lunes, 16 de junio de 2014

En defensa de la burguesía


Los que leímos El Capital de Marx en nuestras juventudes aprendimos que  la burguesía (tanto la pequeña, con sus tiendas y talleres en las esquinas urbanas, como la grande, con sus consorcios) es egoísta, conservadora y carente de cultura intelectual. Sobre todo la hemos despreciado por una cierta estrechez ética y estética y por su falta de conciencia sobre la necesidad de cambio social.

Pero ya, mirando hacia atrás a mis experiencias y a mis lecturas de toda una vida, me doy cuenta de una gran equivocación, sobre todo con relación a la pequeña burguesía. Si la vemos en su contexto histórico, podemos apreciar que justamente esta clase social –tan vilipendiada- constituye un dique importante de contención en que puede sobrevivir la democracia.

¿Cuáles han sido sus logros?

Primero, fue la burguesía y la clase intelectual que confrontaron al poder absoluto de los reyes, sobre toda en Inglaterra y Francia. No lo hicieron las clases obreras porque en aquel entonces no existían como tales.

Segundo, fue la burguesía junto con la clase intelectual que elaboró una ética política separada de la iglesia. De manera formal esta separación apareció primero en la constitución estadounidense como fundamento básico del gobierno civil.  Como evidencia histórica y como correlato social, Skees (2011) habla de la subjetividad burgués que desligó el arte de sus funciones rituales y de culto.

Tercero, la burguesía, cuando es grande y próspera como es en Europa, los Estados Unidos y ahora en la China, exige reglas claras de juego que sean conocidas y confiables. Exige un poder judicial independiente que pueda decidir sin las ataduras de un poder central intransigente y muchas veces corrupto. Es interesante que justamente en la China de ahora, la creciente clase media reclama -y con algo de éxito- leyes que le conviene a ella, mientras la lucha por la “libertad” abstracta que fracasó en Tiananmen no pudo hacerlo.

Cuarto, la pequeña burguesía exige participación social y política en el quehacer de gobernar. En general son los miembros de este grupo que salen a votar, y que pertenecen a partidos políticos que defienden sus intereses. (Como excepción se ve ahora en Venezuela que muchos miembros del PSUV pertenecen a los sectores D y E de la población, pero en este caso no defienden a la democracia sino su propia concepción de la justicia social y una noción de la redistribución de la riqueza que consiste, no en la creación de recursos para la producción de bienes y alimentación, sino en la eliminación de la clase burguesa; para lograr estas metas requieren un fuerte poder central que no promueve una instancia judicial independiente.) 

Quinto, la pequeña burguesía requiere educación para sus hijos que sea gratuita, laica y de calidad. Los beneficios de la educación en general se extienden a toda la población, porque las clases menos pudientes también tienden a disfrutar la oferta, y a lo largo, todos participan en las ventajas que provienen de la preparación de empleados y obreros capacitados y pensantes. Es un prerrequisito para una economía saludable, y redunda en la presencia de abogados, ingenieros, médicos y otros profesionales que forman la base para  la construcción nacional en cualquier lugar. Es, además, un andamiaje tanto para el ascenso social, como para la distribución más igualitaria de recursos económicos. Esto es así porque mientras más instruida sea una población, más produce, más sueldo percibe, más desembolsa con el dinero ganado y así apoya a las industrias y la agricultura local.

Sexto, los pequeños burgueses requieren servicios de salud y por lo general logran obtenerlos. Los hospitales públicos que en muchos lugares atienden a la clase obrera y la clase de los desposeídos en general, no tienen ni los equipos, ni los insumos, ni el personal adecuado. En cambio la clase media, cuando tenga una población suficiente, compra seguros, y cuando esté realmente en la mayoría actúa para que los servicios de salud del Estado funcionen.

Séptimo,  la burguesía requiere infraestructura como vías de transporte y traslado (calles, autopistas, trenes, aviones comerciales y así sucesivamente), y medios de comunicación (tanto los tradicionales como los electrónicos). Es esta clase que produce y transporte bienes, y sus miembros se movilizan por las vías que se construyen para estos propósitos. La clase alta y la clase gobernante pueden importar los bienes de su propio consumo por vía aérea, y pueden trasladarse en helicóptero y otros medios que no emplean las vías para automóviles. Es más, las leyes de tránsito son invenciones burgueses: los integrantes de la clase alta y del gobierno, cuando tengan que trasladarse por tierra emplean oficiales que les abren paso a la fuerza entre los otros vehículos, y las personas que se movilizan en moto (en general de las clases D y E) no observan ninguna ley que no sea la del poder del más grande y atrevido.

Octavo, la pequeña burguesía requiere espacios urbanos propios: los parques, las plazas, los bulevares, las aceras, los museos, las bibliotecas, las salas grandes de conciertos y en  general, los lugares de disfrute y de cultura.

En conclusión ha aprendido a apreciar la burguesía como una gran fuerza civilizatoria. Cuando se debilite y cuando se disminuya, la vida civil se empobrece y la democracia se peligra.


Referencia

Murray W. Skees (2011). Kant, Adorno and the work of art. Philosophy and Social Criticism. 37(8) 915–933

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