Resumen
En las Américas el Siglo XIX dejó un cimiento determinante
para nosotros en los siglos XX y XXI. Lo que pasó en aquel tiempo dejó senderos
obligados para los descendientes de los habitantes del continente en ese
entonces, tanto en los estilos de gobierno, como en los modos de vida de todo
el mundo. Especialmente en los Estados Unidos hubo una confluencia contradictoria
de los cuatro principios de:
a) la
Constitución y sus enmiendas,
b) la
esclavitud y su abolición,
c) la
brutalidad del casi-exterminio de la población indígena y
d) la fuerza de
los millones de inmigrantes que se movilizaron hacia el Oeste, a veces a pie, y
que se asentaron por todo el territorio nacional.
Todo esto ha dejado huellas psicológicas, sociales y
legales. Ha dejado rastros que siguen visibles en nuestros caminos sociales y
políticos, e influyen todavía en la formación de las actitudes y las maneras
que los ciudadanos actuales se entienden a sí mismos y a los demás. Fue un siglo que abolió la esclavitud, cuestionando
así y cambiando milenios de servidumbre involuntaria, y contradictoriamente,
también fue responsable por una de las masacres más grandes de la historia con
respecto a los habitantes originales de estos territorios.
En este corto libro reflexiono sobre estos temas sigiendo la
guía novelistas y autores conocidos. En las novelas, casi todos los personajes
son el producto de la imaginación de sus autores, pero las descripciones de la
época y de las condiciones de vida de los protagonistas reflejan una realidad
que no puede encontrarse en los textos históricos basados en hechos
verificables. Se trata del rescate de un imaginario
íntimo, muy similar a la idea de Gadamer (1960/2000) quien habla de la fusión
de los horizontes del conocimiento de textos históricos.
Considero principalmente los siguientes libros: “La
Frontera” de James Fenimore Cooper, “Los Conquistadores” de Allan W. Eckert, “Entierra
mi corazón en Wounded Knee” de Dee Brown, “La Vida en los Molinos de Hierro” de
Rebecca Harding, “La Cabaña del Tío Tom” de Harriet Beecher Stowe, “La Insignia
Roja del Valor” de Stephen Crane, el poema “¡O Capitán! ¡Mi Capitán!” de Walt
Whitman, “Lo que el viento se llevó” de Margaret Mitchell, y “En América” de
Susan Sontag.
EL SIGLO XIX
ESTADOUNIDENSE: LO QUE NOS DEJÓ
Las huellas de la
Conquista del Oeste estadounidense según sus novelas y escritos
Karen Cronick
Lo pasado no queda en el pasado. Aunque no se vuelva a
hablar de los incidentes dolorosos que han ocurrido, ellos siguen allí en una
especie de subconsciente social y cultural. Varios autores han abordado el tema
desde perspectivas teóricas muy distintas: Émile Durkheim (Durkheim, 1960) ha propuesto una conciencia
colectiva como un conjunto de creencias compartidas que operan como una fuerza o influencia unificadora dentro de la
sociedad. Antonio Gramsci (Gramsci, 1998) refiere a una hegemonía ideológica
que ayuda a aglutinar a los obreros según su consciencia de clase. Por su parte, Carl Gustav Jung (Jung, 2016) menciona
un inconsciente colectivo como una estructura mental individual, que tiene
arquetipos y “sombras” los cuales influyen en las personas, muchas veces sin
darse cuenta de ello. Otros enfoques que
postulan sistemas de creencias compartidas son: La Etnopsicología de Wundt (Titchener,
1899), el Interaccionismos simbólico de Mead (1982) y las representaciones
sociales de Moscovici (Jodelet, 1984).
Nicolopoulou y Weintraub (octubre, 1998) señalan con
respecto a las ideas de Durkheim sobre representaciones, que:
“… se trata de dos tipos de
representación, pero con dos concepciones subyacentes diferentes de lo que es
significativo sobre el fenómeno de la representación. En el primer caso, una
característica crucial de las representaciones es que son «internas» a la
mente. En el segundo caso, una de las claves definitorias es que … una
representación es publica, o intersubjetiva…. una representación es … pública,
o intersubjetiva” (p. 5).
Ahora bien, se puede proponer que las representaciones
públicas pueden incluir una cierta sensatez respecto a lo qué es verdad o es falso,
y que puede discriminar qué cosas no deben decirse. También puede incluir una
vaga conciencia de lo que debe olvidarse. Pero no es necesariamente así. Nocolopoulou
y Weintraub lo elaboran así: “Lo mismo es cierto para… códigos morales y
formas de discurso moral, que para ideologías conflictivas…” (p. 6).
La conciencia colectiva es también una memoria colectiva. Las
personas tienen, no sólo sus propios recuerdos, sino también las de la cultura
escrita y las recolecciones familiares de sus padres y abuelos, quienes a la
vez tuvieron memorias que, en muchos casos, pasaron a las siguientes
generaciones como relatos, crónicas y evocaciones de experiencias remotas, y
que han sido interpretados y reinterpretados para ayudar a los descendientes a
entender el mundo en que viven ellos. Estas memorias pueden tener contenidos
muy distintos de acuerdo al grupo social que pertenece cada quien.
En las páginas que siguen repasaré algo de la historia
estadounidense del Siglo XIX; la miro sobre todo a través de los ojos de sus
autores de ficción. Describen movimientos, actitudes y maneras de vivir muy
distintas, y arrojan luz a la intimidad de la vida de entonces. Lo que nos han
dejado estas obras son las más diversas representaciones de lo que el país ha
sido. Estas interpretaciones se filtran hacia arriba, como el agua de los
humedales, desde lo sucedido hasta ahora, para teñir y regar a la realidad
actual.
La gente todavía debate sobre los eventos turbios del pasado;
también discurre y repiensa todo el significado del logro más grande de los
Siglos XVIII y XIV: el de crear y vivir en una democracia inspirada en la
Ilustración europea. Es y era una mezcla compleja de desazón y esperanza. Para
recuperar estos tiempos sigo las huellas de representaciones metidas en un imaginario
general e íntimo, de manera muy similar a lo que hacía Gadamer (1960/2000)
quien buscaba la fusión de los horizontes del presente y del pasado por medio
del conocimiento de textos históricos.
La compleja historia estadounidense
La “conquista del Oeste”, que tuvo lugar en el Siglo XIX en
los Estados Unidos, fue un complejo acontecimiento histórico, marcado por cuatro
tendencias incoherentes. Por un lado, al final del siglo XVIII el país acaba de
asumir los valores de la Ilustración (libertad, gobierno por ley basada en una
constitución y tolerancia). Por otro, todavía existían dos situaciones atroces:
era legal vender y comprar seres humanos [1], y el ejército del país llevaba a
cabo la sistemática masacre de las tribus indígenas en su territorio.
Finalmente, la migración de millones de europeos hacia los nuevos territorios
fue uno de los más importantes traslados humanos en la historia del mundo.
En este capítulo reflexionaré sobre el primero, es decir, la
adopción de un sistema constitucional basado en los valores de la Ilustración.
La Ilustración
Los filósofos de la Ilustración no fueron los primeros en
pensar en sistemas en que los ciudadanos podrían compartir el poder y ser
consultados en el proceso de toma de las decisiones políticas que los afectasen.
Para David Graeber y David Wengrow (Graeber, Wengrow, 2021) los primeros humanos
vivieron en gobiernos complejos y descentralizados durante milenios. Sin
embargo, generalmente se acredita a Atenas en Grecia por haber desarrollado la
primera democracia histórica -con una constitución- en que los ciudadanos
masculinos y libres tenían el derecho de decidir muchos de sus asuntos en una
asamblea popular. Este experimento terminó con la conquista de la ciudad por
Alejandro de Macedonia, y luego la conquista romana de Grecia. El otro gran
experimento, el de la República Romana, tuvo menor capacidad de consulta
popular, y probablemente comenzó a sucumbir con la muerte de los hermanos
Gracchi (Tiberius Gracchus y Gaius Gracchus) en el Siglo II a.C., pero con el
ascenso al poder del emperador Gaius Julius Caesar Augustus en el Siglo I d.C.,
Roma se convirtió definitivamente en un imperio.
Había que esperar muchos siglos para que hubiera de nuevo un
cuestionamiento real de poder absoluto y una nueva apreciación del poder del
razonamiento para resolver los problemas humanos. Si los griegos habían
explorado el poder del razonamiento, y los primeros romanos habían aprendido de
la filosofía griega, la caída de Atenas y la República Romana condujo a la necesidad
de creer en la salvación personal que ofrecía la Cristiandad. Sin embargo, el
uso de la razón en la Edad Media no murió por completo: el Escolasticismo, que
encontró una voz en el pensamiento de Santo Tomás de Aquino, recurrió -en
parte- a la razón para entender al mundo. Aquino dividió las fuentes de lo
verdadero en el razonamiento aristotélico, por un lado, y la revelación cristiana
por el otro. Pero luego del Renacimiento y las roturas causadas por el protestantismo,
se abría una puerta a la aplicación de la razón para el entendimiento del mundo
físico. Para los renacentistas no se trataba tanto del contenido del
pensamiento, sino el método usado para pensar, y este método se encontraba
notablemente en las ciencias y las matemáticas. La Ilustración nació de un
método, y las ideas que éste produjo condujeron a los conceptos de libertad,
tolerancia y la ley como un producto humano para garantizar su felicidad y
bienestar general.
La Ilustración fue un acontecimiento histórico, filosófico y
literario; en el Siglo XVII pensadores de varios países europeos, especialmente
Francia e Inglaterra, comenzaron a cuestionar las estructuras tradicionales de
poder. Los valores principales de este movimiento eran “la razón”, un gobierno
basado en la ley, y “la libertad”, temas que surgieron de reflexiones sobre la
naturaleza de la felicidad humana y las estructuras de poder que creamos. Se
comenzó a pensar en la capacidad del pensamiento y los gobiernos ideales. En
estos esfuerzos no empleaban ni la inspiración religiosa ni la adhesión a un
príncipe o un gobierno, sino métodos razonados de reflexión e investigación.
Tuvieron gran resonancia, aun entre algunos déspotas “ilustrados” de Europa,
como Federico II (de Prusia), Pedro I (de Rusia), Catherine II (de Rusia),
María Theresa (archiduquesa de Austria y reina de Hungría y Bohemia), y Joseph
II (Emperador del Sacro Imperio Romano Germánico).
La Ilustración nació como una respuesta a milenios de
absolutismo, y uno de sus temas principales fue la necesidad de tolerancia.
Desde épocas atrás la intolerancia había sido un instrumento usado por los poderosos
para mantener el dominio. En el Imperio Romano se sabía de las ventajas
políticas de un solo culto y las nuevas religiones eran combatidas con saña.
Cuando en el año 380 d.C. el emperador romano Teodosio I declaró, en el Edicto
de Tesalónica, que el cristianismo niceno era la religión oficial del Imperio,
no dio comienzo a la moralidad cristiana de amor; más bien inició una nueva era
de control con un nuevo culto. Con el tiempo esta iglesia fue conocida como la
del catolicismo.
La emergencia del protestantismo siglos más tarde también
tuvo motivos políticos -además del evidente cuestionamiento por razones de
conciencia-. Si la tolerancia religiosa fue uno de los pilares del pensamiento
de la Ilustración, al principio la aceptación de religiones distintas a la
iglesia de Roma no era una postura ética; sus razones históricas surgían de la
conveniencia política. En Inglaterra el anglicanismo nació de un desafío que
hizo el rey Enrique VIII al poder de la iglesia romana. En Francia la
aceptación de los hugonotes fue traumática, e incluyó tanto la masacre de “la
noche de San Bartolomé”, como las guerras de religión francesas. La tercera de
estas guerras terminó con el tratado de paz de Saint-Germain, con la idea de
lograr algo de convivencia entre las sectas. Este esfuerzo no logró su
objetivo, y finalmente, con el ascenso de Enrique IV al trono francés, (este
rey que antes era el hugonote Enrique III), se logró el decreto del Edicto de
Nantes (1598) que reconoció al catolicismo como la religión del Estado, y
también promovió intentos de una reconciliación con los hugonotes. Esta medida
tampoco produjo paz porque luego, el mismo rey Enrique fue asesinado por un
fanático católico.
Los cambios eran lentos. Los pensadores de la Ilustración
nacieron de las aberturas que había dado el Renacimiento en donde artistas se
atrevieron admirar al “hombre” como objeto estético, capaz de pensar, más que
condenarlo por haber nacido del pecado medieval, y los diseños de innovadores
como Leonardo da Vinci abrieron grandes posibilidades estéticas y de eficiencia
tecnológica (sobre todo militar).
