domingo, 29 de enero de 2012

Ley laboral

Fuente de la foto

Sé que a corto plazo resulta atractivo trabajar menos horas, sobre todo para quienes no disfrutan realmente de sus empleos. Pero a largo plazo reducirlas conduciría a resultados nefastos, por varias razones:

1.       En términos del bienestar de la nación, la prosperidad económica se basa en la producción de cosas y el desempeño de servicios. Ahora en Venezuela importamos casi todo, y al reducir horas laborales la producción nacional que nos queda se reducirá aún más.
2.       Con relación al bienestar de las personas adultas, el trabajo productivo es una de las vías más importantes para la paz psicológica y social.  Contemplar el producto de una actividad que crea algo concreto y bien hecho (aunque sea una parte pequeña de algo más grande y colectivo), y que sale de nuestras manos y mentes es tan sano como comer bien y hacer ejercicio. Puede llegar a ser un enorme placer y fuente de orgullo personal.
3.       Para los jóvenes el empeño remunerado que demanda atención y tiempo de dedicación es una alternativa mucho más benéfica y vital que la calle -por razones obvias.

En vez de reducir las horas laborales se debe facilitar a los trabajadores, profesionales y a todo el mundo, eficacia en el traslado: ¡ imagínense que no tuviéramos que levantarnos a las cuatro a.m. para llegar a nuestros sitios de trabajo a las ocho!! Tendríamos tiempo para dormir adecuadamente, desayunar en familia y llegar a nuestros talleres, fábricas, oficinas y demás sitios de faena sin estrés y malestar. Esto sí es un sueño.

Referencia:
No sé quien tomó la foto que reproduzco arriba pero la fuente es: http://www.taringa.net/posts/imagenes/2201904/_Imagenes_-Trabajando.html En la misma página hay otras igualmente bellas.

miércoles, 25 de enero de 2012

La Cuarta Gracia

Foto de la Plaza de las Tres Gracias, que tomé hace unos cinco años; la ropa secándose al sol es de las personas en situación de calle que habitan el lugar.




Fui hoy a ver el documental “La Cuarta Gracia” de Andrea López. Se trata de la vida de Zulay Contreras, una mujer que ha habitado una plaza pública en las afueras de la Universidad Central de Venezuela llamada “Las Tres Gracias” desde hace más que quince años.
El documental es excepcional en el sentido de reservar juicios sobre el estilo de vida de Zulay quien cuenta su historia, primero las partes más obvias, sobre como gana su vida lavando carros y el orgullo que siente al mantener podados a los sauce llorones que decoran su “hogar”. Cuenta como lava su ropa en la piscina decorativa, sus estrategias para protegerse de la lluvia y del frío y la “familia” de otras personas en situación de calle que la acompañan. Luego, poco a poco comienza a describir aspectos más desesperantes de su vida: narra sobre sus adiciones y como abandonó a sus hijos debido  a la droga “piedra” que no puede y no quiere dejar de consumir. Luego  cuenta como su hijo se unió a ella en la plaza y murió de una sobredosis.  

Andrea, la directora, ha tomado la valiente decisión de contar  tal cual a esta historia desgarradora, y no propone soluciones para Zulay quien, a su vez, se ha mostrado increíblemente valerosa en mostrarse en toda su vulnerabilidad en la pantalla. Inclusive, estuvo presente en la exposición del documental hoy y contestó las preguntas que le hacían los espectadores.
Mi motivo en escribir sobre esta experiencia tiene que ver, justamente, con las reacciones de la audiencia.  Quienes se levantaron para tomar el micrófono después de la película, casi todos, no podían dejar que proponerle soluciones a Zulay, las cuales iban de las religiosas hasta las institucionales.  No se dieron cuenta que la vida de esta mujer rebasa todos los remedios que hemos podido inventar. Los albergues y lugares de “recuperación” de las personas adictas en situación de calle tienen tasas de “éxito” que no exceden el 10% de los clientes, aun considerando que éstas son precisamente las personas más motivadas desde el comienzo.

Pero esto tampoco es lo que quiero expresar. Cuando una muchachita, estudiante del primer año, le confrontó a Zulay hoy, exigiéndole que abandonara su estilo de vida y que dejara la vida en la calle y las drogas, Zulay respondió:
-“Pero es que me gustan.”

Sabemos que esto no es totalmente cierto: la segunda mitad del documental fue un relato de dolor, y de la fantasía de encontrar una casa donde podría dormir con seguridad y disfrutar de una nevera llena de comida. Pero aquellas otras fantasías: la de la libertad, la de anomía rebelde, la de amigos incondicionales que compartan las mismas desgracias y la del escape que provee la intoxicación química, son demasiado poderosas.
Me he encontrado varias veces con Zulay en la plaza, donde ella es la indiscutible reina de la localidad; es conocida por todos los transeúntes y choferes de autos; es la “madre” de un nutrido grupo de jóvenes que vienen y se van, y que le dan afecto y apoyo. La plaza es suya: yo quería ver la posibilidad de trabajar con algunos estudiantes en la renovación estética del lugar, y tuve que conseguir primero su permiso y ayuda, los cuales noblesse oblige, me concedió.

