miércoles, 26 de septiembre de 2018

La situación y algunas sugerencias


Entre nosotros mismos, es decir, los que vivimos todavía en Venezuela, hay acusaciones mutuas de apatía política porque no estamos protestando en las calles.

Sin embargo, el pueblo perdió -no hace mucho- más de 165 vidas en protestas en la calle. Desde entonces la situación se ha empeorado: quienes se asoman terminan en las cárceles en condiciones de maltrato y degradación. ¡Dicen que hasta la señora que cuidaba el perro de Oscar Péréz ha sido arrestada! El precio de manifestaciones ya es demasiado alto.

Las condiciones políticas también han cambiado: 1. Venezuela sufre de un gobierno de facto que ha modificado toda la estructura legislativa, administrativa y judicial. 2. Existe también un cuarto poder que consiste en bandas de delincuentes -tal vez inclusive maras*- y colectivos violentos; ellos son brutales y controlan partes de la economía. En ciertos lugares administran zonas geográficas y barrios. 3. El poder principal en el país está sobre todo en manos militares. No hay ningún poder civil para ponerles límites. 3. Hay países como la China y Cuba que ejercen en Venezuela enorme influencia sobre las telecomunicaciones y la manufactura, distribución y comercio de los productos petroleros y la minería. Ellos tienen influencia también dentro de las fuerzas de orden -sin estar ellos mismos patrullando las calles-. Debido a su presencia otros países teman llevar a cabo acciones contra el gobierno.
4. Casi toda la distribución de comida y otros bienes pasa por el control del gobierno. 5. La corrupción y la complicidad contaminan ahora grandes áreas de la vida cotidiana en el país.

¿Qué hacer frente a todo esto?

Evidentemente protestas en la calle no puede cambiar esta situación, pero necesitamos espacios para expresar nuestro malestar. No habrá una "invasión extranjera" para rescatarnos. Las estrategias ahora tienen que ser diplomáticas y jurídicas, como en la Corte Criminal Internacional (ICC).

Pero sí tenemos algunos recursos. Podemos hacer gestos callejeros menos peligrosos que las manifestaciones:

a) Organizar un coro para cantar un verso del himno venezolano en el Metro (y luego abandonar la zona).
b) Videos en You Tube. Mensajes creativos por Twitter y Facebook. Música cantada por grupos conocidos, o simplemente grupos de amigos que quieren sonar por el Internet. Ver: https://www.youtube.com/watch?v=QcqQAdEL_RU
c) Grafitis
d) Pancartas
e) Teatro de la calle
f) Mensajes en camisetas (como: "Él que se cansa, pierde". )

¡Quiero comentarios!

*Las maras son bandas muy grandes de delinquentes al nivel transnacional.

Ver:





domingo, 23 de septiembre de 2018

Los mandatarios de la paz y los otros



Viendo las noticias esta mañana comencé a pensar en los jefes de Estado que han representado la paz, el entendimiento y la razón, en contraste con aquellos que han promovido el odio y le guerra. Luego busqué en Google a los que han ganado un Premio Nobel de la Paz, y fui eliminado aquellos que además liderizaron procesos bélicos (como Barack Obama). No incluí a nadie de la China o el Oriente en general, porque las historias políticas tienden a seguir fórmulas distintas (la aspiración democrática no es frecuente, por ejemplo). 

Finalmente comparé la lista que me quedó con las dictaduras destacadas, sobre todo en América latina y Venezuela. Incluí a Benjamin Netanyahu porque la población árabe está excluido de participación en los comicios. En Venezuela no incluí a Hugo Chávez porque fue confirmado como presidente múltiples veces, aunque su discurso incluía mucha exclusión y hostilidad.

Aquí están mis dos listas, y es evidente que hay más nombres en la segunda.

Me encantaría recibir comentarios sobre esto.

--Eng: “All the goodness and the heroisms will rise up again, then be cut down again and rise up,” John Steinbeck.... It isn’t that the evil thing wins — it never will — but that it doesn’t die (February 27, 1902–December 20, 1968).
--Español: "Toda la bondad y los heroísmos volverán, y entonces  se quedarán truncados otra vez, y luego volverán a nacer... No es que la maldad gane -no lo hará nunca- pero tampoco muere" (John Steinbeck, 27/2-1902).