Para el siglo XVIII había mayor bienestar económico en
Europa, en parte debido al colonialismo, con la llegada de nuevas riquezas y
productos alimenticios como la papa. Aunque las hostilidades
intestinas entre los reyes europeos seguían, los esfuerzos militares de sus
gobiernos se diluían algo debido a sus combates en ultramar. Además, la
revolución industrial estaba iniciándose con inventos como la máquina a vapor,
y la siembra mecánica inventada por Jethro Tull. Todavía los europeos eran los
sujetos de reyes déspotas, pero la ciencia, que era tan útil para el desarrollo
de nuevas tecnologías, cedía algo de su método de la duda sistemática a la
filosofía.
La tolerancia
Se comenzaba a extender la idea de tolerancia religiosa a la
coexistencia de ideas políticas distintas, e imaginar que estas diferencias
podrían reconciliarse por medio de debates, y no por el ejercicio represor del
poder real.
Las garantías de los derechos civiles tuvieron varias
fuentes históricas previas a la Ilustración. Pueden trazarse a la Magna Carta inglesa
[2 ] en la que los nobles de la corte exigieron al Rey Juan límites al
poder absoluto. Luego en el acto de Habeas Corpus en 1679, y luego, en la Petición
de Derecho en 1689, las bases legales que tenían los ciudadanos ingleses
comenzaron a establecerse. La consciencia de estos hitos históricos influyó en
las aspiraciones libertarias de las colonias americanas de Inglaterra.
La influencia primordial para los cambios políticos del
siglo XVIII -que incluyeron la guerra de independencia estadounidense y la
revolución francesa-, fue siempre la Ilustración. René Descartes (1596-1650),
Francis Bacon (1561-1626), Immanuel Kant (1724-1804), John Locke (1632-1704) y
Voltaire (1694-1778) fueron algunos de los escritores más prominentes. Ideas
como la tolerancia, igualdad, el gobierno constitucional y la separación
Iglesia-Estado fueron temas ampliamente debatidos en Europa en estos tiempos.
La tolerancia era uno de los valores primordiales. Dice
Pedro Bravo Gala en su libro referido a “La Carta de la Tolerancia” de
John Locke:
“… si el Segundo Ensayo sobre
el Gobierno Civil asestó un duro golpe al despotismo absolutista, la Carta
sobre la Tolerancia significó la condena definitiva, en el plano teórico, de la
intolerancia. …. La consagración de la libertad religiosa y de conciencia como
un derecho político, han estado ligadas históricamente al proceso de
constitución del Estado democrático liberal…. (p 10).
El mismo John Locke (1690/2018), en Cartas de la Tolerancia,
dijo:
“El Estado es, a mi parecer,
una sociedad de hombres constituida únicamente para preservar y promocionar sus
bienes civiles. Lo que llamo bienes civiles son la vida, la libertad, la salud
corporal, el estar libres de dolor…” (p. 14)
No ha sido fácil llevar la tolerancia a la práctica. Todavía
en el Siglo XXI es necesario un tribunal internacional en La Haya para tratar
los casos de las violaciones de los Derechos Humanos, los cuales muchas veces
están enraizadas en la intolerancia. En el Siglo XIX, la idea de un gobierno
constitucional en los Estados Unidos basado en la igualdad fue incompatible con
las prácticas de la esclavitud y la masacre de los indoamericanos. Igualmente,
de la Revolución Francesa salieron ideologías y prácticas incompatibles: la “Declaración
de los derechos del hombre y del ciudadano” de 1798 se acompañó
algunos años más tarde por la guillotina. Ambos son símbolos de un movimiento,
y aunque la segunda, como un instrumento represivo para acabar con quienes se
oponen al poder del momento, no era nuevo.
La Declaración de los Derechos del Hombre de Francia ha servido
de modelo para múltiples declaraciones posteriores, nacionales e
internacionales, incluyendo la “Declaración de los derechos Humanos” aprobada
por las Naciones Unidas en 1948.
La Tradición liberal estadounidense
En el Siglo XVIII Thomas Jefferson empleó las ideas de la
Ilustración, cuando inició el prólogo de la Declaración de Independencia de los
Estados Unidos de Inglaterra con estas palabras: “Todos los hombres son
creados iguales…” Luego, la tradición anglo-americana de garantías legales
y estipulaciones constitucionales tuvo resonancia en la Revolución
francesa: “Liberté, Égalité, Fraternité”, era una proclamación de
sus objetivos primordiales. La idea de la democracia estadounidense juntó dos
ideas. La primera, tenía que ver con la noción de garantías individuales,
basadas en la constitución y actos legales. La otra provenía de la idea de la
razón que debería ser la guía del proceder humano.
Es interesante revisar la vida de George Washington; es una
figura histórica de gran relevancia, tanto por sus creencias y logros, como por
sus contradicciones. No era un intelectual y no escribía sobre los temas de la
Ilustración como lo hacia Thomas Jefferson, aunque algo del vocabulario de este
movimiento aparecía en sus discursos. Sus opiniones y motivaciones obedecían a
una profunda ética humanista y sus propias observaciones sobre la sociedad y la
vida. En su primer discurso inaugural al asumir la presidencia en 1789, pidió
la bendición de Dios para:
“…consagrar las libertades y
la felicidad de los ciudadanos de los Estados Unidos, [bajo] un gobierno
instituido por ellos mismos…” y pidió que: “el fundamento de nuestra
política nacional siguiera los principios puros e inmutables de la moralidad
privada, y la preeminencia de un gobierno libre…” (Navrachna
University, s/f).
Washington creía en las libertades individuales, un fuerte
gobierno central compuesto por delegados elegidos por los ciudadanos y dedicado
a la preservación de estas libertades y la separación de la iglesia y el
Estado. Después de su victoria militar rechazó una oferta para convertirse en
el rey del país, y al final de la Guerra de Independencia, regresó a sus
actividades agrícolas, como hizo el celebrado romano Lucius Quinctius
Cincinnatus en el año 458 a.C.
Washington nació en 1732 y murió en 1799 en Mount Vernon.
Creció en un ambiente de riqueza personal asentada en la agricultura, y tanto
sus padres como él mismo cuando creció, eran dueños de tierras extensas y
poseían esclavos para atenderlas. Al crecer se dedicó a una vida de
campo, a la vida militar, y luego a la política de la nueva nación americana.
A pesar de su oposición a la institución de la esclavitud,
no pudo prescindir de ella dada la extensión de sus propiedades. Se le puede
criticar, ya que podría haber vivido de manera más modesta, pero prefirió
quedarse en un rango de poder e influencia. Dijo: "Este tipo de tráfico
está en oposición a mis principios” (Graff y Nevins,
19-2-2024). Pero al fin trató tanto a sus esclavos como a sus
aparceros con dignidad, atendiendo sus necesidades de alimento, ropa e incluso
tenía un médico para atender sus necesidades de salud. No quiso vender a sus
esclavos para no separar a las familias, y en el momento de su propio fallecimiento
ordenó que todos fuesen liberados después de la muerte de su esposa, Martha
Dandridge de Washington.
Sus primeras experiencias militares se relacionaban con
confrontaciones con los franceses en Ohio y Pennsylvania. En este entonces era
un oficial del ejército británico.
Su participación en la independencia comenzó con
comunicaciones enviadas con Patrick Henry y George Mason protestando los
impuestos británicos en 1768. Al principio apoyaba soluciones
pacíficas. En el año 1774 participó en el Congreso Continental que
consideraba la posibilidad de exigir, por vías militares, mayor respeto de
parte de Inglaterra, y todavía él no hablaba de independencia. Dijo entonces:
"Levantaré mil hombres,
pagaré su sustento a costo mío, y marcharé con ellos para el alivio de Boston". Defendía
"aquellos derechos y privilegios que son esenciales para la felicidad
de cada Estado libre, y sin los cuales la vida, la libertad y la propiedad se
vuelven inseguros” (Graff y Nevins, 19/2/2024).
Comenzó a entrenar voluntarios en Virginia. Ya para 1775 el
ejército era revolucionario. Se firmó la Declaración de Independencia en 1776.
El liderazgo de Washington tuvo dificultades, y él y sus hombres pelearon en
condiciones paupérrimas. No tenía grandes habilidades tácticas, pero al final,
ayudado por los franceses, en 1778, comenzaron a ganar terreno, y en 1781 los
americanos vencieron los británicos militarmente. En 1782 los británicos
aceptaron la independencia americana, y el Tratado de Paris fue firmado en
1783.
Las contradicciones de la era de George Washington no podían
resolverse en su vida, pero él contribuyó a la creación de una estructura
política más justa. Sus causas marcaron los siglos siguientes de manera
indeleble.
En lo que sigue, en algunos casos he empleado versiones de
texto en línea de Guttenberg, como en los casos de James Fenimore Cooper
(1/1-1823/8-2000), Eckert (2002/sf), y
Stowe (1-1-1852/28-10-2021). Estos textos no se dividen en páginas, por ende,
cuando les he citado me he limitado a mencionar los capítulos de donde
provienen.
“The Pioneers” es una novela histórica escrita por James
Fenimore Cooper (1/1-1823/8-2000), y es la primera de cinco novelas de este
autor que se conocen como los “Leatherstocking Tales”.
NOTAS FINALES; Introducción
[1] Se abolió la esclavitud el 18 de
diciembre de 1865 con la adopción de la decimotercera enmienda a la Constitución.
[2] La Carta Magna es un acuerdo de derechos
acordado entre el rey Juan de Inglaterra y un grupo de barones rebeldes en
Runnymede, el 15 de junio de 1215. Fue modificado posteriormente, pero queda
como un hito histórico.
[3] Los estadounidenses de origen europeo y
los esclavos contribuyeron en gran medida al crecimiento de la población en
Texas, especialmente a raíz del cultivo de algodón donde la mano de obra
esclava se empleaba.
La Frontera de
James Fenimore Cooper
Inicio mi recorrido de la “conquista del Oeste” con una
novela escrita por James Fenimore Cooper, “Frontera”. Esta es la primera novela
que analizo en este proyecto. Está ambientada en la costa este de los Estados
Unidos. Representa el inicio de este proceso histórico y cultural. Deseo
revisar las obras literarias que refieren a aquellos tiempos y que retratan, una
por una, a la gran migración del este al oeste. En los siguientes párrafos,
para Frontera, he ido identificando los valores, las aspiraciones y las
personalidades de la época y el lugar.
En aquel siglo en los Estados Unidos hubo grandes
enfrentamientos, importantes logros y a la vez, acciones de triste heredad
ética: por un lado, se eliminó la esclavitud, y se ganó la guerra de secesión,
pero por el otro se eliminó casi por completo a la población indígena, y en la
Guerra de 1848 con México, se le arrebataron los estados de Texas, New México,
Colorado, Wyoming, Utah, Arizona, Nevada y California. La historia
estadounidense está repleta de contradicciones, y ellas siguen asomándose,
influyendo sobre la actualidad.
En “Frontera”, J.F. Cooper desarrolla varios temas
que son de interés para nuestras reflexiones. El cuento está ubicado en Nueva
Inglaterra en los últimos años del Siglo XVIII y el inicio del Siglo XIX.
Tal vez el tema más saliente del cuento sea el problema de
la tenencia de la tierra en el sentido de propiedad privada. Era, en el tiempo
de redactar el relato, todavía un territorio “nuevo”, y a diferencia de las
tierras europeas, los inmigrantes podrían ocupar parcelas por el simple hecho
de asentar una vivienda en ellas. Esto tiene que ver con varios subtemas como:
a) la expulsión de los aborígenes originales, b) la repartición de las parcelas
entre los inmigrantes y los reclamos sobre la justicia de este reparto y c) la
creación de nuevas jerarquías sociales. Cooper reflexiona sobre estos temas en
su novela.
Hay otras tramas a considerar: por ejemplo, Cooper explora
la necesidad de conservar los bosques y la fauna silvestre frente a la
explotación de los nuevos habitantes. También se puede mencionar la conciencia
de raza y la importancia social del origen ancestral de las personas. Otro tema tiene que ver con la génesis de la
diversidad del carácter estadounidense. Un tema final es la influencia de la
religión en la zona. Voy a considerar cada uno.
La tenencia de la tierra
El cuento de Cooper se inicia en el año 1793; está
ambientado en una zona similar a la de Cooperstown, Nueva York, un pueblo donde
su padre tenía amplios dominios y donde el autor vivió desde muy joven. El
cuento tiene lugar en el pueblo ficticio de Templeton en Otsego; es un pueblo
que constituye el contexto de la narrativa; aunque los personajes sean
inventados, señalan personalidades típicas y conocidas del tiempo.