La vida en la calle tiene muchos beneficios para Zulay. Si la fuera a abandonar ¿qué existencia tendría? ¿Lograría su casa y su nevera? ¿Cómo pagaría estas cosas? ¿Quiénes serían sus amigos queridos del infortunio?
Como sociedad no hemos podido resolver este problema. No hemos inventado una calidad de vida con un grado suficiente de estética, compañerismo y viabilidad verdadera  para atraer a gente como Zulay.

martes, 24 de enero de 2012

Los franceses y la libertad de expresión

Fuente de la foto de un aspecto del genecidio armenio

Parece que los franceses perdieron la noción de la libertad de expresión.
Es verdad que el genocidio de los armenios que comenzó en 1915 fue atroz, y es verdad que los turcos siguen negándolo, inexplicablemente, porque aquella catástrofe fue documentada y los sobrevivientes la han descrito en gran y coherente detalle. Los turcos deben sufrir de una frágil y deleznable conciencia nacional que les impide reconocerlo.

Otras naciones han podido examinar aspectos dolorosos y culposos de su pasado: los alemanes siguen confrontando el Holocausto y los estadounidenses luchan con las consecuencias –todavía angustiantes- de la esclavitud de los africanos en su territorio.

Es necesario que el resto del mundo lo recuerde y que los descendientes de las víctimas tengan la posibilidad de expresar y cerrar su duelo. Inclusive es necesario que el resto del mundo reflexione sobre la posibilidad de recompensación para el pueblo armenio, aunque los estadounidenses no han recompensado ni los afro-americanos, ni los indios cuyas tribus fueron diezmadas en la ocupación de sus territorios.

Pero legislar la ilegalidad de negar aquel genocidio es una barbaridad. ¿Qué cosas más van a legislar como inexpresables?  ¿Van a prohibir mentiras? ¿Los franceses van a tener que llevar certificados que atestigüen la verdad de todo lo que dicen?

Referencia:
Foto: Wikipedia: Genocidio armenio:  http://es.wikipedia.org/wiki/Genocidio_armenio

lunes, 23 de enero de 2012

At my age

                                                                                              Fuente de la foto

Slimsly time,
I look back, I look backwards at the era of the stars,
Light-years to night.

Too brief, this,
Too dear, loping rhythms of a soaring song in progress,  
Living birthright.

Singing cosmos,
Aurora borealis, bright with dancing gamma rays,
Audible light.

At my age
The center of the galaxy, the swirling, big black hole
Is visible now.

I feel its
gravity, its dreary drag, its sad solemnity, 
its eerie sough.

I’ll talk to you,
Hover, a friendly, synaptic, quantum entanglement,
Be there, somehow.

But, then, for now,
I’ll finish my book, plant my parsley, call where my loves live,
Be here, just now.

domingo, 15 de enero de 2012

Crimen y castigo

Fuente de la foto

Ya que el problema de la inseguridad se ha configurado como un problema electoral en Venezuela quisiera añadir unas reflexiones propias.
Primero, además de lo práctico e inmediato de la administración estatal de la criminalidad y la justicia, estamos lidiando con problemas muy viejos: primero no hemos sabido adjudicar responsabilidad por las transgresiones normativas y segundo, no sabemos qué hacer con los transgresores.

Me explico:  en la antigüedad, e inclusive hoy en día en ciertos conflictos armados, los imputables en situaciones de culpabilidad eran toda la familia del infractor y aún, toda su etnia.  La leyenda dice que Nerón culpó y castigó a los cristianos como colectividad por el incendio en Roma. En el Siglo XX ha habido numerosos casos de castigos colectivos, por ejemplo los nazis (tanto en Alemania como en los países que ocuparon), los rusos en Chechenia y los israelís en Palestina. Inclusive la mera idea de guerra implica castigar a todo un pueblo por los desacuerdos entre los gobernantes. 
Desde tiempos romanos, sin embargo, y en un sentido formal, los culpables  -los que pueden ser enjuiciados por delitos-, son los individuos señalados como responsables en un juicio formal.  

Además, el concepto de castigo ha ido modificándose. Aunque la tortura existe hoy en día (sólo hay que recordar a Guantánamo) no es generalmente aceptable como fue en la Edad Media (Foucault, 1986). Desde el Siglo XIX todo el concepto de castigo corporal ha sido cuestionado y según los ideales de la Ilustración, se le sustituye por la noción de rehabilitación. Hasta  la misma encarcelación debe configurarse como un  lapso en el cual el criminal pueda cuestionar su conducta anterior y desarrollar nuevas normas que son más pro-sociales.
Pero no es sólo la idea de castigo que se cuestiona: también se discute la vieja concepción de que algunas personas nacen como criminales, que tienen desde el comienzo de sus vidas alguna deficiencia orgánica o moral que las destinan para un mundo de crimen y violencia. Desde la segunda mitad del Siglo XX* se propone que la sociedad tienen un papel en la creación de la violencia social: por ejemplo hay evidencia que los niños que sufran violencias tienen más probabilidad de de convertirse en agresivos y tendrán menos habilidades para controlar arrebatos de rabia.

