viernes, 19 de marzo de 2010

-y Dios amó tanto a Venezuela



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Llovió en la cuenca de la Mariposa más de lo que pude medir con los platos de perro que quedan fuera en el patio. Es decir, más de 10 centímetros.

Y a mí la lluvia me sacó lo más atávico y ancestral: salí afuera a media noche y me bañe en el frío diluvio como debe haber hecho algún antepasado (excluyendo claramente a los holandeses) así refrescando los calores sofocantes y los sudores que traía de mi día en Caracas. Después dormí con el sonido del torrente sobre el techo: era una música que sólo podría conducir a sueños reparadores.

Son las lluvias que la naturaleza nos regala para cortar la sequía en dos que siempre caen cerca de Semana Santa.

Como vengo originalmente de un lugar donde las estaciones naturales son de mucha importancia, soy bastante sensible a los cambios aquí también. Es buen augurio que el chaparrón de anoche fuera tan prolífico; me acuerdo que el año pasado en nuestra cuenca hidrográfica las lluvias de marzo sólo eran lloviznas. Ojala que este año también el temporal de junio - diciembre sea más abundante.

Hay que recordar que todavía nos quedan meses de espera para las lluvias verdaderas. Sería muy sabio si las autoridades fueron a usar este tiempo para dragar el fondo de La Mariposa para aumentar su capacidad de almacenaje.
 
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