lunes, 21 de octubre de 2013

George Szell


 
Acabo de ver la entrevista que hizo Charle Rose con James Levine en el canal de Bloomberg. Fue increíble, no pude levantarme de la silla por una hora entera a pesar de querer ir a buscar otra taza de té. Levine habló de su carrera como conductor de sinfonías y operas, de sus maestros, de su filosofía de la presentación de obras, su opinión de la calidad de los cantantes –de muchas cosas.

Pero lo que me motivo a escribir unas líneas aquí fueron sus recuerdos de su maestro George Szell. Me resonó lo de Szell porque desde muy lejos, de mi existencia en total anonimato como oyente en la cámara de la orquestra de Cleveland, Szell también fue mi maestro, aunque no lo podría saberlo.

Yo iba todas las semanas a escucharlo, a veces dos veces. Trabajaba como acomodadora en los conciertos porque podría escucharlo gratis.  También en este tiempo -que era de mi pregrado-, tomé un curso de “apreciación de la música”, y esta experiencia me ayudó a entender cognitivamente algo de lo que sentía en la sala de conciertos.

Siento que conocí a Szell, aunque yo sólo era parte del mar de caras desconocidas en el público: para mí Szell fue de vital importancia en mi crecimiento; se trata una vez más de las olas de influencia que algunas personas tienen sobre otras.

Todavía hoy en día cuando una obra dirigida por Szell aparece en la radio o la televisión, me quedo embelesada con la presión de aquella música y me acuerdo de cómo pueden ser las cosas realmente bien hechas en este mundo.
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