Personalmente creo que la táctica lenta de la recuperación de la democracia sea la correcta.
Vivimos la angustia que produce la posibilidad de un “algo”, es decir, un cambio político y social abrupto y no predecible. Creo que esta intranquilidad no debe conducirnos a una crítica a la política sensata y medida que evita soluciones violentas.
Pero el “algo” temeroso que nos asecha no se limita a malogros institucionales.
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En mi caso más bien me preocupan los eventos azarosos que ocurren en contextos particulares como un disparo, el lanzamiento de una botella o en un insulto, que se expande arrebatando todo que queda en sus ondas expansivas. De allí puede resultar cualquier cosa, justo en el momento que requerimos más disciplina -la cual es difícil cuando la gente tenga hambre o cuando no consiga la medicina que urgentemente necesita-.
Una vez yo estaba participando en una manifestación que justo salía del campus de la UCV. Había muchísimas policías anti-motín, pero en aquel inicio del movimiento de la marcha no había ninguna reacción violenta de su parte. De repente de “nuestro” lado salió una botella que hizo un gran arco hacia la policía. Era uno de los momentos que uno percibe en moción lenta. Cuando la botella inició la parte descendiente del arco, la policía ya se había lanzado hacia nosotros.
Son estos gestos lo que dan miedo. En aquel caso fue “sólo” una marcha que tuvo su inicio y su rabioso fin en una única mañana. Hay otros sucesos que duran más: no sé qué gesto inició el Caracazo que duró varios trágicos días. Tampoco sé cómo precisamente las manifestaciones pacíficas en Damasco se convirtieron en una guerra civil.
Es necesario en estos días mantener mucha cordura.