miércoles, 25 de marzo de 2020

Covid-19 y falsas noticias


Hay variados mensajes que llegan por Internet sobre los supuestos orígenes  del Covid-19 y sus características. Algunos afirman, por ejemplo, que en realidad no es una epidemia relacionada con causas “naturales”, sino que se trata de un arma de guerra biológica producida en los Estados Unidos y empleada contra los chinos.  No sé si estos avisos salgan de las imaginaciones sobre-calentadas de personalidades paranoides, o si estén dirigidos a fomentar el miedo y la desconfianza en la población por razones ocultas.  Siempre hay intereses políticos que florecen en ambientes de sospecha y reconcomio.

Estos mensajes son peligrosos en varios sentidos. 

Lo peor es que ellos alejan nuestra atención de los verdaderos culpables de las pandemias.

La ciencia nos dice que la responsable inmediata de estas enfermedades sería la práctica de capturar, enjaular y luego comer animales silvestres como monos y murciélagos. 

En su ambiente originario los murciélagos tienen un papel ecológico muy importante en el control de las poblaciones de insectos como mosquitos. Pero al encerrar múltiples animales en jaulas pequeñas, como se hace en muchos mercados populares del mundo, se aumenta el peligro de contagio. Esto ocurrió en el caso particular del origen del Covid-19, en los mercados de  Wujan, en la China. En estos comercios se crean las condiciones ideales para la multiplicación y la diseminación de tipos desconocidos de virus. 

Los virus exóticos se reproducen rápidamente entre los animales contenidos en los espacios reducidos de almacenamiento, a pesar de que hayan sido previamente excepcionales en la especie. 
De este modo se aumentaría la tasa de infecciones entre ellos aunque en la naturaleza hayan sido infrecuentes. Si las personas se acercan a los animales así confinados, es una invitación al desastre entre los seres humanos. 

De modo similar se sospecha que la ingesta de carne de animales salvajes contribuyó a la epidemia de Ebola en  1976, “cuando se produjeron dos brotes simultáneos: uno en Yambuku, aldea próxima al río Ebola, en la República Democrática del Congo, y la otra en una región remota de Sudán” (Organización Mundial de Salud, 2017, sección 1, párrafo 2). 

El segundo peligro es ignorar el cambio ambiental. Han detectado virus prehistóricos en los hielos derritiéndose en el Polo Norte. Todavía no se sabe qué podría ocurrir si estos virus llegan al agua que consumen las personas que viven en esta región. Dice Fox-Skelly (31/5/2017) de la BBC que: “El cambio climático está derritiendo los suelos del permafrost -la capa de suelo permanentemente congelada en las regiones polares-, liberando virus y bacterias antiguos que han permanecido latentes y vuelven a la vida” (párrafo 4). Además, continúa la autora, infecciones mortales más recientes de los siglos XVIII y XIX pueden volver a raíz de los deshielos de la tundra en Siberia. La viruela por ejemplo, una enfermedad que se pensaba eliminado, podría volver, con consecuencias espantosas considerando que desde hace décadas la población joven no está inoculada contra ella. 

El tercer peligro es que se olvida de las situaciones creadas por la invasión humana de hábitats naturales, antes internamente coherentes, donde ha vivido animales con sus propios ecosistemas. Algunos animales, bacterias y virus se extinguen cuando sus ambientes cambian, pero otros se multiplicarían. La pérdida de un ecosistema puede conducir al desarrollo de otro entorno en el cual puede haber peligros no conocidos todavía. También puede pasar que la vida que prosperaba antes en un lugar se destruye totalmente dejándolo inhóspito para todos los seres vivos. John Vidal (17/3/2020) describe como las enfermedades zonticos están entrelazados más y más con los cambios ambientales y la conducta humana. La destrucción de los bosques primitivos a causa de la industria maderera, la minería y la construcción de las vías de penetración y viviendas tiende a aumentar el contacto entre las personas y especies de animales que antes vivían más alejados (Vidal, 17/3/2020).

Desde el Siglo XX contamos con un sistema de salud siempre más eficaz. La gente del siglo XIV no supo nunca la causa del Peste Negra. Desde hace casi un siglo, la ciencia comenzó a entender a las causas de las enfermedades y las maneras de controlarlas. Esto implicaba conocer cómo se evolucionan las bacterias y los virus, cómo se introducen en el cuerpo humano y cómo lo modifican. Al ignorar la ciencia y construir teorías falsas de conspiraciones empobrecemos el discurso que necesitamos para manejar estas crisis.  Como señala Harari (21/3/2020) si antes los pueblos culpaban a los dioses por las epidemias, ahora “a los científicos les tomó solo dos semanas identificar el nuevo coronavirus, secuenciar su genoma y desarrollar una prueba confiable para identificar a las personas infectadas” (p. 2). “Creer” en la ciencia no es un acto de ciega aceptación; es más bien el resultado de una manera disciplinada e informada de averiguar qué está pasando y cómo reaccionar. 

