jueves, 26 de julio de 2007
Law and Transgressión / La ley y la transgresión
English
This topic has nothing to do with Crime and Punish-ment. It is less existential and more sociological.
I have been living for so long in Venezuela that I have lost track of my original Anglo-Saxon respect for law. I remember once, when I still lived in the United States, having a heated discussion with someone about a matter I have long since forgotten, but my closing and concluding argument was, “But it’s in the Constitution!!” In other words, the law seemed to be beyond all question.
But that was many years ago, and times have changed almost everywhere. Characters in movies that feature the police and detectives often derive their motivations for justice from personal revenge rather than respect for the law. People bend the rules in order to achieve their goals. Red traffic lights signal the need to speed up in order to take advantage of the last microsecond before the other cars begin to move, rather than an order to stop one’s vehicle. Everyone does it.
Including the presidents and the members of congress of legislative assemblies. Law is no longer a set of agreed-upon, formal, almost sacred rules. In government it is mostly tailored to achieve certain restricted political ends. Bush openly declares himself above it. Chávez has made his own will into legal writ where the language is so vague that he and his followers can interpret the limits however they want to.
The Freudian tribal father is killed by his sons, thus giving rise to the need for consensual law. But the mother is the survivor that bends regulations so that her sons might outlast both the angry father, and the inconvenient rules society imposes on her children. It has been said that Venezuela is a country of mother’s sons rather than the father’s children, and that rules seldom motivate anyone. The law here represents a sort of goodness-of-fit, where an average line is drawn on a graph between all the absolutely forbidden points and the theoretically necessary ones. Only some traffic lights are obeyed. Taxes are paid if you might get caught for not doing so. One tells the traffic cop, ”There must be some way for us to fix this….”
I have an explanation about the origin of this state of things here: I believe it is a colonial inheritance. The colonial masters needed to have nurturing mothers to rear the next generation of slaves, free workers, small shop owners and other lower class inhabitants of the new territories. But they didn’t need strong masculine figures that would defend their homes and develop, obey, and oblige respect for a set of agreed-upon rules for living. These men, when they appeared, were destroyed. The mothers knew this, and in order to protect their sons, they brought them up to be irresponsible and rule-bending, rather like women in this regard. Negligent fathers and wily subjects of the crown are not likely to want to defend their families and land against imposing masters. Today these men’s inheritors come to regard themselves as “real machos”, but in reality they have been kept immature for historically irrelevant reasons.
Of course, my hypothesis doesn’t explain how these same men (and women) rose up against the Spanish in 1811 and liberated all of Andean Latin America from colonialism. It’s a small theoretical problem! Or how their descendants, men and women, put their unarmed bodies between their threatened constitutional government and an impending coup d’etat in 2002. But we are talking about respect for the law, not bravery in the face of tyranny.
It would be a true mistake to restrict this personality type to one nation. I believe that most of the world’s upper class has similar traits, but for different reasons. The upper class usually has no need to band together and make sacrifices in order to defend family and nation. These people as a rule have individual interests, although they may form transient agreements and cartels to enhance them. Thus they, too, remain essentially immature and irresponsible in terms of the greater good.
Another aspect of this rule-bending can be seen in a general disregard for the public wellbeing. The best describing metaphor is the behavior for waiting in line. The usual way things are done is to sidle up to someone who is in a better position in order to cut-in when nobody notices. Or in a queue of cars, to squeeze onto the shoulder of the road and later wedge in at some better point ahead of the other more complacent drivers.
It is curious that in Venezuela few people object when they are the victim of this kind of behavior. People often accept this abuse passively, and I think this happens because they know that an overly strict application of the rules will oblige them to obey at some later time when they too might take advantage of squeezing in ahead of the others. A fragile equilibrium of complicity is achieved.
The photo shows a traffic jam in which the main line of cars that were waiting for a jam-up to lessen was suddenly surrounded by vehicles both on the right and the left, taking advantage of everyone else. My car was caught in the middle and I had nothing to do but take pictures.
Español
Este asunto no tiene nada que ver con el Crimen y Castigo. Es menos existencial y más sociológico.
He vivido tanto tiempo en Venezuela que he perdido mi respecto anglosajón por ley. Recuerdo una vez, cuando todavía vivía en los Estados Unidos, una discusión calentada con alguien sobre un tema que he olvidado, pero mi argumento de cierre era, "¡Pero está en la Constitución!!" Es decir, más allá de la ley no había nada más que añadir.