El tema de la posesión de las tierras corre por toda la
novela. Habla de los “dominios” de los colonos europeos originales, y luego de
cómo desplazaron a los indios americanos. El personaje principal, el Juez
Temple, es el propietario mayor de tierras, y sus extensivas posesiones motivan
recelos entre otros de los personajes, por razones distintas. A veces estas
aprensiones se debían a las restricciones sobre la propiedad privada (no se
puede cazar ciervos libremente en ella porque es ajena); también tenía que ver
con una percepción de injusticia (en estos estados nuevos la igualdad y la
libertad eran valores importantes).
Cooper describe una sociedad “frontera” en Otsego -en el
estado de Nueva York-, la cual se encontraba en rapidísima expansión. En el
periodo que describe -que tiene un lapso de menos que diez años- dice que la
población “se ha extendido sobre un espacio que cubre cinco grados de
latitud y siete de longitud” (Introducción). Está hablando de inmigrantes europeos y
algunos esclavos africanos.
Dice Cooper que fue “una región hermosa, de la cual los
indios habían sido “removidos”, aunque los nombres de sus tribus todavía
señalaban las zonas, pueblos y ciudades” (Introducción). Hoy en día el recuerdo
de las poblaciones indígenas sobrevive en muchas designaciones geográficas
estadounidenses. Como señala Michale Hoper (9/2/24) más de la mitad de los
nombres de los 50 estados tienen orígenes indígenas. [1]
La necesidad de conservar los bosques y la fauna
Otro tema que recorre la novela es el conflicto que nace del
uso de estos dominios. Uno de los temas principales de Cooper es el conflicto
entre las tierras vírgenes y las necesidades y afanes de los pobladores.
Algunos personajes piensan que estos recursos existen libremente para el simple
usufructo de todo el mundo, y que los árboles y los animales son para ser
tallados y cazados sin preocupación por la perduración de los bosques. Otros,
incluyendo el personaje principal, el Juez Temple, se preocupan por la
necesidad de proteger estos recursos. Como mucha de la tierra se ha ido
privatizando (y Temple es el dueño más importante), se han puesto límites al
derecho de quienes no son propietarios de cazar ciervos en ella, aunque estos
límites todavía no se respetan totalmente. Todos los hombres saben disparar sus
rifles y cazar, y buscan comida en los bosques, aunque haya fuentes de carne en
las granjas.
Relata algunos deportes de matanza de animales. Hay un
momento en que el autor describe una competencia que consiste en disparar hacia
a un pavo amarrado, el ave es una diana pequeña porque sólo su cabeza es
visible (Capítulo 17) y hay una cierta distancia entre el animal y los
“deportistas”. Esta competencia ruda despierta gran entusiasmo entre ellos. En
otro momento, en el Capítulo 22, los hombres del pueblo entran en las montañas
y disparan sin control -y sin siquiera apuntar sus rifles- a una bandada de
palomas que vuelan sobre ellos, matando a muchas más aves de las que pueden
consumir. Lo hacen por el placer de matar. El autor describe la escena: “Entre
los deportistas se encontraba Billy Kirby, quien, armado con un viejo mosquete,
cargaba y, sin siquiera mirar al aire, disparaba y gritaba mientras sus
víctimas caían incluso sobre su propia persona”. Natty, el personaje más
ligado al amor por la tierra, dice en este capítulo: “Hubiera sido mejor
sólo matar a los que quieren, sin malgastar su polvo y plomo, que estar
disparando hacia las criaturas de Dios de manera tan vergonzosa.” Como
muestra de esta moderación él recoge un solo pájaro y se lo lleva, de los
cientos que yacen en el piso.
La conciencia de raza y rango
Los habitantes de la zona escrita por Cooper experimentaban
cambios rápidos de estatus y afluencia económica. En principio aun los más
pobres podían satisfacer su hambre porque había la posibilidad de cazar la
carne. En general, los pobres empleaban su fuerza física; si eran mujeres
atendían las casas de las personas más pudientes, y si eran hombres se
dedicaban a cortar leña, y construir y transportar bienes. Los que tenían
algunos medios económicos modestos podían abrir una tienda. Los “profesionales”
de la medicina o la ley frecuentemente eran autodidactas o autoproclamados como
facultativos. De hecho, el mismo Juez Temple carecía de diplomas conocidos, y
ocurría que los pueblerinos a veces preferían consultar con el chamán indígena
que el Dr. Elnathan Todd, el médico del pueblo. Sucedía también que algunas de
las personas que habían llegado con generosos medios económicos se veían,
después de un tiempo, en pobreza, y, por el contrario, los pobres podían
ascender a la abundancia. Esta es una característica de la sociedad en
expansión de los Estados Unidos en el siglo XIX, y el fenómeno de ascendencia
(y descendencia) social todavía puede verse.
El pueblo de Templeton consistía de unas cincuenta
construcciones de estilos muy variados. La materia de construcción era
normalmente madera, a veces pintada, y estaban organizadas según un diseño más
o menos urbano.
Había algunos esclavos, pero no eran frecuentes. Debido a
una generalizada desaprobación social hacia la esclavitud en esta comunidad, a
veces se les liberaba después de algunos años. Los dueños tenían la obligación
de enseñarlos a leer y escribir antes de la edad de 18. Al final, todos fueron
liberados en 1826 -antes de la Guerra Civil-, y después de los eventos narrados
en esta novela. La comunidad de los cuáqueros que vivía allí nunca tuvo
esclavos y condenaban la práctica. [2]
Los personajes y la génesis del carácter estadounidense
Sus personajes son:
“…El gran propietario que
reside en sus tierras, y que da su nombre a sus propiedades en lugar de
recibirlo de sus propiedades, como en Europa, …. El médico con su teoría, más
bien obtenida que corregida por experimentos sobre la constitución humana; el
misionero piadoso, abnegado, laborioso y mal pagado; … [el] abogado de mala
reputación, con su contrapeso, hermano de profesión, de mejor origen y de mejor
carácter; el vendedor indolente, regateador y envidioso…, el carpintero plausible,
…” (Introducción).
En general los personajes sabían leer y escribir. Leían un
periódico local y hablaban de los acontecimientos. Todas son personas de
carácter autónomo, de personalidad definida, y sus vínculos son de cauteloso
respeto mutuo, todo dependiendo del rango de cada quien, con los esclavos
ubicados al fondo de las jerarquías.
Casi todos son de origen europeo en la primera, la segunda o la tercera
generación. Las relaciones entre los inmigrantes con los pocos indios que
quedan en la zona son variadas: son considerados como “salvajes”, pero hay
momentos de respeto.
Uno de los personajes centrales, Nathaniel
("Natty" Bumppo, también conocido como Leather-stocking), es un
cazador y un patriota de la Revolución, un amigo de los indios y respetado por
el Juez Temple. Ama a la naturaleza y se opone a los hábitos de los hombres del
pueblo que hacen daño a los bosques. Natty representa a la frontera en conflicto
con la “civilización” y la ley institucional, y pone en duda la justicia de los
asentados en la zona.
El juez Marmaduke Temple es un innovador cauteloso; es un
líder natural y capaz de empatía a pesar de su estricta interpretación de la
ley. Se podría decir que es prudente, honroso y digno. Se preocupa por la
naturaleza y comparte muchos de los puntos de vista con Natty. Su postura
representa aquellos inmigrantes que ve las nuevas tierras con respeto y aun
amor, pero que tiene un importante compromiso con la institucionalización en
una sociedad gobernada por la ley.
Hay variadas versiones de religiones protestantes,
incluyendo la Sociedad Religiosa de los Amigos (o los cuáqueros). El Juez
Temple es descendiente de esta confesión, aunque en el tiempo de la novela
practica una forma más no-denominacional de su fe. Abundan lealtades religiosas
cristianas distintas, que no incluyen a los católicos. Debido a la influencia
cuáquera hay pocos esclavos. Pero sí hay conciencia de raza, y los blancos se
consideran superiores. De hecho, al final de la novela, cuando la hija del Juez
Temple termina casándose con un personaje cuya “pureza racial” ha sido
cuestionada, el autor considera importante aclarar que el novio, de hecho, es
el descendiente de un respetado europeo.
Al fin, son temas que todavía pueden apreciarse en la
cultura estadounidense. Todavía existe la estima que se tiene al individuo
independiente -y a veces rudo-, junto con la lealtad grupal. También perduran el afecto depositado en las
armas de fuego, el amor al deporte violento y la consciencia exclusiva de la
identidad racial. Pero al mismo tiempo la gente se encuentra en constantes
búsquedas éticas sobre temas tan diversos como el respeto por la ley, la
preservación del ambiente y la inclusión social.
Referencias
[i] He empleado la versión en línea
de Guttenberg. Es una novela histórica escrita por James Fenimore Cooper, y es
la primera de cinco novelas que se conocen como los “Leatherstocking Tales”.
Como esta versión no identifica los números de página, señalo mis citas a esta
obra sólo por los números de capítulo.
(Cooper, James Fenimore (fecha de la publicación original: 1823,
Publicación digital: Agosto, 2000. [EBook #2275]). The Pioneers or The
Sources of the Susquehanna. A Descriptive Tale.. Disponible en: https://www.gutenberg.org/files/2275/2275-h/2xxxx275-h.htm#link2H_INTR)./
NOTAS FINALES: La
Frontera
[1] Algunos nombres indígenas que quedan en
lugares geográficos de los Estados Unidos:
- Alabama -
Derivado de la tribu Alabama, un pueblo de habla muskogean.
- Alaska -
Derivado de la palabra aleutiana "alaxsxaq" o "agunalaksh",
que significa "el continente" o "gran tierra".
- Arizona -
Derivado de la palabra O'odham "Alĭ ṣonak", que significa
"pequeño manantial" o "lugar del pequeño manantial".
- Arkansas -
Derivado de la interpretación francesa del nombre dado al pueblo Quapaw, una
tribu que vive a lo largo del río Arkansas.
- Connecticut -
Derivado de la palabra Mohegan-Pequot "quinatucquet", que significa
"río largo de marea" o "al lado del río largo de marea".
- Delaware - Lleva
el nombre de Thomas West, 3er Barón De La Warr, un noble inglés, pero
influenciado por la tribu Lenape que vive en la zona.
- Illinois -
Derivado de la interpretación francesa del nombre dado al pueblo Illiniwek, una
confederación de tribus nativas americanas.
- Iowa - Derivado
de la palabra Dakota Sioux "ayúxba", que significa
"somnolientos" o "tierra hermosa".
- Kansas -
Derivado de la tribu Kansa, también conocida como el pueblo Kaw.
- Kentucky -
Derivado de la palabra wyandot o iroquesa "kenhtà:ke", que significa
"prado" o "pradera".
- Massachusetts -
Derivado del idioma de la tribu Wampanoag, que significa "en la colina
grande”, o cerca de las colinas.
-. Michigan -
Derivado de la palabra ojibwa "mishigamaa", que significa "agua
grande" o "gran lago".
- Minnesota -
Derivado de la palabra Dakota Sioux "mnisota", que significa
"agua azul clara" o "agua teñida de cielo".
- Mississippi -
Derivado de la palabra ojibwa "misi-ziibi", que significa "gran
río" o "reunión de aguas".
- Missouri - Lleva
el nombre de la tribu Missouri, un pueblo de habla siouan.
- Nebraska - Derivado
de la palabra Omaha-Ponca "ni brásge", que significa "agua
plana" o "río ancho".
- Dakota del Norte
- Derivado de la palabra Dakota Sioux "dakȟóta", que significa
"amigo" o "aliado".
- Ohio - Derivado
de la palabra iroquesa "ohiːyo", que significa "gran río" o
"buen río".
- Oklahoma -
Derivado de las palabras choctaw "okla" que significa
"gente" y "humma" que significa "rojo", juntas
significan "gente roja" u "hombre rojo".
- Oregón -
Derivado de la interpretación española del nombre dado al río Columbia por las
tribus nativas americanas locales.
- Dakota del Sur -
Derivado de la palabre Sioux “dakȟóta”,
que significa “amigo” o “aliado”.
- Tennessee -
Lleva el nombre de la aldea cherokee de Tanasi.
Texas - Derivado de la palabra caddo
"teysha" o "taysha", que significa "amigo" o
"aliados".
- Utah - Derivado
de la tribu Ute, un pueblo de habla numica.
- Wisconsin -
Derivado de la palabra ojibwa "wiskonsin", que significa "lugar
del castor" o "recolección de aguas".
[2] “La liberación de los esclavos en Nueva
York fue gradual. Cuando la opinión pública comenzó a favorecerla, entonces se
inició la costumbre de comprar un esclavo y mantenerlo por sólo seis u ocho
años, con la condición de que fuera liberado al final de este tiempo. Entonces
una ley dictó que todos deberían quedar en libertad después de una fecha
indicada, los hombres a los 20 años y las mujeres a los veinticinco años.
