Versión modificada de una caricatura original de
NIRVANESQ
Este es una brevísima entrega sobre el autismo de conducir:
El auto ha sido descrito como uno de los artefactos más individualistas que exista: el chofer y sus acompañantes están encerrados dentro de una burbuja que les aísla del ambiente social y físico. No tienen que respirar el aire o sufrir del calor o frío de la calle; dicho glóbulo protector carga sus pertinencias y les permite escuchar la música o emisora de radio que ellos, personalmente, desean oír. Los demás, es decir, los ignotos seres que están afuera, bueno, allá con ellos.
Detrás del anonimato de sus vidrios ahumados los chóferes demuestran conductas que jamás tendrían para con los demás si tuvieron que darles la cara. De hecho, he visto como la agresión de la gente evapora cuando pueda lograr que quien maneja me ve mirándolo directamente. Ha ocurrido que la bestia con ruedas que ha querido cerrarme el paso de repente se vuelve caballero, y con una sonrisa hace un ademán de cortesía para que yo pase primero.
Me he sorprendido a mi misma en algunas de las entregas anteriores cuando referí al conjunto de personas en una cola de carros como “nosotros”.
Pero es verdad que somos un conjunto cuyos miembros afectan los unos a los otros. Y es necesario que los chóferes individuales comiencen a pensar en la naturaleza del sistema total de que forman parte.
Lo que pasa diez carros más adelante me afecta a mí, y lo que hago será sentido en el décimo auto que me sigue.