Paz
                                  
Yitzhak Rabin                    Israel                  
Willy Brandt                      Alemania
Anwar Sadat                      Egipto
Mikhail Gorbachev           Rusia
öscar Aias Sánchez           Costa Rica

Odio, o gobiernos militares

Donald Trump                  Estados Unidos
Benjamin Netanyahu       Israel
Abdel Fattah el-Sisi         Egipto
Vladímir Putin                 Rusia  
Stalín                                 Rusia
Fulgencio Batista            Cuba
Fidel Castro                     Cuba
Augusto Pinochet           Chile  
Jorge Videla                    Argentina
Juan Perón                      Argentina
Alfredo Stroessner         Paraguay 
Hugo Banzer                  Bolivia 
Anastasio Somoza         Nicaragua 
Daniel Ortega                Nicaragua
Francois Duvalier          Haití 
Alberto Fujimori           Perú
Cipriano Castro             Venezuela
Juan Vicente Gómez     Venezuela
Marcos Pérez Jiménez  Venezuela 
Nicolás Maduro             Venezuela

lunes, 17 de septiembre de 2018

Gobierno por Maras


Venezuela no es una dictadura en el sentido tradicional. Es un Estado controlado por una alianza inestable entre varias agrupaciones criminales; dicha alianza recibe el apoyo de los militares que aprovechan de manera personal de sus posiciones de poder. Es un fenómeno que en menor grado afecta también a una gran parte de América Latina: casi todo América Central -especialmente México, Nicaragua y Guatemala-, y en el continente del sur, Colombia y Bolivia. Algunas de estas agrupaciones tienen alcance transaccional. A menos que entendamos esto no podemos pensar en soluciones.

lunes, 10 de septiembre de 2018

Las Democracias modernas, parte 1


(Este es un nuevo capítulo en el trabajo que hago sobre la democracia.)


Las Democracias modernas, parte 1

Karen Cronick

La de Gran Bretaña nació históricamente en intentos sucesivos a través de muchos siglos para lograr algún tipo de consulta y control ciudadano sobre el poder. En cambio los modelos estadounidense y francés nacieron de conflictos violentos y específicos, y luego decisiones políticas las cuales iremos señalando en los capítulos siguientes. Entre los arquitectos de las primeras democracias modernas, en los Estados Unidos y Francia hubo procesos revolucionarios (y luego la restauración monárquica en Francia y el regreso a la democracia en el país); los dos países se inspiraron en el modelo ateniense, y  en grado menor, en la República Romana antes de Cesar. 

El nacimiento de las verdaderas democracias modernas se inició en el Siglo IXX y se consolidó en el Siglo XX. Se trata de algo muy reciente en la historia de la humanidad. Ellas no se restringieron a Gran Bretaña, Los Estados Unidos y Francia: no eran las únicas del mundo moderno en el siglo IXX:

a. Suiza: después de un referendo, en el país se aprobó una constitución democrática en 1847.
b. Australia: hubo comicios en Tasmania en 1856.
c. Nueva Zelandia logra el sufragio universal en 1893.

En otro apartado hablaré de la aparición de la democracia en América Latina.

Hay diferencias sustanciales entre el los modelos antiguos y modernos. Aunque en los inicios de la democracia estadounidense el derecho a votar no se extendía a los esclavos y las mujeres, el alcance de la posibilidad de ciudadanía fue mayor para los hombres blancos. Casi todos los adelantos en reconocer los derechos a sufragio universal llegaron en el Siglo XX, es decir el derecho a inclusión de las mujeres y las personas no-blancas.  En 1906 la República de Finlandia fue el primer país para implementar el sufragio universal, tanto en el derecho a votar como en él de postularse para puestos gubernamentales. En orden cronológica, el sufragio universal (que incluía a las mujeres) llegó a los Estados Unidos en 1920, al Reino Unido en 1928, a Francia en 1945 y a Venezuela en 1946 . 

En Gran Bretaña se abolió la esclavitud en 1833. El movimiento comenzó en las colonias, sobre todo en Canadá donde se aprobó una ley “para limitar la esclavitud” en 1793 (Henry, 2018).

Los afroamericanos masculinos de los Estados Unidos, ganaron –en un sentido formal- el derecho a votar con la Proclamación de Emancipación, firmado por Abraham Lincoln en  1863, pero en algunos estados hacía falta muchos años más para que se les  reconociera su derecho a votar; para intentar remediar estas limitaciones el Congreso pasó la enmienda XV a la Constitución en 1870, pero en algunos estados todavía hay impedimentos a su participación en comicios. 

Con relación a los esclavos africanos en Francia, en 1794 se abolió la esclavitud, pero en 1802 Napoleón Bonaparte lo reestableció, e inclusive negó a los africanos entrada en el país. Finalmente en 1815 se prohibió el tráfico de esclavos, y en 1848 la esclavitud francesa se prohibió en forma definitiva.

