domingo, 10 de septiembre de 2017

No hay héroes


Un muchacho que aprecio formuló en Facebook unas preguntas de fondo sobre la naturaleza de la democracia.  Pregunta: “¿dónde están nuestros "defensores? ¿cuál es el papel de los líderes? ¿dónde están sus capacidades?”

En respuesta diría yo que el principio más básico es la duda sistemática. La política en este sentido es como la ciencia. No hay que creer en los héroes, y los líderes infalibles no existen. Primero de todo tenemos que establecer los fundamentos y definir la democracia. ¿En qué consiste? ¿Cómo ha sido derrocada históricamente -y luego recuperada-?

Desde sus inicios en Grecia en el Siglo V aC, fue ideado como una manera de superar el tribalismo y los sectores que impondrían a la fuerza su propia visión del mundo. Ha sido derrocada muchas veces, primero por el gran Alejandro de Macedonia que veía a la ciudad de Atenas como demasiado estrecha para sus ambiciones. 

En los tiempos modernos ha sido destituida por la misma gente que podría haber beneficiado de un sistema pacífico de dirimir las diferencias entre los diferentes sectores de la sociedad. Es decir, ha sido desmantelada por la gente de-a-pie, que en vez de asumir la responsabilidad por su auto-determinación, haya decidido confiar su destino a los “líderes”, los héroes y los grandes señores.

La democracia que realmente funciona no ha tenido un modelo de consulta directa sino representativa. Elegimos nuestros representantes, pero no para que nos "gobiernan", sino para que hablen en nuestros nombres. Luego de elegirlos tenemos que estar vigilantes para que obren tal como les hemos pedido: no podemos votar y luego irnos a la playa. Hay que estar allí cuidando que todo realmente siga como una expresión de nuestra voluntad política.

Hay que insistir y participar en los medios de comunicación, en comisiones gremiales y de otros intereses -e inclusive en la calle en manifestaciones-. Hay que vigilar que las leyes que establecen nuestros representantes sean las que queremos nosotros, y que estas leyes luego se acaten. Tenemos que obedecerlas nosotros mismos porque son nuestras leyes.

Sobre todo tenemos que subordinar el uso de la fuerza al uso de la palabra. Las fuerzas de orden y todos los sectores de la sociedad deben reconocer las reglas. Pero este es un tema más largo que requiere más reflexión: ¿Cómo subordinar los ejércitos y la policía a la ley? ¿Cómo controlar los sectores ilegales y confiscar sus armas letales? 

Sobre esto podemos reflexionar después, pero por ahora tenemos que insistir en la desconfianza institucional. Nadie va a venir a salvarnos. No hay ni líderes, ni dirigentes, ni héroes, ni súper-hombres que vendrán a resolver nuestras dificultades. Sólo nos quedamos nosotros mismos, con nuestras propias capacidades de lograr acuerdos y convenios, y nada más. 

jueves, 7 de septiembre de 2017

Una nueva historia del Siglo IXX



En el comienzo del Siglo XXI la primera señal de los cambios a venir fue la decisión negociada entre las grandes compañías, que antes producían armas de guerra, de ir cambiando progresivamente sus líneas industriales: decidieron manufacturar maquinaria agrícola y mecanismos para controlar el exceso de agua en las estaciones de lluvia en los países afectados por el monsoon y las tormentas que azotan el Caribe.  El agua almacenada entonces acabó con las sequías en los meses sin lluvia. 

Viendo estos éxitos, también invertían en la siembra de bosques en África meridional,  China, Méjico, Texas y Arizona.  Se dieron cuenta cómo los desiertos iban reduciéndose en todo el planeta, las zonas aptas para agricultura aumentaban y la vida silvestre florecía.

Además la temperatura promedia del Caribe bajó dos grados y las huracanes perdían poco a poco su fuerza destructiva. 

La educación se volvió gratuita en todo el mundo, y el énfasis de enseñanza de los primeros grados de la escuela primaria fue la convivencia. Los niños aprendían rápidamente que el acoso escolar no es aceptable, y que las diferencias étnicas y raciales enriquecen la vida de todos. Aprendieron a tolerar las diferencias en creencias religiosas y políticas y en orientación sexual. Al llegar a los últimos años de primaria y la escuela secundaria comenzaban a sentir la gran emoción de aprender sobre las matemáticas, la música, la literatura y las ciencias que develan los enigmas del universo. Poco a poco se dieron cuenta que los misterios de la astronomía superan en majestad a los misterios del horóscopo y los adivinos de la televisión.

Dado que la población del mundo se volvía cada más culta y más tolerante, las emisoras de la televisión y los productores del cine se dieron cuenta que ya no podían vender tantas películas con nombres como “Juego sucio”, “A toda velocidad” y “Kill Bill” y comenzaban a buscar guiones originales de escritores de mérito, tanto los clásicos como los nuevos. Hubo trabajo en abundancia para autores, pintores, músicos y bailarines.  

El poder como algo que detenta un político o un general comenzó a cuestionarse. La gente se volvía más activa en la toma de decisiones colectivas; movida por la nueva ética de tolerancia y empatía, la voluntad política reflejaba el deseo de cuidar y apoyar al semejante.

La gente saludaba los unos a los otros en las calles. Hubo momentos de canto espontáneo en las paradas de autobuses. Los niños nacían riéndose. La muerte se fue incorporándose en la vida como una memoria de alegría. El sol, filtrado por las hojas de los árboles, parecía gozar de existencia.


 
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