No sé qué hacer.
He llamado sopotocientas veces a CANTV, la compañía telefónica de Venezuela. Aunque me he topado con algunos de sus “ejecutivos” amables (pero igual que yo, atrapados en aquel sistema de ineficiencia y maltrato) la mayoría de las veces carecen notablemente de los más elementales destrezas comunicacionales y de cortesía. He escrito al Correo del Pueblo del periódico El Universal. Tengo una carta en mi cartera para entregar en una oficina de atención al público de esta empresa estatal, pero lo haré sabiendo de la inutilidad de mi gesto.
CANTV ha perdido toda noción de servicio público, por lo menos en su departamento de Internet. Sigue cobrando pero no actua.
Y mientras tanto uso líneas prestadas cuando pueda.
Y lo peor es que me pongo paranoide y sospecho que no reparan mi línea porque a veces critico lo que percibo como injusticias. Critico a todo el mundo. Lo considero un deber cívio.
Y lo peor es que me pongo paranoide y sospecho que no reparan mi línea porque a veces critico lo que percibo como injusticias. Critico a todo el mundo. Lo considero un deber cívio.
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