En términos de la estructura democrática, Gran Bretaña, Los Estados Unidos y Francia asumían formulas representativas en contraste con las elecciones directas en Atenas; es decir, los votantes eligen representantes para decidir en su nombre sobre los asuntos de Estado, y no se reunían todos en las plazas públicas para aceptar o rechazar cada propuesta de ley. Igualmente, aunque seguían la tradición ateniense de juicios legales decididos por jurados seleccionados entre la población, en la democracia moderna los procesos legales contaban con la presencia de jueces elegidos y reglas estrictas sobre la presentación de evidencia y declaraciones de los involucrados. Además ninguno de los ejemplos modernos empleaba el destierro para controlar la emergencia de dictadores. 

Gran Bretaña:

Los nombres de las Islas Británicas son variados y cargados de significado político. Un término antiguo, Albion es uno de los nombres más viejos. Los reinos británicos pos-romanos fueron conquistados por los anglos durante el siglo VI. La Gran Bretaña es el nombre de la isla principal que incluye la Escocia actual (antiguo hogar de los Pictos).  Inglaterra es la zona sur y central que ha formado una nación independiente desde el sigo XVIII.  Para hablar de la historia política de la zona es tal vez mejor usar el nombre de Gran Bretaña, entendiendo que el norte no fue conquistado por Inglaterra sino mucho más tarde.

Gran Britaña vio nacer, por un largo proceso histórico y cultural, una serie de proyectos de autogestión gubernamental que finalmente en el Siglo XIX abrieron las puertas a una democracia monárquica e informalmente constitucional -en el sentido de que no tienen un documento fundamental que deja plantadas las bases legales del sistema-. Lo más cercano a una constitución para los británicos es un acuerdo firmado entre Juan I y sus barones en Runnymede, cerca de Windsor, el 15 de junio de 1215. Es posible que  algo similar a aquel acercamiento paulatino a una innegable democracia ocurrió en Atenas, dado que, y como hemos visto, algunos mecanismos de consulta y control existían en otras ciudades griegas y aun en Mesopotamia antes de la constitución de Kleisthenes.

Se puede trazar una línea histórica en Gran Bretaña que comienza en las leyendas pos-romanas y pasa por documentos históricos, obras literarias y teatrales, acuerdos entre ciertos reyes y sectores de la población y termina en el sistema actual. Las leyendas incluyan el Rey Arturo y Robin Hood y las tradiciones de los reyes medievales tales como fueron recordados por Raphael Holinshed en sus “Crónicas de Inglaterra”, y luego William Shakespeare -quien convirtió sus vidas en alegorías del bien y el mal y examinó el significado del poder-. 

El Rey Arturo

Probablemente la leyenda de Rey Arturo sea un buen lugar para iniciar nuestra búsqueda de los orígenes de la democracia británica. Hay historiadores que niegan la existencia real del rey, pero hay coincidencias que hacen difícil rechazar totalmente a la fábula. Uno podría decir que la existencia histórica de este personaje es irrelevante, y en cierto grado lo es, pero dada su importancia en la creación de la cultura británica, hace falta situarlo en la tradición de la isla.  En dos párrafos, antes de iniciar el contenido de la leyenda, haremos un breve recorrido sobre la posible existencia verdadera de Arturo. 

Gran Bretaña era una colonia romana, pero en el Siglo III dC los romanos comenzaron a salir de las islas porque necesitaban sus tropas para protegerse de los invasores de los países germánicos. Ya para el Siglo V no había tropas allí. Esto dejó los habitantes (desde hace siglos eran ciudadanos romanos) sin protección contra invasiones. Para los pictos en el norte (ahora Escocia) y otros grupos no había impedimentos en estos tiempos para invasiones y saqueos. Al mismo tiempo la Confederación Sajona dejó de funcionar. En los antiguos crónicos anglo-sajonas dice: “Año 443. Este año los bretones pidieron ayuda de los romanos para defenderse contra los Pictos; no la obtuvieron porque los romanos estaban ocupados defendiéndose contra Attila, Rey de los Hunos. Entonces pidieron lo mismo a  los nobles Anglos.” (Mark, 2017 párrafo 9). Los anglos aceptaron protegerlos, pero una vez en la isla, decidieron quedarse. No está claro si se trataba de otra invasión, o si era simplemente una migración, pero, sí, hubo algunos conflictos y enfrentamientos entre ellos y los grupos originales.

En estos tiempos apareció un gran líder que venció a los sajones en la Batalla de Badon Hill; se llamaba “Ambrosius Aurelianus”, según los antiguos autores Gildas and Bede, and “Arturo” por  Nennius (Mark, 2017). En el poema medieval “Goddodin” también aparece el nombre (una sola mención). En todo caso en “La Historia de los Reyes de Bretaña” de Geoffrey of Monmouth (c. 1100 - c. 1155) el nombre Arturo ya se había convertido en una leyenda cuya versión actual provine de un libro escrito por Sir Thomas Malory, “Le Morte D’Arthur” en 1485 (Mark, 2017). 