Después una ley dictó que el dueño fuera obligado a enseñar a sus servidores a
leer y escribir antes de que tuvieran dieciocho años, y finalmente, se ordenó
que todos los que aún quedaban en sumisión fueran liberados sin más condiciones
previas en el año 1826, es decir, después de la publicación de este cuento. Los
cuáqueros nunca tuvieron esclavos” (pie de página, capítulo 4).
Dos libros:
“Los
Conquistadores” y “Entierra mi corazón en Wounded Knee”
El destino manifiesto
Los inmigrantes llegaban de todo el mundo, principalmente de
Europa. Llegaron por millones, bienvenidos en una tierra en expansión. El término “destino manifiesto” (Manifest
Destiny) refería a la expansión territorial del país antes y después de la
Guerra Civil para promover la expansión. La propagación de las haciendas de
algodón en el Sur, y la toma de la zona del territorio de Ohio en 1803 fue
seguido por la compra del Territorio de Luisiana en el mismo año. El presidente
Andrew Jackson invadió Florida, antes una colonia de España, en 1818. Texas fue
anexado al país en 1845 después de la Guerra entre los Estados Unidos y México,
pero antes del fin de la Guerra Civil en 1865.
El término “Destino Manifiesto” apareció por primera vez en
1845 en artículos escritos por John O’Sullivan, y refería a la deseabilidad de
anexar a Texas. Describió esta determinación como “El derecho… de expandir y
poseer la totalidad del continente que la Providencia nos ha dado para el
desarrollo del gran experimento de libertad y el autogobierno que nos ha sido
confiado” (Heider y Heider, 4-3-2024).
La novela de Allan W. Eckert, “Los Conquistadores”
nos ofrece una perspectiva múltiple de la conquista de los territorios que iban
a convertirse en los estados del medio-oeste como Pensilvania, Ohio y Michigan.
Los conflictos datan desde el tiempo de los asentamientos coloniales hasta el
final del siglo XIX, a consecuencia del draconiano “Acto de la Eliminación de
los indios” (Indian Removal Act) de 1830, el gobierno estadounidense pudo
forzar la migración de los miembros de las tribus desde el este del Río
Mississippi al oeste, a una zona que luego se convirtió en el estado de
Oklahoma. Al final las tribus fueron obligadas a habitar sólo en las reservas.
Pero la novela se concentra en los años alrededor de la
guerra de 1812. El autor revisa las acciones, tanto de militares británicos
(antes de la Revolución de Independencia y luego de los territorios de Canadá)
y posteriormente las de los franceses y los estadounidenses. También reconoce
algunos de los líderes bélicos de las naciones indígenas. El líder
indoamericano Pontiac, es un héroe trágico que pelea por una causa que no puede
ganar y lo sabe. Pontiac (cuyo nombre en la tradición Odawa era
Obwaandi'eyaag), fue un jefe de guerra en la zona de Los Grandes Lagos, aliado
al principio con los franceses en su lucha contra los británicos. Luego peleó
contra los estadounidenses (Pueblos Originarios, (s/f). Son acontecimientos que
ocurrieron antes de las oleadas de europeos que comenzaron a poblar estas
regiones, pero el objetivo de estas contiendas de parte de los Estados Unidos
fue dejar libre estos territorios para el asentamiento de los migrantes que
iban llegando.
Más o menos en los mismos tiempos los Estados Unidos compró
de Francia “los Territorios de Luisiana” en 1803. Esto incluía grandes
extensiones a ambos lados del Río Mississippi y consistía la mayor parte de la
tierra en la cuenca de drenaje del río Mississippi, aproximadamente 828.000
millas cuadradas (2.140.000 km2; 530.000.000 acres), ubicado en la parte
central de los estados que todavía no se habían establecido. Antes de vender
estas tierras Francia controlaba militarmente sólo los extremos sur de estas
tierras, pero para Los Estados Unidos esto significaba el derecho internacional
a seguir conquistando las tierras de los indios para sí mismo. (Wikipedia
(s/f).
Por otro lado, el libro, “Entierra mi corazón en Wounded
Knee” (Bury my heart at Wounded Knee) de Dee Brown no es ficción. Es
una historia basada en gran parte en apuntes tomados en las reuniones entre los
consejos de las diferentes tribus indígenas con los representantes del gobierno
estadounidense. El autor también ha citado publicaciones hechas al final del
Siglo XIX y el comienzo del siglo XX [1]. El libro es el resultado de una
investigación cuidadosamente explorada y organizada cronológicamente según los
eventos de las confrontaciones entre las poblaciones indígenas del Oeste y las
fuerzas armadas estadounidenses.
No es fácil de leer. Es una larga tragedia. Y la disputa
territorial podría haberse manejado de otra manera. Pero Europa trajo una larga
tradición en que las desavenencias territoriales se resolvían a punta de sable
(o rifle); los conquistados pocas veces intentaban negociar soluciones
aceptables para todos los involucrados: los ganadores eliminaban a los
perdedores, o los transformaban en mano de obra para los nuevos ocupantes de
los territorios confiscados. Brown describe las primeras reacciones de los
blancos al encontrarse con los indígenas:
"Tan dócil, tan pacífica,
es esta gente", escribió Colón al Rey y Reina de España, "que juro a
Vuestras Majestades que no hay en el mundo mejor nación. Aman a su prójimo como
a sí mismos, y su discurso es siempre dulce y gentil, y acompañado de una
sonrisa; y si bien es cierto que son desnudos, pero sus modales son decorosos y
dignos de alabanza". Todo esto, por supuesto, fue tomado como un signo de
debilidad, si no de paganismo, y Colón siendo un europeo justo estaba
convencido de que el pueblo debía ser "hecho trabajar, sembrar y hacer
todo lo necesario y adoptar nuestros caminos". A lo largo de la siguiente
cuatro siglos (1492-1890) varios millones de europeos y sus descendientes
emprendieron la tarea de imponer sus caminos a la gente del Nuevo Mundo” (p
8).
En su prefacio el autor delimita el tiempo y el ambiente
social de su obra:
“…1860 y 1890, el período que
abarca este libro…. Fue una época increíble de violencia, codicia, audacia,
sentimentalismo, exuberancia desenfrenada y una actitud casi reverencial hacia
el ideal de libertad personal para aquellos que ya la tenían. Durante ese
tiempo, la cultura y la civilización de los indios americanos fueron
destruidas, y de esa época surgieron prácticamente todos los grandes mitos del
Oeste americano: cuentos de comerciantes de pieles, montañeses, pilotos de
barcos de vapor, buscadores de oro, jugadores de cartas, pistoleros, soldados
de caballería, vaqueros, prostitutas, misionarios, maestras de escuelas locales
y colonos. Sólo de vez en cuando se oía la voz de un indio, y la mayoría de las
veces era grabada por la pluma de un hombre blanco. El indio era la oscura amenaza
de los mitos...” (Introducción, p. 6)
En el primer capítulo el autor ubica una cita de Tecumseh
[2], un líder de la tribu de los Shawanee. Es la primera de muchas referencias
en el libro en que los líderes indígenas expresan su decepción y tristeza con
el trato que reciben de los inmigrantes europeos, su sentido de pérdida y su
enojo.
“¿Dónde están hoy los Pequot?
¿Dónde están los Narragansett, los Mohican, los
Pokanoket y muchas otras tribus de nuestro pueblo? Se han desvanecido ante la
avaricia y la opresión del hombre blanco, como la nieve ante un sol de verano.
¿Nos dejaremos destruir a nuestra vez sin luchar, renunciaremos a nuestros
hogares, a nuestra patria que nos legó el Gran Espíritu, a las tumbas de
nuestros muertos y a todo lo que nos es querido y sagrado? Sé que llorarás
conmigo: "¡Nunca! ¡Nunca!".—TECUMSEH OF THE
SHAWNEES (p. 8)
Por todo el libro este tipo de cita se repite. Y nunca se
logró una solución que no fuera la rendición total de los sobrevivientes
indígenas al poder militar del país. Aunque sea cierto que hubo enfrentamientos
entre los inmigrantes civiles y los amerindios, la mayoría de los conflictos
resultaban de una política consistente de conquista militar. Las tribus del
Medio oeste llamaban “Sharp Knife” al séptimo presidente de los Estados Unidos,
Andrew Jackson (1829-1837) debido a su crueldad en sus tratos con los indígenas.
Al final fueron confinados en reservas, en las peores tierras, y sin derechos
ciudadanos.
Notas finales
[1]Éstos son ejemplos
tomados de su larga lista de referencias:
Bryant,
Charles S., and A. B. Murch. A History of the Great Massacre by the Sioux
Indians in Minnesota. Cincinnati, 1864.
Campbell,
C. E. “Down Among the Red Men.” Kansas State Historical Society, Collections,
Vol. XVII, 1928, pp. 623–91.
Historical
Society, 1961. Carrington, Frances C. My Army Life and the Fort Phil Kearny
Massacre. Philadelphia, Lippincott, 1911. Carrington, H. B. The Indian
Question. Boston, 1909.
[2] En el estado de Michigan hay una ciudad nombrada por
Tecumseh, localizada en el condado de Lenawee cerca al Río Raisin. Igualmente,
el nombre del estado proviene de la tribu de los Mohican.
El Inicio de la
industrialización
“Life in the iron mills “(La vida en los molinos de
hierro) de Rebecca Harding es una historia ubicada probablemente en el estado
de Virginia en la primera mitad del Siglo XIX (publicada originalmente en
1861); se trata de una versión ficticia de las observaciones y las vivencias de
la autora en su pueblo de Wheeling donde las fábricas eran un modo de vida.
Describe vidas truncadas y arruinadas de los obreros en las compañías de la
época antes de que hubiera un mínimo de protección laboral. Es una novela que
recuerda a Charles Dickens.
Este libro se enfoca
sobre la destrucción humana que caracterizó a los primeros años de producción
capitalista, y pregunta sobre las causas del castigo constante en la vida de
los obreros. Tiene ecos de la ética calvinista de salvación espiritual, pero sus
aspiraciones para la libertad se centran en la esperada reforma laboral desde
instancias gubernamentales. La idea de la responsabilidad individual cede a un
reclamo colectivo por la justicia social. La novela termina en una tragedia
para el personaje principal que no ha tenido cómo exigir sus derechos dada la
inexistencia de un sistema de garantías laborales, y por ende las busca de
manera personal e ilegal.
NOTAS FINALES:
Industrialización
[1] He empleado
el artículo de Nasrulla Mambrol como una referencia en estas reflexiones.
La Cabaña del Tío Tom
La esclavitud
como institución histórica
La esclavitud es
una de las estructuras laborales más antiguas. En civilizaciones como la persa,
la maya, la azteca, la china y la India hay referencias muy arcaicas a ella,
vinculadas normalmente a eventos bélicos. La evidencia de esta servidumbre
puede encontrarse en el Código de Hammurabi (de la región de la Mesopotamia,
elaborado el Siglo 2 AC), el libro de Deuteronomio del Viejo Testamento [1]
y en crónicas españolas sobre la civilización Inca, entre otros. En casi todo el mundo antiguo los esclavos
eran una parte del esperado botín de guerra: era normal que los
prisioneros fueran a terminar como la mano de obra involuntaria de sus
captores. Aristóteles aprobaba el uso de la esclavitud en Atenas, y en Esparta
se practicaba una forma de feudalismo (llamado ilotismo) que se asemejaba mucho
al esclavismo. Luego, en el Imperio Romano y en toda la historia feudal de
Europa, los que tenían los medios para hacerlo seguían practicando la
servidumbre involuntaria.
Al final, en el
siglo XIX fue abolida en los Estados Unidos en 1863 con el Acto de Manumisión
de Abraham Lincoln, y en la mayoría de los estados europeos en 1890 por medio
del Acto de la conferencia de Bruselas. En 1948 se aprobó el artículo 4 de la
Declaración Universal de los Derechos Humanos que estipula su incoherencia con el
principio de los derechos universales de los seres humanos. [2]
Así, que su empleo
en las colonias americanas era una continuación de una muy vieja práctica. Lo
que la distinguía en las colonias inglesas tal vez eran dos factores:
a) su gran
envergadura y su amplia integración con el modelo de explotación agrícola de algodón
en las colonias del Sur, y, por otro lado,
b) la aparición en
el Norte de grupos e individuos que comenzaron a oponérsele en nombre de una
nueva moralidad asociada con la Ilustración europea y convicciones religiosas
como las de los cuáqueros.
