martes, 13 de julio de 2010
Lo público (la polis) y lo privado (la familia)
Estoy leyendo “La condición humana” de Hannah Arendt. En esta lectura encontré una base para reflexionar sobre la participación pública en Venezuela. He mezclado una cierta cronología de la experiencia vivida del país, con observaciones de esta autora hechas en otro contexto.
Fuente del retrato de
J.V. Gómez
El primer hecho histórico: es casi un lugar común decir que el dictador Juan Vicente Gómez trató a Venezuela como si fuera su hacienda particular.
Arendt distingue entre lo privado y el público: ella señala que, de acuerdo con los antiguos griegos, la capacidad humana para la organización política puede contrastarse con la asociación centrada en el hogar y la familia. En lo público se encuentran la acción (praxis) y el discurso, que para los griegos eran esencialmente lo mismo. Provenía de el área común compartido por todos los ciudadanos, que es un terreno de encuentro donde todos perciben los ”objetos” creados por la acción humana desde puntos distintos. En cambio en la familia hay más posibilidades para acuerdos íntimos sobre la naturaleza del mundo. Hay de hecho una presión importante para que la familia esté “unida”. En el caso de la dictadura, dicha unidad provino de un poderoso pater familias que mantenía orden desde 1908 hasta 1936, tanto en su “prole” –los habitantes del país-, como en su propia fortuna –que en este caso era el patrimonio de la nación.
                                                                                            Fuente, retrato de
                                                                                           Rómulo Gallegos
Después de su muerte hubo una clase política que pudo distinguir entre lo público y lo privado.
Pero luego de la siguiente dictadura, esta vez de Marcos Pérez Jiménez en la década de los 50, esta distinción se perdió de nuevo. Fue brevemente recuperado en el inicio de los años 60, pero la intolerancia del partido “Acción Democrática” a desacuerdos políticos, y la atracción que experimentó la Izquierda por el modelo cubano que promueve la toma de poder por medio de las armas, rápidamente destruyeron la posibilidad de la emergencia de una “polis”.
En los años subsecuentes lo “publico” y lo “privado” fueron sustituidos por clanes políticos que se olvidaron de la necesidad de la praxis de la polis y en consecuencia y de nuevo usaron la esfera común como su propiedad privada, no como Gómez, sino como feudos políticos o áreas de influencia. Dice Arednt que bajo ciertas condiciones todo el cuerpo político puede comenzar a actuar como si fueron miembros de una misma familia. Se vuelvan “privados”: “...es decir han sido desprovistos de la posibilidad de ver y oír a los demás. Están presos en la subjetividad de su propia experiencia singular, que no deja de ser singular si la misma experiencia se multiplique innumerables veces” (p. 58).
Para Arendt la unidad no es un objetivo válido en la vida pública. En vez de “unidad” los ciudadanos de una polis enfocan sobre los mismos objetos políticos pero desde puntos de vista distintos. Esto quiere decir que pueden percibirlos y discurrir sobre ellos. Cuando la acción pública deje de existir, es reemplazado por hoyos de paralelismo y conformidad dentro lo que deberín haber sido partidos políticos vibrantes de cuestionamiento; entonces comienzan a conducirse como familias extendidas. Todo lo de afuera se vuelve sospechoso y ajeno cuando debería constituir fuentes de diversidad.
Por otro lado, según Arendt lo privado es esencial para que exista lo público: “Lo que dificultó que la polis violara las vidas particulares de sus ciudadanos... era que sin poseer una casa, un hombre no pudo participar en los asuntos del mundo porque no estaba ubicado en él....” Hoy en día todo ciudadano puede participar, aunque no tenga un hogar propio. Pero su capacidad de adquirir y acumular bienes sigue siendo importante por la misma razón: es el requisito para que el ciudadano se ubique en el mundo. Hoy en día las comunidades están compuestas por trabajadores asalariados y personas que manejan sus propias empresas económicas, pero la condición básica persiste: tienen algo que defender y un lugar de donde hayan venido.
Foto tomada el 13/3/2010 en Caracas
Cuando la polis muere, los ciuda-danos -huérfanos de una verdadera vida pública- desprecian los espacios comunes. Éstos se conviertan metafóricamente en grandes basureros, terrenos abandonados. En Venezuela se está viendo esto, ya no sólo figurativamente en el lenguaje, sino también en la acumulación física de desperdicios en las ciudades y los campos y en la desidia en el mantenimiento del bien común.
Invito a los lectores dar voz a sus desacuerdos sobre lo que he escrito aquí. Hago esta invitación en el mismo espíritu de esta entrega: aquí hablo de la necesidad de debate y diálogo. Hay espacio para añadir comentarios al final.
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