e nuevo intenté bajar a Caracas hoy. Salí un poco después de las 11 a.m. para evitar tráfico (nótese la mueca de amargo sarcasmo), pero todos los caminos estaban cerrados.
Una de las causas hoy era una manifestación cerca al IUP en la Panamericana, y en mi frustración di vuelta en U (casi chocando con un camión que vino a todo dar desde el sur) e intenté bajar por El Cují. Al ver una nueva tranca me asomé para mirar montaña abajo al Autopista del Valle, y ella también estaba obstruida. No había paso por ningún lado y regresé a casa.
¿Los demás usuarios de estos caminos no están, como yo, totalmente hastiados? Tengo ya casi una fobia cuando me meto en el carro para intentar llegar a Caracas. Por suerte ha habido varios días feriados y no ha sido necesario hacerlo. Pero se supone que hoy y ayer eran días laborales, y muchas personas los pasaron dentro de sus vehículos llenas de desconcierto, malestar y rabia.
Una persona con una emergencia médica, una mujer a punto de dar a luz, una madre que tiene que buscar a su hijo, todas estas emergencias tienen que terminar tristemente. Los organizadores de manifestaciones que afectan tan masivamente a la población deberían ser legalmente responsables por las consecuencias de sus acciones.
La policía brilla por su ausencia. No hay autoridades que pueden solventar estos problemas. No hay recurso alguno, siquiera avisos en los caminos para prevenir a los choferes e informarles de la razón de las trancas y posibles alternativas.
Es cada quien por sí mismo en una ciudad sin orden ni ley.
Dejo para otro día un comentario sobre la falta de consecuencias para los ladrones que andan sueltos y felices por las calles. Y que nadie interpreta esto como una llamada a la violencia policial.
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