En las colonias
británicas y en los territorios que se convertirían en los Estados Unidos, la
zona se dividía económicamente en el Norte y el Sur. En el Sur, la economía de
algodón se basaba en el trabajo de los esclavos, pero el norte iba
industrializándose y las granjas agrícolas eran pequeñas, a menudo restringidas
al trabajo que realizaban los mismos miembros de la familia dueña de las
parcelas. Además, hubo grupos como los cuáqueros que eran enérgicos oponentes
al trabajo involuntario. Gradualmente, después de su independencia de Inglaterra,
los estados del norte lo fueron prohibiendo; en 1846 New Jersey fue el último
estado del norte en erradicarlo. En diciembre de 1865, al final de la Guerra de
Secesión, y por medio de la Decimotercera Enmienda a la Constitución de los
Estados Unidos, se abolió la esclavitud en todo el país. [3]
En su libro “La
Cabaña del Tío Tom”, Harriet Beecher Stowe explora
la esclavitud estadounidense en el siglo XIX. Es la historia de varias familias
blancas, tanto del Sur como del Norte que tienen opiniones encontradas sobre
ella. En algunos casos quienes defienden la práctica, respaldan no sólo el
esclavismo sino el derecho al maltrato; a pesar de tener una postura
básicamente humanista, el personaje Augustine St. Clare asocia el trato de los
esclavistas con aquello que los industrialistas ingleses daban a sus empleados
en sus fábricas. Dice que no puede haber una civilización alta sin la sumisión
de las clases inferiores. Pero reconocía que en el Sur de los Estados Unidos la
deshumanización era peor: según St. Clare, por el solo hecho de convivir con
los esclavos como ocurría en las plantaciones, los esclavistas se endurecen
moralmente. Dice: “Los capitalistas y aristócratas de Inglaterra no pueden
sentir eso como nosotros, porque no se mezclan con la clase que degradan como
hacemos nosotros. Están en nuestras casas; son los compañeros de nuestros
hijos… (Capítulo 12). Dice que los niños blancos, criados con esclavos, y
cuyos compañeros de juego también son esclavos, tienen que aprender a no
amarlos.
Los diferentes
personajes de raza blanca de Stowe representan posturas enfrentadas con
respecto al esclavismo, para señalar algunos:
a) Arthur, Emily
Shelby y Augustine St. Clare que son dueños sureños
de esclavos, los tratan bien, a pesar de esto, Arthur Shelby vende al esclavo
Tom al Sr. Haley, un comerciante cruel,
b) Ophelia St.
Clare, la hermana de Augustine, se opone a la esclavitud, aunque rechace el
contacto personal con las personas de raza negra hasta encontrarse con la niña
Topsy, una esclava que ella decide criar en libertad,
c) Simón Legree, un
malvado amo en una plantación de Luisiana que compra a Tom después de que el
Sr. Shelby lo vendió. Es un personaje bárbaro y repugnante, que fomenta la
violencia y el odio entre sus esclavos y
d) los cuáqueros,
una secta religiosa que no sólo rescata a los esclavos fugitivos, sino que les
busca un refugio sustentable en el norte, especialmente en Canadá.
Por otro lado,
desde el punto de vista del esclavizado, la autora Stowe ha creado personajes
que se preguntan sobre el derecho universal: ¿quién o qué tiene el derecho de
ubicar un hombre sobre los demás? Tom es un esclavo de fuertes sentimientos
religiosos, fiel, obediente y sin malicias; su esposa es la tía Chloe que queda
en la hacienda del Sr. Shelby después que éste la vende a su marido. Eliza se
escapa de los cazadores de esclavos fugitivos, saltando por los grandes bloques
de hielo en el río Ohio en el invierno.
George, su esposo, huye también y se encuentra con Eliza y el hijo de
ambos en el estado libre de Ohio, pero la pareja tiene que seguir hasta Canadá
porque los cazadores les persiguen todavía en el norte del país [4]. Topsy es
una niña esclava que no conoció a sus padres y ha carecido de las más básicas
influencias formativas y culturales hasta que el Sr. St. Clare la compra y le
entrega a su hermana para criarla bien.
Además, Stowe
pregunta por los efectos psicológicos del esclavismo. Augustine St. Clare, un
dueño de esclavos (pero tibio cuestionador de la institución), reconoce el daño
que la falta de libertad hace al esclavo, que se embrutece y se deprime en sus
más básicas capacidades para pensar y actuar. Pero dice que algo similar les pasa
a los dueños. El amo igualmente se degrada porque su posición lo obliga a odiar
e infligir dolor en otros seres humanos. Simón Legree, un personaje que en la
tradición literaria ha llegado a representar la maldad en su forma más brutal,
es el esclavista más bestial de toda la novela. Es el último dueño del Tío Tom,
su verdugo y su torturador: toda esta malicia se deriva de su incapacidad de
tolerar la fortaleza y la caridad en otro ser humano. Intenta brutalizar a Tom,
y convertirlo en algo similar a él mismo, pero no puede. Su único recurso es
destrozarlo físicamente.
El tráfico de
esclavos
El tráfico de
personas esclavizadas, es decir, la captura, venta, compra y, en general, la
comercialización de los seres humanos ha existido tanto como el mismo trabajo
involuntario. Nos dice la Enciclopedia Británica:
“Las personas
esclavizadas fueron tomadas de los eslavos e iraníes desde la antigüedad [y el
oficio perduró] hasta el siglo XIX… En los siglos XVII y XVIII, las personas
africanas esclavizadas se intercambiaban en el Caribe por melaza, que se
convertía en ron en las colonias americanas y se intercambiaba con África por
más esclavos.” (Wallenfeldt, 29-2-20249.
Stowe relata varios
escenarios estadounidenses en que ocurría este tipo de comercio, desde una
subasta pública hasta ventas privadas. Describe la desesperación de las
personas en venta y la total despersonalización de los comerciantes. Describe a
uno de estos vendedores por medio de la voz de Augustine St. Clare; dice con
gran ironía que este estado de endurecimiento del alma es algo que le puede
ocurrir a cualquier persona en aquellos ambientes deshumanizados:
“El
comerciante había llegado a esa etapa de perfección … últimamente, en la que
había superado por completo todas las debilidades y prejuicios humanos. Su
corazón estaba exactamente donde el suyo, señor, y el mío podían ser llevados,
con el esfuerzo y el cultivo adecuados. La mirada salvaje de angustia y
desesperación absoluta que la mujer le dirigió podría haber perturbado a
alguien menos experimentado; Pero [el comerciante de humanos] estaba
acostumbrado. Había visto esa misma mirada cientos de veces. Tú también puedes
acostumbrarte a esas cosas, amigo mío; y es el gran objeto de los esfuerzos
recientes para acostumbrar a ellos, a toda nuestra comunidad del norte, para
gloria de la Unión. De modo que el comerciante sólo consideraba la angustia
mortal que veía en aquellas facciones oscuras, en aquellas manos apretadas y en
aquellas respiraciones sofocantes como incidentes necesarios del oficio, y se
limitaba a calcular si iba a gritar y a armar un alboroto en la barca; porque,
al igual que otros partidarios de nuestra peculiar institución, decididamente
no le gustaba la agitación” (Harriet Beecher Stowe, Capítulo 12).
La conciencia
La conciencia,
vista como una elaboración moral de los actos individuales y sociales, es
fundamental en la novela de Stowe. Para muchos de sus personajes, se trata de
algo relacionado con los dictados de la religión. Para otros los escrúpulos no
tienen ningún papel como mediador entre sus opciones y elecciones, ya que su
criterio principal es simplemente su propio beneficio económico y personal.
Augustine St. Clare, el dueño de esclavos que he mencionado ya, es un hombre
que se siente identificado con la Ilustración europea, se da cuenta de esta
dicotomía y se permite clasificar la deseabilidad de sus opciones según el
momento. Dice:
“…todo
lo que quiero es que las diferentes cosas se guarden en diferentes cajas. Todo
el armazón de la sociedad, tanto en Europa como en América, se compone de
varias cosas que no resistirán el escrutinio de ninguna norma ideal de
moralidad. Generalmente se entiende que los hombres no aspiran al derecho
absoluto, sino sólo a hacerlo tan bien como el resto del mundo. Ahora bien,
cuando alguien habla … y dice que la esclavitud es necesaria para nosotros, que
no podemos vivir sin ella, que seríamos mendigos si renunciamos a ella, y, por
supuesto, que tenemos la intención de aferrarnos a ella: este es un lenguaje
fuerte, claro, bien definido; tiene la respetabilidad de la verdad; y, si
podemos juzgar por su práctica, la mayor parte del mundo nos dará la razón…”
(Harriet Beecher Stowe, Capítulo 16).
Tom, el esclavo y
personaje central de la novela, en cambio, actúa tanto en base a sus ideas
religiosas como sobre el sustento de un profundo sentido de empatía: siente el
dolor ajeno y la necesidad de proteger a las personas de su entorno. Al final
de la novela, cuando dos esclavas, propiedad de Simón Legree, llamadas Emmeline
y Cassy, organizan un complejo plan de escape, Tom les apoya al grado de perder
la vida. En la primera etapa de su evasión se esconden, y Tom sabe dónde están.
Legree, dándose cuenta que Tom tiene esta información, le exige que revele lo
que sabe, y Tom se rehúsa hacerlo. Lo hace para proteger a las que intentan
escapar, un sentimiento de solidaridad y profunda afinidad y compasión.
Reflexiones
finales sobre esta novela
Harriet Beecher
Stowe escribió su novela en el Siglo XIX, antes de la guerra de Secesión cuando
la esclavitud era todavía legal en el Sur de los Estados Unidos. Su narración
no sólo es una profunda crítica de esta institución desde un punto de vista
humanista, basada en su efecto sobre las vidas íntimas de los personajes, sino
constituye una herramienta para entender el racismo y el vasallaje de hoy en
día. Sus protagonistas debaten la moralidad y la utilidad de una economía
basada en la sujeción de una gran parte de la población, y en estas
conversaciones nos describen un sistema que se opone radicalmente a la
Constitución del mismo país donde viven, que se ratificó el 29 de mayo de 1790.
En su retrato, el
esclavismo se revela como un sistema sumamente rentable económicamente, que
destroza a casi todos los humanos que viven en él. La única salvación para los
sometidos es intentar evadir a sus dueños. Y éstos, conviviendo con los efectos
de su propia inhumanidad, se fragmentan y se quiebran también en su capacidad
de amar y convivir.
Al final de la
historia, algunos de los esclavos, ya libres, se van para Liberia, en un
intento de buscar su identidad y libertad en algo que imaginan como su
madre-tierra. En una publicación en línea de National Geographic se puede leer:
“El
6 de febrero de 1820, el primer grupo de personas anteriormente esclavizadas en
los Estados Unidos que se reasentó en África partió de Nueva York. Se había
establecido una organización llamada Sociedad Americana de Colonización, con
fondos del Congreso, para devolverlas a la colonia estadounidense de Liberia,
en África Occidental…. La gente creía que los afroamericanos experimentarían
una mayor libertad y oportunidades "de regreso" en África. Sin
embargo, hubo problemas. Aunque eran de ascendencia africana, muchas de estas
personas recién liberadas … estaban acostumbradas [al estilo de vida
estadounidense], que tenía poco en común con las comunidades liberianas…. De
los nacidos en África, pocos tenían recuerdos de sus diversos pueblos y de la
tierra de la que fueron arrebatados. Aun así, es probable que Liberia no fuera
su hogar ancestral…. A pesar de ello,
en las décadas siguientes, miles de personas anteriormente esclavizadas
[decidieron ir] a Liberia. En 1847, se convirtió en la primera colonia africana
en ganar independencia como nación” (Editores 2, s/f).
Es una ironía que
estas personas, buscando libertad y arraigo, se convirtieran en colonos en una
tierra que no era suya. Las personas desplazadas por su llegada los atacaban,
después de todo esta tierra no era suya. Además, los recién llegados sufrían de
enfermedades, hambre, y del clima. Sin embargo, muchos sobrevivieron y se quedaron.
En los Estados Unidos, la mayoría de las personas liberadas rechazaron la idea
de regresar a África. Habían vivido en Estados Unidos durante generaciones.
Deseaban su libertad e igualdad en sus derechos. Frederick Douglass [5] era uno
de los oponentes más visibles del movimiento.
NOTAS FINALES:
La cabaña del Tío Tom
[1] En el Viejo
Testamento se cuenta como a veces los israelitas eran vendidos como siervos a
otros israelitas (Dt 1512,NTV). Pero luego de siete años, estas personas tenían
no sólo el derecho a ser liberadas, sino también recibir alguna recompensa por
el trabajo hecho. La captura y uso de enemigos de guerra era prohibido en el
Viejo Testamento.
[2] En una
publicación de Wikipedia (Wikipedia, s/f 2) hay una línea de tiempo que refiere
a la lenta manumisión de los esclavos, desde que Solón liberó a los sojuzgados
atenienses en el Siglo IV a.C hasta el acta de las Naciones Unidas en el Siglo
XX de nuestra era. Trato esto en las Reflexiones Finales de este libro.
