Lo dijo Cisneros. El final del régimen en Venezuela depende de Cuba, Colombia y EEUU. Luego Iván Duque (senador colombiano del Centro Democrático) mandó una carta a la Corte Penal pidiendo que se enjuiciara a Maduro por crímenes de derecho internacional, apoyada por 80 senadores colombianos, diputados venezolanos y varios miles de ciudadanos. En su discurso de presentación de la carta sentenció una verdad de perogrullo: la libre determinación de los pueblos no es excusa para permitir el abuso sistemático de los derechos humanos.
En Venezuela hay una dictadura. Una dictadura que irrespeta la constitución (votada en 1999), no convoca a elecciones (en su lugar convoca a una “Constituyente” la mitad de cuyos integrantes serían escogidos “a dedo” por el gobierno), mata y tortura gente, lleva a civiles ante tribunales militares, ha creado grupos paramilitares (grupos armados al margen de la ley con protección gubernamental) que disparan contra manifestaciones pacíficas y a despecho de una élite que goza de los mayores privilegios (con sus hijos viviendo en el extranjero), tiene sumida a la población en la mayor de las miserias sin poder conseguir alimentos ni medicamentos de primera necesidad. La ministra de salud, recientemente destituida por hacer públicos estos datos, denunció un incremento de 30% en muertes de infantes, 65.79% de mortalidad materna y 76% de aumento de casos de malaria, por solo mencionar un reporte (la CEPAL augura un decrecimiento del 4.7% en el PIB para Venezuela este año y eso se calculó antes del comienzo de las protestas). También, hay que decirlo, es una dictadura que se ha beneficiado de controles demasiado laxos. En medio de una opacidad feroz, surgen por aquí y por allá denuncias en juicios internacionales, que involucran a altos personeros del gobierno y efectivos de las fuerzas armadas en actos de corrupción, contrabando y tráfico de drogas. Algunas voces señalan un desangre de más de 900 mil millones de dólares en estos 18 años. Un nueve con 11 ceros.
Sin embargo, algunos (demasiados) de los gobiernos de la región aun dudan. Algunos escriben cartas públicas alabando al Socialismo del siglo XXI y sus logros, o directamente apoyando a Maduro. Otros lo invitan a su toma de posesión. En la CELAC no hubo quorum. La OEA avanza lento, a pesar de ella, impulsada por su valiente secretario general. En general, al mundo le ha costado tomar una decisión directa, sin dudas. Dicho sea de paso, como no dudó el gobierno venezolano en los 70 y 80, al aceptar la inmigración del cono sur al momento de las terribles dictaduras que lo asolaron. Dudan, según dicen, por principios complejos, que no entendemos nos explican, que nos trascienden. Mientras, el gobierno en Venezuela impide elecciones, envía a tribunales militares a civiles detenidos, asesina y tortura. Niños, adolescentes. En nombre de principios demasiado complejos de enunciar, se perdonan crímenes demasiado simples de entender.
Para intentar explicar, vale la pena revisar algunos hechos. Cuba depende del petróleo venezolano y del pago de servicios. Algunos dicen que, de cambiar las cosas en Venezuela, y de cesar el actual apoyo, su PIB podría descender en un 20 a 25%. Colombia está en medio de un proceso de paz. Uno de los temas más difusos en este proceso corresponde al problema de las FARC y el tráfico de drogas. Algunos señalan que el 30% de la droga que sale de la región hacia Europa y EEUU lo hace por Venezuela. Otros señalan que parte de los contingentes de las FARC, aún permanecen en territorio venezolano encargados del negocio y no está claro el rol del ELN o de Hezbollah en este tráfico. Aun otros señalan la complicidad regional en compra-venta de bonos país que hicieron millonarios a más de uno. Pero nada de esto puede saberse debido a la tremenda opacidad que envuelve al gobierno de Maduro. Lo que si es cierto es que, de cambiar las cosas en Venezuela, negocios como el de la droga, financiamientos internacionales poco claros, o tráfico de armas se verían seriamente amenazados. Así pues, en este enorme rompecabezas que significan la paz en Colombia, la continuidad del régimen en Cuba o el tráfico de drogas y armas, hay que preguntarse además de Cuba quién se beneficia. Cuál es el rol de Ecuador, Bolivia o “las izquierdas”.
El apartheid se acabó en Suráfrica cuando resultó imposible seguir inventando excusas, ni siquiera en el mundo de la guerra fría. Ahora hay que hacer lo mismo. No puede haber excusas para no salir en apoyo a la democracia en Venezuela: elecciones, respeto a la AN, liberación de presos políticos, derecho a la protesta pacífica, no al enjuiciamiento en cortes militares de civiles y no a la tortura. No puede haber excusas para seguir apoyando esa dictadura, so pena de quedar en evidencia ante el mundo. No puede quedar impune políticamente aquel que comente, que aunque hay abusos, es necesario actuar con cautela para no favorecer a “las derechas”. Si algo nos debió haber enseñado el siglo XX, es que esa no es una opción viable. Hay que pedirles una posición clara y sin ambigüedades a los actores que pueden tener peso específico en la lista anterior de beneficiarios. Que no puedan seguir mirando hacia el otro lado a precio de graves consecuencias en sus bases sociales o electores. Así, no debe quedar partido de izquierda en el continente o Europa que no pague este precio. El mundo tiene derecho a saber quién apoya la democracia y quién no. Comenzando por Colombia y su paz.
Carenne Ludeña
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