Esta última versión de la leyenda de Arturo tiene un nacimiento místico, y está bajo la protección de un mago, Merlín. Después de conocer su destino, se casa con la hermosa reina Guinevere y se va con su corte a vivir en el castillo de Camelot. Una vez allí invita los caballeros más notables del reino –y luego de países europeos- a venir a comer con él, pero al llegar, comenzaron a pelear entre sí para determinar quién tendría el mejor sitio en la mesa. Para resolver el problema Arturo instala una mesa redonda donde todos, incluyéndose, tendrán igualdad. Además ofrece su protección y defensa, y la de los demás caballeros, a todos los habitantes cercanos. No se trataba de la proclamación de leyes, sino de una especie de obligación moral y mística, una noblesse oblige. En la leyenda los hombres de la mesa redonda se lanzan a un sin número de aventuras, y en casi todas rescatan doncellas, pelean con dragones, defienden el bien y eliminan injusticias. Siempre están al lado del recto y de los vulnerables. Al final, tragedias personales acaban con Camelot y con la vida de Arturo.

El objetivo en revisar la leyenda no es contar la historia, que en todo caso es bien conocida, sino reflexionar sobre el sentido de la mesa redonda y el idealismo de luchar a favor del bien y la justicia. El ideal de la igualdad entre pares va a renacer por toda la historia de Gran Bretaña como un hilo cultural que finalmente toma la forma de una democracia de tradición y costumbre, y es apropiado que esta crónica se inicie en una alegoría de justicia e igualdad.

Los Reyes de Inglaterra y la justicia

Para ordenar la sucesión de la realeza inglesa he empleado la línea de tiempo provista por Johnson (s/f).

De nuevo, una de las mejoras ventanas hacia la historia de la región proviene de la literatura, sobre todo de las obras históricas de Shakespeare. Un buen comienzo es la historia de Ricardo III, y no es que representa la democracia, porque más bien personifica  a la tiranía. En los siguientes párrafos sigo de cerca una reflexiones mías (Cronick, 2017b) en que examiné este retrato del rey infame, es decir, el opuesto al gobierno justo.

Esta historia del poeta isabelino comienza con Ricardo, duque de Gloucester, un hombre “deformado y inacabado”,  que anuncia desde el comienzo sus planes para “ser un villano”. Ricardo regresa de la guerra, y para ganar el trono, se casa con la viuda (Ana) de un hombre que él ha asesinado. Luego mata a su propio hermano, sus sobrinos e inclusive termina envenenando a Ana. Se declara rey, pero para él no hay ni un momento de gloria, sólo un sórdido ascenso al trono. No es apuesto, él mismo dice (Shakespeare, s/f, la traducción es mía):

Yo, que soy toscamente marcado…
Deformado, incompleto, enviado antes de tiempo
A este mundo para respirar,…
Los perros me ladran…

Después de regresar triunfante de la guerra, no le apetece la vida limitada y vana de un cortesano: quiere el trono, y contempla fríamente un plan como obtenerlo: sembraría desconfianza y rencor entre los miembros de su familia (Shakespeare, s/f, la traducción es mía):

He elaborado intrigas, inducciones peligrosas,
Profecías de ebriedad, libelos y sueños,
Para establecer entre mi hermano Clarence y el rey
Un odio moral, el uno contra el otro…”

Llega al trono, pero luego es abandonado inclusive por quienes le han apoyado, y termina odiado hasta por su propia madre. Es acosado por los espectros de los que ha asesinado. Al final, para asegurar la lealtad de uno de sus generales, mantiene al hijo de éste como rehén; muere desgraciado y sin caballo, corriendo empapado en lluvia y el lodo por el campo de batalla. 

Los que le ajustician a Ricardo son vengadores “heroicos” de la patria, pero al mismo tiempo son miembros de familias rivales, los Plantagenet y los York, que tenían, ellos mismos deseos de llevar la corona. 

Hay en ciertas obras históricas de Shakespeare un sentido de fatalidad funesta: en sus historias el poeta elaboró tramas de reyes desposeídos por usurpadores y pecados ancestrales que venían rondando alrededor de la realeza desde generaciones atrás -desde Henry Bolinbroke  usurpó el trono de Ricardo II-. Se puede, sin exageración, asemejar la familia nefasta de Agamenón con las casas principescas -y fratricidas- de los reyes de Inglaterra desde Ricardo II hasta Ricardo III (los Plantagent, los Lancester y los York).  