[3] “En 1789, cinco de los estados del norte
habían adoptado políticas para abolir la esclavitud, al menos, poco a poco:
Pensilvania (1780), Nuevo Hampshire y Massachusetts (1783), Connecticut y Rhode
Island (1784). Vermont abolió la esclavitud en 1777, cuando todavía era
independiente, y cuando se unió a los Estados Unidos como el estado número 14
en 1791 fue el primer estado a unirse sin esclavitud. Por lo tanto, estas
jurisdicciones estatales promulgaron las primeras leyes de abolición en todo el
"Nuevo Mundo"…. [Con respecto a los nuevos territorios en el Norte]
Ohio (1803), Indiana (1816), Illinois (1818), Míchigan (1837), Iowa (1846),
Wisconsin (1848), y Minnesota (1858) - eran todos estados libres. (Wikipedia,
(s/f 1)
[4] “La Acta del
Esclavo Fugitivo (The Fugitive Slave Act) de 1850 fue aprobada por el congreso
de los Estados Unidos el 18 de septiembre de 1850. Extendió el alcance de la
institución de la esclavitud hasta los estados del norte, afirmando que se
podría recapturar a los refugiados de la esclavitud que vivían allí y
devolverlos a la sumisión. El acto motivó a miles de buscadores de libertad a
refugiarse en Canadá. El acta fue derogada el 28 de junio de 1864”
(Henry-Dixon, Natasha (1-6-2021). Fugitive Slave Act of 1850.
Canadian Encyclopedia. Disponible en:
https://www.thecanadianencyclopedia.ca/en/article/fugitive-slave-act-of-1850).
[5] “Frederick
Douglass (nacido en febrero de 1818 en el condado de Talbot, Maryland, Estados
Unidos - fallecido el 20 de febrero de 1895 en Washington, D.C.) fue un
abolicionista afroamericano, orador, editor de periódicos y escritor” (Trent, 4
de marzo, 2024). Hablo en más detalle de Douglass en las “Reflexiones finales”
de este libro.
La Guerra Civil
El principal objetivo de la guerra civil para el Norte era
la restitución de la “Unión”, o las fronteras conocidas anteriormente de los
Estados Unidos. Esto implicaba también la pertinencia de los territorios del
Oeste que estaban en el proceso de conquista, o que estaban ya incorporados en
el país, porque Texas declaró su adhesión a los Estados Confederados el 2 de
marzo de 1861. Debajo de la cuestión de la fractura de los Estados Unidos en
dos países, estaba la de la legalidad de la esclavitud; para casi todo el mundo
del Norte la abolición de la esclavitud era el principal objetivo de la guerra.
[4] El 1ero de enero de 1863 Lincoln emitió la “Proclamación de Emancipación”,
que declaraba libres a todos los esclavos de los estados rebeldes, y esto
refería a más de 3,5 millones de personas que carecían de libertad.
Hay varios nombres que se usan para referir a la Guerra
Civil estadounidense: era una Guerra entre la “Unión” (o el “Norte”) y la
“Confederación” (o el “Sur”). Desde hace mucho tiempo hubo controversia sobre
la moralidad de la servidumbre involuntaria en el país, y he venido
describiéndola, sobre todo en mi reseña del libro “La Cabaña del Tío Tom”. En
1860 Abraham Lincoln, un conocido opositor a la esclavitud, fue elegido
presidente del país. En respuesta, siete estados del Sur se separaron de la
Unión, formando así un nuevo país, la Confederación, bajo la presidencia de
Jefferson Davis. En 1861 el ejército de esta nueva entidad política tomó a Fort
Sumter en el puerto de Charleston en Carolina del Sur, dando así motivos a los
estados del Norte a responder militarmente.
Hay muchísimos temas relacionados con la Guerra Civil en los
Estados Unidos (1861 – 1865). Primero, era una Guerra entre hermanos y hay
notables evidencias de fortuitos contactos amistosos entre soldados del Norte y
el Sur. Segundo, era una guerra basada en posturas morales, sobre todo con
respecto a la actitud de cada quien en relación a la esclavitud, aunque hubo,
además, soldados que se veían envueltos en la lucha por otras razones, por
ejemplo, ideas de gloria militar, o la simple defensa de su propio hogar. Sobre
todo, en el Sur se sentía la importancia de una defensa territorial. A pesar
del reconocimiento de la humanidad compartida entre las bandas, en el Norte se
empleaba la estrategia de destrucción total de las tierras enemigas.
Con respecto a la esencial hermandad entre los soldados, hay
varios ejemplos en la literatura. Por ejemplo, en “La
Insignia Roja del Valor” (“Red Badge of Courage”) de Stephen Crane (1871/1-6-2022), el personaje principal, “El Joven”, un
soldado de la “Unión” tiene un breve contacto con otro joven del sur, en una
conversación a ciegas sin verse la cara, cada uno en su propio banco de un
riachuelo. El sureño le dice, “Yank [1]… eres un buen muchacho.”
Y el autor sigue: “Este sentimiento, flotando hacia el joven sobre el aire
quieto, le hizo lamentar la guerra.” (Capítulo 1). Este joven no se ha ido
a pelear por una causa; más bien tiene la cabeza llena de ideas de héroes
antiguos y quiere formar parte de una aventura.
Las estrategias de guerra
El General Robert E. Lee fue la máxima autoridad militar
para el ejército del Sur. En su juventud fue entrenado en la Academia Militar
de los Estados Unidos y peleó como estadounidense en la guerra con México,
terminando con el rango de coronel. En 1861, con el inicio de la formación de
los Estados Confederados, cuando ya siete estados se habían separado de la
Unión, Abraham Lincoln le ofreció el comando del ejército norteño a Lee, pero
éste lo rechazo. Ya los Confederados estaban bombardeando a Fort Sumter, y Lee
proclamó que sólo volvería a portar armas si fuera en la defensa de su estado
natal. Unas semanas después fue declarado general del ejército de la
Confederación.
El general del ejército del norte, William Tecumseh Sherman,
empleó una estrategia de “tierra quemada” sobre la infraestructura del Sur,
sobre todo en la “Marcha de Sherman”, destruyendo objetivos militares, las
vías, los puentes, las viviendas, las siembras, las líneas de los trenes y
demás estructuras del sur. Él y el General Ulysses S. Grant, pensaron que una
manera de “romper el Sur” sería no depender de líneas de abastecimiento para
sus tropas, sino más bien, “vivir de la tierra”, es decir, recoger de las
haciendas y granjas del enemigo la comida y otros bienes que sus soldados iban
a necesitar. Liberaron a los esclavos que ellos encontraban, pero los obligó a
pelear con los soldados norteños, muchos lo hicieron con entusiasmo (Trudeau,
2008).
La guerra terminó con la rendición de Lee en el pueblo de
Appomattox. Al fin las estadísticas eran brutales, hubo una pérdida estimada de
752.000 soldados; esto sería 2,5% de la población de ese entonces, y la Oficina
de Militares Perdidos en Acción reportaron que había 68,162 soldados sin
identificar en el lapso comprendido entre 1865 y 1868 (Estos números no
incluyen las muertes civiles (Editores 4. s/f).
El presidente Abraham Lincoln fue asesinado el 14 de abril
de 1865 en Washington DC., [2] cinco días después de que Robert E. Lee y
Ulysses D. Grant firmaron la rendición del Sur. Hablamos más de esta pérdida en
el siguiente capítulo sobre el libro de Susan Sontag. En el Norte, Lincoln fue
considerado como un mártir y un héroe. Su asesinato dejó una huella imborrable
en la historia del país. Millones de personas acompañaron su procesión fúnebre
en tren desde Washington hasta Springfield, Illinois, donde su esposa, Mary
Todd Lincoln, quería edificar su tumba.
Es una muerte que marcó la memoria del país y quedó
registrada de múltiples maneras en la literatura. Barrett y Miller (2005) han
coleccionado poemas sobre esta pérdida. Walt Whitman escribió el poema "O
Captain! My Captain!" (s/f /1891) para honrar al presidente, y recoge el
duelo generalizado que se sentía en el Norte. [3 -para una traducción del poema]
O Captain! My
Captain!
WALT WHITMAN
O Captain! my
Captain! our fearful trip is done,
The ship has
weather’d every rack, the prize we sought is won,
The port is near,
the bells I hear, the people all exulting,
While follow eyes
the steady keel, the vessel grim and daring;
But O heart! heart!
heart!
O the bleeding
drops of red,
Where on the
deck my Captain lies,
Fallen cold and
dead.
O Captain! my
Captain! rise up and hear the bells;
Rise up—for you the
flag is flung—for you the bugle trills,
For you bouquets
and ribbon’d wreaths—for you the shores a-crowding,
For you they call,
the swaying mass, their eager faces turning;
Here Captain! dear
father!
This arm beneath
your head!
It is some dream
that on the deck,
You’ve fallen
cold and dead.
My Captain does not
answer, his lips are pale and still,
My father does not
feel my arm, he has no pulse nor will,
The ship is
anchor’d safe and sound, its voyage closed and done,
From fearful trip
the victor ship comes in with object won;
Exult O shores, and
ring O bells!
But I with mournful
tread,
Walk the deck my
Captain lies,
Fallen cold and dead.
Al final de la guerra, Lincoln había perdonado judicialmente
a todos los soldados de la Confederación, y éstos pudieron volver a casa sin
más restricciones. Hubo intentos, en el proceso de la Reconstrucción bajo los
presidentes Andrew Johnson y Ulysses S. Grant para igualar a los Blancos y los
Negros en sus derechos civiles, pero estos fueron recibidos con hostilidad por
parte de los Blancos de la región. Se inició la Reconstrucción para reparar al
Sur que había quedado casi totalmente destruido, y supervisar el otorgamiento
de sus derechos civiles a los esclavos liberados.
Margaret Mitchell (1936) escribió una novela llamada “Lo que
el viento se llevó” (Gone with the Wind) sobre los tiempos previos y
posteriores de la Guerra Civil. La obra, es algo sensiblera y melindre, pero, a
pesar del romanticismo, narra los efectos íntimos de la Guerra sobre la población
y su vida en los años posteriores. Retrata gráficamente la destrucción del Sur,
el libro es expresivo y pormenorizado. Sobre todo, demuestra la vida lujosa y
despreocupada de los dueños de las haciendas en los tiempos “antebellum”,
cuando estos fueron atendidos por sus esclavos, y luego describe como su mundo
se derrumbó durante la guerra y después de ésta. Su representación de los
esclavos como contentos y leales dista de la realidad de estos tiempos.
Mitchell describe como su personaje principal, Scarlet
O’hara, confronta los cambios. Ha sido una niña mimada y rica, pero de repente
después de la guerra regresa a su antigua mansión, Tara, y encuentra que,
aunque el ejército estadounidense no se la había quemado como hizo con las
casas de sus vecinos, la situación era sombría. Su madre había muerto, y su padre
había sucumbido por el dolor de sus pérdidas. Sus hermanas estaban enfermas, y
los esclavos del campo se habían ido. No quedaba nada del algodón y no había
comida. Scarlet comenzó a trabajar en el campo y hacer las tareas que antes
hacían los esclavos. Así comienza una larga lucha por la supervivencia. Poco a
poco la situación de la familia mejora, pero el resentimiento era grande y la
mayoría de los personajes masculinos eran miembros del Ku Klux Klan.
La reacción en el Sur a la Reconstrucción fue hostil. El Ku
Klux Klan del siglo XIX fue organizado originalmente como un club social por
veteranos confederados. La organización se convirtió rápidamente en un medio
para la resistencia clandestina a la igualdad racial por parte de los blancos
sureños. Los miembros del Klan buscaban la restauración de la supremacía blanca
a través de la intimidación y la violencia. Disfrazados con sábanas para evitar
que las tropas federales de ocupación los identificaran, los miembros del Klan
azotaron y mataron a los negros liberados y a sus partidarios blancos en
redadas nocturnas (Editores 1, 22-3-2024).
La Decimocuarta Enmienda, aprobada en 1870, obligaba a los
estados a proteger la igualdad de derechos de las personas sin señalar
excepciones en base a su raza. Sin embargo, cuando Rutherford B. Hayes llegó a
la presidencia en 1876 puso límites a la liberación total del Sur. Retiró las
tropas federales que quedaban, y firmó el Compromiso de 1877 que permitía a las
legislaturas sureñas (cuyos miembros eran todos hombres blancos) la potestad
para discriminar a la población negra. Esto permitía el inicio de políticas de
segregación y represión en la forma de los actos “JimCrow” [5].
Notas finales.
[1] “Yank” era un término usado durante la Guerra Civil por
los sureños para describir a la gente del Norte.
[2] Lincoln murió un día después, el 15 de abril, 1865.
