viernes, 14 de mayo de 2010

Estereotipos de belleza en las ciudades





Quisiera expandir este tema en otra oportunidad. Por ahora sólo lo abriré e identificaré algunos sus grandes rasgos para desarrollarlos en otra entrega.

Primero creo que hay que referir a la confluencia entre belleza, cultura y expectativas sociales. Todas ellas son elementos de nuestro imaginario a fin de cuentas, es decir un proyecto tácito entre todos que convivimos en grupos particulares. Por medio de este ánimo compartido desarrollamos y reproducimos nuestras interpretaciones de todo: tanto nosotros mismos como nuestras expectativas, necesidades, roles y e ideales. Además plasmamos todo esto en la construcción de nuestro ambiente social y físico.

No arrancamos de nuevo en cada generación; más bien al nacer adoptamos los imaginarios de nuestros padres, madres y contorno íntimo, y luego los vamos reelaborando según vayamos desarrollándonos.

Esto supone varias condiciones de base, y una de las mas importantes es el sistema de jerarquías y poder reinante en un momento dado. Mucho de nuestro imaginario social y estético depende de esto.

Con respecto al poder y la estética podemos recordar un ejemplo famoso: el mandato que nos dio el movimiento de igualdad racial en los Estados Unidos de los año 60 donde acuñaron la frase: “Lo negro es hermoso”. De repente los estereotipos sobre la belleza del ser humano se trasformaron y hasta los catires querían lucir un precioso “afro” en sus cabezas.

Pero en estos párrafos quisiera concentrarme en la belleza y la ciudad. Creo que los ejemplos constituyen la manera más conveniente para iniciar estas reflexiones, y advierto a los lectores que personalmente me identifico con el manejo ecológico de ciudades y campos.

Comenzamos con los jardines. Nos gustan largas extensiones de céspedes, flores y hojas ornamentales y la ausencia de insectos y olores que nos molestan. En general este modelo requiere el uso masivo de fertilizantes, insecticidas y el esfuerzo constante de jardineros que retiran los residuos vegetales que caen al suelo. Pero hay otros modelos posibles. Por ejemplo, una amiga llenaba lo que sería su pequeño césped con flores silvestres y no se esforzaba por retirar la “mala hierba”. El efecto era maravilloso.


En otro ejemplo, el “monte” que se halla en zonas no cultivadas y al lado de las carreteras es un festín de formas y colores (ver también estas fotos), pero muchas personas no lo pueden percibir como tal. Tanto es así que dejamos que estos espacios “salvajes” se llenen de latas y botellas de vidrio, y en estas condiciones su belleza se afea de verdad.

Hablar de los jardines nos conduce a pensar en los parques y plazas y Caracas está salpicada por bellos prototipos. Su variedad hace imposible asociarlos con estereotipos estéticos porque hay de todo, desde la magia innegable del Parque del Este hasta la plaza moderna que se acaba de terminar en Los Palos Grandes. Son usados con placer por muchas personas a pesar de la competencia que tienen de los centros comerciales. Lo único que quizá sea un patrón invariable e inoportuno al respecto es que tienden a ubicarse en la parte este de la ciudad.


Otro tema son los edificios. En Caracas tendemos a aborrecer a lo viejo y por esto hemos perdido casi toda nuestro patrimonio colonial de del Siglo IXX. Hemos desarrollado altos edificios que requieren aire acondicionado y consideramos terrible que alguien deforme las fachadas con sábanas secándose al viento. Personalmente me parecen grandes pájaros coloridos moviendo sus alas con el ritmo de los soplos de los corrientes. En mi casa cuelgo todo en la cuerda afuera y a veces las encuentro tan bonitas que les tomo fotos. El edificio de mi hija tiene un espacio central donde puede hacer lo mismo sin perturbar la estética popular.

Lo estereotipado es que apreciamos como mucho más bello que todo el mundo tenga una secadora (y acceso a la electricidad correspondiente).

Otra pauta similar se encuentra en el aire que respiramos: la mayoría de los apartamentos no tienen ventanas que permiten la entrada y salida de aire fresca, y por esto hemos decidido encontrar belleza en lo frío. Bajamos la temperatura de nuestros cuartos, teatros, restaurantes (e inclusive las botellitas de agua que compramos en las panaderías).



Recordemos los edificios del arquitecto Carlos Raúl Villanueva. Tienen paredes porosos de ladrillos abiertos por donde pasan la luz y el aire. Los espacios internos de las edificaciones en El Silencio todavía son dignos de ver, pero pasaron de moda y ahora nadie con los medios económicos para salir de aquella zona se quedaría a vivir allí. En cambio en los capitales europeos hay edificaciones muy codiciadas que datan inclusive del medieval.

Una vez asistí en a una conferencia en Coro. Las salas donde trabajamos eran cubos de ladrillo sin ventanas y con techos metálicos, y para poder sobrevivir a pesar de aquel calor se había instalado equipos de aire que trabajaban a todo dar. En cambio en las casas viejas de la misma ciudad el aire entra desde el mar y pasa a la tierra refrescando el ambiente. Los muros y techos son gruesos y en cada patio hay un enorme cují cuyas hojas, aun siendo tan pequeñas, son muy eficaces filtros del sol. Esta combinación de materiales y estilos de construcción y la presencia de recursos vegetales para mi es agraciada. Pero pocas personas que hoy en día desean vivir de esta manera.

Pienso en la obra maestra de Villanueva, La Universidad Central de Venezuela. Fue declarado patrimonio de la humanidad y los profesores y estudiantes la encuentran bellísima y la usan con orgullo y placer, a pesar de que a veces los corrientes naturales de aire hayan sido reemplazados por equipos artificiales.

En las calles de la ciudad se encuentran otros imaginarios. Aquí sólo referiré al ambiente físico y la apreciación que tenemos de él. En otro lugar mencioné como la ciudad y sus arterias viales son parte de una metáfora en donde la comunidad asume corporalidad. Este y Oeste tienen connotaciones políticas en Caracas.


Sus obras artísticas motivan manifestaciones de amor y odio. La estatua de María Lionza no sólo trata de una obra de arte, es una figura cuya quiebra promovió una crisis política. La estatua de Cristóbal Colón motivó a las personas que niegan el concepto ideologizado del “descubrimiento” de las Américas a un acto de vandalismo.

Hay un sin número de estatuas, murales y mosaicos que no han cobrado connotaciones políticas y que alivian la pesadez de la calle. Creo difícil hablar de estereotipos estéticos con respecto a estos adornos y parte de la razón es que los choferes y transeúntes escasamente se fijan en ellos. Sin embargo creo que notarían su ausencia se fueron retirados.



















Continuaré estas reflexiones en otro momento.
 
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