domingo, 17 de octubre de 2010

El conducto de la vida: los mineros chilenos

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He retrasado en comentar sobre el rescate de los mineros chilenos por que no he tenido suficiente señal de mi servidor.

El despliegue propagandístico del evento era evidente, y aunque no pretendo ignorar el descarado provecho político que Sebastián Piñera y su gobierno obtuvieron del salvamento de los hombres atrapados en aquella cámara subterránea –hasta trajo su podio presidencial al desierto- tampoco puedo dejar de reflexionar sobre el significado de la hazaña.

Menos aún deseo ignorar los aportes de centenares rescatistas, perforadores, médicos, conductores, psicólogos e ingenieros que dejaron de dormir y tener vidas propias por los meses que duraron la recuperación de los hombres que se encontraban a casi 700 metros bajo tierra.

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Pero lo que quisiera considerar es el hueco mismo. Busqué por el Internet sin encontrar una imagen de la apertura del túnel como la que vimos en la televisión, aunque reproduzco aquí algunas fotos tomadas del “Fénix”, es decir la cápsula que trajo los hombres a la superficie, y de la caverna con sus luces fantasmagóricas. La figura del último rescatista esperando la cápsula -sólo, solito- en la gruta fue tan conmovedor que no pude apagar el televisor hasta que estuviera otra vez en la superficie a pesar de la necesidad de trabajar que tenía.

Pero no encuentro fotos de aquel conducto de la vida que vimos mientras subían los mineros de lo que hubiera sido su tumba colectiva. Era un canal que los extraía, no sólo de una mina y la posibilidad de morir allí, los extraía de la misma muerte. Era una tecnología al servicio del mejor del espíritu humano. Era una metáfora de todo tipo de transformación y ventura. Sólo faltaba el coro griego.
 
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