Lo que nos interesa aquí es la preocupación de Shakespeare por el “buen gobierno”, casi en el sentido de la Ilustración que iba a aparecer en Europa un siglo después -y que el autor asoma en el personaje de Próspero en “The Tempest”-. El ideal en este entonces era un déspota cultivado, civilizado y ennoblecido que podría dirigir su nación con sabiduría y justicia. Hay otro ejemplo de este prototipo de dictador benévolo y razonable que se encuentra en la ópera de Mozart, “La Flauta Mágica” en el personaje de Sarastro. 
Ricardo III, en cambio, era una escoria deplorable, que con su maldad dejaba traslucir del opuesto: la posibilidad de un rey noble y benevolente. 

Actos y documentos que construyen la democracia

La constitución de Gran Britaña es el resultado de varias fuentes concretas, además de la tradición y las leyendas, principalmente la ley común (common law) y el efecto acumulativo de actos del Parlamento y decisiones legales. Los pasos específicos hacia la autogestión gubernamental fueron: 

a) la Carta Magna que el Rey Juan I tuvo que firmar en 1215 frente a la demanda de los grandes barones de la isla que ya hemos mencionado, 
b) La petición de derecho (The Petition of Right) declara la existencia de libertades como restricciones sobre impuestos no decididos por el parlamento, encarcelamiento si causa, y el uso de la ley marcial. Se acordó el 7 de junio, 1628 y fue el resultado de desacuerdos entre el parlamento y el Rey Carlos I. 
c)) la revolución de Olivar Cromwell cuando éste decapitó al Rey Carlos I en 1649, convirtiendo a Inglaterra en una “república” denominada la “Mancomunidad de Inglaterra” (the Commonwealth of England), que en realidad era una dictadura. Luego se reestableció la monarquía con dos reyes impopulares.
d) El Acto de Habeas Corpus (The Habeas Corpus Act) de 1679 resultó de una acción del Parlamento durante el reinado del Carlos II. Requiere que haya un juicio legal para examinar la legalidad de la detención de los presos. 
e) Los Reyes William III y Mary II derrotaron al Rey James II, y en 1689 acordaron en la Declaración de Derechos (Bill of Rights), otorgar más potestad al Parlamento y crear una monarquía “constitucional” en que el poder del rey fuera limitado por leyes y tradiciones; abrieron también la posibilidad de elecciones para el parlamento. El Parlamento obtuvo del derecho a seleccionar un primer ministro, aunque en realidad el primero fue Sir Robert Walpole más de treinta años después. Se iniciaron la tradición de partidos políticos. Estas provisiones fueron inspiradas en las publicaciones del filósofo John Locke.
f) En 1833 el Rey William IV abolió la esclavitud en todo el Reino Unido. 

Como se puede apreciar, una democracia verdadera en que la monarquía fuera sometida a la ley, y cuando la población en general logre el derecho y el poder de crear estas leyes por medio de sus representantes elegidos, llegaron a Gran Bretaña lentamente.  

En la próxima entrega consideraré la llegada de la democracia a Los Estados Unidos y luego su aparición en Francia.

Bibilografía

Johnson, Ben. (s/f). Kings and Queens of England and Britain. Historic UK. Disponible en: https://www.historic-uk.com/HistoryUK/KingsQueensofBritain/

Mark, Joshua (2017). King Arthur. Ancient History Encyclopedia. Disponible en: https://www.ancient.eu/King_Arthur/


Shakespeare, William (s/f). Richard III. En: The complete Works of Willaim Shakespeare comprising his plays and poems. London: Spring Books. pp. 561-596.


domingo, 2 de septiembre de 2018

Alejandro Magno y Julio César

Estas reflexiones forman parte de algo que escribo sobre la democracia y sus destructores.

Alejandro Magno y Julio César
Karen Cronick

A continuación revisaré las figuras de Alejandro Magno y Julio César. El primero destruyó la democracia ateniense; en él se puede encontrar el prototipo del líder militar que es carismático, autoritario y brutal y que es capaz de crear una gran masa de seguidores leales y hasta apasionados. El segundo tuvo un papel importante en la destrucción de la República Romana y era uno de los primeros populistas de la historia.

En el año 322, el Reino de Macedona bajo el liderazgo de Filipo y y su hijo Alejandro se convirtió en el poder más grande de Grecia, y por medio de invasiones se acabó con el primer gran experimento en auto-gobierno. La democracia en formas menos radicales continuó en otras partes del mundo griego hasta terminar para siempre bajo la dominación romana (Cartledge, 2011).