Cuando la información de que se dispone tanto para la gente común como para las personas en posición de mando, es falsa, la respuesta tiene que ser más precaria. A veces las emergencias y las pandemias dejan las personas sin recursos sicológicos y  por esto buscan sus respuestas en soluciones arcaicos, en mitos, leyendas y costumbres irracionales. Hoy recibí un mensaje por Internet de un vecino que comenzó así: “Prepárate a ver cosas grandes y ocultas que tú no conoces...” y seguía con alusiones bíblicas sobre castigos divinos para castigar los pecados del mundo.  Este hombre no está para nada preparado para buscar una resolución racional a la crisis del Covid-19 que vivimos en la actualidad.

El sistema mundial de salud todavía tiene dificultades en lograr la cooperación de los países y agencias que pueden controlar la pandemia. Requerimos un procedimiento previamente elaborado capaz de responder instantáneamente por todo el mundo cuando aparezca una nueva amenaza. Tiene que haber un plan que haga funcionar en seguida a las técnicas de aislamiento y detección, y a corto plazo el desarrollo de medicamentos eficaces y vacunas preventivas.

Y finalmente, este tipo de emergencia conviene a los tiranos porque pueden imponer controles que en tiempos “normales” serían imposibles. Desarrollaré este tema más tarde. 

Referencias
Organización Mundial de Salud (2017). Preguntas frecuentes sobre la enfermedad por el virus de Ebola. Emergencias. Disponible en: https://www.who.int/csr/disease/ebola/faq-ebola/es/
Yuval Noah Harari (21/3/2020). En la batalla contra el coronavirus, la humanidad carece de liderazgo. El País. Disponible en: https://elpais.com/cultura/2020-03-21/yuval-noah-harari-la-mejor-defensa-contra-los-patogenos-es-la-informacion.html
John Vidal (17/3/2020). Destroyed habitat creates the perfect conditions for Coronavirus to emerge. Ensia. Disponible en: https://ensia.com/features/covid-19-coronavirus-biodiversity-planetary-health-zoonoses/. También disponible en: Scientific American: https://www.scientificamerican.com/article/destroyed-habitat-creates-the-perfect-conditions-for-coronavirus-to-emerge/
Jasmin Fox-Skelly (31/5/2017) Los peligros de las enfermedades ocultas bajo el hielo durante miles de años que están despertando. British Broadcasting Company. Disponible en: https://www.bbc.com/mundo/vert-earth-39851987

jueves, 19 de marzo de 2020

La ética y el virus



Leí algo que escribió William Ospina* sobre el cambio de valores sociales que viene imponiéndose después de la aparición del Covid 19. Y me di cuenta que estoy pensando de manera similar. Él propone que estamos descubriendo nuestra interdependencia, y lleva su argumento inclusive hacia un nuevo reconocimiento de nuestra relación con la naturaleza. 

Si al principio el mundo reaccionó a la amenaza de manera tradicional (culpar al otro, xenofobia, etc.), pronto se volvió claro que no se trataba de una confrontación internacional; más bien el problema se radica en la necesidad de proteger a los seres humanos de algo que amenaza a todos por igual. Los mandatarios, las estrellas del cine, los banqueros y el quesero de la esquina están igualmente expuestos al peligro. 

Es más, este reconocimiento se ha extendido a la economía: En los últimos días ha habido un debacle en las acciones en Wall Street debido al rompimiento de las cadenas de abastecimiento  en los procesos de manufactura, y la incapacidad de compra por parte de los consumidores que están no sólo recluidos en sus casas, sino que están perdiendo sus empleos y negocios. Pero si las acciones en la bolsa que tienen las grandes compañías pierden valor, no es suficiente entregarles fondos públicos para su propia recuperación como se ha hecho antes. De repente nos vamos dando cuenta  que los trabajadores son los consumidores que compran los productos que venden estas compañías, y si pierdan sus empleos ya no van a poder comprar más. Súbitamente la interdependencia de todos se ha vuelto evidente. 

Es más, el deber de mantener la cuarentena es visto no sólo como una medida de protección para quienes la cumplen. Es además considerado un gesto de solidaridad hacia la familia, los amigos, los colegas y la sociedad. Criticamos a los jóvenes que salen a divertirse: ellos piensan que el virus no constituye un peligro vital para ellos. Pero la crítica radica en que pueden traer la enfermedad a casa donde sus familiares, sobre todo los más viejos, pueden verse severamente afectados. Es decir, quedarse en casa cumpliendo la cuarentena se vuelve una acto de generosidad y ética social. 

La pandemia nació del totalitarismo. Cualquier intento de alertar a la población en la China fue duramente reprimida. Otros países autoritarios hacen igual: dicen en que sus territorios no haya llegado o que esté totalmente controlada. Es en las democracias donde el tema domina los medios de comunicación. En ellas se comienza a hablar de la nueva solidaridad.