[3] Esta es una traducción literal del poema de Whitman:
¡Oh capitán! ¡Mi Capitán! nuestro viaje temeroso ha
terminado,
El barco ha resistido todos los estantes, el premio que
buscábamos se ha ganado,
El puerto está cerca, oigo las campanas, toda la gente
se regocija,
Mientras siguen los ojos la quilla firme, el navío
sombrío y atrevido;
Pero, ¡oh corazón! ¡corazón! ¡corazón!
Oh las gotas sangrantes de rojo,
Allí donde en la cubierta yace mi capitán,
Caído frío y muerto.
¡Oh capitán! ¡Mi Capitán! levántate y oye las campanas;
Levántate, para ti se iza la bandera, para ti suena el
clarín,
Para ti ramos de flores y guirnaldas de cintas, para ti
las orillas abarrotadas,
A ti te llaman, la masa que se balancea, sus rostros
ansiosos que se vuelven;
¡Aquí, capitán! ¡Querido Padre!
¡Este brazo debajo de tu cabeza!
Es sólo un sueño que en la cubierta,
Te has quedado frío y muerto.
Mi Capitán no responde, sus labios están pálidos y
quietos,
Mi padre no siente mi brazo, no tiene pulso ni
voluntad,
El barco está anclado sano y salvo, su viaje se ha
cerrado y terminado,
De un viaje temeroso llega la nave vencedora con el
objeto ganado;
¡Alégrense, oh orillas, y toquen campanas!
Pero yo, con paso triste,
Camina por la cubierta, miente yace mi capitán,
Caído, frío y muerto.
[4] Fragmento del final del himno
casi oficial del Norte (Battle Hymn of
the Republic) de Julia Ward Howe:
“ln the beauty of the lilies
Christ was born across the sea,
With a glory in His bosom that
transfigures you and me:
As He died to make men holy, let us
die to make men free,
While God is marching on”
Traducción
En la hermosura
de las lilias, nació Cristo al otro lado del mar,
Con la belleza
en su corazón que nos transforma a nosotros,
El murió para
hacer sagrados a los hombres, moriremos para liberarlos
Mientras Diós
sigue en su marcha”
[5] Las leyes
“JimCrow” se iniciaron en el sur después de 1877 con el gobierno del presidente
Rutherford B. Hayes. Hicieron posible la segregación racial bajo el principio
de “separados pero iguales”, aunque los blancos recibieron mejores
instalaciones. Los lugares designados como “sólo para blancos” siempre eran
mejores. Se segregó las escuelas, el transporte público, los teatros, hoteles y
otros lugares de uso público. Esta discriminación seguía hasta la década 70 del
Siglo XX.
See my children, resolute children,
By those swarms upon our rear we must never yield or falter,
Ages back in ghostly millions frowning there behind us urging,
Pioneers! O pioneers!
On and on the compact ranks,
With accessions ever waiting, with the places of the dead quickly
fill'd,
Through the battle, through defeat, moving yet and never stopping,
Pioneers! O pioneers!
O to die advancing on!
Are there some of us to droop and die? has the hour come?
Then upon the march we fittest die, soon and sure the gap is fill'd,
Pioneers! O pioneers!
All the pulses of the world,
Falling in they beat for us, with the Western movement beat,
Holding single or together, steady moving to the front, all for us,
Pioneers! O
pioneers!
Un fragmento de ¡O!
Pioneros, de Walt Whitman
“En América” de Susan Sontag es una novela que retrata la
llegada de unos migrantes europeos al Oeste al final del Siglo XIX. La autora recorre
la vida de una actriz polaca -y luego estadounidense-, Helena Modjeska, la cual
aparece en el libro como Maryna Zalewska. Sontag habla en varias voces, entre
ellas la suya propia. Comienza describiendo una reunión social, como si la
autora fuera un personaje más; mira a sus protagonistas, y así conociéndolos,
los presenta, uno por uno a nosotros, los lectores, como si fueran amistades
que acaba de encontrar.
Luego, además de la voz de la autora, aparecen las de sus
personalidades; ellas hablan a veces por sí mismas, en ocasiones lo hacen por
un capítulo entero. El resultado es como la visión pixelada de una abeja, toda
enfocada sobre una sola y compleja personalidad, Maryna Zalewska. Ella es el
centro de todo, de la vida de sus familiares, amistades y aduladores del
teatro. Tiene la vanidad de una estrella que Sontag usa para crear otros
personajes, todos reflejados en el farol que emana de la actriz, y que
representan muchas otras cosas. Este ojo diverso captura tan bien el
movimiento, que los lectores vemos no sólo las vidas polacas y americanas de
los personajes, vemos también cómo las culturas se mueven; son cambiantes pero
resilientes en dos continentes.
Todo ocurre cuando en un momento preciso, al final del Siglo
XIX, en la política polaca se asomaba una remota fantasía de independencia
política para su país (que no iba a realizarse sino después de la Primera
Guerra Mundial), y simultáneamente, cuando los estadounidenses comenzaban a
construir su propia y multifacética visión del mundo, luego de la conquista del
Oeste. Esas culturas conducen a los destinos de los personajes. Ellos -bajo la
insistencia de Maryna- deciden mudarse a los Estados Unidos, todos juntos, a
formar una comuna utópica. Había leído a Charles Fourier, autor de varios
libros sobre las asociaciones comunales de productores, y todos querían creer
en un mundo mejor. Así se trasladan a California, cargando sus personalidades a
cuestas, y estas personas, antes miembros de la clase media-alta e intelectual europea,
empiezan a limpiar maleza, sembrar, ordeñar, cocinar, lavar platos y llevar la
contabilidad de una organización agrícola. Después de algunos años pierden
interés y los miembros comienzan poco a poco a irse. Maryna vuelve al teatro,
pero ya es estadounidense, y se convierte en una actriz conocida y muy
apreciada. Este libro es de interés para nuestras reflexiones sobre el Siglo
XIX en los Estados Unidos porque representa algunas de las personas que tomaron
parte en la migración al Oeste.
Sontag usa abundantes citas de autores conocidos
-Shakespeare, Ibsen, Dumas, Corneille, entre otros-, haciendo que sus
personajes reciten trozos de obras teatrales en momentos claves de sus propias
vidas. Los personajes que acompañan a Maryna aparecen usualmente con sus
nombres verdaderos.
El último capítulo es tal vez el mejor de todo el libro. En
él hay un monólogo en la voz de Edwin Thomas Booth, el famoso actor
shakespeariano de aquel tiempo, quien Sontag ha puesto a veces en el escenario
teatral junto con Maryna. Edwin Thomas fue, además, en la vida real, hermano de
John Wilkes Booth, el asesino del presidente Abraham Lincoln en 1865. En este
capítulo final de su novela, Sontag ubica a Edwin Thomas en el vestidor de
Maryna, donde pronuncia un monólogo mientras se torna más y más ebrio. Edwin va
mezclando los parlamentos de sus protagonistas con sus propios duelos. Llora
tanto por la muerte de Lincoln (Edwin era abolicionista del norte), como por la
de su hermano (un sureño que apoyaba los estados confederados). Llora por el
país entero. A pesar de la separación de siglos entre los personajes teatrales
que interpreta, y la historia en que a él le ha tocado vivir, hace que ellos
hablen en nombre de aquella nueva nación, por ejemplo: “Shylock tiene dolor
y por esta razón es muy … combustible…”
En otro momento ofrece algunas apreciaciones sobre el
carácter de Hamlet que son tan acertadas que asombran al lector:
"Hamlet me recuerda algo
de mi vida. Tal vez porque Hamlet es actor, Sí, Marína [1], eso es todo lo que
es, está actuando. Parece ser una cosa, y debajo de esa apariencia, ¿qué hay?
Nada. Nada. Nada. La camisa negra azabache que usa en la segunda escena. Ese
duelo tenaz y vistoso por su padre. ‘El padre de todos muere’, como le recuerda
Gertrudis, y ella tiene razón. ¿Qué tiene de particular para ti? Y
Hamlet aúlla, está aullando, ¿Ud. conoce la palabra ‘parece’, señora? ¡No,
es así! Yo no conozco a 'parece'. Pero, sí, él conoce a 'parece'. No sabe
de nada más. Ese es su problema. Hamlet daría cualquier cosa, cualquier cosa,
por no ser actor, pero está condenado a ello. ¡Condenado a ser actor! Está
esperando abrirse paso entre la apariencia y la actuación, y sólo ‘ser’, pero no
hay nada al otro lado de la apariencia...”
Edwin también “parece” a sus personajes. América también
“parecía”. Era el resultado de muchas culturas que querían volverse coherentes.
Acaba de salir de una guerra de secesión y otra de conquista con México, ha
sido esclavista, ha destrozado a los habitantes originarios de su territorio, y
a la vez, y de manera discordante, constituía comunes para promover la justicia
social, y hablaba de democracia.
Sontag ofrece un comentario generoso y abarcador sobre los
efectos que tienen las sociedades en las personas. Tanto en Polonia como en los
Estados Unidos se hablaba de manera idealista pero impráctica sobre la
libertad. Con gran éxito la Maryna americana lleva su propia compañía teatral a
los pueblos y ciudades estadounidenses. Desde entonces entendemos que son las
voces que Maryna entona en personajes como Desdémona [1], Ofelia [2], Lady
Anne Neville [3] y Porcia [4]que interpretan los temas vitales de la vida, como
la felicidad, la libertad, la justicia, la misericordia y aun el amor.
NOTAS FINALES: En América
[1] Desdémona: Personaje femenino en la obra
Otelo
[2] Ofelia: Personaje femenino en la obra
Hamlet
[3] Lady Anne Neville: Personaje femenino en
la obra Ricardo III
[4] Porcia: Personaje femenino en la obra El
Mercader de Venecia
Reflexiones
finales
He venido diciendo en estas páginas que los conflictos del
país, y las soluciones del Siglo XIX crearon una cultura de base para los
próximos siglos en los Estados Unidos de América. Es necesario entender estas
bases para comprender los conflictos de la actualidad.
Un tema que he venido desarrollando tiene que ver con
conflictos ideológicos y económicos. Las aspiraciones que la Ilustración dejó
para una vida más racional y humanista colisionaron con las realidades impuestas
por una economía represiva y de rápida expansión. Ésta es la contienda y la
herencia que el Siglo XIX dejó para los siglos venideros. La historia viene con
muchos hilos paralelos, algunos son aspectos culturales que promuevan la
felicidad y el bienestar humano y otros las inhiben. Los ideales de la
ilustración, y sus reflexiones sobre la posibilidad de libertad y felicidad
chocaban todo el tiempo con una cultura de larga data en que la violencia era
el instrumento más empleado tanto para producir riqueza, como para resolver
conflictos.
La Ilustración no se quedó sólo con examinar el mundo físico
y las posibilidades de la razón. También dio luz a nuevas teorías sobre la
mente y la ética. John Locke (1690/2013) consideraba que, al nacer, la mente
era una tabula rasa, una hoja en blanco que se llena después con la educación y
las experiencias de la vida. Así, las personas, según él, no nacían con maldad e
imperfección. Esta perspectiva chocaba con la idea de Thomas Hobbes, cuyos
planteamientos eran más cercanos a la visión cristiana del medievo que
consideraba que el ser humano primeramente era agresivo y nacido del pecado.
Este ser requería siempre una instancia de poder total para mantener el orden.
La coincidencia conflictiva de estas dos visiones del mundo
expresaba anhelos distintos. Por un lado, estaba la idea de la creación de un
mundo mejor, y por el otro estaba la de la obligación de los poderosos de usar
su autoridad y su capacidad de castigo para promover la prosperidad de los
poderosos, la norma y la disciplina. Esta dicotomía corre por todos los
fenómenos que hemos revisado desde la esclavitud hasta la toma violenta de los
territorios del nuevo mundo.
La abolición de la esclavitud
Esto nos remite a la abolición final de la esclavitud. He
venido describiendo esta institución, pero todavía hace falta en estas últimas
reflexiones darle un contexto histórico a su abolición. El trabajo involuntario
ha existido siempre, evidenciado desde los más tempranos documentos históricos.
Ha sido, definitivamente, parte de la mala conciencia humana, pero al mismo
tiempo se trata de una estructura económica que, una vez establecida, parecía
imprescindible.
Hubo tres clases principales de esta servidumbre:
1. -La primera era el resultado de deudas: cuando una
persona carecía de la capacidad para cancelar una obligación a otra, podría ser
forzada por su acreedor a trabajar hasta cancelar el valor del compromiso, pero
esta obligación terminaba con el pago.
2. -La segunda consistía en el vasallaje de los siervos,
es decir, los campesinos no-libres que, a diferencia de los esclavos, no podrían
ser vendidos sino junto con la tierra a la que estaban "adheridos".
