetición de sus declaraciones y conductas. Navalny era un opositor político en Rusia; Malala Yousafzai llegó a ser una defensora de los derechos de las mujeres en Pakistán. Rosa Parks se negó a obedecer una norma de discriminación contra la gente de raza negra en el sur de los Estados Unidos. Y Berta Cáceres ​era una hondureña conocida como feminista y activista del medio ambiente. Históricamente ha habido muchísimas figuras que representan la minoría activa de Moscovici.  

Por otro lado, hay líderes que conducen, no a la libertad, sino a la infelicidad. Son los que llaman a luchar en nombre de la xenofobia y el odio. Casi siempre sus motivos tienen menos que ver con los argumentos que proclaman que con sus propias ambiciones de poder y riqueza personal.  Tienen seguidores que se sacrifican por ellos en nombre de una especie de transferencia morbosa que apela a los miedos y rencores de los mismos participantes. No construyen, más bien destruyen en nombre de sus espantos. Las razones para actuar que tienen estos seguidores distan mucho de los que tienen sus líderes, porque los fanáticos de menor rango deciden actuar impulsados por sus miedos personales, pero en nombre de las ambiciones ocultas de los líderes. 

 

 

Referencias

Cronick, Karen (8/2/2021). Obediencia. Blog: REFLEXIONES4-KAREN. Disponible en: https://reflexiones4-karen.blogspot.com/2021/02/obediencia.html

Editores (s/f). List of revolutions and rebelions. Wikipedia. Disponible en: https://en.wikipedia.org/wiki/List_of_revolutions_and_rebellions

Frankel, J. (2002). Exploring Ferenczi's concept of identification with the aggressor: Its role in trauma, everyday life, and the therapeutic relationship. Psychoanalytic Dialogues, 12(1), 101–139. https://doi.org/10.1080/10481881209348657

Maccoby, Michael (Sept, 2004). Why People Follow the Leader: The Power of Transference. Harvard Business Review Disponible en: https://hbr.org/2004/09/why-people-follow-the-leader-the-power-of-transference

Milgram, S. (1963). "Behavioral study of obedience". Journal of Abnormal and Social Psychology. 67(4), 371–378. . Recuperado de: https://psycnet.apa.org/record/1964-03472-001

Milgram, S.  (2005). Los peligros de la obediencia. Polis, Revista de la Universidad Bolivariana, 4(11)  0, Recuperado de: www.redalyc.org/pdf/305/30541124.pdf

Moscovici, S. (1996). Psicología de las minorías activas. Barcelona: Morata

Zimbardo, P. G. (2007). El efecto Lucifer. El porqué de la maldad. Barcelona: Paidos. Recuperado de: https://upanacollipsicopatolcrim19622013.files.wordpress.com/2013/11/zimbardo-philip-el-efecto-lucifer.pdf

Zimbardo, P. G. (2009). Stanford Prison Experiment.  Recuperado de: http://www.prisonexp.org/).

No hay comentarios:

 
Locations of visitors to this page