Nota: 

*No tengo la fuente de este artículo. Lo recibí por WhatsApp sin citas, y la debilidad de mi señal de Internet no ha permitido que la busque- 

sábado, 14 de marzo de 2020

Vietnam ahora y antes



Esta mañana vi un programa en la CNNI dedicado a la economía exuberante de Vietnam. Incluía entrevistas, preciosas tomas visuales de Hanói y los campos y una voz “en off” que iba explicando lo que estábamos viendo. El desarrollo del país es impresionante desde todos los puntos de vista.

Pero me quedé espantada. La voz “en off” nos señalaba ciertos beneficios del colonialismo francés (por ejemplo, haber sembrado café, que ahora es un gran negocio en el país). Asombrosamente decidió ignorar la  guerra de los años 60 del Siglo XX: ni la mencionó. Al final de la transmisión, sin distraerse por aquella gigantesca tragedia, se enfocó directamente en la prosperidad actual.

La guerra fue espantoso. La destrucción de campos y ciudades fue total. Napalm caía de los aviones, miles de soldados y civiles morían y el país quedó sin recurso alguno.  

Ideólogos bajo la presidencia de Lyndon Johnson y Richard Nixon como Dean Rusk, Robert McNamara, Henry Kissinger,  y James Schlesinger, y los generales como Alexander Haig, Creighton Abrams y Frederick Wayland, tenían el propósito de salvar el mundo del comunismo por medio de la aniquilación total de esta nación y su gente. El general estadounidense, Curtis LeMay, famosamente dijo: “Los bombardeáramos  hasta que regresen a la Edad de Hierro” (We're going to bomb them back into the Stone Age”). 

¿Quién se acuerda de estos criminales de guerra ahora?

Al mismo tiempo el gobierno enviaba muchachos estadounidenses allá para morir o quedarse lastimados para siempre en cuerpo y alma. En aquellos días hubo una política de recluta entre la población joven y muchos fueron enviados contra su voluntad a pelear. Dos compañeros de mi promoción en el liceo murieron en Vietnam. Otros huyeron de la recluta para quedarse viviendo en lugares como Canadá. Algunos soldados desertaron y quedaron viviendo en países como Venezuela hasta la amnistía en los años 70. Había una enorme movilización en la población en oposición a la guerra, pero no ella sirvió para cambiar la dirección bélica del país. La mayoría de nosotros participábamos en manifestaciones contra la guerra. Era algo que marcó mi generación.

Al final la guerra terminó en una simple derrota militar: los oficiales militares y el personal de la embajada en Hanói terminaron luchando a empujones para poder subir a los helicópteros de rescate que quedaban estacionarios en el aire arriba del techo del edificio.  

Por esto me duele que ahora haya quedado como un vacío histórico que nadie quiere ni mencionar. ¿Qué piensan los estadounidenses que visiten Vietnam? ¿Cómo pueden justificar tanta destrucción? ¿En nombre de qué? Tal vez ni siquiera se acuerdan.

viernes, 13 de marzo de 2020

Yuval Noah Harari y las pandemias



Oí esta tarde una extraordinaria entrevista que Cristiane Amapour hizo con Yuval Noah Harari. Él dijo algo importante sobre las amenazas de pandemia, y sus ideas son muy diferentes a las que usualmente oímos de los políticos. 

Dio que la frontera que hay que vigilar no es la que separa las personas en sus distintos países, sino la que existe entre el virus y el ser humano. Es importante reconocer inmediatamente a los virus que logran traspasar esta barrera, y cuando esto ocurra, debe ser una tarea de la humanidad entera buscar soluciones al contagio.  Si las personas (y lo países) saben que la reacción del mundo no va a ser de castigo, sino de socorro, entonces no habrá motivos para esconder estas infecciones. 

Todos los hospitales y centros de salud deben estar en condiciones de identificar un nuevo virus. Y al aparecer uno, la respuesta mundial debe incluir: 

a) esfuerzos por parte de todos los laboratorios del mundo para inventar y producir los equipos necesarios para su identificación, 
b) la accesibilidad de los tratamientos adecuados para los afectados en el lugar del origen, 
c) la provisión de los equipos médicos que harán falta en el mismo lugar del brote de la enfermedad y 
d) el desarrollo de las vacunas para prevenir su expansión. 

Todo este esfuerzo global debe estar a la orden para los países, provincias y pueblos afectados. 

Pensar de esta manera implica planificación. Los nuevos virus aparecen con cierta periodicidad, es decir, no son acontecimientos insólitos. Es una irresponsabilidad esperar al brote y reaccionar luego. Y es más irresponsable aún pensar que las pandemias provengan de algún portador intruso, y que hay que protegerse de algún Otro infecto.  

No es una propuesta nueva, pero, sí, es inconmensurable con las respuestas actuales. En vez de medidas xenofóbicas (que además adelantan la propuesta populista) hay que buscar una solución efectiva para el mayor número posible de individuos.  Hay que dejar de pensar en lo desconocido como una amenaza intrusa y  foránea: es necesario elaborar remedios en conjunto.   




 
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