3. -Un tercer tipo de servidumbre consistía en la
sumisión total de personas consideradas como la “propiedad” de otro;
normalmente estas personas pertenecían a una nacionalidad (o reino), clase o
una raza distinta a la de sus dueños, y con frecuencia se les calificaban como una
parte esperada del botín de una guerra o del comercio de humanos de un país o
continente a otro.
Los primeros dos tipos de servidumbre han sido abolidos
esporádica y temporalmente en la historia, sobre todo cuando los siervos y sus
dueños han compartido la misma identidad cultural o ciudadanía. Las leyes de
Solón en Atenas, las de Roma en su época republicana, o las limitaciones
impuestas en el Viejo Testamento en el Libro de Deuteronomio regulaban estos
tipos de servidumbre. “Así, las reformas romanas protegían a los ciudadanos
romanos, las reformas atenienses protegían a los ciudadanos atenienses, y las
reglas del Deuteronomio garantizaban la libertad a un hebreo después de una
duración fija de servidumbre)” (Editores 1, s/f), pero cuando el siervo era
de otra nacionalidad o raza, no hubo este tipo de protección. De este modo,
cuando Solón liberó a los esclavos en Atenas, sólo liberó a los atenienses y no
los tracios, o los escitas, los capadocios, u otros que podrían haber tenido
orígenes extranjeros.
La liberación de los esclavos considerados como “propiedad”
tuvo que demorar mucho, pero siempre ha habido un sentimiento de culpa
colectivo en el mundo al respecto. Hubo varios intentos históricos para
eliminar el comercio de esclavos, pero la primera liberación a nivel nacional de
todas las personas esclavizadas fue cuando Louis X de Francia publicó un
decreto aboliendo toda la esclavitud en su país en el año 1315. Este decreto
redujo la servidumbre involuntaria en Francia, pero no la eliminó completamente,
ni siquiera dentro de las fronteras del país. La abolición total no ocurrió en
Francia hasta en 1848, cinco siglos después. El papa Pablo III prohibió la
esclavitud de los indígenas en los territorios americanos en 1537 y el rey Sebastián
de Portugal hizo lo mismo para los territorios portugueses en 1570. En 1772 se declaró
la “inexistencia” de la esclavitud en Inglaterra y Gales. Algunas de las fechas
de la abolición de la esclavitud de africanos en América Latina son: Ecuador en
1851, Argentina en 1853, Venezuela y Perú en 1854. En 1865 todas las formas de
esclavitud (excepto para castigar algunos crímenes) fueron abolidas en los Estado
Unidos con la Decimotercera Enmienda a la Constitución, sin embargo, sólo 30 de los 36 estados votaron a favor de ella. No fue sino con
la Convención sobre la Esclavitud de 1926 que este sistema de trabajo forzado fue
abolido (en un sentido más formal que práctico) a nivel mundial por los estados
miembros de la Sociedad de Naciones, pero, aun así, todavía existen casos de
servidumbre involuntaria. (La mayoría de los datos en este párrafo provienen de
“Editores 1, s/f)
Esta larga colección de fechas revela algo importante: en la
historia del mundo la abolición de los esclavos es un logro muy reciente y hay
muchas personas en el mundo cuyos bisabuelos no nacieron libres. Para los
Estados Unidos, asumiendo una expectativa de vida de 50 años promedio en el
Siglo XIX, estamos hablando de sólo un poco menos de cinco generaciones, dos de
los cuales tendrían más de 60 años. La novedad de este logro deja todavía grietas
por donde pasan los complejos tejidos de la memoria social, y ellos sostienen, paradójicamente,
tanto el deseo para un mundo racional y humanista, como la añoranza entre
algunos grupos para los tiempos en que un ser humano podría ser dueño de otros.
(Está claro, en estas añoranzas, el soñador se imagina como el dueño y no como
el esclavo.) Mississippi es un ejemplo de esta remembranza: resistió casi un
siglo y medio, y sólo ratificó oficialmente la Decimotercera Enmienda a la
Constitución en 2013 (Editores 1, s/f). Hoy en día esta nostalgia se expresa
como racismo y exclusión social.
Violencia social
Hay otro resquicio que tiene que ser examinado: la violencia
social y el apego emocional que tienen ciertos sectores a la posesión y uso de las
armas de fuego. He referido la descripción que hizo James Fenimore Cooper en “La
Frontera” de varios incidentes en que los personajes dispararon sus armas por
el puro placer de la acción, o en deportes o en situaciones similares a la cacería.
El uso de armas de todo tipo en el deporte también es viejo. La esgrima,
competencias con arco y flecha, hasta las artes marciales, tienen historias
largas. También la cacería de ciervos, pájaros, zorros, conejos, y hasta tigres
y leones es una actividad que, si una vez estaba relacionada sólo con la
búsqueda de alimentos y protección; desde hace miles de años se convirtió también
en una actividad deportiva.
Pero la cultura de las armas sobrepasa los deportes. En la
sociedad antigua, las armas eran diseñadas para propósitos específicos. Había
lanzas, arcos, hondas, espadas, catapultas, y diferentes formas de protección
en el caso de armas de guerra. Los soldados tenían las armas más letales y
pesadas, mientras los campesinos tenían armas livianas que eran diseñadas para la
cacería y la defensa personal a pequeña escala. Con el comienzo del uso de la
pólvora y las armas de fuego, era común que cualquier campesino en las Américas
tuviera su rifle y su revolver. En estas reflexiones no pretendo hacer una
historia exhaustiva del desarrollo de las armas; me interesa reflexionar más
bien sobre cómo en el Siglo XIX se convertía en norma informal que las personas
no-esclavas fuesen a “andar armadas” como una manera de ser.
Pero hubo reacciones,
casi desde el comienzo de la colonización inglesa. De nuevo se hace evidente la
contradicción entre la falsa libertad, que en este caso da la posesión de un arma
personal, y un mundo racional gobernado en nombre de la felicidad humana. Hubo
decenas de leyes y regulaciones locales para limitar el acceso y uso de armas
de fuego, lo que demuestra no sólo el afán en la población de tener acceso a
ellos, sino el relativo éxito de los esfuerzos para controlarlos. Spitzer explica como hubo:
“...restricciones sobre el
porte de armas... eran comunes en los territorios del Oeste en el siglo
diecinueve, aun en el “Oeste Salvaje”. ... Expresiones axiomáticas tales como
'las armas que ganaron el Oeste’... (son) exageradas.... Estas caracterizaciones
ignoran el papel central de agricultores, ganaderos, mineros, comerciantes,
hombres de negocios y otros labradores de las llanuras occidentales. La ‘domesticación’
del Oeste fue, de hecho, un movimiento agrícola y comercial, atribuible principalmente
a los ganaderos y agricultores, a los vaqueros que no blandían armas. De hecho,
el revolver de seis balas y el rifle desempeñaron un papel relativamente menor
en las actividades de estos grupos, incluso los vaqueros” (Spitizer, 2017,
p. 12).
Aun en los pueblos violentos tales como Abilene, Caldwell
Dodge City, Ellsworth y Wichita la tolerancia para conductas violentas terminó
pronto. La mayoría de las muertes tenían que ver con las luchas contra las
tribus que no aceptaban dócilmente el desplazamiento que el ejército les
imponía de sus tierras ancestrales.
La Migración
Otro tema, la migración masiva en el Siglo XIX desde Europa,
abre muchos temas de reflexión. La primera, y tal vez la más grande es: a fin
de cuentas ¿qué es la cultura estadounidense? Ha sido llamado una “craza” para
mezclar culturas y razas, pero ésta es una metáfora para una sociedad que puede
llegar a ser homogénea, en que los diferentes elementos se funden en una sola
cosa.
Aun si la mezcla no es total, podría sugerir una amalgama pacífica
y armoniosa. Entonces podemos hablar del multiculturalismo, o un caleidoscopio
donde los componentes de la mezcla quedan visibles y forman parte de un diseño total,
identificables con sus propias cualidades. Esta segunda metáfora refiere a una proyección
cultural donde hay vecindades distinguibles, a veces bilingües, como “la
pequeña Italia”, “el barrio chino” o los vastos campos sembrados de tulipanes
en Holland, Michigan. Dice al respecto
Barton en el resumen de su seminario, “Becoming American: Immigration and
Assimilation in Late 19th Century America”:
“Pensemos en los criollos del
Sur y en los franco-canadienses del Norte, que se aferraron al francés durante
tantas generaciones y mantuvieron, aunque débilmente, contactos espirituales y
sociales con la madre patria; de los alemanes con su Deutschthum, su
Männerchore, Turnvereine y Schützenfeste; de los judíos universalmente
separados; de los irlandeses, intensamente nacionalistas; de los alemanes de
Pensilvania; los indómitos polacos, y aún más indómitos bohemios; de los 30.000
belgas de Wisconsin, con su lengua "belga", una mezcla de valón y
flamenco soldada por reacción a un extraño entorno social” (Barton, s/f).
Se refiere a identidades culturales distintas que conviven
en paz y contribuyen lo suyo a la amalgama total. En el Siglo XIX estas
concentraciones eran notables, pero cada nueva ola de inmigración inspiraba
rechazo. Por ejemplo, el ingreso de una gran cantidad de italianos al final del
Siglo XIX inspiró resistencia, que incluía sentimientos anticatólicos en una
población mayoritariamente protestante. Pero, a fin de cuentas, estos grupos
europeos, aunque “distintos”, eran blancos, y se asimilaban con cierta rapidez.
El problema surge cuando se añaden “los
barrios negros” o las reservas de los indo-americanos, porque sus habitantes no
están en libertad para salir de sus islas y “mezclarse” con la población en
general.
Los afroamericanos, los indoamericanos y los asiáticos
tuvieron más dificultad. Como dijo Eduardo Bonilla Silva (2003) “los Negros,
los Chinos, los Puertorriqueños, etcétera, no podían mezclarse en la craza.
Podrían emplearse como madera para producir fuego para la olla, pero no podrían
ser usados como material para ser derretido en ella”.
Sin embargo, hubo, desde el Siglo XIX cierta asimilación: la
última biografía de Frederick Douglass (1881/ s/f) cuenta una historia de
cierta convivencia. Douglass nació y creció como un esclavo negro. Aprendió a
leer en secreto y finalmente escapó al norte (y en dos momentos a Inglaterra).
Fue activo en el movimiento abolicionista y llegó a conocer personalmente,
tanto a los presidentes Abraham Lincoln y James Garfield, como a personalidades
como la autora Harriet Beecher Stowe. Se convirtió en un miembro de la Junta de
Fideicomisarios de la “Freedmen's Savings and Trust Company”, y luego fue
elegido presidente del banco. Fue criticado por su última biografía porque algunos
lectores consideraban que debería haber denunciado a la esclavitud con más
energía. Ciertamente, en los últimos capítulos contaba como comenzaba a
asimilarse a los valores de una clase media sin tantos prejuicios de raza. En
respuesta a esta crítica tengo que decir que, aunque la asimilación de Douglass
lo alejara un poco de un acérrimo activismo y la denuncia, lo acercó al ideal humanista
de la igualdad y libertad cultural que proponía la Ilustración.
A fin de cuentas, el ideal de la democracia es el diálogo en
convivencia. Pruit y Thomas dicen en la
introducción de su manual para facilitadores de la paz:
“Hoy en día se acepta
generalmente que una paz sostenible es aquella que empodera a las personas, y
que les ayude a adquirir habilidades y construir instituciones para gestionar
sus diferentes y, a veces, intereses contrapuestos, de manera pacífica. El
diálogo es universalmente reconocido como la herramienta por excelencia para
abordar y, esperemos, resolver las diferencias, objetivas o subjetivas, que
causó conflicto en primer lugar…. se define el diálogo como un método
democrático dirigido a resolver los problemas a través de mutuo entendimiento y
concesiones, en vez de la imposición unilateral de los puntos de vista e
intereses de una de las partes. Por su parte, la democracia como sistema de
gobierno es un marco para un diálogo organizado y continuo” (Pruit y Thomas,
2007).
En fin, el Siglo XIX
El Siglo XIX estadounidense dejó los fundamentos de la
cultura estadounidense, tanto en sus aspectos problemáticos como en la
elaboración de su ideal más grande: una democracia perdurable y funcional. Cierro
estas reflexiones con la idea de que la historia de una democracia es un
proceso. El país ha tenido casi la misma estructura constitucional por tres
siglos, y en este tiempo ha visto muchos conflictos pequeños, una guerra civil,
dos guerras mundiales y varios retos importantes a su sobrevivencia. Ha habido conflictos
ambientales, bélicos, fronterizos y sociales como los continuos problemas de
exclusión social y la necesidad de resolver la falta de igualdad, y todos tienen
sus ecos en el Siglo XIX. No hay duda que ha habido avances desde entonces. Si
aquel siglo planteó los problemas, también dio algunos de los instrumentos para
poder ir resolviéndolos.
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