Alejandro Magno quien nació en el año 356 aC podría considerarse como el arquetipo del militar obsequioso que destruye una democracia y  que logra el control de ciudades, imperios y grandes regiones de la tierra por la fuerza. De paso Alejandro iba fundando ciudades (algunas llamadas “Alejandría”) con administraciones autoritarias. Igual fue Cesar que en su afán de poder conquistó a la Galia (actual Francia y Bélgica)  y gran parte de África del norte, destruyó la República Romana. César, sin embargo fue asesinado antes de poder convertirse en dictador. Tenemos que detenernos aunque brevemente en estas figuras para luego considerar a los ejemplos más modernos.

Alejandro fue educado por Aristóteles, aunque pareciera que sólo aprendió a citar los clásicos de la literatura y tener algún respecto por la reputación (y no de las enseñanzas) de los filósofos de su tiempo). No aprendió nada sobre el pensamiento nómico que caracterizó la democracia ateniense. Creía  en los oráculos y tenía -como Bucéfalo, su caballo- miedo a las sombras. Casi murió buscando  el oráculo de Amónen en el oasis egipcio de Siwa para poder oír que era hijo de Zeus.

 A los veinte años ya había destruido cruelmente a la ciudad de Tebas y luego marchó sobre Atenas, pero allí trató a los habitantes con clemencia. Esto iba a ser una táctica que usaría numerosas veces en sus conquistas: dejar muestras de alta salvajismo y crueldad en un lugar, para que luego las ciudades y reinos circundantes fuesen a capitularse sin lucha. 

La descripción que da Plutarco del célebre encuentro entre Alejandro y Diógenes demuestra algo de la personalidad de Alejandro y el deprecio que este filósofo sentía hacia él (en “Alejandro”, Siglo I dC/1970):

Congregados los griegos en el Istmo decretaron marchar con Alejandro a la guerra contra Persia, nombrándole general; y como fuesen muchos los hombres de Estado y los filósofos que le visitaban y le daban el parabién, esperaba que habría otro tanto de Diógenes de Sinope, que residía en Corinto. Más éste ninguna cuenta hizo de Alejandro sino que pasaba tranquilamente su vida en el Craneo; y Así hubo de pasar Alejandro a verle. Hallábase casualmente tendido al sol,  y habiéndose incorporado un poco a la llegada de tantos personajes, fijo la vista en Alejandro. Saludóle éste, y preguntándole en seguida si se le ofrecía alguna cosa: -“muy poco”- le respondió, “-que te quites del sol”. Dícese que Alejandro con aquella especie de menosprecio, quedó tan admirado de semejante elevación de ánimo, que cuando retirados de allí empezaron los que le acompañaban a reírse y burlarse, él les dijo: “Pues yo, a no ser Alejandro, de buena gana fuera Diógenes”.  (p. 40)

Este encuentro tuvo lugar después de que Alejandro acabó con la democracia de Atenas.  Se aprecia como el poder atrae acólitos aun cuando éstos sean ciudadanos ya reducidos a meros sujetos de un naciente imperio. Además se puede apreciar la admiración que tuvo él con la gente de poder (en este caso intelectual) y arrogancia similar a la suya. (Luego, después de conquistar Persia y lograr la muerte de Darío, le escribió una elogia, porque era un déspota similar a sí mismo.)

Alejandro fue en realidad un mercenario que se enriqueció  y que enriqueció a Atentas y Macedonia con el saqueo de sus conquistas. Plutarco, siguiéndole en su biografía por su marcha por los reinados de  Persa, Egipto y finalmente a la India hace labores de contabilista al nombrar muchos de los objetos robados. Por ejemplo, al ocupar Susa (del reinado de Persa), encontró “130 toneladas purpura de Hermione” (Plutarco, p. 68). En Farsistán encontró tanta riqueza que requería “diez mil yuntas de mulas y cinco mil camellos” (p. 69) para llevársela. Sin embargo en una noche de borrachera él y sus hombres quemaron a la hermosa y opulenta ciudad de Percépolis. Luego, arrepentido, lamentó esta pérdida. 

Exigía absoluta lealtad. Pero era violento y en ocasiones mataba a amigos suyos debido a insultos nimios, y luego pasaba “toda … la noche en llantos” como cuando, ebrio, mató a su amigo Clito con un sable (Plutarco, p. 85). En otras ocasiones, sintiéndose traicionado, ejecutaba por doquier a soldados, seguidores y enemigos con una espantosa ferocidad y crueldad.

