El mundo entero está pagando el precio de la creciente desigualdad económica de los últimos treinta años. Hay candidatos y gobiernos populistas que aumentan en popularidad, porque sus vanas ofertas para aliviar la pobreza encubren sus verdaderas estafas. Se trata de líderes carismáticas que proponen soluciones simplistas, divisorias y anti-elitistas, expresadas en palabras baladíes y emocionales.
Aparen dirigentes como Pablo Iglesias, Hugo Chávez, Donald Trump, Boris Johnson y otros -de la derecha y de la izquierda- cuyas agendas se basan en su afán de poder, aunque su vocabulario se llene de palabras como “igualdad”, “dignidad” y “libertad”.
Ahora Gran Bretaña sale de la Unión Europeo. En noviembre tal vez Trump sea presidente de los Estados Unidos. Posiblemente Venezuela se divida entre las fuerzas del hampa y las de los políticos que luchan para dominarse entre sí.
Hubiéramos frenado aquella desigualdad; hubiéramos educado a los niños; hubiéramos promocionado la salud para todos.
Tal vez me siento pesimista esta noche; tal vez sea tarde para el mundo.
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