Es más: experimentos (ScienceDaily, enero. 21, 2007) que emplean imágenes de la resonancia magnética del cerebro demuestran que la parte del cerebro llamada “el posterior superior del surco temporal”, la zona que percibe las emociones en las caras de los demás, se activa cuando una persona va a demostrar conductas altruistas.  En una entrevista televisada, conducida por Charlie Rose hace algunos meses, uno de los entrevistados sugirió que presos encarcelados tienen poca actividad en esta zona. Dijo igualmente que ella puede ser cultivada en los niños por medio de entrenamiento de la empatía, y que  este órgano puede activarse por medio de la práctica. 
¿Por qué no estamos haciendo esto en las escuelas?

 Cuando mandamos los delincuentes a lugares de violencia y sufrimiento (las cárceles), lo único que aprenderán es ser criminales más eficientes y despiadados; indudablemente no estamos estimulando los “posteriores superiores de sus surcos temporales”.
Estas dudas no pueden aclararse por medio de la construcción de más cárceles y el puesto de más policías en la calle. Requieren más bien una reflexión profunda de parte de los psicólogos y criminalistas para idear nuevas respuestas a este dilema inmemorial.

Reconozco que el problema inmediato es asegurar las calles y terminar con la matanza monstruosa que se sufre en Venezuela: tenemos una guerra civil entre el hampa y el resto de nosotros. Es decir, a corto plazo la solución tiene que ser una mejor represión de la violencia, pero ella no va a solucionar nuestras dificultades a largo plazo.

Referencias:
Foucault, Michel (1986). Vigilar y castigar. Madrid: Siglo XXI Editores. pp. 86. ISBN 84-323-0332-1

Fuente de la foto: http://www.google.co.ve/#hl=es&cp=12&gs_id=1a&xhr=t&q=images+prison+bars&pf=p&sclient=psy-ab&source=hp&pbx=1&oq=images+priso&aq=0L&aqi=g-L1g-vL3&aql=&gs_sm=&gs_upl=&bav=on.2,or.r_gc.r_pw.,cf.osb&fp=2a31cee37aded72a&biw=830&bih=409

ScienceDaily (enero. 21, 2007). Activation Of Brain Region Predicts Altruism. Accesible en la página web: http://www.sciencedaily.com/releases/2007/01/070121162756.htm
*Este tipo de cuestionamiento no es totalmente moderno: puede encontrare en Rousseau.

martes, 10 de enero de 2012

La estética y la ética de la imagen del Otro


Escribo la autobiografía de otra persona, mi consuegra María, con quien he tenido una larga relación de dos décadas y además con quien he grabado numerosas entrevistas formales. Al principio su lenguaje parecía confuso ya que confunde temas que sólo puedo desenredar porque ya conozco mucho de su historia y puedo preguntarle directamente cuando no entiendo. Pero al desenredar su texto encuentro enorme riqueza descriptiva y capacidad emocional que nuestras conversaciones cotidianas casi ocultan.
Sin embargo escribir una autobiografía de otro individuo es un atrevimiento. Harrist y Richardson (2012) recientemente hablaron de la advertencia de Levinas sobre la imposibilidad de encontrarse y aprender totalmente al Otro, pero al mismo tiempo asomaron la realidad de problemas éticas con la noción de la radical alteridad de cada individuo. En sus reflexiones expresaron lo que perciben como la necesidad de “escapar un grado significativo de narcisismo o solipsismo que pareciera conducir a un grado de violencia en el proceso de responder al otro…” Dicha violencia ocurre por dos vías: a) cuando reducimos el Otro a nuestras preconcepciones y b) cuando renunciamos a nuestro deber ético de acercarnos a él (ella). Es más, dicen estos autores, que nuestra mera conciencia se debe en primera instancia a nuestra capacidad para acercarnos a los demás. Citan a Bernstein que reclama la existencia de “una reciprocidad entre el ‘yo y el Otro’ que es compatible con su radical alteridad.” (Harrist y Richardson, 2012 p. 8).  Consideran Harrist y Richardson que debemos estar tan preocupados por el peligro de fracasar en nuestros intentos de aprender del otro como por el peligro de interpretarlo erróneamente según nuestros propios categorías previas.
Mis reflexiones hoy tienen que ver con las ganancias que nos dan nuestros esfuerzos de entender a quienes nos rodean. He ido más allá de simplemente escucharle a María: he empleado métodos formales de la hermenéutica y el análisis de textos para acercarme más a alguien que conozco hace años. Y de repente ella se aflora ante mí como poeta graciosa y relatora sensible de su historia y su cultura. Es una experiencia asombrosa.
Referencia:
Steve Harrist y Frank C. Richardson (2012). Levinas and hermeneutics on ethics and the Other. A publicarse en: Theory & Psychology 1-17.
 
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