Murió antes de poder regresar de sus conquistas. En sus territorios su influencia ha perdurado. Los macedonios seguían reinando en Egipto hasta el primer siglo de nuestra era. Percépolis ahora está en ruinas, cerca de la ciudad iraní de Shiraz y en Irán, su nombre es execrado aún hoy en día y aun entre la gente común de las calles y campos (Wood, 1998).

Julio Cesar 

Cesar fue instrumental en la destrucción de la República Romana, y en esta sección revisaremos su carácter y su papel en aquel desmoronamiento. Pero antes hay que revisar muy brevemente las características del régimen de consulta y control en Roma. Es difícil llamar el sistema político una democracia, pero efectivamente dividía las responsabilidades de la administración pública en varias instancias que podrían en algún momento entrar en desacuerdos; es decir, constituía un rudimentario método de controles y equilibrios, precario pero real. Aun así  y de hecho, el gobierno de Roma seguía en manos patricias. En los dos siguientes párrafos se resumen las diferentes instancias de poder en la República. (La mayor parte de la información proviene de la página Web, Historia Universal (s/f).

La República se funda después de la expulsión de Tarquino el Soberbio en 509 a.C. y duró hasta el Siglo I aC, cuando la lucha de poder entre los grandes señores de Roma produjo casi un siglo de guerras civiles y luchas entre los patricios. En el año 29 a.C. Octavio se declaró emperador, asumiendo el nombre de Augusto. Durante este tiempo Roma se convirtió en un imperio que dominaba militarmente a Europa y toda la zona del Mediterráneo incluyendo Egipto y el norte de África. 

Durante la República la administración del país estaba en manos de: a) dos cónsules, b) el senado, c) las asambleas y d) otras magistraturas.  Los cónsules tuvieron autoridad en cuestiones militares y de la justicia y eran responsables frente al senado. Podrían convertirse en “dictadores” con poderes absolutos por periodos de hasta seis meses. El senado daba asesoramiento a los cónsules y tenían gran autoridad con respecto a la política interna y externa del imperio. Había varios tipos de asambleas: a) la Curial, la Centurial y la Tribal. En la primera los patricios votaban sobre variados asuntos en nombre de la población. En la Centurial grupos de cien hombres se reunían en el Campo Marte; sus responsabilidades incluían la elección de los cónsules y la aprobación de las leyes.  La Asamblea Tribal, presidida por el Tribuno, era la única instancia en que podría participar los hombres de la población no aristocrática: consistía en miembros de las Tribus y sus acuerdos tenían carácter de ley. Entre las otras magistraturas había los Censores que supervisaban el empadronamiento de los ciudadanos y registraba sus bienes. También vigilaban la educación y “buenas costumbres” de la población. Los Cuestores recaudaban los impuestos. Los Pretores administraban la justicia, y los Ediles se encargaban de la administración municipal. 

Es en este ambiente política que César asciende en poder e influencia. Es un patricio sin fortuna propia que maniobra con atrevimiento y también inteligencia para dominar el mundo que le rodea. Es más interesante desde un punto de vista moderno como un modelo de tirano que Alejandro. Demostró, como también lo hizo el rey de Macedonia, gran altanería y soberbia, y poca preocupación por los demás, pero era más calculador en comparación con Alejandro que era impetuoso y apasionado. 

Tenía un propósito desde muy joven para adquirir poder y en este empeño iba ocupando puestos administrativos en los cuales malversaba los fondos de su posición en grandes gestos para ganar la aprobación de la población en general, tal como haría un populista moderno.  Con el tiempo varios personajes del senado como Lutacio Cátula y Cicerón reconocieron en él deseos de acabar con la República.  Dijo el último con gran ironía (Plutarco, p. 116):
“… cuando veo… aquella cabellera tan cuidadosamente arreglada y aquel rascarse la cabeza con sólo un dedo, ya no me parece que semejante hombre pueda concebir en su ánimo tan gran maldad, esto es, la destrucción de la república romana.

Se puede apreciar su carácter a partir de un incidente cuando era joven: fue capturado por piratas que pidieron veinte talentos para su rescate: “…se echó a reír, como que no sabían quién era el cautivo, y voluntariamente se obligó a darles cincuenta” (Plutarco, p. 144). Entonces mientras la mayoría de sus acompañantes fueron a buscar el dinero para su liberación, él se quedó a bordo del barco como rehén por un poco más de un mes con sólo tres personas de su séquito. Empleó este tiempo preparando escritos. A los piratas “los trataba con tal desdén que … les mandaba a decir que no hicieran ruido” (Ibid). Practicaba frente a ellos su oratorio, obligándoles a oírlo: 

[Se dedicaba a] componer algunos poemas y discursos, teníalos por oyentes, tratándolos de ignorantes y bárbaros cuando no aplaudían y muchas veces los amenazó, entre burlas y veras con que los había de ahorcar a los que se reían, tendiendo a sencillez y mucha franqueza” (p. 114).