Pero esto fue hace muchos años, y los tiempos han cambiado casi por todas partes. Los personajes en las películas que representan al policía y a los detectives derivan sus motivaciones para la justicia sólo de venganza personal. La gente tuerce las reglas para alcanzar sus metas: los semáforos rojos señalan la necesidad de acelerar para aprovechar el microsegundo que queda antes de que los demás comiencen a moverse. Todo el mundo lo hace.
Incluyendo los presidentes y los miembros de los congresos y las asambleas legislativas. La ley ya es no un sistema acordado, formal, de las reglas casi sagradas. Los gobiernos formulan leyes para lograr beneficios para los gobernantes. Bush abiertamente se declara por encima de la ley y Chávez ha convertido su propia voluntad en legislación nacional.
Los hijos freudianos matan al padre tribal, así dándose lugar a la necesidad de la ley consensual. Pero la madre es el sobreviviente que dobla e interpreta los reglamentos de modo que sus hijos puedan perdurar más tiempo, tanto frente a la furia del padre como a las restricciones de la sociedad.
Se ha dicho que Venezuela es más bien un país de los hijos del lado materno que los niños del padre, y que las reglas raramente motivan a nadie. La obediencia a la ley aquí puede describirse como un cociente gráfico donde los puntos en una curva representan la diferencia entre los actos absolutamente prohibidos y aquellos que son teóricamente necesarios: solamente se obedecen determinados semáforos, y se pagan los impuestos si existe el peligro de que descubren la morosidad. Uno le pregunta al oficial de tránsito:, "¿Cómo podemos arreglar esto...?"
Tengo una hipótesis sobre el origen de este estado de cosas: creo que es una herencia colonial. Los amos coloniales necesitaban contar con madres cariñosas y sumisas para criar la generación siguiente de esclavos, trabajadores libres, tenderos y los demás miembros de las clases bajas de los territorios nuevos. Pero no necesitaban la figura masculina que defendería su hogar y que acordaría, obedecería, y obligaría respecto por un sistema de reglas convenidas. Los amos destruían a estos hombres cuando aparecían. Las madres sabían esto, y para proteger a sus hijos, los formaban para que fueron irresponsables y “vivos”, similares a mujeres en esto respeto. El razonamiento colonialista era que los padres negligentes y los subyugados a la corona no serían defensores de sus familias y de la madre-tierra. Hoy en día este tipo de hombre se considera un "macho verdadero", pero en realidad la sociedad los ha mantenido inmaduros por razones atávicas.
Claro, mi hipótesis no explica como estos mismos hombres (y mujeres) alzaron contra los españoles en 1811 y liberaron casi la totalidad de la América andina. ¡Es sólo un pequeño problema teórico!. O como sus descendientes impusieron sus cuerpos sin armamento entre su amenazado gobierno constitucional y un golpe de Estado en el 2002. Pero hablamos de respeto por la ley, no del coraje para oponerse a la tiranía. Parece que la estrategia de los colonialistas fracasó en este respecto.
Sería un error restringir este tipo de personalidad a una sola nación. Además creo que la mayoría de la clase alta del mundo tiene rasgos similares, pero por diferentes razones. La clase alta no tiene generalmente ninguna necesidad de unirse y hacer sacrificios para defender la familia y su nación. Esta gente comúnmente tiene intereses individuales, aunque ella puede formar acuerdos transitorios, tratados y cárteles de negocios. Por esta razón sus miembros son esencialmente inmaduros e irresponsables, sobre todo con respecto al bien común.
La mejor metáfora que describe este comportamiento es la espera para algo en una cola ordenada. Generalmente los “vivos” se ubican, como si nada, al lado de alguien que tiene una posición mejor en la línea de las personas que permanecen allí, hasta tener la oportunidad de meterse en frente. O en una cola de carros, se deslizan por el hombrillo de la derecha hasta encontrar un espacio más adelante. Es curioso que en Venezuela pocas personas se oponen a este trato cuando son las víctimas. A menudo la gente acepta este abuso pasivamente, y creo que esto sucede porque se sabe que en un futuro próximo puede hacer lo mismo. Se trata de un equilibrio frágil de complicidad.
La foto demuestra un embrollo de tráfico en el cual el canal principal de carros esperaba para poder volver a andar, pero fue rodeada repentinamente por vehículos a la derecha y al izquierdo, aprovechándose de cualquier espacio mínimo donde podrían introducirse. Mi auto fue apresado en el centro.
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