Tengo
grandes sentimientos encontrados esta noche.
Sé que por
naturaleza mi perro es un cazador y hace huir a cualquier gato que se atreve entrar en
el jardín. Pero hoy atrapó a un gatito y lo dejó muy mal herido. Rescaté al felinito y lo tengo en un
baño con la puerta cerrada en una caja de cartón con un colchón y cobijas de
tela y una botella de agua tibia para darle calor y lo estoy alimentando de
leche con un gotero. No espero que
sobreviva la noche.
Ahora los
sentimientos encontrados son para mi perro cuyo carácter conozco –y no juzgo- y
el gatito indefenso.
Quienes
piensan que el ser humano es brutal no conozcan la naturaleza: la vida de los
insectos es brutal; la de los pájaros es una angustia permanente; la de los anfibios
es puro instinto desatado. Los nobles leones
cazan para sobrevivir y las bellas cebras son sus presas. Todos los no-herbíveros
matan para comer.
Las fotos
que vemos en Internet del leopardo abrazado al perro son curiosas, no naturales.
Se deben a situaciones creados por el hombre, porque nosotros, sí, somos capaces
de inducir el amor entre los seres más inverosímiles.
Digo todo
esto porque el gatito probablemente va a morir esta noche aunque me levante
varias veces para renovar la botella caliente y alimentarlo con más gotas de
leche, cosas que haré. Pero quiero enormemente a mi perro -a los dos- y sé que no se van a convertir en
San Francisco de Asís, amando a los gatitos de aquí en adelante. La vida es
así.
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