Y luego, a conseguir su libertad, mandó barcos a buscar y apresar a todos. 

Cesar llegó a ser muy popular entre la gente de la calle. Es interesante hacer una pausa aquí a reflexionar sobre lo que produce un populista exitoso. En aquel entonces hubo, evidentemente, cierta penuria en la población en general. En un incidente, en el año 63 aC, hubo un intento en el senado a condenar por conspiración a una persona poderosa, y Cesar –viendo la oportunidad de disponer a la población más pobre en contra de la mayoría de los senadores- defendió al acusado y llenó las calles con una gran muchedumbre que le apoyó. Luego, el senado, temeroso de del alboroto, decidió distribuir trigo a la población por varios meses. Este gesto “apagó notoriamente por lo pronto aquel gran temor y arrancó y disipó oportunamente el desmedido poder de César, que iba a ser pretor, y hubiera inspirado mayor miedo a causa de esta magistratura” (Plutarco, p. 120).

La amenaza del malestar económico y la democracia: Cuando las amenazas a la democracia no provienen de la conquista, como en el caso de Alejandro, (o Adolfo Hitler), tienden a surgir del hambre de la población. La necesidad de adular a un “salvador” como César resulta de la misma necesidad que tiene la gente de ser salvada (si perdonan las reiteraciones). En Venezuela, por ejemplo, Hugo Chávez apareció como una figura salvadora debido a las penurias que sufrió mucha de la población en los años 90 del Siglo XX.  El mismo Hitler llegó al poder en medio de un gran desasosiego social que tenía tres raíces históricas: la derrota de Alemania tras la Primera Guerra Mundial, la debilidad de la República de Weimar y la crisis económica que ocurrió después con hiperinflación y otras manifestaciones de estrechez mercantil. El gobierno de Weimar era democrático, pero inestable debido a continuados intentos revolucionarios y golpes de Estado. Fue un ambiente político que facilitó el ascenso de Hitler y el Partido Nacionalsocialista, no muy distinto al que favoreció el ascenso de César. 

Terminadas estas reflexiones sobre el papel del malestar económico en el surgimiento de los populistas, regresamos a la vida de Julio César. 

César pasó un tiempo como cónsul en España donde promovió medidas realmente populistas como la confiscación de propiedades a favor de los sectores de más carestía. Luego pasó algunos años en los cuales conquistó la mayor parte de Galia (los territorios que ahora son Bélgica y Francia). Las Guerras Gálicas duraron desde el 58 bC hasta el 50 bC .  Cesar representó las invasiones como actos de defensa contra posibles ataques de las tribus que habitaban la zona, pero en realidad formaron parte de un ardid para promover su propia carrera política. Fue una estrategia que le permitió volver a Roma con muchos objetos de valor y un estimado millón de esclavos.  Logró, además el apoyo y lealtad total de sus tropas.

Mientras tanto en Roma había caos político  y violencia con respecto a las elecciones, y mucha corrupción electoral. Plutarco dice: “…muchos hubo que se atrevieron a decir en público que sin el mando de uno solo no había salvación para la República, …." significando a Pompeyo (p. 140).  Pompeyo una vez fue yerno de Cesar, pero luego de la muerte de su hija, las relaciones entre ambos se habían empeorado. César ya veía a Pompeyo como un rival para el poder máximo del imperio. César y Pompeyo luego se enfrentaban con sus respectivos ejércitos, y luego Pompeyo fue asesinado por un adulador de Cesar. 

César murió también asesinado en el mismo senado frente a una estatua de Pompeyo a causa de una mezcla de envidias, odios y el temor a su poder. Luego de él, vinieron más guerras civiles, y la República nunca fue recuperada. Los que mataron a César también murieron tristemente, algunos por su propia mano.

Bibliografía

Cartledge, Paul (17/2/2011).  The Democratic Experiment. BBC, Ancient History. Disponible en: http://www.bbc.co.uk/history/ancient/greeks/greekdemocracy_01.shtml

Historia Universal, Edad Antigua (s/f). La República Romana. Disponible en: https://mihistoriauniversal.com/edad-antigua/republica-romana/


Plutarco (Siglo I dC/1970). Alejandro y Cesar en Vidas Paralelas. Barcelona, España: Salvat Editores

Wood, Michael (1998). Serie de la BBC sobre la vida de Alejandro. Un guía de los episodios es accesible en la página Web: http://www.bbc.co.uk/programmes/p00tcwfx/episodes/guide



 
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