“Danos el prisionero más orgulloso de los godos,
Para arrancarle sus miembros…”
voz de Lucius en “Titus Andronicus”, de Shakespeare
Desde hace tiempo ha habido un ambiente de violencia en Venezuela, pero ella ha sido ejercido por los malandros, los antisociales y grupos extremos y cuasi organizados contra la parte más pacífica de la población. Y, claro, también la hemos visto expresada en ciertas tácticas represivas de las fuerzas de orden y de los carceleros.
Además, el discurso oficial, aunque siempre entrelazado con lenguaje discriminatorio (pitiyanqui”), nunca ha sido abiertamente homicida. Ahora un embajador del país degrada la intimidación verbal a nuevos y aterrorizantes límites.
La crispación de la población en general llega al punto de conflagración. Hoy me contaron de una turba que ocurrió en Bello Monte en que los participantes aplastaron la carrocería de un carro con los puños en respuesta a unos insultos de parte del chofer. Claro, el chofer era abusivo ya que había estacionado mal y bloqueaba el paso de los demás, pero “antes” el problema se hubiera resuelto con un intercambio creativo de oprobios. Ahora no: ahora hay que destruir, lastimar y a veces matar.
Es urgente explorar cómo podemos cambiar el discurso y estrategias. Tenemos que reencontrar las viejas tácticas de paz -tan ingeniosas- que antes se usaba en Venezuela. ¿Qué puede hacer alguien frente a un insulto de parte de un desconocido en la calle?
Es un punto de reflexión.
jueves, 12 de marzo de 2015
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