sábado, 17 de junio de 2017

Los héroes oscuros y la ideología

Estos párrafos forman parte del capítulo 5 de un libro que terminé de escribir sobre la figura del héroe. Está en prensa en la Facultad de Humanidades y Educación de la Universidad Central de Venezuela.

Maximilien Robespierre es un miembro fundador de un círculo de las verdaderas figuras oscuras que han emergido en nombre de ideales; la presencia histórica de estas personas significa algo diferente a lo que hemos visto hasta ahora, es decir la subyugación de los sujetos al rey debido a la voluntad de los dioses y el linaje de sus familias.
Estos nuevos rostros épicos tienen seguidores convencidos por una causa: son dictadores que procuran el apoyo –a veces delirante- de sectores de las poblaciones que representan una aspiración política o ideológica: a este círculo desalmado también pertenecen Adolfo Hitler de Alemania, Francisco Franco de España, Joseph Stalin de la Unión Soviética, Pol Pot de Cambodia, Agusto Pinochet de Chile, Fidel Castro y muchos otros.
Tal vez Robespierre sea la primera figura que da origen al héroe oscuro en nombre de ideales en nuestros tiempos: apelando a la libertad, la fraternidad y la igualdad, se dedicó a la intimidación y la represión. Robespierre se consideraba un seguidor de su propia interpretación de Jean-Jacques Rousseau, y desde su juventud se dedicó a la defensa de los desposeídos de la Francia monárquica.
Pero luego de obtener poder político y siendo jacobino[i], tuvo un papel influyente en el crecimiento del “reino de terror” de la Revolución francesa; tuvo responsabilidad directa en la persecución y ejecución de miles de compatriotas que consideraba  traidores, sediciosos y conspiradores -entre otros epítetos ofensivos-. Oponiéndose al despotismo de los monarcas, su propia arbitrariedad cruel se fundaba irónicamente sobre sólidos fundamentos teóricos e ideológicos del Estado republicano; sin embargo consideraba al asesinato como un acto de salvaguardia a la virtud y algo que se hace en defensa del bien público.
Robespierre declaró que defendía “…con desmedida energía la causa de los endebles oprimidos contra sus poderosos opresores” y por esto ha “faltado al respeto que se debe a los tribunales del antiguo régimen tiránico”, (Robespierre, 1792, párrafo 7). Reclamó el derecho de los ciudadanos a elegir libremente a quienes presidirán sobre los tribunales de la nación. Dijo que los nobles no podrían darle a la gente aquello que le era en esencia suyo, incluyendo “ejercer los derechos del soberano.” Este discurso es fascinante ya que tiene dos significados: a) el enemigo opresor es el antiguo régimen –y en otros escritos también incluye a los demás monarcas de Europa-, y b) el pueblo es soberano, a pesar del avasallamiento que él mismo ejercía sobre la gente.
Muchos dictadores han dejado testimonios escritos de sus causas; desde tiempos romanos hasta el presente se puede mencionar los siguientes ejemplos: “La Guerra de las Galias” de Julio Cesar, “El camino al poder” de Joseph Stalin, “La doctrina del Fascismo” de Benito Mussolini, “Mi lucha” de Adolfo Hitler, “Reflexiones” (y muchas publicaciones más) de Fidel Castro, “Citas del Presidente Mao” de Mao Zedong y “Piedras y leyes” de Fulgencio Batista. Lo sugestivo de estos personajes es la necesidad que tuvieron para explicarse. La excepción es Julio Cesar -que tuve que leer en mis clases de latín en el liceo-: puede ser contrastado con los demás porque su testimonio trata básicamente de la historia de sus conquistas; quiso meramente dejar sentado su poder y su brillante reputación guerrera. Los demás precisaban transmitir un mensaje y dejar en claro cuáles eran sus razones para actuar. 
No hay espacio en estas reflexiones para considerar a cada uno por separado, pero vale la pena fijarnos en lo que tienen de atractivo para sus partidarios y por qué son héroes oscuros para mucha gente.
En general se puede decir que apelan a varias estrategias, algunas de las cuales cualquier tirano conoce (la diferencia entre estos portadores de causas, y los reyes de la antigüedad está en la última táctica): a) lealtad: recompensan la sumisión y el acatamiento, y castigan muy duramente la disidencia, b) dependencia: el acceso a todos los recursos pasan por sus manos, c) homenaje: en la más pura tradición del mafioso, convierten el miedo que les tienen sus seguidores en algo que llaman “respeto” y d) un modelo de una vida mejor: emplean los ideales de justicia, igualdad, orden, ley o prosperidad para inducir a sus adeptos a excluir y a castigar a quienes no comparten o que dudan de estas aspiraciones.
Dicha combinación de castigos y razones es una poderosa mezcla. Sabemos que las personas que no pasan tiempo estudiando las ideologías, es decir, quienes las adoptan como lemas en las manifiestaciones en las calles, las “aplanan” cognitivamente ([ii]). Es decir, la mayoría de nosotros aprende algunas expresiones políticas y no entramos en un análisis de los dogmas. Si los antiguos héroes oscuros sabían emplear el terror, los nuevos ofrecen razones ideológicas para inducir el auto-sometimiento -además del miedo-. Igualmente, la ilusión de pertenencia la banda en poder siempre ha sido atractiva, y el susto a ser excluido puede ser paralizante.



[i]Los jacobinos era el grupo/partido más radical de los anti-monárquicos en Francia por la época.
[ii] Como también es el caso de las “representaciones sociales” (Moscovici, 1961/1976).

El eterno retorno de la venganza




El eterno retorno, como una mezcla terrible de Nietzsche y Freud, es algo que nos infligimos a nosotros mismos. Habíamos pensado que en las cárceles espantosas e infrahumanas que construimos para obtener justicia, los criminales “pagarían” por sus abusos. Sufrirían como nos han hecho sufrir.  Pero entonces, de estos muros de tormento que hemos creado, los malhechores regresan a atormentarnos de nuevo a nosotros. Los seres que hemos mandado allí se tornan aún más crueles, y menos capaces de vivir en hermandad. Se han entendido con los guardianes, se han armado, han pactado con los poderosos y salen a la calle a reclamar los espacios que pensamos eran nuestros. Y nosotros, furiosos, soñamos con su captura, e intentamos devolverlos a los presidios donde de nuevo expiarán condenas en “pago” por sus nuevos atropellos. ¿Saldrán otra vez a sembrar más tristeza y odio? ¿Cómo podemos cortar este retorno insidioso?
 
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